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Obras: Hamsa

sexta-feira 2 de fevereiro de 2024

  

Hay ignorantes que se imaginan que uno «se inicia» a sí mismo, lo que es en cierto modo una contradicción en los términos; olvidan, si es que lo han sabido alguna vez, que la palabra initium significa «entrada» o «comienzo», confunden el hecho mismo de la iniciación, entendida en su sentido estrictamente etimológico, con el trabajo que hay que llevar a cabo ulteriormente para que esa iniciación, de virtual que ha sido primeramente, devenga más o menos plenamente efectiva. Comprendida así, la iniciación es lo que todas las tradiciones concuerdan en designar como el «segundo nacimiento»; y, ¿cómo un ser podría actuar por sí mismo antes de haber nacido? (NA: Recordamos aquí el elemental adagio escolástico: «para actuar, es menester ser».). Sabemos bien lo que se podrá objetar a eso: si el ser está verdaderamente «cualificado», lleva ya en él las posibilidades que se tratan de desarrollar; ¿por qué, si ello es así, no iba a poder realizarlas por su propio esfuerzo, sin ninguna intervención exterior? Eso es, en efecto, una cosa que es permisible considerar teóricamente, a condición de concebirla como el caso de un hombre «dos veces nacido» desde el primer momento de su existencia individual; pero, si en eso no hay imposibilidad de principio, por ello no hay menos una imposibilidad de hecho, en el sentido de que eso es contrario al orden establecido para nuestro mundo, al menos en sus condiciones actuales. No estamos en la época primordial en la que todos los hombres poseían normal y espontáneamente un estado que hoy día está vinculado a un alto grado de iniciación (NA: Es lo que indica, en la tradición hindú, la palabra Hamsa, dada como el nombre de la casta única que existía en el origen  , y que designa propiamente un estado que es ativarna, es decir, más allá de la distinción de las castas actuales.); y por lo demás, a decir verdad, la misma palabra iniciación, en una tal época, no podía tener ningún sentido. Estamos en el Kali-Yuga, es decir, en un tiempo donde el conocimiento espiritual ha devenido oculto, y donde únicamente algunos pueden alcanzarle todavía, provisto que se coloquen en las condiciones requeridas para obtenerle; ahora bien, una de esas condiciones es precisamente ésta de la que hablamos, como otra condición es un esfuerzo del que los hombres de las primeras edades tampoco tenían necesidad alguna, puesto que el desarrollo espiritual se cumplía en ellos tan naturalmente como el desarrollo corporal. 241 APERCEPCIONES SOBRE LA INICIACIÓN DE LAS CONDICIONES DE LA INICIACIÓN

