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SC: horizontal

quinta-feira 1º de fevereiro de 2024

  

La mayoría de las doctrinas tradicionales simbolizan la realización del "Hombre Universal" por un signo que es por todas partes el mismo, porque, como lo decíamos al comienzo, es de aquellos que se vinculan directamente a la tradición primordial: es el signo de la cruz, que representa muy claramente la manera en que esta realización se alcanza por la comunión perfecta de la totalidad de los estados del ser, armónica y conformemente jerarquizados, en expansión integral en los dos sentidos de la "amplitud" y de la "exaltación" (Estos términos están tomados al lenguaje del esoterismo islámico  , que es particularmente preciso sobre este punto. — En el mundo occidental, el símbolo de la "Rosa-Cruz" ha tenido exactamente el mismo sentido, antes de que la incomprensión moderna no diera lugar a toda suerte de interpretaciones bizarras o insignificantes; la significación de la rosa será explicada más adelante.). En efecto, esta doble expansión del ser puede considerarse como efectuándose, por una parte, horizontalmente, es decir, en cierto nivel o grado de existencia determinado, y por otra, verticalmente, es decir, en la superposición jerarquizada de todos los grados. Así, el sentido horizontal representa la "amplitud" o la extensión integral de la individualidad tomada como base de la realización, extensión que consiste en el desarrollo indefinido de un conjunto de posibilidades sometidas a algunas condiciones especiales de manifestación; debe entenderse bien que, en el caso del ser humano, esta extensión no está limitada de ningún modo a la parte corporal de la individualidad, sino que comprende todas las modalidades de ésta, puesto que el estado corporal no es propiamente más que una de estas modalidades. El sentido vertical representa la jerarquía, indefinida también y con mayor razón, de los estados múltiples, cada uno de los cuales, considerado del mismo modo en su integralidad, es uno de estos conjuntos de posibilidades, que se refieren a otros tantos "mundos" o grados, y que están comprendidos en la síntesis total del "Hombre Universal" [NA: "Cuando el hombre, en el "grado universal", se exalta hacia lo sublime, cuando surgen en él los otros grados (estados no humanos) en perfecta expansión, él es el "Hombre Universal". Tanto la exaltación como la amplitud han alcanzado su plenitud en el Profeta (que así es idéntico al "Hombre Universal")" (Epístola sobre la Manifestación del Profeta, por el Sheikh Mohammed   ibn Fadlallah El-Hindi). — Esto permite comprender esta palabra que fue pronunciada, hace una veintena de años, por un personaje que ocupaba entonces en el islam, incluso bajo el simple punto de vista exotérico, un rango muy elevado: "Si los cristianos tienen el signo de la cruz, los musulmanes tienen su doctrina". Añadiremos que, en el orden esotérico, la relación del "Hombre Universal" con el Verbo por una parte, y con el Profeta por otra no deja subsistir, en cuanto al fondo mismo de la doctrina, ninguna divergencia real entre el cristianismo y el islam, entendidos uno y otro en su verdadera significación. — Parece que la concepción del Vohu-Mana, en los antiguos persas, haya correspondido también a la del "Hombre Universal".]. En esta representación crucial, la expansión horizontal corresponde pues a la indefinidad de las modalidades posibles de un mismo estado de ser considerado integralmente, y la superposición vertical a la serie indefinida de los estados del ser total. 38 EL SIMBOLISMO DE LA CRUZ   III

No hay que decir, por lo demás, que el estado cuyo desarrollo es figurado por la línea horizontal puede ser un estado cualquiera; de hecho será el estado en el que se encuentra actualmente, en cuanto a su manifestación, el ser que realiza el "Hombre Universal", estado que es para él el punto de partida y el soporte o la base de esta realización. Todo estado, cualquiera que sea, puede proporcionar a un ser una tal base, así como se verá más claramente después; si consideramos más particularmente a este respecto el estado humano, es porque éste, siendo el nuestro, nos concierne más directamente, de suerte que el caso que vamos a tratar sobre todo es el de los seres que parten de este estado para efectuar la realización; pero debe entenderse bien que, desde el punto de vista metafísico puro, este caso no constituye de ningún modo un caso privilegiado. 39 EL SIMBOLISMO DE LA CRUZ III

Incluso restableciendo así la interpretación correcta de lo que se trata, las dos frases que acabamos de citar contienen la una y la otra un error: en efecto, por una parte, la eclíptica y el ecuador no forman la cruz, ya que estos dos planos no se cortan en ángulo recto; y por otra parte, los dos puntos equinocciales están unidos evidentemente por una sola línea recta, de suerte que, aquí la cruz aparece menos todavía. Lo que es menester considerar en realidad, es, por una parte, el plano del ecuador y el eje que, uniendo los polos, es perpendicular a este plano; son, por otra parte, las dos líneas que unen respectivamente los dos puntos solsticiales y los dos puntos equinocciales; tenemos así lo que puede llamarse, en el primer caso, la cruz vertical, y, en el segundo, la cruz horizontal. El conjunto de estas dos cruces, que tienen el mismo centro, forma la cruz de tres dimensiones, cuyos brazos están orientados siguiendo las seis direcciones del espacio (Es menester no confundir "direcciones" y "dimensiones" del espacio: hay seis direcciones, pero solo tres dimensiones, de las cuales cada una conlleva dos direcciones diametralmente opuestas. Es así como la cruz de que hablamos tiene seis brazos, pero está formada solo por tres rectas de las que cada una es perpendicular a las otras dos; así pues, según el lenguaje geométrico, cada brazo es una "semirecta" dirigida en un cierto sentido a partir del centro.); estas corresponden a los seis puntos cardinales, que, con el centro mismo, forman el septenario. 49 EL SIMBOLISMO DE LA CRUZ IV

