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Obras: Arca

sexta-feira 2 de fevereiro de 2024

  

A veces, la fuerza de la que acabamos de hablar, o más exactamente la síntesis de la influencia espiritual con esta fuerza colectiva a la que «se incorpora» por así decir, puede concentrarse sobre un «soporte» de orden corporal, tal como un lugar o un objeto determinado, que juega el papel de un verdadero «condensador» (NA: En parecido caso, se trata de una constitución comparable a la de un ser vivo completo, con un «cuerpo» que es el «soporte» del que se trate, un «alma» que es la fuerza colectiva, y un «espíritu» que es naturalmente la influencia espiritual que actúa exteriormente por el medio de los otros dos elementos.), y producir en él manifestaciones sensibles, como las que cuenta la Biblia   hebraica sobre el Arca de la Alianza y el Templo de Salomón; aquí se podrían citar también como ejemplos, a un grado o a otro, los lugares de peregrinaje, las tumbas y las reliquias de los santos o de otros personajes venerados por los adherentes de tal o de cual forma tradicional. En eso es donde reside la causa principal de los «milagros» que se producen en las diversas religiones, ya que se trata de hechos cuya existencia es incontestable y no se limitan a una religión determinada; por lo demás, no hay que decir que, a pesar de la idea que uno se hace de ello vulgarmente, estos hechos no deben ser considerados como contrarios a las leyes naturales, como tampoco, desde otro punto de vista, lo «supraracional» no debe tomarse por lo «irracional». En realidad, lo repetimos todavía, las influencias espirituales tienen también sus leyes, que, aunque de un orden diferente al de las fuerzas naturales (tanto psíquicas como corporales), por eso no dejan de presentar con ellas algunas analogías; así, es posible determinar circunstancias particularmente favorables a su acción, que podrán provocar y dirigir, si poseen los conocimientos necesarios a este efecto, aquellos que son sus dispensadores en razón de las funciones de las que están investidos en una organización tradicional. Importa destacar que los «milagros» de los que se trata aquí son, en sí mismos e independientemente de su causa, que es la única que tiene un carácter «transcendente», fenómenos puramente físicos, perceptibles como tales por uno o varios de los cinco sentidos externos; por lo demás, tales fenómenos son los únicos que puedan ser constatados general e indistintamente por toda la masa del pueblo o de los «creyentes» ordinarios, cuya comprensión efectiva no se extiende más allá de los límites de la modalidad corporal de la individualidad. 654 APERCEPCIONES SOBRE LA INICIACIÓN LA PLEGARIA Y EL ENCANTAMIENTO

Puesto que ya hemos indicado la identidad simbólica existente entre el triángulo invertido y el corazón, no resulta ocioso agregar que a este último puede igualmente atribuírsele un sentido trinitario. Encontramos la prueba de ello en una lámina dibujada y grabada por Callot para una tesis sostenida en 1625, y de la que ya trató el R. P. Anizán en esta misma Revista (diciembre de 1922). A la cabeza de la composición se halla figurado el Corazón de Cristo, conteniendo tres iod, la primera letra del nombre de Jehovah en hebreo; estas tres iod eran además consideradas como formando por sí solas un nombre divino, que resulta bastante natural interpretar como una expresión de la Trinidad. "Hoy escribía al respecto el R. P. Anizán- adoramos el ’Corazón de Jesús, Hijo del Padre Eterno’; el ’Corazón de Jesús unido sustancialmente al Verbo de Dios’; el Corazón de Jesús, formado por el Espíritu Santo en el seno de la Virgen María’. ¿Cómo extrañarse de que en 1625 haya sido atestiguado el augusto contacto del Corazón de Jesús con la Santa Trinidad? En el siglo XII, algunos teólogos han visto a este Corazón como el ’Santo de los Santos’ y como el ’Arca del Testamento’4. Esta verdad no podía perderse: su expresión misma logra la adhesión del espíritu. De hecho ella no se perdió. En un Diurnal aparecido en Amberes en 1616, leemos esta bella plegaria: ’Oh Corazón dulcísimo de Jesús, donde todo bien reside, órgano de la siempre adorable Trinidad, en vos me confío, en vos me refugio totalmente’. Ese ’Órgano de la Santísima Trinidad’ helo aquí, claramente representado: es el Corazón con las tres iod. Y este Corazón de Cristo, órgano de la Trinidad, nuestra lámina nos dice en una palabra que es el ’principio del orden’: Praedestinatio Christi est ordinis origo". 2016 EMS V: A PROPÓSITO DE LOS SIGNOS CORPORATIVOS Y DE SU SENTIDO ORIGINAL

