Página inicial > Sophia Perennis > Ananda Coomaraswamy > Coomaraswamy Fé

Coomaraswamy Fé

quarta-feira 27 de dezembro de 2023, por Cardoso de Castro

  

ANANDA COOMARASWAMY   — ARTIGOS SELETOS DE METAFÍSICA
MANAS

Así pues, al insistir en la necesidad de la «Fe» (sraddha), toda la tradición védica (y la cristiana igualmente) no carece de razón. Asumimos la definición escolástica de Fides como un «consentimiento del intelecto a una proposición creíble, para la que no hay ninguna prueba empírica» [1]. Si uno no tiene tanta confianza en los textos como para creer que detrás de las palabras hay más de lo que puede decirse en palabras; si uno no está convencido, por la consistencia técnica de los versos, de que sus «autores» no podían haber hablado así sin poseer ellos mismos una comprensión clara y una experiencia efectiva de lo que estaban hablando; si uno no confía tanto en los textos como para darse cuenta de que no están meramente construidos, en el sentido literario, sino que son, hablando estrictamente, «in-formados», ¿cómo puede uno pretender haber aprehendido o aspirar a aprehender su verdadera intención, la vera sentenzia de Alighieri? Como lo expresan tan a menudo los textos budistas, la preocupación del nominalista por las superficies estéticas, y el descuido de su contenido, solo puede compararse al caso del hombre que, cuando se senala la luna, no ve nada más que el dedo que apunta; nos referimos a la condición que un escritor europeo moderno ha diagnosticado tan acertadamente como de «miopía intelectual».

Los términos de la Escritura y el Ritual son simbólicos (pratikavat); y adelantar esta proposición autoevidente es decir que el símbolo no es su propio significado, sino significante de su referente [2]. Bajo estas circunstancias, ¿no sería una contradicción en los términos, para el que se atreve a decir que «un conocimiento que no es empírico carece de significado para nosotros», pretender haber comprendido los textos, por muy enciclopédico que su conocimiento de ellos pueda ser? ¿No debe reconocerse un elemento de perversidad en el que se atreve a estigmatizar los Brahmanas como «pueriles, áridos e inanes», y que, no obstante, se pone a la tarea de estudiar o traducir tales obras? [3] Bajo tales condiciones, ¿qué otros resultados podrían haberse esperado, sino los que se han obtenido efectivamente? Para tomar solo un ejemplo: toda la doctrina de la «reencarnación», y la supuesta «historia» de la doctrina, se han distorsionado tanto, por medio de una interpretación literal de los términos simbólicos, como para justificar la designación de «pueril» de la doctrina así presentada, de la misma manera que los resultados del estudio de la mitología india, por los métodos estadísticos, bien pueden describirse como «áridos e inanes».

No querríamos que se supusiera que las observaciones precedentes están dirigidas contra los eruditos occidentales como tales o personalmente. Los defectos de la erudición india moderna son del mismo tipo, y no menos manifiestos. La reciente adopción de los puntos de vista naturalista y nominalista por algunos eruditos indios ha conducido, por ejemplo, a absurdidades tales como la creencia de que los «vehículos del cielo» (vimana, etc.) de los textos antiguos eran de hecho aeroplanos; estamos senalando meramente que tales absurdidades no son mayores, sino del mismo tipo, que las de los eruditos occidentales que han supuesto que en el rescate védico de Bhujyu del «mar» no ha de verse más que la vaga reminiscencia de la aventura de algún hombre que, en algún tiempo, cayó al mar salado y fue debidamente rescatado; o que las de quienes argumentan que Rigveda V.46.1 no representa más que el caso del vasallo real que sigue a su jefe sin importar lo que acontezca —puesto que no reconocen que los versos de este tipo, lejos de ser anecdóticos, son ecuaciones o formas generales de las que los eventos como tales, ya sean pasados o presentes, solo pueden considerarse como casos especiales. Nuestro único propósito ha sido mostrar que hacer de los estudios védicos nada más que «una indagación en la conducta humana» (para citar la frase atribuida a Sócrates) presupone una completa incomprensión de los textos mismos; y en el caso presente, que aquellos que se proponen investigar términos tales como Manas, desde este punto de vista enteramente humano y exclusivamente humanista, deben ser necesariamente incapaces de distinguir entre «dementación» y «demencia», «inconocimiento» e «ignorancia». Mantenemos, por consiguiente, que es una condición indispensable de la verdadera erudición «creer para comprender» (crede ut intelligas), y «comprender para creer» (intellige ut credas); no, ciertamente, como actos de la voluntad y del intelecto distintos y consecutivos, sino como la actividad única de ambos. Ciertamente, ha llegado el tiempo en que debemos considerar, no meramente, como hasta aquí, los significados de los términos particulares, sino en que debemos reconsiderar también todo nuestro método de aproximación a los problemas implicados. Nos aventuramos a proponer que es precisamente el divorcio del intelecto y la voluntad, en el supuesto interés de la objetividad, el que explica principalmente la relativa inconsistencia de la aproximación moderna.
FOOTNOTEAREA() /



[1Esto resume brevemente las definiciones tomistas. Puede observarse que la proposición Ad fidem duo requiruntur, s. quod credibilia proponantur, et assensus (Summa Theologica V.111.11 ad I y 22.6.1C) excluye la ridícula interpretación Credo quia incredibilis. Por otra parte, puede observarse que las interpretaciones euhemeristas de los textos metafísicos, sugeridas por la mayoría de los exegetas modernos, son literalmente «increíbles». El hecho es que una mayoría de los exegetas modernos han abordado su tarea desde el punto de vista más bien del antropólogo que del metafísico; en conexión con lo cual, la historia contada por Eusebius, y citada por H. G. Rawlinson en «India and Greece: A Note», Indian Arts and Letters, X (1936), es muy pertinente: «Aristoxenus el músico cuenta la siguiente historia sobre los indios. Uno de estos hombres encontró a Sócrates en Atenas y le preguntó cuál era el alcance de su filosofía. "Una indagación en los fenómenos humanos", replicó Sócrates. A esto el indio rompió a reír. "¿Cómo puede un hombre indagar en los fenómenos humanos —exclamó— cuando es ignorante de los divinos?"».

[2No estará fuera de lugar recordar al filólogo o al antropólogo que se encarga de explicar un mito o un texto tradicional, que el método de exégesis reconocido ha sido por mucho tiempo asumir que, en todo texto escriturario, hay implicados al menos cuatro significados válidos según el nivel de referencia considerado; y que los niveles posibles son, respectivamente, el literal, el moral, el alegórico y el anagógico. Si los cuatro niveles se reducen a dos, tratando a los tres últimos como significando colectivamente «espiritual», los consecuentes «literal y espiritual» corresponden al sánscrito pratyaksam y paroksena o adhyatman y adhidevatam: y el significado «anagógico» o espiritual más alto corresponde al sánscrito paramarthika. Evidentemente, el erudito que se restringe deliberadamente al nivel de referencia más bajo y más obvio (el naturalista e histórico) no puede esperar alcanzar un gran logro exegético; puede, ciertamente, lograr describir el mito según él lo ve, «objetivamente» —es decir, como algo dentro de lo cual no puede entrar, sino a lo cual solo puede mirar. Pero al describir así un mito según lo que el mito es, es decir, hablando estrictamente, solo su conocimiento «accidental» de él, el erudito está tratando realmente solo de su «figura de hecho» y dejando completamente a un lado su «forma esencial».

[3Las citas en esta sentencia y en la precedente son de los trabajos publicados de dos de los más distinguidos sanscritistas.