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Trithemius Fogo Água

domingo 31 de dezembro de 2023, por Cardoso de Castro

  

Johannes Trithemius — Excertos de sua Obra

"Dios es un fuego esencial y oculto, que reside en todas las cosas y especialmente en el hombre. Ese fuego engendra todo. Lo engendra y lo engendrará en el futuro; y lo engendrado es la verdadera luz divina que existe en toda la eternidad. Dios es un fuego; pero ningún fuego puede arder, ninguna luz puede manifestarse en la naturaleza sin la añadidura del aire, que determina la combustión; y, de igual forma, el Espíritu Santo debe actuar en nosotros como un "aire" o "soplo" divino, naciendo brotar del fuego divino un soplo sobre el fuego interno del alma, pues la luz debe ser alimentada por el fuego, y esa luz es amor, felicidad y alegría en la eterna divinidad. Esa luz es Jesús, que emana de toda la eternidad de Jehovah. El que no posee esta luz dentro de sí está sumido en un fuego sin claridad; pero si esta luz está en él, entonces Cristo está en él, se encarna en él, y conocerá dicha luz tal y como existe en la naturaleza.

Todas las cosas, tal y como las vemos, son interiormente fuego y luz, donde se oculta la esencia del espíritu. Todas las cosas son una trinidad de fuego, de luz y de aire. En otras palabras, "el Espíritu", el "padre", es una luz supraesencial en sí; el "hijo" es la luz manifestada; el "Espíritu Santo" es un aire móvil, divino y supraesencial. Ese fuego reside en el corazón y envía sus rayos a todo el cuerpo del hombre, determinando su vida. Mas ninguna luz nace del fuego sin la presencia del espíritu de santidad.

Todas las cosas han sido realizadas por la fuerza del verbo divino, que es el espíritu o hálito divino emanado desde el principio de la fuente divina. Ese hálito es el espíritu o alma del mundo y se denomina "Spiritus mun di". En principio era semejante al aire, luego se contrajo en una niebla o sustancia nebulosa y finalmente se transformó en agua. Ese "agua" era al principio espíritu y vida, pues estaba impregnada y vivificada por el espíritu. La oscuridad llenaba el abismo; pero por la acción del verbo, la luz fué engendrada en él y las tinieblas fueron iluminadas por la luz, y "el alma del mundo" nació. Esa luz espiritual, que nosotros llamamos "Naturaleza" o alma del mundo, es un cuerpo espiritual que, por medio de la alquimia  , puede hacerse tangible y visible; mas como existe en estado invisible, se denomina "espíritu".

Es un fluido universal y vivo, difundido en todas partes de la Naturaleza y que penetra en todos los seres. Es la sustancia más sutil, la más poderosa debido a sus cualidades inherentes: penetra en todos los cuerpos y determina las formas en las que despliega su actividad. Por su acción, libera las formas de toda imperfección; hace puro lo impuro, perfecto lo imperfecto, e inmortal lo que es mortal, fijándose en ello.

Esa esencia o ese espíritu emanó del centro desde el principio y se incorporó en la sustancia de la que está formado el universo. Es la "Sal de la Tierra", y sin su presencia, la hierba no crecería, ni los prados verdeguearían; y cuanto más condensada, concentrada y coagulada está esa esencia en las formas, más estabilidad tienen. Esa sustancia es la más sutil de todas las cosas; incorruptible e inmutable en su esencia, llena lo infinito del espacio. El sol y los planetas no son más que coágulos de ese principio universal; desde su corazón palpitante distribuyen la abundancia de su vida y la envían a las formas de los mundos inferiores y a todos los seres, actuando así desde su propio centro y elevando las formas por la senda de la perfección. Las formas en las que se fija ese principio vivo se vuelven perfectas y duraderas, de forma que no se alteran ni se deterioran, ni cambian ya en contacto con el aire; el agua ya no puede disolverlas, ni el fuego puede destruirlas, ni los elementos terrestres devorarlas.

Este espíritu se obtiene de la misma manera que los astros lo comunican a la tierra; y esto se produce por medio del agua, que le sirve de vehículo. No es la "Piedra Filosofal"; aunque ésta puede prepararse fijando lo volátil.

Os aconsejo que pongáis mucha atención en el acto de hacer hervir el agua; no dejéis en absoluto que vuestro espíritu se turbe por cosas de menor importancia. Placedla cocer lentamente, luego dejadla pudrirse hasta que haya alcanzado el color conveniente, pues la onda de vida encierra el germen de la sabiduría. Al hervir, el agua se transformará en tierra. Esta tierra se convertirá en puro fluido cristalino que producirá un excelente fuego rojo; pero ese agua y ese fuego, reducidos a una sola esencia, producen la gran Panacea, compuesta de suavidad y de fuerza: el Cordero y el León están unidos".