Se pueden también tomar las cosas en el orden inverso, e incluso impulsándolas aún más lejos de lo que acaba de decirse: no solamente todo lo que ha sido enumerado, es decir, la Tierra de Israel, la montaña de Sión, el Templo, el Santo de los Santos o el Tabernáculo, pero todavía, tras éste, el Arca de la Alianza que estaba en el Tabernáculo, y, en fin, sobre el Arca de la Alianza misma, el lugar preciso de la manifestación de la Shekinah, situada entre los dos Kerubim, representan como otras tantas aproximaciones sucesivas de lo que podemos denominar el "Polo espiritual", según un simbolismo común a todas las tradiciones y lo que ya hemos tenido ocasión de indicar precedentemente: es, podría decirse, como el punto de contacto del Cielo y de la Tierra. Hemos explicado en otro lugar que Dante  , por su lado, ha presentado precisamente a Jerusalén como el "Polo espiritual" de nuestro mundo; y es que lo es todavía en otro sentido, y más efectivamente que nunca, desde el Cristianismo, como siendo el lugar donde se ha elevado la cruz del Salvador, que se identifica con el "Arbol de Vida", es decir, con el "Eje del Mundo" ; su función, que antaño se relacionaba especialmente con el pueblo hebreo, se ha universalizado en cierto modo, desde que se ha cumplido el misterio de la Redención. 2124 EMS XII: LA TIERRA SANTA Y EL CORAZÓN DEL MUNDO

La comparación del Corazón y del Templo, a la cual se alude aquí, la hemos encontrado más particularmente en la Kábala hebrea, y, según lo indicábamos anteriormente, se pueden poner en conexión con ella las expresiones de ciertos teólogos medievales que asimilan el Corazón de Cristo al Tabernáculo o al Arca de la Alianza, Por lo demás, en lo que respecta a la consideración de los movimientos vertical y horizontal, hay referencia a un aspecto del simbolismo de la cruz  , especialmente desarrollado en ciertas escuelas de esoterismo musulmán, sobre las cuales hablaremos quizás alguna vez; en efecto, de ese simbolismo se trata en la continuación del mismo estudio, del cual extraeremos una última cita, cuyo comienzo podrá relacionarse con lo que hemos dicho, con motivo de los símbolos del centro, acerca de la cruz en el circulo y acerca de la esvástica. 2156 EMS XV: CORAZÓN Y CEREBRO

En figura de pez, Vishnú, al final del Manvantara que precede al nuestro, se aparece a Satyavrata, que, con el nombre de Vaivaswata, será el Manú o Legislador del ciclo actual. El le anuncia que el mundo va a ser destruido por las aguas, y le ordena construir el Arca en la cual deberán encerrarse los gérmenes del mundo futuro; luego, siempre bajo la misma forma, guía él mismo el Arca sobre las aguas durante el cataclismo. Esta representación del Arca conducida por el pez divino es de las más notables: Charbonneau-Lassay   cita en su estudio "el ornamento pontifical decorado de figuras bordadas que envolvía los restos de un obispo lombardo de los siglos VIII o IX, y sobre el cual se ve una barca transportada por el pez, imagen del Cristo sosteniendo a su Iglesia"; ahora bien, se sabe que el arca ha sido frecuentemente considerada como una figura de la Iglesia; luego es la misma idea la que encontramos así expresada a la vez en el simbolismo hindú y en el simbolismo cristiano. 2170 EMS XVI: A PROPÓSITO DEL PEZ