Los tres gunas son: sattva, la conformidad a la esencia pura del Ser (Sat), que es idéntica a la luz del Conocimiento (Jn  âna), simbolizado por la luminosidad de las esferas celestes que representan los estados superiores del ser; rajas, la impulsión, que provoca la expansión del ser en un estado determinado, es decir, el desarrollo de aquellas de sus posibilidades que se sitúan en un cierto nivel de la Existencia; finalmente, tamas, la obscuridad, asimilada a la ignorancia (avidyâ), raíz tenebrosa del ser considerado en sus estados inferiores. Esto es verdadero para todos los estados manifestados del ser, cualesquiera que sean, pero, naturalmente, también pueden considerarse más particularmente estas cualidades o estas tendencias en relación al estado humano: sattva, tendencia ascendente, se refiere siempre a los estados superiores, relativamente al estado particular tomado como base o como punto de partida de esta repartición jerárquica, y tamas, tendencia descendente a los estados inferiores en relación a este mismo estado; en cuanto a rajas, se refiere a éste último, considerado como ocupando una situación intermediaria entre los estados superiores y los estados inferiores, y, por consiguiente, como definido por una tendencia que no es ni ascendente ni descendente, sino horizontal; y, en el caso presente, ese estado es el "mundo del hombre" (mânava-loka), es decir, el dominio o el grado ocupado en la Existencia universal por el estado individual humano. Ahora puede verse sin esfuerzo la relación de todo esto con el simbolismo de la cruz, ya sea que este simbolismo se considere desde el punto de vista puramente metafísico o desde el punto de vista cosmológico, y ya sea que su aplicación se haga en el orden "macrocósmico" o en el orden "microcósmico". En todo caso, podemos decir que rajas corresponde a toda la línea horizontal, o mejor, si consideramos la cruz de tres dimensiones, al conjunto de las dos líneas que definen el plano horizontal; tamas corresponde a la parte inferior de la línea vertical, es decir, a la que está situada por debajo de este plano horizontal, y sattva corresponde a la parte superior de esta misma línea vertical, es decir, a la que está situada pro encima del plano en cuestión, el cual divide así en dos hemisferios superior e inferior, la esfera indefinida de la cual hemos hablado más atrás. 62 EL SIMBOLISMO DE LA CRUZ V

En un texto del Vêda, los tres gunas se representan como convirtiéndose uno en otro, procediendo según un orden ascendente: "Todo era tamas (en el origen   de la manifestación considerada como saliendo de la indiferenciación primordial de Prakriti). Él (es decir, el Supremo Brahma) mandó un cambio, y tamas tomó el tinte (es decir, la naturaleza) [NA: La palabra varna, que significa propiamente "color", y por generalización "cualidad", se emplea analógicamente para designar la naturaleza o la esencia de un principio o de un ser; de ahí deriva también su uso en el sentido de "casta", porque la institución de las castas, considerada en su razón profunda, traduce esencialmente la diversidad de las naturalezas propias a los diferentes individuos humanos (ver Introducción general al estudio de las doctrinas hindúes, 3ª parte, capítulo VI). Por lo demás, en lo que concierne a los tres gunas, se les representa efectivamente por colores simbólicos: tamas por el negro, rajas por el rojo y sattva por el blanco (Chândogya Upanishad  , 6º Prapâthaka, 3º Khanda, shruti 1; cf. Autoridad espiritual y poder temporal  , pág. 53, ed. francesa).] de rajas (intermediario entre la obscuridad y la luminosidad); y rajas, habiendo recibido un nuevo mandato, revistió la naturaleza de sattva". Si consideramos la cruz de tres dimensiones como trazada a partir del centro de una esfera, así como acabamos de hacerlo y como tendremos que hacerlo frecuentemente todavía en lo que sigue, la conversión de tamas en rajas puede representarse como describiendo la mitad inferior de esta esfera, desde un polo al ecuador, y la de rajas en sattva como describiendo la mitad superior de la misma esfera, desde el ecuador al otro polo. El plano del ecuador, supuesto horizontal, representa entonces, como hemos dicho, el dominio de expansión de rajas, mientras que tamas y sattva tienden respectivamente hacia los dos polos, extremidades del eje vertical (Este simbolismo nos parece aclarar y justificar suficientemente la imagen de la "cuerda de arco" que, como ya lo hemos dicho, se encuentra implícita en la significación del término guna.). En fin, el punto desde donde se ordena la conversión de tamas en rajas, y después la conversión de rajas en sattva, es el centro mismo de la esfera, así como uno puede darse cuenta de ello rápidamente remitiéndose a las consideraciones expuestas en el capítulo precedente [NA: Es a este papel del Principio, en el mundo y en cada ser, al que se refiere la expresión de "ordenador interno" (antar-yâmî): él dirige todas las cosas desde el interior, residiendo él mismo en el punto más interior de todos, que es el centro (ver El Hombre y su devenir según el Vêdânta, capítulo XIV).]; por lo demás, en lo que seguirá, tendremos la ocasión de explicarlo más completamente todavía (Sobre este mismo texto considerado como dando un esquema de la organización de los "tres mundos", en correspondencia con los tres gunas, ver El Esoterismo de Dante  , capítulo VI.). 63 EL SIMBOLISMO DE LA CRUZ V

