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Perenialistas Anacoreta

sexta-feira 29 de dezembro de 2023, por Cardoso de Castro

  

Perenialistas: referências à anacorese
Schuon  
Llamaremos finalmente la atención sobre el alcance verdaderamente fundamental y realmente universal de la invocación del Nombre divino; éste es, en el Cristianismo —como en el Budismo y en ciertas sectas iniciáticas hindúes— un Nombre del Verbo manifestado (En este punto, se nos viene a la mente la invocación de Amida-Buddha y la fórmula Om mani padmê hum y, por lo que respecta al hinduismo, las invocaciones de Rama y de Krishna.), en este caso el Nombre de «Jesús» que, como todo Nombre divino revelado y ritualmente pronunciado, se identifica misteriosamente con la Divinidad; es en el Nombre divino donde se efectúa el misterioso encuentro entre lo creado y lo Increado, lo contingente y lo Absoluto, lo finito y lo Infinito; el Nombre divino es así una manifestación del Principio supremo o, para expresarnos de una manera todavía más directa, es el Principio supremo que se manifiesta; no es, pues, en primer lugar una manifestación, sino el Principio mismo (De la misma manera Cristo, según la perspectiva cristiana, no es en primer lugar hombre, sino Dios.). «El sol se cambiará en tinieblas y la luna en sangre, antes de que venga el gran terrible día del Señor —dice el profeta Joel—, pero aquellos que invoquen el Nombre del Señor serán salvados» (Los Salmos   contienen varias referencias a la invocación del Nombre de Dios: «Invoco al Señor con mi voz y él me oye desde su montaña santa.» «Yo he invocado el Nombre del Señor. ¡Señor, salva mi alma!». «El Señor está cerca de todos aquellos que le invocan, de quienes le invocan seriamente.» Dos pasajes contienen al mismo tiempo una referencia al modo eucarístico: «Abre tu boca, que quiero llenarla.» «El que hace feliz tu boca a fin de que vuelvas a ser joven como un águila.» Y en Isaías: «No temas, porque Yo te he salvado, Yo te he llamado por tu nombre, tú eres para Mí.» «Buscad al Señor, porque El puede ser encontrado; invocadle, porque El está cerca.» Y Salomón, en el Libro de la Sabiduría: «He invocado, y el Espíritu de la Sabiduría ha venido a mí.»); y recordemos también el principio de la primera Epístola a los Corintios, dirigida a «todos los que invocan el nombre de Nuestro Señor Jesucristo en todo lugar», y también, en la primera Epístola a los Tesalonicenses, la prescripción de «rogar sin descanso», que San Juan Damasceno comenta en estos términos: «Es preciso aprender a invocar el Nombre de Dios más que a respirar, en todo momento, en todo lugar y durante cualquier ocupación. El Apóstol dice: Orad sin descanso; es decir, enseña que se debe recordar a Dios en todo momento, en todo lugar y durante cualquier ocupación» [NA: En un comentario de San Juan Damasceno, las palabras «invocar» y «acordarse» aparecen para describir o ilustrar una misma idea; ahora bien, es sabido que la palabra árabe dhikr significa a la vez «invocación» y «recuerdo»; de la misma manera, en el Budismo, «pensar en Buda» e «invocar» a Buda se expresa con una misma palabra (buddhânusmriti; el nienfo chino y el nembutsu japonés). Por otra parte, es digno de nota el hecho de que los Hesiquiastas y los Derviches designan la invocación con la misma palabra: los Hesiquiastas llaman «trabajo» la recitación de la «oración de Jesús», mientras que los Derviches llaman «ocupación» o «asunto» (shughl) a toda invocación.]. No es, pues, sin razón que los Hesiquiastas consideran la invocación del Nombre de Jesús como legada por Este a los Apóstoles: «Es así —dice la Centuria de los monjes Calixto e Ignacio— como nuestro misericordioso y bienamado Señor Jesucristo, en el momento en que se acerca a Su Pasión libremente aceptada por nosotros, lo mismo que en el momento en que, después de Su Resurrección, Se muestra visiblemente a los Apóstoles e inclusive cuando se dispone a ascender hacia el Padre... ha legado a los Suyos estas tres cosas (la invocación de Su Nombre, la Paz y el Amor, que corresponden, respectivamente, a la Fe, la Esperanza y la Caridad)... El principio de toda actividad de amor divino es la invocación confiada del Nombre Salvador de Nuestro Señor Jesucristo, como El mismo ha dicho (Juan, 15, 5): Sin Mí no podéis hacer nada... Por la invocación confiada del Nombre de Nuestro Señor Jesucristo, esperamos firmemente obtener Su Misericordia y la verdadera Vida oculta en El. Ella se asemeja a otro Manantial divino que no se agota jamás (Juan, 4, 14) y que hace brotar estos dones cuando es invocado el Nombre de Nuestro Señor Jesucristo, sin imperfección, en el corazón.» Y citemos todavía este pasaje de una Epístola (Epístola ad monachos) de San Juan Crisóstomo: «Yo he oído decir a los Padres: ‘¿Qué es de ese monje que abandona la regla y la desprecia? El debería, cuando come y bebe, y cuando está sentado o cuando sirve a los otros, o cuando camina o cuando haga lo que haga, invocar sin parar: Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ten piedad de mí...’ [NA: Esta fórmula se reduce frecuentemente, sobre todo en los espirituales más avanzados en la vía al simple Nombre de Jesús. «El medio más importante de la vida de oración es el Nombre de Dios, invocado en la oración. Los ascetas y todos cuantos llevan una vida de oración, desde los anacoretas de la Tebaida y los hesiquiastas del Monte Athos..., insisten sobre todo en esta importancia del Nombre de Dios. Fuera de los oficios, existe para todos los ortodoxos una regla de oraciones, compuestas de salmos y de diferentes plegarias; para los monjes es mucho más considerable. Pero lo que es más importante en la oración, lo que constituye el corazón mismo de la plegaria, es que es llamada la oración de Jesús: «Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ten piedad de mí, pobre pecador.» Esta oración repetida cientos de veces, inclusive indefinidamente, constituye el elemento esencial de toda regla de oración monástica; ella puede, si es necesario, reemplazar los Oficios y todas las demás plegarias, porque su valor es universal. La fuerza de esta oración no reside en su contenido, que es simple y claro (es la oración del peajero), sino en el dulcísimo Nombre de Jesús. Los ascetas dan testimonio de que este Nombre reafirma la fuerza de la presencia de Dios. No solamente Dios es invocado por este Nombre, sino que El está ya presente en esta invocación. Se puede afirmar ciertamente de todo Nombre de Dios, pero hay que decirlo sobre todo del nombre divino y humano de Jesús, que es el Nombre propio de Dios y del hombre. En resumen, el Nombre de Jesús, presente en el corazón humano, le comunica la fuerza de la deificación que el Redentor nos ha concedido» (S. Boulgakof, La Ortodoxia). (Unidade Transcendente das Religiões)

