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Corbin Sohravardi

terça-feira 30 de abril de 2024

  

Henry Corbin   — OBRA — SOHRAVARDI  

Sua obra é considerável para um homem que desapareceu em plena juventude, à idade de 36 anos; considerável nem tanto pela quantidade de títulos (mais de trinta de acordo com seu biografo e discípulo Shahrazôri), mas pela firmeza e amplitude de sua doutrina, que ele mesmo e os seus caracterizaram como uma ressurreição. Designaremos esta doutrina sumariamente pelo termo Ishraq. [Excertos do Prefácio de «L’archange empourpré  : Quinze traités et récits mystiques»]


Sohravardí murió mártir a los treinta y seis años en Alepo (1191), donde se había aventurado imprudentemente, víctima de la furiosa intolerancia de los doctores de la ley y de Saláhaddín, el fanático personaje que conocemos como el Saladino de las Cruzadas. La brevedad de su vida no le impidió, sin embargo, realizar un gran proyecto: resucitar en Irán la sabiduría de los antiguos persas, su doctrina de la luz y las tinieblas. De ahí resultó esa filosofía — etimológicamente, esa «teosofía de la luz» (hikmat al-Israq) — que presenta numerosos paralelismos con la obra de Ibn Arabi  . Con este gran proyecto, Sohravardí tenía conciencia de instaurar la «sabiduría oriental», proyecto que también Avicena   se había planteado y cuyo conocimiento llegó en Occidente hasta filo:Roger Bacon en el siglo XIII. De esta obra de Avicena no subsisten sin embargo más que fragmentos. Sohravardí estimaba que Avicena, al no tener conocimiento de las fuentes de la antigua sabiduría irania, no estaba en condiciones de llevar a buen puerto su propósito. Los efectos de la teosofía sohravardiana de la Luz se dejarán sentir en Irán hasta nuestros días. Uno de sus rasgos esenciales es hacer indisociables filosofía y experiencia mística: una filosofía que no conduzca a una metafísica del éxtasis es especulación vana; una experiencia mística que no se apoye en una fundamentación filosófica sólida corre el peligro de extraviarse y degenerar.

[...] Sohravardí no afronta en realidad un problema, sino un imperativo del alma: conjugar filosofía y espiritualidad. Los héroes extáticos de esta «teosofía oriental» de la Luz son Platón  , Hermes, Kay-Khosraw  , Zaratustra, Mohammad: el profeta iranio y el profeta árabe. Mediante la conjunción de Platón y Zaratustra (Zoroastro), Sohravardí expresa una tendencia característica de la filosofía irania del siglo XII, que se anticipa así, en unos tres siglos, a la obra del célebre filósofo bizantino Gemisto Plethon  . Por oposición a los peripatéticos, los ishmqiyun, discípulos de Sohravardí, son denominados «platónicos» (Ashab Aflatun). Ibn Arabi, por su parte, es apodado «el platónico», el «hijo de Platón» (Ibn Aflatun). Esto clarifica algunas coordenadas de la topografía espiritual que aquí tratamos de perfilar. El platonismo de Oriente, el neoplatonismo   zoroastriano del Irán, anticipándose en el tiempo a los proyectos de Gemisto Plethon y de Marsilio Ficino  , escapó al auge del aristotelismo que invadió la Edad Media latina determinando por varios siglos no sólo su filosofía sino su percepción del universo. En consecuencia, cuando vemos al joven Ibn Arabi asistiendo en Córdoba a los funerales de Averroes  , el gran maestro del peripatetismo medieval, la melancólica escena se transfigura en un símbolo al que convendría prestar atención.

Este resurgimiento platónico acentúa el contraste: en Occidente, caída del avicenismo latino, hundido bajo los ataques del piadoso Guillaume d’Auvergne, obispo de París, y bajo el ascenso luego del averroísmo. En Irán, un destino distinto infunde al avicenismo la savia del neoplatonismo zoroastriano de Sohravardí y lo prolonga hasta nuestros días. Desde entonces, nada equiparable a la desaparición de las Animae caelestes, la jerarquía de los Ángeles-Almas rechazados por el averroísmo, ni a todo lo que desaparición implicaba o simbolizaba. Con ellas se ha preservado la existencia objetiva del mundo intermedio, el mundo de las imágenes subsistentes (alam al-mithal), de los cuerpos inmateriales, que Sohravardí llama el «Oriente Medio» del Cosmos. Se ha conservado igualmente la prerrogativa de la Imaginación, órgano de ese mundo mediador, y con ella la realidad específica — realidad plena, aunque no sea la realidad física  , sensible, histórica, de nuestro mundo — de los acontecimientos, de las teofanías que allí tienen lugar. Este mundo es el escenario de la dramaturgia simbólica de Sohravardí. Su obra incluye todo un ciclo de relatos de iniciación en persa que prolongan los relatos avicenianos. Sus títulos son sugerentes: «Relato del exilio occidental», «Vademecum de los Fieles de amor», «El arcángel purpúreo», etc. El tema es siempre la búsqueda y el encuentro con el Ángel, un Ángel que es el Espíritu Santo y la Inteligencia activa, el Ángel de la Revelación y el Conocimiento. El «Relato del exilio occidental» se propone retomar la historia simbólica en el punto en que la dejaba el relato aviceniano de Hayy ibn Yaqzán, episodio que el propio Avicena trascendía en el «Relato del pájaro», traducido más tarde al persa por Sohravardí. Tan irremediable fue el fracaso del avicenismo en Occidente, que aún en nuestros días persiste la negativa a aceptar las implicaciones místicas de la noética de Avicena, tal como las reflejan sus relatos simbólicos.