Malkuth es «el depósito donde se reúnen las aguas que vienen del río de arriba, es decir, todas las emanaciones (gracias o influencias espirituales) que ella difunde en abundancia» (P. Vulliaud  , La Kabbale   juive, tomo I, p. 509.). Este «río de arriba» y las aguas que descienden de él recuerdan extrañamente al papel atribuido al río celeste Gangâ en la tradición hindú: y se podría hacer observar también que la Shakti, de la que Gangâ es un aspecto, no deja de presentar algunas analogías con la Shekinah, aunque no fuera más que en razón de la función «providencial» que les es común. El depósito de las aguas celestes es naturalmente idéntico al centro espiritual de nuestro mundo: desde allí parten los cuatro ríos del Pardes, que se dirigen hacía los cuatro puntos cardinales. Para los Judíos, este centro espiritual se identifica a la colina de Sión, a la que aplican la denominación de «Corazón del Mundo», por lo demás común a todas las «Tierras Santas», y que, para ellos, deviene así en cierto modo el equivalente del Mêru de los hindúes o del Alborj de los persas (En los Samaritanos, es el monte Garizim el que desempeña el mismo papel y el que recibe las mismas denominaciones: él es la «Montaña bendita», la «Colina eterna», el «Monte de la Herencia», la «Casa de Dios» y el Tabernáculo de sus Ángeles, la mansión de la Shekinah; es identificado incluso a la «Montaña primordial» (Har Qadim) donde estuvo el Edén, y que no fue sumergido por las aguas del diluvio.). «El Tabernáculo de la Santidad de Jehovah, la residencia de la Shekinah, es el Santo de los Santos que es el corazón del Templo, que es, él mismo, el centro de Sión (Jerusalem), como la santa Sión es el centro de la Tierra de Israel, como la Tierra de Israel es el centro del mundo» (La Kabbale juive, tomo I, p. 509.). Se puede incluso llevar las cosas todavía más lejos: no solo todo lo que se enumera aquí, tomándolo en el orden inverso, sino también, después del Tabernáculo en el Templo, el Arca de la Alianza en el Tabernáculo, y, sobre el Arca de la Alianza misma, el lugar de manifestación de la Shekinah (entre los dos Kerubim), representan como otras tantas aproximaciones sucesivas del «Polo espiritual». 5882 EL REY DEL MUNDO CAPÍTULO VI

Sobre este último punto, ya hemos hecho notar en particular la similitud de Lhassa, centro del Lamaísmo, con el Agarttha; agregaremos ahora que, incluso en Occidente, se conocen todavía al menos dos ciudades cuya disposición topográfica presenta particularidades que, en el origen  , han tenido una razón de ser semejante: Roma y Jerusalém (y ya hemos visto más atrás que esta última era efectivamente una imagen visible de la misteriosa Salem de Melki-Tsedeq). En efecto, así como ya lo hemos indicado más atrás, había en la antigüedad lo que se podría llamar una geografía sagrada, o sacerdotal, y la posición de las ciudades y de los templos no era arbitraria, sino determinada según leyes muy precisas (El Timeo de Platón parece contener, bajo una forma velada, algunas alusiones a la ciencia de que se trata.); por esta observación se pueden presentir los lazos que unían el «arte sacerdotal» y el «arte real» al arte de los constructores (Se recordará aquí lo que hemos dicho del título de Pontifex; por otra parte, la expresión de «arte real» ha sido conservada por la Masonería moderna.), así como las razones por las que las antiguas corporaciones estaban en posesión de una verdadera tradición iniciática (En los Romanos, Janus era a la vez el dios de la iniciación a los Misterios y el de las corporaciones de artesanos (Collegia fabrorum); hay en esta doble atribución un hecho particularmente significativo.). Por lo demás, entre la fundación de una ciudad y la constitución de una doctrina (o de una nueva forma tradicional, por adaptación a condiciones definidas de tiempo y de lugar), había una relación tal que la primera era frecuentemente tomada para simbolizar a la segunda (Citaremos como ejemplo el símbolo de Anfión al construir los muros de Thebas con los sonidos de su lyra; se verá enseguida lo que indica el nombre de esta ciudad de Thebas. Se sabe cuánta importancia tenía la lyra en el Orfismo y el Pitagorismo; hay que indicar que, en la tradición china, se trata frecuentemente de instrumentos de música que desempeñan un papel similar, y es evidente que lo que se dice de ellos debe entenderse simbólicamente.). Naturalmente, se debía recurrir a precauciones especiales cuando se trataba de fijar el emplazamiento de una ciudad que estaba destinada a devenir, bajo una relación u otra, la metrópoli de toda una parte del mundo; y los nombres de las ciudades, así como lo que se refiere a las circunstancias de su fundación, merecerían ser examinados cuidadosamente bajo este punto de vista (En lo que concierne a los nombres, se habrán podido encontrar algunos ejemplos en lo que precede, concretamente para aquellos que se vinculan a la idea de blancura, y vamos a indicar todavía algunos otros. Habría que decir mucho también sobre los objetos sagrados a los cuales estaban ligadas, en algunos casos, el poder y la conservación misma de la ciudad: tal era el legendario Palladium de Troya; tales eran también, en Roma, los escudos de los Salios (de los que se decía que habían sido tallados en un aerolito de los tiempos de Numa; el Colegio de los Salios se componía de doce miembros); estos objetos eran soportes de «influencias espirituales» como el Arca de la Alianza en los hebreos.). 5951 EL REY DEL MUNDO CAPÍTULO XI