Coomaraswamy
En el texto en prosa que separa unos de otros los versos de Aitareya Brahmana   VII.15, se afirma llanamente que Rufo aceptó el consejo de Indra, y que anduvo errante en el «bosque» por un período de seis años; de hecho, devino lo que en otras partes se llama un parivraijaka, o un «caminante pobre», y, como lo sugiere la palabra sramena, un sramana o «afanado»; la totalidad del contexto implica claramente, no la vida de un vanaprastha, o anacoreta que vive en el bosque, ocupando una cabaña, sino la de un sannyasin, u «hombre pobre» errante, de quien generalmente puede asumirse que ha recibido las últimas iniciaciones y que se han celebrado sus ritos funerarios, de manera que ha devenido lo que Rumi   llama (Mathnawi VI.723 sig.) un «hombre muerto que camina», uno que ha «muerto antes de morir», o como lo expresa Katha Upanisad VI.4, uno que «ha sido capaz de despertar antes de la disolución del cuerpo» (asakad boddhum prâk sarirasya visransah); apenas necesitamos agregar que en la India se ha dado por hecho que haber muerto así a todo propium, a todo sentido de «yo y mío», es virtualmente sinónimo de una liberación de la mortalidad y de todos los demás «males». Sin embargo, sí podemos agregar que el estado de errantes sin hogar es análogo al del «Pájaro Rojo que no tiene nido» (Rig Veda   Samhita X.55.6), y al del Hijo del Hombre que no tiene «donde reposar su cabeza», pues como lo explica el Pañcavimsa Brahmana XI.15.1, «el “nido” es ganado, el nido es hijos, el nido es “hogar”»; y la asimilación es tanto más significativa porque el nombre «Rufo» es uno de los nombres del Sol, y porque nuestro Rufo es de linaje solar; el hecho de que el Indra solar haya sido su gurú está perfectamente dentro del orden. Tomando en consideración todas estas cosas, en relación con la designación de Indra como el «Camarada» del viajero, es imposible no acordarse de la institución del Compañerazgo que floreció en Europa en la Edad Media, e incluso mucho más tarde, y para la cual puede reclamarse una antigüedad inmemorial. Nosotros no podemos llevar más lejos estas indicaciones aquí, y remitimos al lector al número especial de Le Voile d’Isis que trata «Le Compagnonage», número aparecido en abril de 1934. En relación con el bastón del peregrino, sólo citaremos la observación de que «Por consiguiente, tenemos aquí una equivalencia exacta del caduceo hermético al brahma-danda o bastón brahmánico» (ídem, p. 151), agregando que el «bastón de tres zancadas (de Visnu)» se ha reconocido como un aspecto del Eje del Universo (sánscrito skambha, aksa, griego stauros). Así pues, hay una metafísica del viaje, de la misma manera que, como observaremos ahora, hay una metafísica de los juegos. Según esto, apenas es necesario señalar que con el declive del peregrinaje, también se ha perdido el arte del viaje. (O que é civilização?)

