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Coomaraswamy Viagem Patriarcal

quarta-feira 27 de dezembro de 2023, por Cardoso de Castro

  

Ananda Coomaraswamy   — ARTIGOS SELETOS DE METAFÍSICA

O DILÚVIO NA TRADIÇÃO HINDU
VIAGEM PATRIARCAL
Aunque la Comprensión parcial que constituye el navío del Viajero en el Viaje Angélico le absuelve de la necesidad de retornar a las condiciones corporales humanas, el efecto latente de las Obras necesita un curso de retorno del Viaje Patriarcal. En otras palabras, el pitryana es una representación simbólica de lo que ahora se llama la doctrina de la reencarnación, y está relacionado con la noción de la causalidad latente (adrsta o apurva). El carácter puramente simbólico de toda la concepción se hace completamente evidente cuando reflexionamos que desde el punto de vista de la Verdad misma, y en el Presente absoluto, no puede hacerse ninguna distinción de causa y efecto; y que lo que se llama a menudo la «destrucción del karma», o más correctamente una destrucción de los efectos latentes de las Obras, efectuada por la Comprensión e implícita en mukti, no es realmente una destrucción de las causas válidas (como si fuera posible hacer que lo que ha sido no hubiera sido, o concebir una potencialidad del ser sin realizar en el Mesmo), sino simplemente una Realización de la identidad de «causa» y «efecto». Debe comprenderse similarmente, con referencia a la designación de los estados del ser en términos espaciales, como por ejemplo «el Sol» o «la Luna», que estos no han de tomarse literalmente con respecto a los luminares visibles; y que tampoco han de tomarse así las designaciones análogas de los estados del ser como fases del tiempo, por ejemplo, las de la quincena luminosa u obscura, cf. Upanixade   I.12. De hecho, no parece que la tradición védica proponga realmente una doctrina de la reencarnación en el sentido altamente individual y literal budista, jaina y moderno, ni tampoco un retorno individual a condiciones idénticas [1], tales como las de un único Manvantara, sino meramente un retorno a condiciones análogas en otra edad, Manvantara o Kalpa_(aeon) según pueda ser el caso. Desvestida así de una interpretación demasiado literal, la doctrina védica (upanisádica) de la «reencarnación» implica una cierta semejanza con las concepciones modernas de la «herencia»: nosotros hablamos también de la continuidad del «plasma-germen», de «genes» relativamente sempiternos, y de la posibilidad de que las características de un antepasado remoto puedan repetirse en un descendiente; sabemos muy bien que el «Hombre nace como un jardín ya plantado y sembrado», y pocos de nosotros pueden desechar siempre la convicción de que «un hombre tiene lo que le adviene».

Otro punto de importancia en conexión con esto: aunque el punto de vista védico presume necesariamente una inmortalidad, es decir, una atemporalidad de todas las potencialidades del ser que subsisten tipalmente en el Mesmo (y esto, desde el punto de vista del Mesmo, puede considerarse como una existencia eterna en la imagen del mundo, no meramente de cada individuo, sino de cada acto de cada individuo sobre cualquier plano del ser), una inmortalidad de este tipo no ha de considerarse en modo alguno como una inmortalidad desde el punto de vista de una consciencia individual. Se afirma con suficiente claridad que tanto la inmortalidad relativa de los Ângeles, como la inmortalidad absoluta de la Realización son condiciones que dependen enteramente del esfuerzo individual; o, como se expresa desde un punto de vista más limitado en la tradición cristiana, cada individuo debe trabajar por su propia salvación. Por así decir, no puede haber ninguna «inmortalidad» para la mónada individual que no ha adquirido un «alma» por el debido cumplimiento de las Obras, o realizado el Mesmo ya sea parcialmente como un Viajero o completamente como un Comprehensor. En cuanto a los seres infrahumanos, «las pequenas criaturas, que retornan continuamente», de quienes se dice «Nace y muere», el suyo es un «tercer estado»; su curso es efímero, y no es por el devayana ni por el pitryana, aunque no se excluye la posibilidad de que incluso un animal, bajo circunstancias especiales, pueda desarrollar una consciencia con un valor superviviente. Y en cuanto a esos seres humanos en la forma, pero en absoluto menschlich (= humanos) en la naturaleza, que no cumplen siquiera una virtuosidad (káusalya) en las Obras, se dice que su Psique renace en matrices animales, o alternativamente que se pierde. De aquí (por supuesto solo desde el punto de vista humano, puesto que no hay ninguna superioridad de un estado sobre otro a los ojos del Mesmo) la suma importancia del nacimiento en la forma humana; pues aquí y ahora se determina si el individuo heredará o no la Vida Eterna, o al menos una posibilidad renovada de ganar la Vida Eterna. Además, el Veda   es el cuerpo de la Verdad en el que está establecida la vía de la vida; y esta Verdad, eterna en la consciencia del Mesmo (sin distinción entre «conocimiento» y «ser»), se transmite como ha sido «escuchada», por una sucesión de Profetas (rsayah) de Manvantara en manvantara [2].

Mientras el pitryana se manifiesta así en la sucesión de los manvantaras, el devayana es una vía por donde el individuo se aleja cada vez más de la «tempestad del flujo del mundo» (Eckhart  , ed. Evans, I, 192), puesto que aquellos que viajan en el navío del Conocimiento normalmente «no retornan nunca» (punar na avartante). La única excepción a esto es el caso de un avatara, cuyo retorno o descenso es ciertamente inevitable, como el de los Patriarcas, pero con esta diferencia, que en este caso la necesidad surge de un auto-compromiso puramente voluntario (como se muestra claramente en el caso de los Bodhisattvas, cuya aparición como un Buddha es una consecuencia del pranidhana previo); y con esta distinción, que en tales casos el descenso no es tanto una incorporación efectiva o una sujeción desvalida a las condiciones humanas, como una manifestación (nirmana) que no infringe el centrado de la consciencia en el estado del ser más alto desde el que tiene lugar la avatarana [3]. En el caso de una avatarana del Senor Supremo, esta ha de considerarse como un acto inmediato de voluntad o de gracia [4]; y aquí debe invocarse a fortiori la doctrina de nirmana o la de la encarnación meramente parcial (amsa) [5].



[1Una repetición exacta de una experiencia pasada sería inconcebible metafísicamente, puesto que dos experiencias idénticas, consideradas desde el punto de vista del presente absoluto, en el que todas las potencialidades de ser están realizadas simultáneamente, deben ser una y la misma experiencia. La metafísica afirma el carácter único de cada mónada, y es precisamente esta unicidad lo que hace al individuo incognoscible como él es en sí mismo, aunque inteligible como él es en y del Mesmo.

[2En algunas otras versiones de la leyenda del diluvio, la continuidad de la tradición es explicada más mecánicamente.

[3Para una explicación de avatarana con referencia a los Apantaratamas védicos y otros, debe hacerse referencia al Comentario de Sankaracarya sobre los Vedanta_Sutras III.3.30-31. La doctrina de nirmana corresponde a la herejía docética en el cristianismo, y tiene su equivalente en el maniqueísmo.

[4Como en Bhagavad Gita, passim.

[5Lo mismo que desde el punto de vista cristiano no se supone que todo el ser del Hijo fuera aprisionado por el hecho de la Encarnación en la matriz de María.