No vamos a retomar aquí la enumeración, que ya hemos dado en la primera parte de este estudio, de los centros que corresponden a los cinco bhûtas y de sus «localizaciones» respectivas (NA: Importa observar que anâtha, que queda próximo a la región del corazón, debe ser distinguido del «loto del corazón», de ocho pétalos, que es la residencia de Purusha: Este último está «situado» en el corazón mismo, considerado como «centro vital» de la individualidad.); estos centros se refieren a los diferentes grados de la manifestación corpórea, y, en el paso de uno al otro, cada grupo de tattwas es «disuelto» en el grupo inmediatamente superior, siendo siempre el más grosero reabsorbido en el más sutil (NA: sthûlânâm sûkshmê layah). En último lugar viene el âjn  â chakra, en el cual están los tattwas sutiles del orden «mental», y en el principio del mismo se halla el monosílabo sagrado Om; el centro en cuestión es denominado así porque es aquí donde es recibida de lo alto (NA: es decir del dominio supra-individual) la orden (âjnâ) o el mandamiento del Guru interior, que es Paramashiva, al cual el «Sí mismo» es en realidad idéntico (NA: Este mandamiento u orden corresponde al «mandato celeste» de la tradición extremo-oriental; por otra parte la denominación de âjnâ chakra podría ser exactamente traducida en árabe por maqâm el-amr, que indica que ello es su reflejo directo, en el ser humano del «mundo» denominado âlam el-amr, de igual modo que, bajo el punto de vista «macrocósmico», el mismo reflejo se sitúa, en nuestro estado de existencia, en el lugar central del «Paraíso Terrestre»; uno podría inclusive deducir de esto consideraciones precisas sobre la modalidad de las manifestaciones «angélicas» en relación al hombre, pero esto se saldría enteramente de nuestro sujeto.). La «localización» de este chakra está en relación directa con el «tercer ojo», que es el «ojo del Conocimiento» (NA: Jnâna-chakshus); el centro cerebral que se le corresponde es la glándula pineal, que no es en punto ninguno el «asiento del alma», según la concepción verdaderamente absurda de Descartes  , pero que no por ello tiene una función particularmente importante como órgano de conexión con las modalidades extra-corpóreas del ser humano. Como lo hemos explicado en otra parte, la función del «tercer ojo» se refiere esencialmente al «sentido de la eternidad» y a la restauración del «estado primordial» (NA: estado del cual hemos ya señalado en diversas ocasiones la relación que tiene con Hamsa, bajo la forma del cual Paramashiva es dicho manifestarse en ese centro); el estado de «realización» que corresponde al âjnâ chakra implica consecuentemente la perfección del estado humano, y es aquí donde se encuentra el punto de contacto con los estados superiores del ser, a los cuales se refiere todo lo que queda más allá del estado en cuestión (La visión del «tercer ojo», por la cual el ser queda franqueado de la condición temporal (NA: y que no tiene punto común ninguno con la «clarividencia» de los ocultistas y teósofos), está íntimamente ligada a la función «profética»; es esto a lo que hace alusión el término sánscrito rishi, que significa propiamente «vidente», y que tiene su equivalente exacto en el término hebreo roèh, designación antigua de los profetas, reemplazada ulteriormente por el término nâbi (NA: es decir, «el que habla por inspiración»). Señalaremos todavía, sin poder insistir más en ello, que lo que indicamos en esta nota y en la precedente está en relación con la interpretación esotérica de la Sûrat El-Qadr, que concierne al «descenso» del Qorân.). 2289 ESTUDIOS SOBRE HINDUISMO   KUNDALINÎ-YOGA (Publicado en V.J., octubre y noviembre de 1933)

La jerarquía de los varnas, así determinada por los gunas que predominan respectivamente en ellos, se superpone exactamente a la jerarquización de los elementos, tal y como la hemos expuesto en nuestro estudio sobre este sujeto (NA: Ver el capítulo; La teoría hindú de los cinco elementos.); es lo que muestra de manera inmediata la comparación del esquema que sigue a la vuelta con el que dábamos entonces. Para que la similitud sea completa, es menester hacer observar solamente que el lugar del éter debe ser ocupado aquí por Hamsa, es decir, por la casta primordial única que existía en el Krita-Yuga, y que contenía los cuatro varnas ulteriores en principio y en el estado indiferenciado, de la misma manera en que el éter contiene a los otros cuatro elementos. 2375 ESTUDIOS SOBRE HINDUISMO VARNA (Publicado en V. J. de noviembre de 1935)

Si el «Huevo del Mundo» es así, en algunos casos, un «huevo de serpiente», es también en otras partes un «huevo de cisne» (NA: El cisne recuerda a la serpiente por la forma de su cuello; así pues, bajo algunos aspectos, es como una combinación de los dos símbolos del pájaro y de la serpiente que aparecen frecuentemente como opuestos o como complementarios.); aquí queremos hacer alusión sobre todo al simbolismo de Hamsa, el vehículo de Brahmâ en la tradición hindú (NA: Por otra parte, se sabe que, en lo que concierne a las demás tradiciones, el simbolismo del cisne estaba ligado concretamente al simbolismo del Apolo hyperbóreo.). Ahora bien, ocurre frecuentemente, y en particular en las figuraciones etruscas, que la doble espiral está coronada de un pájaro; éste es evidentemente el mismo que Hamsa, el cisne que cubre el Brahmânda sobre las Aguas primordiales, y que se identifica por lo demás al «espíritu» o «soplo divino» (ya que Hamsa es también el «soplo») que, según el comienzo del Génesis hebraico, «se cernía sobre la faz de las Aguas». Lo que no es menos destacable todavía, es que, entre los Griegos, del huevo de Leda, engendrado por Zeus bajo la forma de un cisne, salen los Dioscuros, Castor y Pollux, que están en correspondencia simbólica con los dos hemisferios, y por ello con las dos espirales que venimos considerando al presente, y que, por consiguiente, representan su diferenciación en este «huevo de cisne», es decir, en suma la división del «Huevo del Mundo» en sus dos mitades superior e inferior (NA: Para precisar esta significación, los Dioscuros son figurados con gorros de forma hemisférica.). Por lo demás, no podemos extendernos más aquí sobre el simbolismo de los Dioscuros, que a decir verdad es muy complejo, como el de todas las parejas similares formadas de un mortal y de un inmortal, frecuentemente representados el uno blanco y el otro negro (NA: Es concretamente la significación de los nombre de Arjuna y de Krishna, que representan respectivamente a jîvâtmâ y a Paramâtmâ, o el «yo» y el «Sí mismo», la individualidad y la Personalidad, y que, como tales, pueden ser puestos en relación el uno con la Tierra y el otro con el Cielo.), como los dos hemisferios de los que uno está iluminado mientras que el otro está en la obscuridad. Diremos solo que este simbolismo, en el fondo, se acerca mucho al de los Dêvas y de los Asuras (NA: Se podrá aproximar esto a lo que hemos indicado en una nota precedente a propósito del encadenamiento de los ciclos.), cuya oposición está igualmente en relación con la doble significación de la serpiente, según se mueva en una dirección ascendente o descendente alrededor de un eje vertical, o todavía se enrolle o se desenrolle sobre este mismo eje, como en la figura de la doble espiral (NA: Cf. el estudio de A. K. Coomaraswamy citado más atrás. — En el simbolismo bien conocido del «batimiento del mar», los Dêvas y los Asuras tiran en sentidos contrarios de la serpiente enrollada alrededor de la montaña que representa el «Eje del Mundo».). 2695 LA GRAN TRÍADA LA DOBLE ESPIRAL