Debemos considerar ahora, al menos sumariamente, otro aspecto del simbolismo de la cruz, que es quizás el que se conoce más generalmente, aunque, a primera vista al menos, no parece presentar una relación muy directa con todo lo que hemos visto hasta aquí: queremos hablar de la cruz considerada como símbolo de la unión de los complementarios. A este respecto, podemos contentarnos con considerar la cruz, como se hace lo más frecuentemente, bajo su forma de dos dimensiones; por lo demás, para volver de ahí a la forma de tres dimensiones, basta destacar que la recta horizontal única puede tomarse como la proyección del plano horizontal todo entero sobre el plano supuesto vertical en el que se traza la figura. Dicho esto, se considera la línea vertical como representando el principio activo, y la línea horizontal el principio pasivo; estos dos principios se designan también respectivamente, por analogía con el orden humano, como masculino y femenino; si se les toma en su sentido más extenso, es decir, en relación a todo el conjunto de la manifestación universal, son aquellos a los que la doctrina hindú da los nombres de Purusha y de Prakriti (Ver El Hombre y su devenir según el Vêdânta, cap. IV. 70 EL SIMBOLISMO DE LA CRUZ VI

Diremos seguidamente, sin perjuicio de volver más adelante sobre ello de una manera más explícita, que este lazo resulta de la relación que existe, en el simbolismo metafísico de la cruz, entre el eje vertical y el plano horizontal. Debe entenderse bien que unos términos como los de activo y de pasivo, o sus equivalentes, no tienen sentido más que uno en relación al otro, ya que el complementarismo es esencialmente una correlación entre dos términos. Dicho esto, es evidente que un complementarismo como el de lo activo y de lo pasivo puede considerarse a grados diversos, de suerte que un mismo término podrá jugar un papel activo o pasivo según aquello en relación a lo que juegue ese papel; pero, en todos los casos, siempre podrá decirse que, en una tal relación, el término activo es, en su orden, el análogo de Purusha, y el término pasivo el análogo de Prakriti. Ahora bien, veremos después que el eje vertical, que liga todos los estados del ser atravesándolos en sus centros respectivos, es el lugar de manifestación de lo que la tradición extremo oriental llama la "actividad del Cielo", que es precisamente la actividad "no actuante" de Purusha, por la que son determinadas en Prakriti las producciones que corresponden a todas las posibilidades de manifestación. En cuanto al plano horizontal, veremos que constituye un "plano de reflexión", representado simbólicamente como la "superficie de las aguas", y se sabe que las "Aguas" son, en todas las tradiciones, un símbolo de Prakriti o de la "pasividad universal" (Ver El Hombre y su devenir según el Vêdânta, capítulo V.); a decir verdad, como este plano representa un cierto grado de la Existencia (y se podría considerar del mismo modo uno cualquiera de los planos horizontales que corresponden a la multitud indefinida de los estados de manifestación), no se identifica a Prakriti misma, sino solo a algo ya determinado por un cierto conjunto de condiciones especiales de existencia (las que definen un mundo), y que juega el papel de Prakriti, en un sentido relativo, en un cierto nivel dentro del conjunto de la manifestación universal. 72 EL SIMBOLISMO DE LA CRUZ VI

