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Bonet Simbolismo Espaço

sexta-feira 29 de dezembro de 2023, por Cardoso de Castro

  

PERENIALISTAS — DANIEL BONET

VIDE: Espaço
Simbolismo del Espacio
Excertos de "Iniciación al Simbolismo"

El Ser humano, peregrino en este mundo hacia otro lugar «lejano», nos da, por esta su condición de extranjero, la primera connotación simbólica. El término «peregre» significa «cruzar el campo», atravesar extraviado el agro. La idea subyacente es que el hombre «erra» a través del espacio, recorriendo mil caminos porque, justamente, quisiera anular las distancias y el sufrimiento de la separación. Estar en el espacio, representa «estar fuera», existir.

Para aliviar este sufrimiento es preciso trazar rutas (rupturas: rompere viam), es decir, caminos con sentido, orientados. Aunque mucho más necesario es vincularse al centro.

El centro podrá localizarse en determinado punto geográfico o incluso encarnarse en alguien, pero será siempre símbolo del Centro único primordial, de la Fuente de vida.

Sin esta idea de centro mal pueden comprenderse las estructuras antropológicas de las sociedades tradicionales, por un lado, y la sensación de ir a la deriva propia de la sociedad moderna.

Donde mejor se aprecia la importancia del centro es en el acto de fundar y construir, que para el hombre tradicional tiene siempre el universo como modelo. Según expone Mircea Eliade  : «La cosmogonía es el tipo ejemplar de todas las construcciones. Cada ciudad, cada nueva casa que se construye, supone imitar de nuevo y, en cierto sentido, repetir la Creación del Mundo. En efecto, toda ciudad, toda habitación se halla en el "centro del universo", es decir, la construcción no ha sido posible sino mediante la abolición del espacio y del tiempo profanos y la instauración del espacio y tiempo sagrados. De la misma manera que la ciudad es siempre una imago mundi, la casa es un microcosmo. El umbral separa los dos espacios; el hogar es asimilado al centro del mundo. El poste central de la habitación de los pueblos primitivos árticos y norteamericanos representa el Eje cósmico. Cuando la forma de la habitación varía (por ejemplo entre los pastores del Asia Central) y la casa es reemplazada por la yurta, la función mítico-religiosa del pilar central es asegurada por la abertura superior destinada al escape del humo. En ocasión de los sacrificios se introduce en la yurta un árbol cuya copa sobresale de esa abertura. El árbol sacrificial con sus siete ramas simboliza las siete esferas celestes. Así, por un lado, la casa es homologa al Universo, y por otro es considerada como situada en el "centro" del mundo, encontrándose la abertura para el humo frente a la estrella polar. Cada habitación, mediante la paradoja de la consagración del espacio, y el rito de construcción, se ve transformada en un centro. De modo que todas las casas — así como los templos, palacios, ciudades — se encuentran situadas en un solo y mismo punto común, el Centro del Universo. Se trata, en consecuencia, de un espacio trascendente, con una estructura distinta a la del espacio profano, compatible con una multiplicidad e incluso una infinitud de "centros"...»

Se desprenden de este texto datos de sumo interés: la existencia de un espacio sagrado (en contraposición a otro profano), la relación de aquél con el Centro, el cual, paradójicamente, admite una pluralidad de localizaciones.

Pero esta aparente multiplicidad se explica porque el centro al que se alude está fuera del espacio y son los centros simbólicos, representados por objetos o formas, los que operan el contacto psicológico y espiritual (es decir, lo simbólico verdadero) con el centro único. Conexión que confiere categoría de sacro al espacio ritualmente establecido.

El centro mítico no es, pues, el centro racional del espacio matemático. Y encuentra su base en la idea (expresada por ejemplo en el Rig Veda  ) de que el universo se despliega a partir de un centro que proyectó también el espacio y la luz.

Esta concepción de carácter metafísico no se contradice matemáticamente, puesto que el punto geométrico es un espacio de cero dimensiones. La sucesión de puntos dará origen   a la línea ideal (o espacio de una dimensión); a su vez, la yuxtaposición de líneas formará el plano ideal (o espacio de dos dimensiones); y mediante la yuxtaposición de planos se obtendrá el cuerpo ideal (espacio de tres dimensiones o volumen).

Expresión gráfica de este desarrollo es la tetractys pitagórica:

A partir del centro metafísico la expansión se produce en todas direcciones, mas presenta tres ejes: uno vertical (polar) y dos horizontales (diámetros rectangulares de una esfera indefinida). De ahí las 6 direcciones del espacio, más la séptima referida al propio centro inmanifes-tado (Kêther en la Kábala), septenario simbólico que se repite en diversos órdenes de la realidad.

Estas seis direcciones del espacio constituyen un eje solsticial (Arriba-Zenith; Abajo-Nadir); y un eje equinoccial (Derecha-Sur; Izquierda-Norte. Y Delante-Este, Atrás-Oeste) que son los puntos de referencia de un simbolismo primordial que aún hoy conmueve la sensibilidad contemplativa de los pueblos primitivos en contacto con la naturaleza. En efecto, el hombre es un ser estructuralmente orientado (tiene una cara dorsal y otra ventral, izquierda y derecha), tanto espacialmente como temporalmente mediante los puntos cardinales celestes (Eje de rotación Sur-Norte). De modo que escrutando la bóveda celeste ha observado que el Este es por donde sale el sol y el Oeste por donde se pone (el Oriens-nacimiento y el Occidens-muerte, de los latinos), así como ha advertido que las estrellas se mueven circularmente alrededor de la estrella polar que es considerada por muchos pueblos como «columna del mundo» y figuración simbólica del centro del Universo.