Al hablar aquí de aspecto «dinámico», pensamos naturalmente todavía en la acción de la doble fuerza cósmica, y más especialmente en su relación con las fases inversas y complementarias de toda manifestación, fases que son debidas, según la tradición extremo oriental, a la predominancia alternante del yin y del yang: «evolución» o desarrollo, o despliegue (NA: Bien entendido, no tomamos la palabra «evolución» más que en su sentido estrictamente etimológico, sentido que nada tiene en común con el empleo que se hace de ella en las teorías «progresistas» modernas.), e «involución» o enrollamiento, o repliegue, o también «catabasis» o marcha descendente y «anabasis» o marcha ascendente, salida a lo manifestado y vuelta a lo no manifestado (NA: Es curioso al menos que Léon Daudet haya tomado el símbolo de la doble espiral para «esquema del ambiente» (NA: Courriers des Pays-Bas: ver la figura en Les Horreurs de la Guerre, y las consideraciones sobre el «ambiente» en Melancholia): el autor considera a uno de los polos como «punto de partida» y al otro como «punto de llegada», de suerte que el recorrido de la espiral debe ser considerado como centrífugo por un lado y como centrípeto por el otro, lo que corresponde bien a las dos fases «evolutiva» e «involutiva»; y lo que él llama «ambiente» no es otra cosa en el fondo que la «luz astral» de Paracelso  , que conlleva precisamente el conjunto de las dos corrientes inversas de la fuerza cósmica que consideramos aquí.). La doble «espiración» (y se observará el parentesco muy significativo que existe entre la designación misma de la espiral y la del «spiritus» o «soplo» del que hemos hablado más atrás en conexión con Hamsa), es el «expir» y el «aspir» universales, por los que son producidos, según el lenguaje taoísta, las «condensaciones» y las «disipaciones» que resultan de la acción alternada de los dos principios yin y yang, o, según la terminología hermética, las «coagulaciones» y las «soluciones»: para los seres individuales, son los nacimientos y las muertes, lo que Aristóteles llama genesis y phthora «generación» y «corrupción»; para los mundos, es lo que la tradición hindú designa como los días y las noches de Brahmâ, como el Kalpa y el Pralaya; y, a todos los grados, tanto en el orden «macrocósmico» como en el orden «microcósmico», se encuentran fases correspondientes en todo ciclo de existencia, puesto que son la expresión misma de la ley que rige todo el conjunto de la manifestación universal. 2697 LA GRAN TRÍADA LA DOBLE ESPIRAL