En fin, una precisión que tiene también su importancia es ésta: hemos dicho hace un momento que los términos de activo y de pasivo, que expresan solo una relación, podían ser aplicados a diferentes grados; de ello resulta que, si consideramos la cruz de tres dimensiones, en la que el eje vertical y el plano horizontal están en esta relación de activo y de pasivo, se podrá considerar también, además, la misma relación entre los dos ejes horizontales, o entre lo que representen respectivamente. En este caso, para conservar la correspondencia simbólica establecida en primer lugar, aunque estos ejes sean ambos horizontales en realidad, se podrá decir que uno de ellos, el que juega el papel activo, es relativamente vertical en relación al otro. Por ejemplo, si consideramos a estos dos ejes como respectivamente el eje solsticial y el eje equinoccial, así como lo hemos dicho más atrás, conformemente al simbolismo del ciclo anual, podremos decir que el eje solsticial es relativamente vertical en relación al eje equinoccial, de tal suerte que, en el plano horizontal, desempeña analógicamente el papel de eje polar (eje Norte-Sur), y el eje equinoccial desempeña entonces el papel de eje ecuatorial (eje Este-Oeste) (Esta precisión encuentra concretamente su aplicación en el simbolismo del swastika, del que trataremos más adelante.). Así pues, en su plano, la cruz horizontal reproduce unas relaciones análogas a las que son expresadas por la cruz vertical; y, para volver aquí al simbolismo metafísico que es el que nos importa esencialmente, podemos decir también que la integración del estado humano, representada por la cruz horizontal, es, en el orden de existencia al que se refiere, como una imagen de la totalización misma del ser, representada por la cruz vertical [NA: A propósito del complementarismo, señalaremos también que, en el simbolismo del alfabeto árabe, las dos primeras letras, alif y be, se consideran respectivamente como activa o masculina y como pasiva o femenina; siendo la forma de la primera vertical, y siendo la de la segunda horizontal, su reunión forma la cruz. Por otra parte, puesto que los valores numéricos de estas letras son respectivamente 1 y 2, esto concuerda todavía con el simbolismo aritmético pitagórico, según el cual la "monada" es masculina y la "diada" femenina; la misma concordancia se encuentra por lo demás en otras tradiciones, por ejemplo en la tradición extremo oriental, en la que, en las figuras de los koua o "trigramas" de Fo-hi, el yang, principio masculino, se representa por un trazo lleno, y el yin, principio femenino, por un trazo cortado (o mejor interrumpido en su medio); estos símbolos, llamados las "dos determinaciones", evocan respectivamente la idea de la unidad y de la dualidad; no hay que decir que esto, como en el pitagorismo mismo, debe entenderse en un sentido completamente diferente que en el del simple sistema de "numeración" que Leibnitz se había imaginado encontrar ahí (ver Oriente y Occidente). De una manera general, según el Yi-king  , los números impares corresponden al yang y los números pares corresponden al yin; parece que la idea pitagórica de lo "par" y de lo "impar" se encuentra también en lo que Platón llama lo "mismo" y lo "otro", que corresponden respectivamente a la unidad y a la dualidad, consideradas por lo demás exclusivamente en el mundo manifestado. — En la numeración china, la cruz representa el número 10 (la cifra romana X, no es, ella también, más que la cruz dispuesta de otro modo); se puede ver ahí una alusión a la relación del denario con el cuaternario: 1+2+3+4 = 10, relación que estaba figurada también por la Tétraktis pitagórica. En efecto, en la correspondencia de las figuras geométricas con los números, la cruz representa naturalmente el cuaternario; más precisamente, le representa bajo un aspecto dinámico, mientras que el cuadrado le representa bajo su aspecto estático; la relación entre estos dos aspectos está expresada por el problema hermético de la "cuadratura del círculo", o, según el simbolismo geométrico de tres dimensiones, por una relación entre la esfera y el cubo a la cual hemos tenido la ocasión de hacer alusión a propósito de las figuras del "Paraíso terrestre" y de la "Jerusalem celeste" (ver El Rey del Mundo, cap. XI). Finalmente, a propósito de esto, observaremos todavía que, en el número 10, las dos cifras 1 y 0 corresponden también respectivamente a lo activo y a lo pasivo, representados, según otro simbolismo, por el centro y la circunferencia, simbolismo que se puede vincular al de la cruz señalando que el centro es la huella del eje vertical sobre el plano horizontal, en el que, entonces, debe suponerse situada la circunferencia, que representará la expansión en este mismo plano por una de las ondas concéntricas según las cuales se efectúa; el círculo con el punto central, figura del denario, es al mismo tiempo el símbolo de la perfección cíclica, es decir, de la realización integral de las posibilidades implícitas en un estado de existencia.]. 74 EL SIMBOLISMO DE LA CRUZ VI

