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Coomaraswamy Ars

quarta-feira 27 de dezembro de 2023, por Cardoso de Castro

  

CAPÍTULO IV — ARS SINE SCIENTIA NIHIL

Ars sine scientia nihil ( «el arte sin ciencia es nada» ). Estas palabras del Maestro Parisino Jean Mignot, enunciadas en relación con la construcción de la Catedral de Milán en 1398, fueron su respuesta a una opinión que comenzaba a tomar forma entonces, a saber, que scientia est unum et ars aliud ( «la ciencia es una cosa y el arte otra» ). Para Mignot, la retórica de la construcción implicaba una verdad que tenía que expresarse en la obra misma, mientras que otros ya habían comenzado a considerar las casas, e incluso la casa de Dios, como nosotros las consideramos ahora, sólo en términos de construcción y de efecto. La scientia de Mignot no puede haber significado simplemente «ingeniería», pues en ese caso sus palabras habrían sido un truísmo, y nadie podría haberlas cuestionado; la ingeniería, en aquellos días, habría sido llamada un arte, y no una ciencia, y habría estado incluida en los recta ratio factibilium o «arte» por el que nosotros sabemos cómo pueden y deben hacerse las cosas. Por lo tanto, su scientia debe haber estado en afinidad con la razón ( ratio ), el tema, el contenido, o la gravidez ( gravitas ) de la obra que ha de hacerse, más bien que con su mero funcionamiento. El arte sólo no era suficiente, sino que sine scientia nihil .

En relación con la poesía tenemos la afirmación homónima de Dante   con referencia a su Commedia, de que «toda la obra fue emprendida, no para un fin especulativo sino para un fin práctico... El propósito de toda la obra es sacar, a aquellos que están viviendo en esta vida, del estado de miseria y conducirlos al estado de bienaventuranza» ( Ep. ad Can. Grand., 15 y 16 ). Esto tiene un estrecho paralelo en el colofón de Asvaghosha al Saundarananda: «Este poema, preñado de la gravidez de la Liberación, ha sido compuesto por mí a la manera poética, no con motivo de dar placer, sino con motivo de dar paz». Giselbertus, escultor del Juicio Final de Autun, no nos pide que consideremos su disposición de las masas, ni que admiremos su pericia en el uso de las herramientas, sino que nos dirige a su tema, del que dice en la inscripción, Terreat hic terror quos terreus alligat error, «Que este terror aterrorice a aquellos a quienes tiene cautivos el error terrenal».

Y así también para la música. Guido d’Arezzo distingue acordemente entre el verdadero músico y el cantante que no es nada sino un artista:

Musicorum et cantorum magna est distancia:
Isti dicunt, illi sciunt quae componit musica.
Nam qui canit quod non sapit, diffinitur bestia;
Bestia non, qui non canit arte, sed usu;
Non verum facit ars cantorem, sed documentum.

Es decir, «entre los “músicos” verdaderos y los meros “cantantes”, la diferencia es enorme: el segundo vocaliza, el primero comprende la composición de la música. Al que canta de lo que saborea no se le llama un “bruto”; pues no es bruto el que canta, no meramente con habilidad, sino útilmente; no es el arte sólo, sino la doctrina, la que hace al “cantor” verdadero».

El pensamiento es como el de San Agustín, a saber, «no gozar lo que debemos usar»; el placer, ciertamente, perfecciona la operación, pero no es un fin. Y como el de Platón, para quien las Musas se nos dan «para que las usemos intelectualmente ( meta nou ), no como una fuente de placer irracional ( eph’ hedonen alogon ), sino como una ayuda a la contención del alma dentro de nosotros, cuya armonía se perdió en el nacimiento, para ayudar a restaurarla al orden y consentimiento de sí misma» ( Timeo 47D, cf. 90D ). Las palabras sciunt quae componit musica son reminiscentes de las de Quintiliano «Docti rationem componendi intelligunt, etiam indocti voluptatem» ( IX.4.116 ); y éstas son un abreviado de Platón, Timeo 80B, donde se dice que de la composición de sonidos agudos y profundos resulta «placer para el ininteligente, pero para el inteligente esa delectación se ocasiona por la imitación de la armonía divina aprehendida en las mociones mortales». La «delectación» ( euphrosyne ) de Platón, con su connotación festiva ( cf. Himnos Homéricos IV.482 ), corresponde al verbo sapit de Guido, como en sapientia, definido por Santo Tomás de Aquino   como scientia cum amore; de hecho, esta delectación es la «fiesta de la razón». Al que toca su instrumento con arte y sabiduría, ( su instrumento ) le enseñará tales cosas como la gracia de la mente; pero para el que cuestiona su instrumento ignorante y violentamente, sólo perorará ( Himnos Homéricos IV.483 ). Usu puede compararse a usus como el jus et norma loquendi ( Horacio, Ars poetica, 71, 72 ), y corresponde, pienso yo, a un ophelimos Platónico = frui, fruitio y al Tomista uti = frui, fruitio ( Summa Theologica I.39.8c ).

Que el «arte» no es suficiente recuerda las palabras de Platón en Fedro   245A, donde no sólo es necesario el arte, sino también la inspiración si la poesía ha de valer algo. La scientia de Mignot y el documentum de Guido son la dottrina de Dante ante la cual ( y no ante su arte ) él nos pide que nos maravillemos ( Inferno IX.61 ); y esa dottrina no es suya propia sino lo que «Amor ( Spiritus Sanctus ) dicta dentro de mí» ( Purgatorio XXIV.52, 53 ). No es el poeta sino «el Dios ( Eros ) mismo quien habla» ( Platón, Ion   534, 535 ); y no habla fantasía sino verdad, pues «Omne verum, a quocumque dicatur, es a Spiritu Sancto» ( San Ambrosio   sobre I Corintios 12:13 ); «Cathedram habet in caelo qui intus corda docet» ( San Agustín, In epist. Joannis ad parthos ); «Oh Señor de la Voz, implanta en mí tu doctrina ( srutam ), que ella more en mí» ( Atharva Veda   Samhita I.1.2 ).

Ese «hacer la verdad primordial inteligible, hacer lo inaudito audible, enunciar la palabra primordial, tal es la tarea del arte, o ello no es arte» — no arte, sino quia sine scientia, nihil, — ha sido el punto de vista normal y ecuménico del arte. La concepción de la arquitectura de Mignot, de la música de Guido, y la de la poesía de Dante subyacen en el arte, y notablemente en el «ornamento», de todos los demás pueblos y edades aparte de la nuestra propia — cuyo arte es «ininteligible». Nuestra herejía privada ( idiotkos ) y sentimental ( pathetikos ) contraria ( es decir, visto que nosotros preferimos divertir ), que hace de las obras de arte una experiencia esencialmente sensacional, queda patente en la palabra «estética» misma, puesto que aisthesis no es nada sino la «irritabilidad» que los seres humanos comparten con las plantas y los animales. El Indio Americano no puede comprender que a nosotros nos «puedan gustar sus cantos y que no compartamos su contento espiritual». Ciertamente, nosotros somos lo que Platón llamaba «amantes de los colores y sonidos finos y de todo ese arte que hace que estas cosas tengan tan poco que ver con la naturaleza misma de lo bello» ( República   476B ). Queda la verdad de que «el arte es una virtud intelectual», y de que «la belleza es afín a la cognición». «La ciencia hace a la obra bella; la voluntad la hace útil; la perseverancia la hace duradera» Ars sine scientia nihil.