Sin extendernos sobre estas consideraciones que no se refieren más que indirectamente a nuestro tema, diremos también que un centro del género de aquellos de los que acabamos de hablar existía en Creta en la época prehelénica (El nombre de Minos   es por sí mismo una indicación suficiente a este respecto, como el de Ménès en lo que concierne a Egipto; remitimos también, en cuanto a Roma, a lo que hemos dicho de Numa, y recordaremos la significación del de Shlomoh para Jerusalem. — A propósito de Creta, señalamos de pasada el uso del Laberinto, como símbolo característico, por los constructores de la edad media; lo más curioso es que el recorrido del Laberinto trazado sobre el enlosado de algunas iglesias era considerado como reemplazando al peregrinaje a Tierra Santa para aquellos que no podían cumplirlo.), y que parece que Egipto haya contado con varios de ellos, probablemente fundados en épocas sucesivas, como Menfis y Thebas (Se ha visto también que Delfos había desempeñado este papel para Grecia; su nombre evoca el del delfín, cuyo simbolismo es muy importante. — Otro nombre destacable es Babilonia: Bab-Ilu significa «puerta del Cielo», lo que es una de las cualificaciones aplicadas por Jacob a Luz; por lo demás, puede tener también el sentido de «casa de Dios», como Beith-El; pero deviene sinónimo de «confusión» (Babel) cuando se pierde la tradición: es entonces la inversión del símbolo, la Janua Inferni que toma el lugar de la Janua Coeli.). El nombre de esta última ciudad, que fue también el de una ciudad griega, debe retener más particularmente nuestra atención, como designación de centros espirituales, en razón de su identidad manifiesta con el de la Thebah hebraica, es decir, con el del Arca del diluvio. Éste es también una representación del centro supremo, considerado especialmente en tanto que asegura la conservación de la tradición, en el estado de repliegue en cierto modo (Este estado es asimilable al que representa para el comienzo de un ciclo el «Huevo del Mundo», que contiene en germen todas las posibilidades que se desarrollarán en el curso del ciclo; el Arca contiene del mismo modo todos los elementos que servirán a la restauración del mundo, y que son así los gérmenes de su estado futuro.), en el periodo transitorio que es como el intervalo de dos ciclos y que está marcado por un cataclismo cósmico que destruye el estado anterior del mundo para hacer lugar a un estado nuevo (Es también una de las funciones del «Pontificado» asegurar el paso o la transmisión tradicional de un ciclo a otro; la construcción del Arca tiene aquí el mismo sentido que la de un puente simbólico, ya que ambos están destinados igualmente a permitir el «paso de las aguas», que tiene por lo demás significaciones múltiples.). El papel del Noah bíblico (Se observará también que Noé es designado como habiendo sido el primero que plantó la viña (Génesis, IX, 20), hecho que hay que aproximar a lo que hemos dicho más atrás sobre la significación simbólica del vino y su papel en los ritos iniciáticos, a propósito del sacrificio de Melquisedek.) es semejante al que desempeña en la tradición hindú Satyavrata, que deviene después, bajo el nombre de Vaivaswasta, el Manu actual; pero hay que destacar que, mientras que esta última tradición se refiera así al comienzo del presente Manvantara, el diluvio bíblico marca solo el comienzo de otro ciclo más restringido, comprendido en el interior de este mismo Manvantara (Una de las significaciones históricas del diluvio bíblico puede ser aproximada al cataclismo en el que desapareció la Atlántida.); no se trata del mismo acontecimiento, sino solo de dos acontecimientos análogos entre ellos (La misma observación se aplica naturalmente a todas las tradiciones diluvianas que se encuentran en un gran número de pueblos; las hay que conciernen a ciclos todavía más particulares, y es concretamente el caso, en los griegos, de los diluvios de Deucalion y de Ogygès.). 5952 EL REY DEL MUNDO CAPÍTULO XI