La figura de la cruz puede ayudar a comprender la diferencia que existe entre el complementarismo y la oposición: hemos visto que la vertical y la horizontal podían tomarse como representando dos términos complementarios; pero, evidentemente, no se puede decir que haya oposición entre el sentido vertical y el sentido horizontal. Lo que representa claramente la oposición, en la misma figura, son las direcciones contrarias, a partir del centro, de las dos semirectas que son las dos mitades de un mismo eje, cualquiera que sea este eje; así pues, la oposición puede considerarse igualmente, ya sea en el sentido vertical, ya sea en el sentido horizontal. Se tendrán así, en la cruz vertical de dos dimensiones, dos parejas de términos opuestos formando un cuaternario; será la misma cosa en la cruz horizontal, cada uno de cuyos ejes puede considerarse como relativamente vertical, es decir, como desempeñando el papel de un eje vertical en relación al otro, así como lo hemos explicado en el final del capítulo precedente. Ahora bien, si se reúnen las dos figuras en la de la cruz de tres dimensiones, se tienen tres parejas de términos opuestos, como lo hemos visto precedentemente a propósito de las direcciones del espacio y de los puntos cardinales. Hay que destacar que una de las oposiciones cuaternarias más generalmente conocidas, la de los elementos y de las cualidades sensibles que les corresponden, debe disponerse según la cruz horizontal; en este caso, en efecto, se trata exclusivamente de la constitución del mundo corporal, que se sitúa todo entero en un mismo grado de la Existencia y que no representa incluso más que una porción muy restringida de él. Es la misma cosa cuando se consideran solamente cuatro puntos cardinales, que son entonces los del mundo terrestre, representado simbólicamente por el plano horizontal, mientras que el Zenit y el Nadir, opuestos según el eje vertical, corresponden a la orientación hacia los mundos respectivamente superiores e inferiores en relación a este mismo mundo terrestre. Hemos visto que es la misma cosa también para la doble oposición de los solsticios y de los equinoccios, y eso también se comprende fácilmente, ya que el eje vertical, que permanece fijo e inmóvil mientras que todas las cosas cumplen su rotación alrededor de él, es evidentemente independiente de las vicisitudes cíclicas, que él rige así en cierto modo por su inmovilidad misma, imagen sensible de la inmutabilidad principial (Es el "motor inmóvil" de Aristóteles, al cual ya hemos tenido la ocasión de hacer frecuentes alusiones en otras partes.). Si no se considera más que la cruz horizontal, el eje vertical está representado en ella por el punto central mismo, que es donde el eje en cuestión encuentra al plano horizontal; así pues, todo plano horizontal, que simboliza un estado o un grado cualquiera de la existencia, tiene en este punto que puede llamarse su centro (puesto que es el origen del sistema de coordenadas al que todo punto del plano podrá ser referido) esa misma imagen de la inmutabilidad. Si se aplica esto, por ejemplo, a la teoría de los elementos del mundo corporal, el centro corresponde al quinto elemento, es decir, al éter [NA: Es la "quintaesencia" (quinta essentia) de los alquimistas, a veces representada, en el centro de la cruz de los elementos, por una figura tal como la estrella de cinco puntas o la flor de cinco pétalos. Se dice también que el éter tiene una "quíntuple naturaleza"; esto debe entenderse del éter considerado en sí mismo y como principio de los otros cuatro elementos.], que es en realidad el primero de todos según el orden de producción, aquél de donde todos los demás proceden por diferenciaciones sucesivas, y que reúne en él todas las cualidades opuestas, características de los demás elementos, en un estado de indiferenciación y de equilibrio perfecto, que corresponde en su orden a la no manifestación primordial (Es la razón por la que la designación del éter es susceptible de dar lugar a las transposiciones analógicas que hemos señalado más atrás; ella se toma entonces simbólicamente como una designación del estado primordial mismo.). 81 EL SIMBOLISMO DE LA CRUZ VII

Aunque esto pueda parecer una digresión, lo que acaba de decirse sobre la "paz" que reside en el punto central nos lleva a hablar un poco de otro simbolismo, el de la guerra, al que ya hemos hecho algunas alusiones en otra parte (Ver El Rey del Mundo, cap. X, y Autoridad espiritual y poder temporal, cap. III y VIII.). Este simbolismo se encuentra concretamente en la Bhagavad-Gîtâ: la batalla de la que se trata en este libro representa la acción, de una manera enteramente general, bajo una forma por lo demás apropiada a la naturaleza y a la función de los kshatriyas a quienes está destinado más especialmente [NA: Krishna y Arjuna, que representan respectivamente el "Sí mismo" y el "yo", o la "personalidad" y la "individualidad", Atmâ incondicionado y jivâtmâ, están montados sobre un mismo carro, que es el "vehículo" del ser considerado en su estado de manifestación; y, mientras que Arjuna combate, Krishna conduce el carro sin combatir, es decir, sin estar él mismo comprometido en la acción. Otros símbolos que tienen la misma significación se encuentran en numerosos textos de las Upanishad: Los "dos pájaros que residen sobre el mismo árbol" (Mundaka Upanishad  , 3er Mundaka, 1er Khanda, shruti 1; Shwêtâshwatara Upanishad, 4º Adhyâya, shruti 6), y también los "dos que han entrado en la caverna" (Katha Upanishad  , 1er adhyâya, 3er Vallî, shruti 1); la "caverna" no es otra que la cavidad del corazón, que representa precisamente el lugar de la unión de lo individual con lo Universal, o del "yo" con el "Sí mismo" (ver El Hombre y su devenir según el Vêdânta, III). — El-Hallâj dice en el mismo sentido: "Somos dos espíritus conjuntos en un mismo cuerpo" (nahnu ruhâni halalnâ badana).]. El campo de batalla (kshêtra) es el dominio de la acción, en el que el individuo desarrolla sus posibilidades, y que es figurado por el plano horizontal en el simbolismo geométrico; se trata aquí del estado humano, pero la misma representación podría aplicarse a todo otro estado de manifestación, igualmente sometido, si no a la acción propiamente dicha, al menos al cambio y a la multiplicidad. Esta concepción no se encuentra solo en la doctrina hindú, sino también en la doctrina islámica, ya que tal es exactamente el sentido real de la "guerra santa" (jihâd); su aplicación social y exterior no es más que secundaria, y lo que lo muestra bien, es que ella constituye solo la "guerra santa menor" (El-jihâdul-açghar), mientras que la "guerra santa mayor" (El-jihâdul-akbar) es de orden puramente interior y espiritual [NA: Esto se basa sobre un hadîth del Profeta que, a la vuelta de una expedición pronunció esta palabra: "Hemos vuelto de la guerra santa menor a la guerra santa mayor" (rajanâ min el-jihâdil-açghar ilâ el-jihâdil-akbar).]. 94 EL SIMBOLISMO DE LA CRUZ VIII