Es el "alma viva" ( jîvâtmâ ) lo que es comparable aquí a la imagen del sol en el agua, como la reflexión ( âbhâsa ), en el dominio individual y en relación a cada individuo, de la Luz, principialmente una, del "Espíritu Universal" ( Âtmâ ); y el rayo luminoso que hace existir esta imagen y que la une a su fuente es, así como lo veremos más adelante, el intelecto superior ( Buddhi ), que pertenece al dominio de la manifestación informal ( NA: Es menester destacar que el rayo supone un medio de propagación ( manifestación en modo no individualizado ), y que la imagen supone un plano de reflexión ( individualización por las condiciones de un cierto estado de existencia ). ). En cuanto al agua, que refleja la luz solar, es habitualmente el símbolo del principio plástico ( Prakriti ), la imagen de la "pasividad universal"; y por lo demás este símbolo, con la misma significación, es común a todas las doctrinas tradicionales ( NA: A este respecto, uno puede remitirse en particular al comienzo del Génesis, I, 2: "Y el Espíritu Divino era llevado sobre la faz de las Aguas". Hay en este pasaje una indicación muy clara relativamente a los dos principios complementarios de los que hablamos aquí, donde el Espíritu corresponde a Purusha y las aguas a Prakriti. Desde un punto de vista diferente, pero no obstante relacionado analógicamente con el precedente, el Ruahh Elohim del texto hebraico es asimilable también a Hamsa, el Cisne simbólico, vehículo de Brahma, que incuba el Brahmânda, el "Huevo del Mundo" contenido en las Aguas primordiales; y es menester destacar que Hamsa es igualmente el "soplo" ( spiritus ), lo que es el sentido primero de Ruahh en hebreo. En fin, si uno se coloca especialmente en el punto de vista de la constitución del mundo corporal, Ruahh es el Aire ( Vâyu ); y si eso no debiera llevarnos a consideraciones demasiado largas, podríamos mostrar que hay una concordancia perfecta entre la Biblia   y el Vêda en lo que concierne al orden de desarrollo de los elementos sensibles. En todo caso, se puede encontrar, en lo que acabamos de decir, la indicación de tres sentidos superpuestos, que se refieren respectivamente a los tres grados fundamentales de la manifestación ( informal, sutil y grosera ), que son designados como los "tres mundos" ( Tribhuvana ) por la tradición hindú. — Estos tres mundos figuran también en la Qabbalah   hebraica bajo los nombres de Beriah, Ietsirah y Asiah; por encima de ellos está Atsiluth que es el estado principial de no manifestación. ). Aquí, sin embargo, es menester aportar una restricción a su sentido general, ya que Buddhi, aunque es informal y supraindividual, es todavía manifestado, y, por consecuencia, depende de Prakriti de quien es la primera producción; así pues, el agua no puede representar aquí más que el conjunto potencial de las posibilidades formales, es decir, el dominio de la manifestación en modo individual, y así deja fuera de ella esas posibilidades informales que, aunque corresponden a estados de manifestación, sin embargo deben ser referidas a lo Universal ( NA: Si se deja al símbolo del agua su significación general, el conjunto de las posibilidades formales es designado como las "Aguas inferiores", y el de las posibilidades informales como las "Aguas superiores". La separación de las "Aguas inferiores" y de las "Aguas superiores", bajo el punto de vista cosmogónico, se encuentra descrito también en el Génesis, I, 6 y 7; hay que destacar que la palabra Maim, que designa el agua en hebreo, tiene la forma del dual, lo que, entre otras significaciones, puede referirse al "doble caos" de las posibilidades formales e informales en el estado potencial. Las Aguas primordiales antes de la separación, son la totalidad de las posibilidades de manifestación, en tanto que constituyen el aspecto potencial del Ser Universal, lo que es propiamente Prakriti. Hay todavía otro sentido superior del mismo simbolismo, que se obtiene transponiéndole más allá del Ser mismo: las Aguas representan entonces la Posibilidad Universal, considerada de una manera absolutamente total, es decir, en tanto que abarca a la vez, en su infinitud, el dominio de la manifestación y el de la no manifestación. Este último sentido es el más elevado de todos; en el grado inmediatamente inferior, en la polarización primordial del Ser, tenemos a Prakriti, con la cual no estamos todavía más que en el principio de la manifestación. Después, al continuar descendiendo, podemos considerar los tres grados de ésta como hemos hecho precedentemente: tenemos entonces, para los dos primeros, el "doble caos" del que hemos hablado, y finalmente, para el mundo corporal, el Agua en tanto que elemento sensible ( Ap ), que se encuentra comprendida por lo demás ya implícitamente, como todo lo que pertenece a la manifestación grosera, en el dominio de las "Aguas inferiores", ya que la manifestación sutil desempeña el papel de principio inmediato y relativo en relación a esta manifestación grosera. — Aunque estas explicaciones sean un poco largas, pensamos que no serán inútiles para hacer comprender, con ejemplos, como se puede considerar una pluralidad de sentidos y de aplicaciones en los textos tradicionales. ). 3124 HDV V

