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Guénon Charles Marston

quarta-feira 27 de dezembro de 2023, por Cardoso de Castro

  

GUÉNON RESEÑAS: SIR CHARLES MARSTON: La Biblia   ha dicho verdad. Versión francesa de LUCE CLARENCE (Librería Plon, París).

Este libro contiene ante todo, si está permitido expresarlo así, una excelente crítica de la «crítica» bíblica, haciendo sobresalir perfectamente todo lo que hay de parcial en sus métodos y de erróneo en sus conclusiones. Parece por otra parte que la posición de esa «crítica», que se creía tan segura de sí misma, esté hoy día seriamente comprometida a los ojos de muchos, ya que todos los descubrimientos arqueológicos recientes no hacen más que aportarles desmentidos; quizás es la primera vez que tales descubrimientos sirven por fin para algo cuyo alcance rebasa el de la simple erudición... Ni que decir tiene, por lo demás, que los que saben verdaderamente lo que es la Tradición jamás tienen necesidad de ese género de pruebas; pero se debe reconocer que, basándose sobre hechos en cierto modo «materiales» y tangibles, las mismas son particularmente propias para tocar al espíritu moderno, que no es sensible más que a las cosas de este orden. Notaremos especialmente que los resultados adquiridos van directamente al encuentro de todas las teorías «evolucionistas», y que muestran el «monoteísmo» en los orígenes mismos, y en punto ninguno como la conclusión de una larga elaboración a partir de un así dicho «animismo» primitivo. Otro punto interesante es la prueba de la existencia de la escritura alfabética en la época de Moisés e incluso anteriormente; y unos textos casi contemporáneos de éste describen ritos semejantes a los del Pentateuco  , que los «críticos» pretendían ser de institución «tardía»; en fin, numerosos hechos históricos narrados en la Biblia, y cuya autenticidad era contestada, se encuentran desde ahora enteramente confirmados. Bien entendido, quedan todavía, al lado de eso, muchos puntos dudosos en más o menos; y lo que nos parece de temer, es que se quiera ir demasiado lejos en el sentido de un «literalismo» estrecho y exclusivo que sea lo que fuere lo que pueda decirse del mismo nada tiene en absoluto de Tradicional en el verdadero sentido de este término. Es contestable que se pueda hablar de «cronología bíblica» cuando uno se remonta más allá de Moisés; la época de Abraham bien podría estar mucho más atrasada de lo que se supone; y, por lo que es del Diluvio, la fecha que quiere asignársele obligaría a reducir la importancia del mismo a la de una catástrofe local muy secundaria, comparable a los diluvios de Deucalión y de Ogyges. Sería menester también, cuando se trata de los orígenes de la humanidad, no fiarse de la obsesión del Cáucaso y de la Mesopotamia, que, la dicha obsesión tampoco tiene nada de Tradicional, y que ha nacido únicamente de interpretaciones formuladas cuando algunas cosas no eran ya comprendidas en su verdadero sentido. Apenas podemos detenernos aquí sobre algunos puntos más particulares; señalamos empero esto: ¿cómo, reconociendo que «Melquisedek» ha sido tenido por un personaje muy misterioso» en toda la Tradición, puede uno esforzarse en hacer de él simplemente el rey de una pequeña ciudad cualquiera, que ni siquiera se llamaba Salem, sino Jebus? Y todavía, si se quiere situar el país de Madiam más allá del golfo de Akabah, ¿qué se hace de la Tradición siguiendo la cual el emplazamiento de la Zarza ardiente se encuentra en la cripta del monasterio de Santa Catalina, al pie mismo del Sinaí? Pero, bien entendido, todo eso no disminuye en nada el valor de los descubrimientos realmente importantes, que irán sin duda multiplicándose, tanto más cuanto que su comienzo no se remonta en suma más que a una decena de años; y no podemos sino aconsejar la lectura de esta exposición clara y concienzuda a todos los que desean encontrar argumentos contra la «crítica» destructiva y antitradicional. Estamos solamente obligado, para terminar, a formular una «puesta en guardia» bajo otro punto de vista: El autor parece contar con la «metafísica» moderna para explicar o al menos para hacer admitir los milagros, el don de la profecía, y en general las relaciones con lo que el llama bastante desafortunadamente lo «invisible» (un término del que los ocultistas de toda categoría han abusado en demasía); no está por lo demás solo en ese caso, y hemos constatado recientemente otros ejemplos de una semejante tendencia; hay en esto una enojosa ilusión, y hay inclusive, de ese lado, un peligro tanto mayor cuanto menos consciencia se tiene de ello; ¡sería menester no olvidar que los «rusos diabólicos» toman todas las formas, según las circunstancias, y testimonian recursos casi inagotables!