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Míguez-Plotino: totalidad del alma

quinta-feira 1º de fevereiro de 2024, por Cardoso de Castro

  

Si el alma permaneciese inmóvil en un lugar, el fuego haría lo mismo una vez llegado a él. Ahora bien, como la totalidad del alma está en todas partes (el fuego), quiere moverse a todas partes. Pero, ¿qué ocurrirá? ¿Nunca alcanzará ese fin? Digamos que lo alcanza siempre, y aun mejor que el alma lo conduce de continuo hacia ella, con lo cual también lo mueve eternamente. Pero al no moverlo hacia otro lugar sino hacia sí misma, lo mantiene en el mismo sitio, llevándole de este modo no en círculo sino en línea recta y dándole ocasión de que la posea allí por donde pase. Si el alma permaneciese inmóvil y asentase únicamente en la región dé los inteligibles, donde todo también está inmóvil, el cielo no se movería. Pero si el alma no se encuentra solamente allí ni en cualquier otro lugar, el cielo habrá de moverse hacia todas partes, aunque no fuera de sí; por tanto, se moverá en círculo. ENÉADA: II 2 (14) 1

Con respecto a esto hemos de responder lo siguiente: admiten (quienes así hablan) que las almas individuales son homogéneas con las del universo, mostrando que alcanzan los mismos objetos y que son de su mismo linaje, lo que equivale a negar que sean partes de él. Mejor podríamos decir que la misma alma es un alma única y, a la vez, cada una de las almas. En este caso, la hacemos depender de un principio que, sin referirse a ningún otro ser, ni al mundo ni a ninguna otra cosa, (produce) lo que hay de animado en el mundo y en cualquier otro ser. Justamente, debe afirmarse que la totalidad del alma no es el alma de algo determinado, siendo como es una sustancia, sino que estas almas de algo que es determinado lo son precisamente por accidente. ENÉADA: IV 3 (27) 2

Tal vez convenga explicar de modo más claro qué es lo que entendemos por el término parte. Podemos entender el término como parte del cuerpo, sea éste homogéneo o heterogéneo, pero hemos de señalar que, cuando se habla de partes homogéneas de los cuerpos, se dice relación a la masa y no a la naturaleza de los cuerpos. Así ocurre con la blancura: la blancura de una parte de la leche no es una parte de la blancura de toda la leche; es, en efecto, la blancura de esa parte, sin que ello quiera decir que sea una parte de la blancura de la leche, porque la blancura no tiene en absoluto ni magnitud ni cantidad; quede esto en claro. Cuando empleamos el término "parte" sin referirlo a los cuerpos, puede ocurrir una de dos: o que lo refiramos a los números, diciendo, por ejemplo, que dos es una parte de diez, y entendiendo la cuestión con números abstractos, o que pensemos el término como parte del círculo o de la línea, o incluso como parte de una ciencia. Tengamos en cuenta que en lo concerniente a las unidades y a las figuras geométricas, así como en lo tocante a los cuerpos, el todo se presenta disminuido y reducido a partes, siendo naturalmente cada parte más pequeña que el todo. Se trata en realidad de cantidades, que no son la cantidad en sí, por lo cual resultan susceptibles de aumento o disminución. Ahora bien, no puede decirse lo mismo del término parte referido al alma, porque el alma no es una cantidad. No puede decirse, valga la expresión, que la totalidad del alma es una década y que un alma cualquiera es una unidad. Muchas cosas absurdas se seguirían de aquí, pues considerando que la década no es una unidad, o bien cada una de las unidades de que está compuesta sería un alma, o el alma de que se habla sería un compuesto de cosas inanimadas. Se ha concedido, sin, embargo, que las partes del alma universal son homogéneas con el todo y hemos de afirmar ahora, en el caso de la cantidad continua, que no es necesario que las partes sean como el todo, y así, por ejemplo, que las partes de un círculo o de un cuadrado hayan de ser círculos o cuadrados; tampoco en el supuesto de que las partes sean semejantes al todo podrá decirse verdaderamente que todas las partes le son semejantes, porque, por ejemplo, en un triángulo no son todas ellas triángulos, sino alguna otra cosa. Y, no obstante, admiten, como decimos, que el alma es homogénea con sus partes. ENÉADA: IV 3 (27) 2

¿Podremos decir que las almas son partes del alma universal, a la manera como se dice que el alma del ser animado que se encuentra en el dedo es una parte de la totalidad del alma que se encuentra en aquél? Razonando así llegamos a una de estas conclusiones: o bien a admitir que no hay ninguna alma fuera del cuerpo, o bien a afirmar que ninguna alma se da en un cuerpo, de tal modo que la llamada alma del universo se encuentra también fuera del mundo. Esto es lo que habrá que examinar y para ello seguiremos ahora con la misma comparación. ENÉADA: IV 3 (27) 3

El poder y la naturaleza del alma se harán todavía más claros y más evidentes si la imaginamos envolviendo y conduciendo el cielo a medida de su voluntad. Porque se entrega a él en toda su extensión, y todos sus intervalos, grandes y pequeños, se ven animados por ella. Tratándose de cuerpos, éstos no podrán encontrarse juntos, y uno ha de estar aquí y otro ha de estar allá, pero siempre separados entre sí por más que se hallen en lugares contrarios. Con el alma, en cambio, no acontece lo mismo, porque el alma, se divide para animar con cada una de sus partes cada del cuerpo, sino que, a la inversa, todas las partes obtienen su vida por la totalidad del alma, la cual se encuentra presente dondequiera que sea, en semejanza, por su unidad y su omnipresencia, con el padre que le dio el ser. El cielo, que es múltiple y cuenta con diversas partes, adquiere unidad por el poder de esta alma, que hace que este mundo se convierta en un dios. Y otro tanto ocurre con el sol, en su condición de ser animado, e igualmente con los demás astros, e incluso con nosotros, si somos partícipes algo divino: "porque los cadáveres deben ser más rechazados que la basura misma". No obstante, la causa por la que los dioses son realmente dioses es necesariamente anterior a ellos. Y nuestra alma se ofrece semejante al alma de los dioses hasta el punto de que, cuando se la considera en estado de pureza y sin el añadido que ella recibe, se la estima de igual valor que el alma del mundo y de mucho más valor que todos los seres corpóreos. Porque todos ellos son terrestres, ya que si fuesen fuego, ¿qué es lo que podría inflamarlos? Lo mismo diríamos de los compuestos de estos dos elementos, aún en el caso de añadirles el agua y el aire. Siendo así que lo que perseguimos es el ser animado, ¿por qué olvidamos de nosotros mismos y buscar un ser que no somos nosotros? Sí amas el alma que se da en otro, ámate con mayor razón a ti mismo. ENÉADA: V 1 (10) 5