Otro aspecto del simbolismo de la cruz es el que le identifica a lo que las diversas tradiciones designan como el "Árbol del Medio" o por cualquier otro término equivalente; hemos visto en otra parte que este árbol es uno de los numerosos símbolos del "Eje del Mundo" [NA: El Rey del Mundo, cap. II; sobre el "Árbol del Mundo" y sus diferentes formas, ver también El Hombre y su devenir según el Vêdânta, cap. VIII. — En el esoterismo islámico, existe un tratado de Mohyiddin-ibn-Arabi titulado "El Árbol del Mundo" (Shajaratul-Kawn).]. Es pues la línea vertical de la cruz, figura de este eje, la que hay que considerar aquí principalmente: ella constituye el tronco del árbol, mientras que la línea horizontal (o las dos líneas horizontales para la cruz de tres dimensiones) forma sus ramas. Este árbol se eleva en el centro del mundo, o más bien de un mundo, es decir, del dominio en el que se desarrolla un estado de existencia, tal como el estado humano que es el que se considera más habitualmente en parecido caso. En el simbolismo bíblico, en particular, es el "Árbol de la Vida", que está plantado en el medio del "Paraíso terrestre", el cual representa el centro de nuestro mundo, así como lo hemos explicado en otras ocasiones (El Rey del Mundo, cap. V y IX; Autoridad espiritual y poder temporal, cap. V y VIII.). Aunque no tenemos la intención de extendernos aquí sobre todas las cuestiones relativas al simbolismo del árbol, y que requerirían un estudio especial, sin embargo, a propósito de éste, hay algunos puntos que no creemos inútil explicar. 106 EL SIMBOLISMO DE LA CRUZ IX

Volvamos de nuevo a la representación del "Paraíso terrestre": de su centro, es decir, del pie mismo del "Árbol de la Vida", parten cuatro ríos que se dirigen hacia los cuatro puntos cardinales, y que trazan así la cruz horizontal sobre la superficie misma del mundo terrestre, es decir, en el plano que corresponde al dominio del estado humano. Estos cuatro ríos, que se pueden relacionar con el cuaternario de los elementos (La Qabbalah   hace corresponder a estos cuatro ríos las cuatro letras de las que está formada la palabra PaRDeS.), y que han salido de una fuente única que corresponde al éter primordial [NA: Según la tradición de los "Fieles de Amor", esta fuente es la "fuente de la juventud" (fons juventutis), representada siempre como situada al pie de un árbol; sus aguas son pues asimilables al "brebaje de la inmortalidad" (el amrita de la tradición hindú); las relaciones del "Árbol de la Vida" con el Soma vêdico y el Haoma mazdeísta son por lo demás evidentes (ver El Rey del Mundo, cap. IV y VI). — Recordaremos también, a este propósito, el "rocío de luz" que, según la Qabbalah hebraica, emana del "Árbol de la Vida", y por el que debe operarse la resurrección de los muertos (ver El Rey del Mundo, cap. III); el rocío juega igualmente una función importante en el simbolismo hermético. En las tradiciones extremo orientales se hace mención del "árbol del rocío dulce", situado sobre el monte Kouenlum, que se toma frecuentemente como un equivalente del Mêru y de las demás "montañas sagradas" (la "montaña polar", que es, como el árbol, un símbolo del "Eje del Mundo", así como acabamos de recordarlo). — Según la misma tradición de los "Fieles de Amor" (ver Luigi Valli, Il Linguaggio segreto di Dante e dei "Fedeli d’Amore"), esta fuente es también la "fuente de la enseñanza", lo que se refiere a la conservación de la tradición primordial en el centro espiritual del mundo; encontramos pues aquí, entre el "estado primordial" y la "tradición primordial", el lazo que hemos señalado en otra parte sobre el tema del simbolismo del "Santo Grial", considerado bajo el doble aspecto de la copa y del libro (ver El Rey del Mundo, cap. V). Recordaremos todavía la representación, en el simbolismo cristiano, del Cordero sobre el libro sellado con siete sellos, sobre la montaña desde donde descienden los cuatro ríos (ver El Rey del Mundo, cap. IX); veremos más adelante la relación que existe entre el símbolo del "Árbol de la Vida" y el del "Libro de la Vida". — Otro simbolismo que puede dar lugar a unas aproximaciones interesantes se encuentra en algunos pueblos de la América central, que, "en la intersección de dos diámetros rectangulares trazados en un círculo, colocan el carácter sagrado, peyotl o hicouri, que simboliza la "copa de la inmortalidad", y que tiene la reputación de encontrarse en el centro de una esfera hueca y en el centro del mundo" (A. Rouhier, La Plante qui fait les yeux émerveillés. Le Peyotl, París, 1927, p. 154). Cf. también, en correspondencia con los cuatro ríos, las cuatro copas sacrificiales de los Rhibus en el Vêda.], dividen en cuatro partes, que se pueden relacionar con las cuatro fases de un desarrollo cíclico (Ver El esoterismo de Dante  , cap. VIII, donde, a propósito de la figura del "viejo de Creta", que representa las cuatro edades de la humanidad, hemos indicado la existencia de una relación analógica entre los cuatro ríos de los Infiernos y los cuatro ríos del Paraíso terrestre.), el recinto circular del "Paraíso terrestre", el cual no es otra cosa que la sección horizontal de la forma esférica universal de la que ya hemos hablado más atrás (Ver El Rey del Mundo, cap. XI.). 114 EL SIMBOLISMO DE LA CRUZ IX