Lo que es también muy digno de ser notado aquí, es la relación que existe entre el simbolismo del Arca y el del arcoiris, relación que está sugerida, en el texto bíblico, por la aparición de este último después del diluvio, como signo de la alianza entre Dios y las criaturas terrestres (Génesis IX, 12-l7.). El Arca, durante el cataclismo, flota sobre el Océano de las aguas inferiores; el arcoiris, en el momento que marca el restablecimiento del orden y la renovación de todas las cosas, aparece «en la nube», es decir, en la región de las aguas superiores. Por consiguiente, se trata de una relación de analogía en el sentido más estricto de esta palabra, es decir, que las dos figuras son inversas y complementarias la una de la otra: la convexidad del Arca está vuelta hacia abajo, la del arcoiris hacia arriba, y su reunión forma una figura circular o cíclica completa, figura de la que son como las dos mitades (Estas dos mitades corresponden a las del «Huevo del Mundo» como las «aguas superiores» y las «aguas inferiores» mismas; durante el periodo de trastorno, la mitad superior ha devenido invisible, y es en la mitad inferior donde se produce entonces lo que Fabre d’Olivet   denomina el «amontonamiento de las especies». — Las dos figuras complementarias en cuestión, bajo un cierto punto de vista, pueden ser asimiladas también a dos crecientes lunares vueltos en sentido inverso (siendo uno como el reflejo del otro y su simétrico en relación a la línea de separación de las aguas), lo que se refiere al simbolismo de Janus, uno de cuyos emblemas es el navío. Se observará también que hay una suerte de equivalencia simbólica entre el creciente, la copa y el navío, y que la palabra «bajel» sirve para designar a la vez a estas dos últimas (el «Santo Bajel» es una de las denominaciones más habituales del Grial en la edad media).). Esta figura estaba en efecto completa en el comienzo del ciclo: es la sección vertical de una esfera cuya sección horizontal es representada por el recinto circular del Paraíso terrestre (Esta esfera es también el «Huevo del Mundo»; el Paraíso terrestre se encuentra en el plano que le divide en sus dos mitades superior e inferior, es decir, en el límite del Cielo y de la Tierra.); y éste está dividido por una cruz que forman los cuatro ríos salidos de la «montaña polar» (Los kabbalistas hacen corresponder a estos cuatro ríos las cuatro letras que forman en hebreo la palabra Pardés; ya hemos señalado en otra parte su relación analógica con los cuatro ríos de los Infiernos (Ver El Esoterismo de Dante  , ed. francesa de 1957, p. 63).). La reconstitución debe operarse al final del mismo ciclo; pero entonces, en la figura de la Jerusalem celeste, el círculo está reemplazado por un cuadrado (Este reemplazo corresponde al del simbolismo vegetal por el simbolismo mineral, reemplazo cuya significación ya hemos indicado en otra parte (El Esoterismo de Dante, ed. francesa de 1957, p. 67). — Las doce puertas de la Jerusalem celeste corresponden naturalmente a los doce signos del Zodiaco, así como a las doce tribus de Israel; así pues, se trata de una transformación del ciclo zodiacal, consecutiva a la detención de la rotación del mundo y a su fijación en un estado final que es la restauración del estado primordial, cuando esté acabada la manifestación sucesiva de las posibilidades que éste contenía. El «Arbol de la Vida», que estaba en el centro del Paraíso terrestre, está igualmente en el centro de la Jerusalem celeste, y aquí tiene doce frutos; éstos presentan una cierta similitud con los doce Adityas, como el «Árbol de la Vida» mismo la tiene con Aditi, la esencia única e indivisible de la que han salido.), y esto indica la realización de lo que los hermetistas designaban simbólicamente como la «cuadratura del círculo»: la esfera, que representa el desarrollo de las posibilidades por la expansión del punto primordial y central, se transforma en un cubo cuando este desarrollo está acabado y cuando se alcanza el equilibrio final para el ciclo considerado (Se podría decir que la esfera y el cubo corresponden aquí respectivamente a los dos puntos de vista dinámico y estático; las seis caras del cubo están orientadas según las tres dimensiones del espacio, como los seis brazos de la cruz trazada a partir del centro de la esfera. — En lo que concierne al cubo, será fácil hacer una aproximación con el símbolo masónico de la «piedra cúbica», que se refiere igualmente a la idea de acabado y de perfección, es decir, a la realización de la plenitud de las posibilidades implicadas en un cierto estado.). 5953 EL REY DEL MUNDO CAPÍTULO XI

