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Coomaraswamy Beleza Bondade

quarta-feira 27 de dezembro de 2023, por Cardoso de Castro

  

Ananda Coomaraswamy   — FIGURAS DA LINGUAGEM

TEORIA MEDIEVAL DA BELEZA
Beleza e Bondade
La belleza y la bondad son fundamentalmente idénticas, pues ambas se originan en la forma, aunque difieren lógicamente; la bondad está en relación con el apetito, y la belleza con la cognición o la aprehensión; «pues las cosas bellas son las que placen cuando se ven (pulchra emim dicuntur quae visa placent )». Que ellas plazcan, se debe a la «debida proporción»; pues el sentido (sensus) se deleita en las cosas debidamente proporcionadas, como en lo que es según su propio tipo (Summa Theologica I.5.4 ad 1). «Los sentidos que miran principalmente a lo bello, a saber, la vista y el oído, lo hacen como ministros de la razón. Es evidente así que la belleza agrega a la bondad una relación con el poder cognitivo; de manera que lo bueno (bonum) significa eso que simplemente place al apetito, mientras que lo bello es algo que place cuando se aprehende». En otras palabras, «pertenece a la naturaleza de lo bello eso en lo que, cuando se ve o se conoce, el apetito viene a su reposo» (I-II.27.1 ad 3; v. Saborear). «Mientras que los demás animales tienen deleite en los objetos de los sentidos sólo, en tanto que están ordenados al alimento y al sexo, únicamente el hombre tiene delectación en la belleza de los objetos sensibles por sí mismos» (I.91.3 ad 3).

Se reconoce claramente que los placeres estéticos son naturales y legítimos, e incluso esenciales; pues el bien no puede ser un objeto del apetito a no ser que se haya aprehendido (Summa Theologica I-II.27.2c), y «el placer perfecciona la operación» (I-II.4.1 ad 3, I-II.33.4c, etc.). Debido a que la belleza de la obra es convocativa, delectare tiene su debido lugar en las fórmulas tradicionales que definen el propósito de la elocuencia (PORQUE EXIBIR OBRAS DE ARTE). Al mismo tiempo, decir que su belleza es una convocación a la bondad de algo, es hacer también auto-evidente que su belleza no es, como el bien, un fin final o un fin en sí misma. Exactamente el mismo punto de vista está presente en Platón, para quien «aprender se acompaña del placer que se tiene en el encanto» (tes charitos ten hedone), pero la corrección y la utilidad, la bondad y la belleza de la obra son consecuencias de su verdad; el placer no es un criterio de la adecuabilidad de la obra, y no puede hacerse de él la base de un juicio, que sólo puede hacerse si nosotros conocemos la intención de la obra (boulesis, Leyes 667-669) [1]. Es en el hecho de hacer como el fin del arte los placeres estéticos, más bien que el placer en el bien inteligible [2], en lo que la «estética» moderna difiere más profundamente de la doctrina tradicional; la filosofía del arte vigente hoy día es esencialmente sensacional, es decir, sentimental.


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[1Como observa San Agustín, el gusto no puede erigirse en el criterio de la belleza, pues hay algunos a quienes les gustan las deformidades. Las cosas que nos complacen lo hacen porque son bellas; de ahí no se sigue que son bellas porque nos complacen (De musica VI.38; Lib. de ver. rel. 59).

[2La filosofía vigente sobre la manufactura, subordinada a los intereses industriales, distingue entre las artes bellas o inútiles y las artes aplicadas o útiles. La filosofía tradicional, por otra parte, afirma que la belleza y la utilidad son indivisibles en el objeto, y que nada inútil puede llamarse propiamente bello (Jenofonte, Memorabilia III.8.6, IV.6.9; Platón, Crátilo 416C; Horacio, Epistula ad Pisones 334; San Agustín, Lib. de ver, rel. 39; San Buenaventura, De reductione artium ad theologiam, 14, etc.). La concepción antitradicional de la vida es trivial más que «realista» o práctica; gran parte de su «cultura» es efectivamente inútil.