Una de las formas más destacables de lo que hemos llamado la cruz horizontal, es decir, de la cruz trazada en el plano que representa un cierto estado de existencia, es la figura del swastika, que bien parece vincularse directamente a la Tradición Primordial, ya que se encuentra en los países más diversos y más alejados los unos de los otros, y eso desde las épocas más remotas; lejos de ser un símbolo exclusivamente oriental como se cree a veces, es uno de los que están más generalmente extendidos, desde el extremo oriente hasta el extremo occidente, ya que existe hasta en algunos pueblos indígenas de América [NA: Bastante recientemente, hemos observado incluso una información que parecería indicar que las tradiciones de la América antigua no están tan completamente perdidas como se piensa; por lo demás, el autor del artículo donde la hemos encontrado, probablemente no se ha dado cuenta de su alcance; hela aquí reproducida textualmente: "En 1925, una gran parte de los indios de Cuna se sublevaron, mataron a los gendarmes de Panamá que habitaban en su territorio, y fundaron la República   independiente de Tulé, cuya bandera es un swastika sobre fondo naranja en bordado rojo. Esta república existe todavía en la hora actual" (Les Indiens de l’isthme de Panama, por G. Grandidier: Journal des Débats, 22 de enero de 1929). Se destacará sobre todo la asociación del swastika con el nombre de Tulé o Tula, que es una de las designaciones más antiguas del centro espiritual supremo, designación aplicada también después a algunos de los centros subordinados (ver El Rey del Mundo, cap. X).]. Es cierto que, en la época actual, se ha conservado sobre todo en la India y en el Asia central y oriental, y que quizás no es más que en estas regiones donde se sabe todavía lo que significa; pero, sin embargo, en Europa misma, no ha desaparecido enteramente [NA: En Lituania y en Courlandia, los campesinos trazan todavía este signo en sus casas; sin duda ya no conocen su sentido y no ven en el más que una suerte de talismán protector; pero lo que es quizás más curioso es que le dan su nombre sánscrito de swastika. Por lo demás, parece que el lituano sea, de todas las lenguas europeas, la que tiene mayor semejanza con el sánscrito. — No hay que decir que dejamos enteramente de lado el uso completamente artificial e incluso antitradicional del swastika por los "racistas" alemanes, que, bajo la denominación fantástica y algo ridícula de hakenkreuz o "cruz de ganchos", hicieron de él muy arbitrariamente un signo del antisemitismo, bajo el pretexto de que este emblema habría sido propio de la supuesta "raza aria", mientras que, antes al contrario, como acabamos de decirlo, es un símbolo realmente universal. — A propósito de esto señalamos que la denominación de "cruz gamada", que se da frecuentemente al swastika en occidente a causa de la semejanza de la forma de sus brazos con la letra griega gamma, es igualmente errónea; en realidad, los signos llamados antiguamente gammadia eran enteramente diferentes, aunque se hayan encontrado a veces, de hecho, más o menos estrechamente asociados al swastika en los primeros siglos del cristianismo. Uno de estos signos, llamado también la "cruz del Verbo" está formado de cuatro gammas cuyos ángulos están vueltos hacia el centro; la parte interior de la figura, que tiene la forma de cruz, representa a Cristo, y los cuatro gammas angulares a los cuatro Evangelistas; esta figura equivale a Cristo, y los cuatro gammas angulares a los cuatro Evangelistas; esta figura equivale así a la representación bien conocida de Cristo en medio de los cuatro animales. Se encuentra otra disposición donde una cruz central está rodeada de cuatro gammas colocadas en cuadrado (donde los ángulos están vueltos hacia fuera en lugar de estarlo hacia dentro); la significación de esta figura es la misma que la de la precedente. Agregamos, sin insistir más en ello, que estos signos ponen el simbolismo de la escuadra (cuyas forma es la del gamma) en relación directa con el de la cruz.]. En la antigüedad, encontramos este signo, en particular, en los celtas y en la Grecia prehelénica [NA: Existen diversas variantes del swastika, concretamente uno formado de brazos curvos (que tienen la apariencia de dos S cruzadas), y otras formas que indican una relación con diversos símbolos cuyo significado no podemos desarrollar aquí; la más importante de estas formas es el swastika dicho "clavijero", porque sus brazos están constituidos por dos llaves (ver La Gran Triada, cap. VI). Por otra parte, algunas figuras que no han guardado más que un carácter puramente decorativo, como esa a la que se da el nombre de "greca", se derivan originariamente del swastika.]; y, en occidente todavía, fue antiguamente uno de los emblemas de Cristo, e incluso permaneció en uso como tal hasta el final de la Edad Media (Ver El Rey del Mundo, I.). 121 EL SIMBOLISMO DE LA CRUZ X