Pues es el hombre, ser vertical, el que coordina el espacio y el tiempo y el que confiere valor a esas direcciones espaciales, pudiéndose hablar de superior, inferior, anterior o posterior. Es él quien convierte la simetría de la naturaleza en unidad dual; quien diferencia, por ejemplo, la izquierda de la derecha. Idea ligada en última instancia a la vivencia de luz y oscuridad y que la etimología (dexter: derecho, hábil. Sinister: maléfico) y la concepción popular (diestro, siniestro) hacen pervivir todavía, mezclada con matices psicosociales. «Derecho» viene de directus (participio pasado de dirigir) y hace referencia a la parte que, mirando a la estrella polar, queda por el lado donde sale el sol. La derecha se asimila, pues, al sol y la izquierda a la oscuridad. Apolo y Dionisos. También se relaciona la derecha (solar) con lo masculino, los números impares y el futuro; mientras que la izquierda (luna) se relaciona con lo femenino, los números pares y el pasado.

Como efecto del punto primordial, nos encontramos con la figura del círculo que representa el movimiento sin principio ni fin, la plenitud celeste (Caelum), y que se relaciona con el denario (número perfecto para los pitagóricos): suma de los números que componen la tetractys, expresión de la perfección cíclica. No en vano los cuerpos celestes tienen forma esférica (forma perfecta de los pitagóricos, pues representa el máximo volumen y sus puntos son equidistantes del centro al ser una expansión concéntrica) y la palabra sphairos se relaciona directamente con infinito. Platón, en el Banquete  , atribuye al andrógino primordial la forma esférica.

Mas en el plano central de la esfera original se forma la cruz de los cuatro puntos cardinales, que representa simbólicamente el cuaternario o ámbito de la manifestación. La cruz es, pues, la figura que sigue al círculo y de la que el cuadrado es su expresión estática.

La cruz, formada por las dos líneas perpendiculares que trazan los diámetros de un círculo, o los ejes de un cuadrado, es un símbolo universal (no sólo cristiano) que representa en sentido general la unión de lo activo (vertical) y lo pasivo (horizontal), del tiempo (intensivo) y del espacio (extensivo) (tal como se indica en las coordenadas cartesianas), y en sentido metafísico al Hombre Universal que se identifica con el Adam Qadmon y con el Andrógino primordial. «En el plano horizontal esta cruz representa la extensión del hombre en todas las direcciones de su individualidad. En el sentido vertical realiza los grados jerárquicos de los estados superiores. El eje central que une esos estados, del Cielo a la Tierra, es representado por gran númnero de símbolos: el árbol, la montaña (toda montaña santa — Meru, Albors, Olimpo, Kuen-Lun, Qáf... — cumple un papel central), la lanza, la columna, el bastón, la escalera, el obelisco, el campanario, la flecha, el falo, la pirámide, el omfalos, la cuerda, el hilo...»

También cabe mencionar que en la Tradición hindú, las tres gunas, o cualidades de la naturaleza manifestada, forman entre sí una cruz al ser Sativa de naturaleza ascendente, Rajas activa y expansiva, y Tamas descendente.

Y así como el círculo supone el desarrollo del centro en su aspecto dinámico, el cuadrado lo representa en su aspecto estático. De ahí que el círculo simbolice el cielo y el cuadrado la tierra, imágenes que también pueden servirnos para representar la relación Tiempo-Espacio. Hay que recordar, no obstante, que el centro del cuadrado coincide con el del círculo y que la unión de ambas figuras no sólo nos remite a la «Cuadratura del círculo» hermética, sino que está presente en la estructura de muchos templos en los que una esfera reposa sobre un cuadrilátero, o en el ciborio circular de nuestras iglesias que rodea el altar (cuadrado) y en el que se levantan cuatro columnas. Del mismo modo, el Paraíso terrenal (tierra celeste) presenta forma circular, mientras que la Jerusalén celeste (cielo terrestre) es cuadrada.

Volviendo al ámbito de la vida tradicional, es importante, en relación al simbolismo del espacio, comentar el tema de la orientación, previo, por lo demás, al de la fundación. En efecto, vemos cómo en la fundación de Roma, Rómulo abre una cavidad en el suelo (fossa), la llena de frutos, la vuelve a cubrir, eleva sobre ese lugar un altar y traza después alrededor de él un círculo con un arado.

La fundación de las ciudades es, pues, de carácter cosmogónico e imita la creación del mundo (círculo, cuatro puertas, etc.).

He aquí un comentario acerca de la orientación solar de los antiguos romanos: «El origen primero de los límites, como ha expuesto Varrón, viene de la ciencia etrus-ca. En efecto, los arúspices han dividido la tierra en dos partes y han llamado derecha a la que estaría al mediodía, desde levante a poniente, ya que el sol y la luna van en esa dirección. Los arúspices han dividido la tierra del sur al norte mediante otra línea y han llamado antica lo que estaría más allá del medio, portica lo que estaría antes (...) A partir de esa base han trazado dos límites, uno de levante a poniente que llamaron "decumanus", el otro de sur a norte que llamaron "cardo"».

El tema de la orientación y el simbolismo espacial está presente de modo especial en la construcción de los templos de las diferentes religiones, pues, por ejemplo, en el Occidente medieval las Iglesias se construían de manera que la fachada miraba a Poniente y el altar a Oriente, cual nave cuya proa enfilara hacia el Sol.

Y si el tiempo es el área sagrada por excelencia, el resto de la vida tradicional no estaba por ello desvinculada de lo sacro, como lo prueba la idea de la casa como microcosmo en la que volvemos a encontrar idéntico elemento central representado por el hogar (focus, foco de la casa), pues aedes — casa, edificio — indica la habitación donde se hace fuego. Este centro ígneo hace la función de centro metafísico alrededor del cual se establecen espacios concéntricos.