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Míguez-Plotino: alma del cielo

quinta-feira 1º de fevereiro de 2024, por Cardoso de Castro

  

¿A qué es debido que las partes del cielo subsistan y que, en cambio, no permanezcan los elementos y animales de la tierra? He aquí lo que dice Platón: "Unos provienen del Dios supremo, otros de los dioses salidos de éste; no es licito que conozcan su destrucción los seres que provienen de Aquél". O lo que es lo mismo, que a continuación del demiurgo viene el alma del cielo y luego las nuestras; una imagen de esa alma del cielo, que proviene de ella y deja fluir seres superiores, crea también los seres animados de la tierra. Tal imagen imita el alma del cielo, pero carece de poder porque hace uso para su creación de cuerpos realmente inferiores, e, igualmente, porque se halla situada en un lugar Inferior. Las cosas con las que ella trabaja no quieren permanecer inmóviles; así, por ejemplo, los seres animados de la tierra no pueden existir siempre y sus cuerpos no alcanzan a ser dominados a la manera como ocurre con el del cielo; es otra alma, pues, la que ejerce aquí su gobierno de modo inmediato. ENÉADA: II-I (40) 5

Convendrá decir que esos cuerpos no tienen necesidad alguna de alimento. No guardan analogía con los cuerpos terrestres, ni encierran un alma como la nuestra, ni ocupan el mismo lugar. No se da en el cielo una causa para ese movimiento siempre continuo que hace que los cuerpos compuestos de la tierra necesiten de alimento. Los cambios de estos cuerpos los producen ellos mismos y hemos de atribuirlos a una naturaleza diferente del alma del cielo, que, por su debilidad, no sabe mantenerlos en su ser. Y esa naturaleza lo que procura es imitar a otra que está sobre ella, cuando trata de producir o de engendrar. Pero con todo, y como ya se ha dicho, las cosas del cielo no han de ser consideradas del mismo modo que las cosas inteligibles. ENÉADA: II-I (40) 8

Hemos de pensar, por tanto, que hay muchas Afroditas en el universo. Son como demonios que surgen en el universo con sus Eros. Todas ellas, junto con sus propios Eros, dependen de una Afrodita universal, si en efecto el alma es madre de Eros — el alma, es decir, Afrodita —, y Eros es el acto del alma inclinada hacia el bien. Este Eros conduce cada alma a la naturaleza del bien, siendo el Eros del alma del cielo una especie de dios que la une para siempre al Bien, en tanto el Eros del alma mezclada a la materia no es más que un demonio. ENÉADA: III 5 (50) 4