Según lo que hemos ya dicho, podemos representar un grado de la Existencia por un plano horizontal, que se extiende indefinidamente según dos dimensiones, que corresponden a dos indefinidades que vamos a considerar aquí: por una parte, la de los individuos, que se puede representar por el conjunto de las rectas del plano paralelas a una de las dimensiones, definida, si se quiere, por la intersección de este plano horizontal con uno de frente [NA: Para comprender bien los términos tomados a la perspectiva, es necesario recordar que un plano de frente es un caso particular de un plano vertical, mientras que un plano horizontal, al contrario, es un caso particular de un plano de fondo. Inversamente, una recta vertical es un caso particular de una recta de frente, y una recta de fondo es un caso particular de una recta horizontal. Es menester destacar también que, por cada punto, pasa una sola recta vertical y una multitud indefinida de rectas horizontales, pero, por el contrario, un solo plano horizontal (que contiene todas las rectas horizontales que pasan por ese mismo punto) y una multitud indefinida de planos verticales (que pasan todos por la recta vertical, que es su común intersección, y de los que cada uno está determinado por esa recta vertical y una de las rectas horizontales que pasan por el punto considerado).]; y, por otra, la de los dominios particulares a las diferentes modalidades de los individuos, que estará representada entonces por el conjunto de las rectas del plano horizontal perpendiculares a la dirección precedente, es decir, paralelas al eje visual o antero-posterior, cuya dirección define la otra dimensión [NA: En el plano horizontal, la dirección de la primera dimensión es la de las rectas de frente (o transversales), y la dirección de la segunda es la de las rectas de fondo.]. Cada una de estas dos categorías comprende una indefinidad de rectas paralelas entre ellas, y todas indefinidas en longitud; cada punto del plano estará determinado por la intersección de dos rectas que pertenecen respectivamente a estas dos categorías, y representará, por consiguiente, una modalidad particular de uno de los individuos comprendidos en el grado considerado. 134 EL SIMBOLISMO DE LA CRUZ XI

Cada uno de los grados de la Existencia universal, que conlleva una indefinidad de ellos, podrá ser representado igualmente, en una extensión de tres dimensiones, por un plano horizontal. Acabamos de ver que la sección de un tal plano por un plano de frente representa un individuo, o, más bien, para hablar de una manera más general y susceptible de aplicarse indistintamente a todos los grados, representa un cierto estado de un ser, estado que puede ser individual o no individual, según las condiciones del grado de la Existencia al que pertenece. Por consiguiente, ahora podemos mirar un plano de frente como representando un ser en su totalidad; este ser comprende una multitud indefinida de estados, que son figurados entonces por todas las rectas horizontales de este plano, cuyas verticales, por otra parte, están formadas por los conjuntos de modalidades que se corresponden respectivamente en todos estos estados. Por lo demás, hay en la extensión de tres dimensiones una indefinidad de tales planos, que representan la indefinidad de los seres contenidos en el Universo total. 135 EL SIMBOLISMO DE LA CRUZ XI

En la representación geométrica de tres dimensiones que acabamos de exponer, cada modalidad de un estado de ser cualquiera no está indicada más que por un punto; sin embargo, una tal modalidad es susceptible, ella también, de desarrollarse en el transcurso de un ciclo de manifestación que conlleva una indefinidad de modificaciones secundarias. Así, para la modalidad corporal de la individualidad humana, por ejemplo, estas modificaciones serán todos los momentos de su existencia (considerada naturalmente bajo el aspecto de la sucesión temporal, que es una de las condiciones a las que esta modalidad está sometida), o, lo que equivale a lo mismo, todos los actos y todos los gestos, cualesquiera que sean, que cumplirá en el curso de esa existencia [NA: Es a propósito como empleamos aquí el término de "gestos", porque hace alusión a una teoría metafísica muy importante, pero que no entra en el cuadro del presente estudio. Se podrá tener una apercepción sumaria de esta teoría remitiéndose a lo que hemos dicho en otra parte al respecto de la noción del apûrva en la doctrina hindú y de las "acciones y reacciones concordantes" (ver Introducción general al estudio de las doctrinas hindúes, pp. 258-261, ed. francesa).]. Para poder hacer entrar todas estas modificaciones en nuestra representación, sería menester figurar la modalidad considerada, no solo por un punto sino por una recta entera, de la que cada punto sería entonces una de las modificaciones secundarias de que se trata, y eso teniendo buen cuidado de destacar que esta recta, aunque indefinida, por ello no es menos limitada, como lo es por lo demás todo lo indefinido, e incluso, si se puede expresar así, toda potencia de lo indefinido [NA: Lo indefinido, que procede de lo finito, es siempre reductible a esto, puesto que no es más que un desarrollo de las posibilidades incluidas o implícitas en lo finito. Es una verdad elemental, aunque muy frecuentemente desconocida, que el pretendido "infinito matemático" (indefinidad cuantitativa, ya sea numérica, ya sea geométrica) no es de ningún modo infinito, pues está limitado por las determinaciones inherentes a su propia naturaleza; por lo demás, estaría fuera de propósito extendernos aquí sobre este tema, del que tendremos la ocasión de decir algunas palabras más adelante.]. Siendo representada la indefinidad simple por la línea recta, la doble indefinidad, o la indefinidad a la segunda potencia, lo será por el plano, y la triple indefinidad, o la indefinidad a la tercera potencia, lo será por la extensión de tres dimensiones. Por consiguiente, si cada modalidad, considerada como una indefinidad simple,