Página inicial > Antiguidade > Neoplatonismo (245-529 dC) > Plotino (séc. III) > Míguez - Plotino > Míguez-Plotino: potencias del alma

Míguez-Plotino: potencias del alma

quinta-feira 1º de fevereiro de 2024, por Cardoso de Castro

  

En la realidad de las cosas existe la materia; existe también el alma, y una especie de lugar único para ambas. No son dos lugares aparte, uno para la materia y otro el del alma — por ejemplo, uno en la tierra para la materia y otro en el aire para el alma —, antes bien, para el alma, el estar en un lugar aparte consiste en no estar en la materia, esto es, en no aunarse con la materia, esto es, en que no se forme un compuesto de alma y materia, esto es, en no situarse en la materia como en un sustrato. Y en esto consiste el estar aparte. Ahora bien, las potencias del alma son muchas: el alma tiene un principio, un medio y un fin. Mas la materia, estando presente, «mendiga» y aun importuna, diríamos, y desea pasar adentro. Pero «todo aquel sitio es sagrado», y no hay nada que no tenga parte en el alma. Así que la materia, metiéndose por debajo, se ilumina. Con todo, no puede captar a quien la ilumina (quien la ilumina no la soporta aunque esté presente ), porque no ve debido a su defectuosidad. Pero, mezclándose, ensombrece la iluminación y la luz venida de allá y la deja mortecina, proporcionando al alma la ocasión de encarnarse y la causa de que venga a ella. Porque no habría venido a quien no estuviera presente. ENÉADA: I 8 (51) 14

¿Diremos entonces que el alma está presente en el cuerpo como el fuego lo está en el aire? Aclaremos en qué consiste la presencia del fuego en el aire, pues no se trata de que esté presente en el fuego sino mejor de que lo penetra enteramente, pero sin mezclarse a él. El fuego, en realidad, permanece inmóvil, mientras que el aire esta siempre fluyendo. Cuando el aire abandona la región de la luz, sale de ella sin dejar rastro de sí; pero, mientras está bajo la luz, permanece iluminado por ella. De modo que, verdaderamente, resultaría mejor decir que el aire está en la luz y no que la luz está en el aire. Por lo cual Platón habla rectamente al referirse al universo, ya que no pone el alma en el cuerpo sino el cuerpo en el alma. Y dice en tal sentido que hay una parte del alma en la que se encuentra el cuerpo y otra parte en la que no hay cuerpo alguno; porque el cuerpo no necesita de algunas potencias del alma para subsistir. Lo mismo puede decirse de las otras almas. Porque, en efecto, hemos de afirmar que no hay otras potencias presentes en el cuerpo que las que este realmente necesita, Y están presentes en él sin hallarse establecidas en el todo o en las partes. Así, por ejemplo, la potencia sensitiva está presente en todas las partes que sienten y, asimismo, cada potencia está presente en un determinado órgano según la actividad que ella ejerce. Esto es precisamente lo que yo quiero decir. ENÉADA: IV 3 (27) 22

Los mismos (estoicos), conducidos por la verdad, confiesan que es conveniente, antes incluso que los cuerpos, una forma de alma que sea superior a ellos, dado que, en su opinión, su soplo es algo inteligente y un verdadero fuego intelectual. Consideran así que la parte mejor de los seres no podría existir realmente sin un fuego y sin un soplo, por lo que tendría que buscar un lugar donde instalarse en él. Ahora bien, más justo sería buscar dónde habrán de radicar los cuerpos y cómo conviene verdaderamente que estén situados en las potencias del alma. Si afirman, en efecto, que la vida y el alma no son otra cosa que el soplo, ¿en qué consiste entonces para ellos esa famosa manera de ser a la que recurren, obligados como están a admitir una naturaleza activa diferente a los cuerpos? Supuesto que todo soplo no sea un alma, dado que existen miles de soplos inanimados, pero admitido lo que ellos dicen de que el alma es el soplo con una cierta manera de ser, habrá que concluir que esa disposición es una realidad o bien que no es nada. Pero si no es nada, el soplo existe solo y la manera de ser no es de hecho más que un hombre. Por este camino llegarán a afirmar que no hay nada más que la materia, y que tanto el alma como Dios son meros nombres, puesto que sólo existe la materia. ENÉADA: IV 7 (2) 4