Guénon
Sankara   enumera tres atributos que corresponden en cierto modo a otras tantas funciones del Sannyâsî poseedor del Conocimiento, el cual, si este conocimiento es plenamente efectivo, no es otro que el yogi ( NA: El estado de Sannyâst es propiamente el último de los cuatro âshramas ( los tres primeros son los de Brahmachârî o "estudiante de la Ciencia sagrada", discípulo de un Guru, de Grihastha o "amo de la casa", y de Vanaprastha o "anacoreta" ); pero el nombre de Sannyâts también se extiende a veces, como se ve aquí, al Sâdhu, es decir, al que ha cumplido la realización perfecta, y que es ativarnâshramî, así como lo hemos dicho más atrás. ): estos tres atributos son en el orden ascendente, bâlya, pânditya, y mauna ( Comentario sobre los Brahma-Sûtras  , 3er Adhyâya, 4 Pâda, sûtras 47 a 50. ). El primero de estos términos designa literalmente un estado comparable al de un niño ( bâla ) ( NA: Cf. estas palabras del Evangelio: "El Reino del Cielo es para los que se asemejan a estos niños... Quienquiera que no reciba al Reino de Dios como un niño, no entrará en él" ( San Mateo XIX, 24; San Lucas  , XVIII, 16 y 17 ). ): es un estado de "no expansión", si se puede hablar así, donde todas las potencias del ser están por así decir concentradas en un punto, y realizan por su unificación una simplicidad indiferenciada, aparentemente semejante a la potencialidad embrionaria ( Este estadio corresponde al "Dragón oculto" del simbolismo extremo oriental. — Otro símbolo que se emplea frecuentemente es el de la tortuga que se retira enteramente al interior de su concha. ). En un sentido un poco diferente, pero que completa el precedente ( ya que ahí hay a la vez reabsorción y plenitud ), es también el retorno al "estado primordial" del que hablan todas la tradiciones, y sobre el que insisten más especialmente el taoísmo y el esoterismo islámico  ; este retorno es efectivamente una etapa necesaria en la vía que conduce a la Unión, ya que es solo a partir de este "estado primordial" como es posible rebasar los límites de la individualidad humana para elevarse a los estados superiores ( NA: Es el "estado edénico" de la tradición judeocristiana; por eso es por lo que Dante   sitúa el Paraíso terrestre en la cima de la montaña del Purgatorio, es decir, precisamente en el punto donde el ser abandona la Tierra o el estado humano, para elevarse a los Cielos ( designados como el "Reino de Dios" en la precedente cita del Evangelio ). ). (O homem e seu devir segundo o Vedanta  )