Para volver al lapsit exillis, señalaremos que algunos lo han relacionado con la Lia Fail o ’piedra del destino’; en efecto, era ésta también una "piedra parlante" y, además, podía ser en cierto modo una "piedra venida de los cielos", ya que, según la leyenda irlandesa, los Tuatha de Danann la habría traído consigo de su primera morada, a la cual se atribuye un carácter "celeste" o al menos "paradisíaco". Sabido es que esa Lia Fail era la piedra de consagración de los antiguos reyes de Irlanda, y que lo fue después la de los de Inglaterra, habiendo sido llevada por Eduardo I, según la opinión más comúnmente aceptada, a la abadía de Westminster; pero lo que puede parecer cuando menos singular es que, por otra parte, esa misma piedra haya sido identificada con la que Jacob consagró en Beyt-el (Cf. Le Roi du Monde, cap. IX). Esto no es todo: esa piedra de Jacob, según la tradición hebrea, parecería haber sido también la que siguió a los israelitas por el desierto y de donde manaba el agua de que ellos bebían (Éxodo, XVII, 5. La bebida dada por esta piedra debe relacionarse con el alimento provisto por el Graal considerado como "vaso de abundancia"), piedra que, según la interpretación de San Pablo  , no era sino el mismo Cristo (I Corintios, X, 4. Se advertirá la relación existente entre la unción de la piedra por Jacob, la de los reyes en el momento de su consagración, y el carácter de Cristo o el Mesías, que es, propiamente, el "Ungido" por excelencia. (Khristós es la traducción griega del hebreo Mashiah, ’ungido’)); habría sido después la piedra setiyáh o ’fundamental’ colocada en el Templo de Jerusalén debajo del lugar del Arca de la Alianza (En el simbolismo de las Sefirót, esta "piedra fundamental" corresponde a Yesód (’fundamento’); la "piedra angular", sobre la cual volveremos en seguida, corresponde a Kéter (’corona’)), marcando así simbólicamente el "centro del mundo", como lo marcaba igualmente, en otra forma tradicional, el Ómphalos délfico (Cf. Le Roi du Monde, cap. IX. El Ómphalos es, por otra parte, un "betilo", designación idéntica a Beyt-el o ’casa de Dios’); y, puesto que estas identificaciones son evidentemente simbólicas, puede decirse con seguridad que en todo ello se trata, en efecto, de una misma y única piedra. 7092 SFCS   "LAPSIT EXILLIS"