La pérdida del Grial, o de alguno de sus equivalentes simbólicos, es en suma la pérdida de la tradición con todo lo que ésta conlleva; por lo demás, a decir verdad, esta tradición es más bien ocultada que perdida, o al menos no puede estar perdida más que para algunos centros secundarios, cuando éstos cesan de estar en relación directa con el centro supremo. En cuanto a este último, guarda siempre intacto el depósito de la tradición, y no es afectado por los cambios que sobrevienen en el mundo exterior; tanto es así que, según diversos Padres de la Iglesia, y concretamente San Agustín, el diluvio no ha podido alcanzar el Paraíso terrestre, que es «La habitación de Henoch y la Tierra de los Santos» («Y Henoch marchó con Dios, y ya no apareció más (en el mundo visible o exterior), porque se lo llevo Dios» (Génesis, V, 24). Habría sido transportado entonces al Paraíso terrestre; eso es lo que piensan también algunos teólogos como Tostat y Cajetan. — Sobre la «Tierra de los Santos» o «Tierra de los Vivos», ver lo que se dirá más adelante.), y cuya cima «toca la esfera lunar», es decir, se encuentra más allá del dominio del cambio (identificado al «mundo sublunar»), en el punto de comunicación de la Tierra y de los Cielos (Esto es conforme al simbolismo empleado por Dante  , que sitúa el Paraíso terrestre en la cima de la montaña del Purgatorio, que se identifica en él a la «montaña polar» de todas las tradiciones.). Pero, del mismo modo que el Paraíso terrestre ha devenido inaccesible, el centro supremo, que es en el fondo la misma cosa, puede, en el curso de un cierto periodo, no estar manifestado exteriormente, y entonces se puede decir que la tradición está perdida para el conjunto de la humanidad, ya que no es conservada más que en algunos centros rigurosamente cerrados, y la masa de los hombres no participa ya en ella de una manera consciente y efectiva, contrariamente a lo que había tenido lugar en el estado original (La tradición hindú enseña que no había en el origen más que una sola casta, que era denominada Hamsa; eso significa que todos los hombres poseían entonces normal y espontáneamente el grado espiritual que es designado por este nombre, y que queda más allá de la distinción de las cuatro castas actuales.); tal es precisamente la condición de la época actual, cuyo comienzo, por lo demás, se remonta mucho más allá de lo que es accesible a la historia ordinaria y «profana». Así pues, la pérdida de la tradición, según los casos, puede ser entendida en este sentido general, o bien puede referirse al oscurecimiento del centro espiritual que regía más o menos invisiblemente los destinos de un pueblo particular o de una civilización determinada; es menester pues, cada vez que se encuentra un simbolismo que se refiere a su pérdida, examinar si debe ser interpretado en uno u otro sentido. 5859 EL REY DEL MUNDO CAPÍTULO V

Se debe comprender desde ahora que la totalización efectiva del ser, al estar más allá de toda condición, es la misma cosa que lo que la doctrina hindú llama la "Liberación" ( Moksha ), o lo que el esoterismo islámico   llama la "Identidad Suprema" ( Sobre este punto, ver los últimos capítulos de El Hombre y su devenir según el Vêdânta. ). Por lo demás, en esta última forma tradicional, se enseña que el "Hombre Universal", en tanto que es representado por el conjunto "Adam-Eva", tiene el número de Allah, lo que es en efecto una expresión de la "Identidad Suprema" ( NA: Este número, que es 66, se da por la suma de los valores numéricos de las letras que forman los nombres Adam wa Hawâ. Según el Génesis hebraico, el hombre, "creado macho y hembra", es decir, en un estado androgínico, es "a la imagen de Dios"; y, según la tradición islámica, Allah ordenó a los ángeles adorar al hombre ( Qorân, II, 34; XVII, 61; XVIII, 50 ). El estado androgínico original es el estado humano completo, en el que los complementarios, en lugar de oponerse, se equilibran perfectamente; tendremos que volver sobre este punto después. Aquí agregaremos solamente, que, en la tradición hindú, una expresión de este estado se encuentra contenida simbólicamente en la palabra Hamsa, donde los dos polos complementarios del ser están, además, puestos en correspondencia con las dos fases de la respiración, que representan las de la manifestación universal. ). A propósito de esto, es menester hacer una precisión que es en extremo importante, ya que se podría objetar que la designación de "Adam-Eva", aunque sea ciertamente susceptible de transposición, no se aplica, en su sentido propio, más que al estado humano primordial: es que, si la "Identidad Suprema" no está realizada efectivamente más que en la totalización de los estados múltiples, se puede decir que en cierto modo ya está realizada virtualmente en el "estado edénico", en la integración del estado humano llevado a su centro original, centro que, por lo demás, como se verá, es el punto de comunicación directa con los demás estados ( NA: Los dos estados que indicamos aquí en la realización de la "Identidad Suprema" corresponden a la distinción que ya hemos hecho en otra parte entre lo que podemos llamar la "inmortalidad efectiva" y la "inmortalidad virtual" ( ver El Hombre y su devenir según el Vêdânta, XVIII ). ). 6048 EL SIMBOLISMO DE LA CRUZ   III