En la teosofía sohravardiana de la Luz, toda la teoría platónica de las Ideas es interpretada desde la perspectiva de la angelología zoroastriana. Expresándose en los términos de una metafísica de las esencias, el dualismo sohravardiano de la luz y las tinieblas excluye la posibilidad de una física, en el sentido peripatético de la palabra. Una física de la Luz no puede ser más que una angelología, porque la Luz es vida y la Vida es esencialmente Luz. Lo que se llama «cuerpo material» es por esencia noche y muerte, un cadáver. Son los Ángeles, «Señores de las especies» (las fravartis del mazdeísmo), quienes por sus distintos grados de intensidad luminosa originan las diferencias de las especies; diferencias de las que jamás podrán dar razón el cuerpo material. Lo que el peripatetismo considera como concepto de una especie, el universo lógico, no es más que el despojo de un Ángel.

El sabio en cuya persona esta percepción fructifica en metafísica del éxtasis, que aúna la plenitud del saber filosófico y la experiencia mística, es el sabio perfecto, el «Polo» (Qotb); él es la cumbre de la jerarquía mística invisible sin la cual el universo no podría continuar subsistiendo. Desde ahí, con esta idea del Hombre Perfecto (cf. el anthropos teleios del hermetismo), la teosofía del Ishraq se encontraba espontáneamente orientada hacia el encuentro con el shiísmo y su imamología; estaba eminentemente capacitada para fundamentar filosóficamente el concepto de «Imam eterno» y sus ejemplificaciones en el Pleroma de los santos Imames (los «guías espirituales»). En los siglos XVI y XVII, con los maestros de la Escuela de Ispahán (Mír Dámád, Mollá Sadrá Shírází, Casi Sa’id Qommí, etc.), el avicenismo ishraquí se convierte en la filosofía shiíta; las consecuencias de este proceso son perceptibles incluso en la forma más reciente que ha adoptado la conciencia filosófica del imamismo, la escuela de Shaykh Ahmad Ahsá’í y sus sucesores, es decir, el shaykhysmo. Mollá Sadrá podría ser llamado el «santo Tomás del Irán», si Santo Tomás pudiera integrar en su persona a un Jacob Boehme   y un Swedenborg  , lo que no es quizá concebible más que en Irán. Pero la obra de Mollá Sadrá ha sido preparada por toda una estirpe de maestros que llevan a cabo la integración de las doctrinas de Ibn Arabi en el imamismo, es decir en el shiísmo de los XII Imames (aunque quizás habría que decir «reintegración» si, al planear la cuestión de sus orígenes  , se admite que se trata de un retorno). Esta tarea fue llevada a cabo, principalmente, entre los siglos XIV y XVI por Ibn Jomhür, Haydar Amolí, ‘Ali Torka Ispahání, etc. También en las doctrinas de Ibn Arabi está presente toda una filosofía de la luz; falta, en particular, estudiar a fondo en qué medida Mollá Sadrá le es deudor de su propia interpretación existencial de la teosofía del Ihsraq, que Sohravardí había formulado en términos de una metafísica de la esencia. (HCIbnArabi)


René Guénon faz uma resenha de um dos primeiros estudos de Corbin sobre Sohravardi em seu livro: Apreciações sobre o esoterismo islâmico e o taoismo.

Livros em francês:
*L’archange empourpré: Quinze traités et récits mystiques
*Le Livre de la sagesse orientale

Capítulos na Internet:
*Instituto Nokhooja — Textos de e sobre o pensamento de Sohravardi (juntamente com outros bons textos de Sufismo)


Excertos e estudos *O arcanjo empurpurado *Livro das conversações


Ver online : René Guénon