Debemos precisar también otro punto, que se refiere directamente a la consideración del "Hombre Universal": hemos hablado más atrás de éste como constituido por el conjunto "Adam-Eva", y hemos dicho en otra parte que la pareja Purusha-Prakriti, ya sea en relación a toda la manifestación, ya sea más particularmente en relación a un estado de ser determinado, puede considerarse como equivalente al "Hombre Universal" ( Ver El Hombre y su devenir según el Vêdânta, capítulo IV. ). Por consiguiente, desde este punto de vista, la unión de los complementarios deberá considerarse como constituyendo el "Andrógino" primordial del que hablan todas las tradiciones; sin extendernos más sobre esta cuestión, podemos decir que lo que es menester entender aquí, es que, en la totalización del ser, los complementarios deben encontrarse efectivamente en un equilibrio perfecto, sin ningún predominio de uno sobre el otro. Por otra parte, hay que destacar que a este "Andrógino" se le atribuye en general la forma esférica ( A este respecto, se conoce el discurso que Platón, en el Banquete  , pone en boca de Aristófanes, y cuyo valor simbólico, no obstante evidente, la mayoría de los comentadores modernos desconocen casi por completo. Se encuentra algo completamente similar en un cierto aspecto del simbolismo del yin-yang extremo oriental, que vamos a tratar más adelante. ), que es la menos diferenciada de todas, puesto que se extiende igualmente en todas las direcciones, y que los pitagóricos consideraban como la forma más perfecta y como la figura de la totalidad universal ( Entre todas las líneas de igual longitud, la circunferencia es la que envuelve la superficie máxima; del mismo modo, entre los cuerpos de igual superficie, la esfera es el que contiene el volumen máximo; desde el punto de vista puramente matemático, esa es la razón por la que estas figuras se consideraban como las más perfectas. Leibnitz se ha inspirado en esta idea en su concepción del "mejor de los mundos", que define, entre la multitud indefinida de todos los mundos posibles, como el que encierra más ser o realidad positiva; pero, como ya lo hemos indicado, la aplicación que hace así de esta idea está desprovista de todo alcance metafísico verdadero. ). Para dar así la idea de la totalidad, así como ya lo hemos dicho, la esfera debe ser indefinida, como lo son los ejes que forman la cruz, y que son tres diámetros rectangulares de esta esfera; en otros términos, debido a que la esfera, está constituida por la irradiación misma de su centro, no se cierra jamás, puesto que esta irradiación es indefinida y llena el espacio entero por una serie de ondas concéntricas, cada una de las cuales reproduce las dos fases de concentración y de expansión de la vibración inicial ( NA: Esta forma esférica luminosa, indefinida y no cerrada, con sus alternativas de concentración y de expansión ( sucesivas desde el punto de vista de la manifestación, pero en realidad simultáneas en el "eterno presente" ), es, en el esoterismo islámico, la forma de la Rûh muhammadiyah; es a esta forma total del "Hombre Universal" a la que Dios ordenó a los Ángeles adorar, así como se ha dicho más atrás; y la percepción de esta misma forma está implícita en uno de los grados de la iniciación islámica. ). Estas dos fases son por lo demás, ellas mismas, una de las expresiones del complementarismo ( NA: Hemos indicado más atrás que esto, en la tradición hindú está expresado por el simbolismo de la palabra Hamsa. Se encuentra también en algunos textos tántricos, puesto que la palabra aha simboliza la unión de Shiva y Shakti, representados respectivamente por la primera y la última letra del alfabeto sánscrito ( del mismo modo que, en la partícula hebraica eth, el aleph y el thau representan la "esencia" y la "sustancia" de un ser ). ); si, saliendo de las condiciones especiales que son inherentes a la manifestación ( en modo sucesivo ), se las considera en simultaneidad, ambas se equilibran una a la otra, de suerte que su reunión equivale en realidad, a la inmutabilidad principial, del mismo modo que la suma de los desequilibrios parciales por los cuales se realiza toda manifestación constituye siempre e invariablemente el equilibrio total. 6112 EL SIMBOLISMO DE LA CRUZ VI

También está la figura de otra ave, más difícil de interpretar exactamente, la cual ocupa quizá el lugar del signo de Libra, pero cuya posición se encuentra, en todo caso, mucho más próxima del Polo que del Zodiaco, pues una de sus alas corresponde inclusive a las estrellas de la Osa Mayor, lo cual, según lo que decíamos anteriormente, no podría en suma sino confirmar esa suposición. En cuanto a la naturaleza de esta ave, se encaran dos hipótesis: la de una paloma, que en efecto podría tener cierta relación con el simbolismo del Graal, y la de una oca o, diríamos más bien, de un cisne que empolla el "Huevo del Mundo", es decir, un equivalente del Hamsa hindú; a decir verdad, esta segunda hipótesis nos parece muy preferible, pues el símbolo del cisne está estrechamente vinculado con el Apolo hiperbóreo, y ello hasta de modo más especial según el aspecto que aquí hemos considerado, ya que los griegos hacían de Cicno el hijo de Apolo y de Hiria, es decir, del Sol y de la " tierra solar", pues Hiria no es sino otra forma de Siria, de modo que siempre se trata de la "isla sagrada", y sería harto sorprendente que en su representación no se encontrase el cisne (La relación así establecida entre las dos figuras: el Hamsa y el Gáruda, es también muy normal, pues ocurre incluso que ambas se reúnan en la de una sola ave, en la cual parece que haya de verse el origen primero del águila bicéfala heráldica, aunque ésta aparezca más bien como un doble Gáruda, pues el ave Hamsa-Gáruda tiene, naturalmente, una cabeza de cisne y otra de águila). 6780 SFCS   LA TIERRA DEL SOL

Además, este germen es doble en el signo de Cáncer, y sus dos partes idénticas se sitúan en posiciones inversas, representando por eso mismo dos términos complementarios: es el yang y el yín de la tradición extremo-oriental, donde el símbolo yin-yang que los reúne tiene precisamente forma análoga. Este símbolo, en cuanto representativo de las revoluciones cíclicas, cuyas fases están vinculadas con el predominio alternativo del yang y del yin, se halla en relación con otras figuras de gran importancia desde el punto de vista tradicional, como la del svástika, y también la de la doble espiral, que se refiere al simbolismo de los dos hemisferios. Éstos, el uno luminoso y el otro oscuro (yang, en su sentido original, es el lado de la luz, y yin el de la sombra), son las dos mitades del "Huevo del Mundo", asimiladas respectivamente al Cielo y la Tierra (Estos dos hemisferios estaban figurados entre los griegos por los tocados redondos de los Dioscuros, que son las dos mitades del huevo de Leda, es decir, del huevo de cisne, que, como también el huevo de serpiente, representa el "Huevo del Mundo" (cf. el Hamsa (’cisne’ o ’ganso silvestre’) de la tradición hindú)). Son también, para cada ser, y siempre en virtud de la analogía entre "microcosmo" y "macrocosmo", las dos mitades del Andrógino primordial, que generalmente se describe, de modo simbólico, como de forma esférica (Ver, por ejemplo, el discurso que Platón pone en el Banquete en boca de Aristófanes, cuyo valor simbólico, empero evidente, los comentarios modernos cometen el error de desconocer. Hemos desarrollado las consideraciones concernientes a esta forma esférica en Le Symbolisme de la Croix); esta forma esférica es la del ser completo que está en virtualidad en el germen originario, y que debe ser reconstituido en su plenitud efectiva al término del desarrollo cíclico individual. 6852 SFCS EL JEROGLIFICO DE CÁNCER