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Coomaraswamy Tomas de Aquino

quarta-feira 27 de dezembro de 2023, por Cardoso de Castro

  

Ananda Coomaraswamy   — FIGURAS DA LINGUAGEM

TEORIA MEDIEVAL DA BELEZA
3. SANTO TOMÁS DE AQUINO
’’«Sobre lo Bello Divino, y cómo se atribuye a Dios»’’ [1]

’’«Este bien es alabado por los santos teólogos como lo bello y como belleza; y como amor y lo amable». Después de tratar de la luz, Dionisio trata ahora de lo bello, para cuya comprensión la luz es un prerequisito. En conexión con esto, primero establece que lo bello se atribuye a Dios, y en segundo lugar, muestra de qué manera se atribuye a Él diciendo: «Lo bello y la belleza son indivisibles en su causa, que abarca Todo en Uno».’’

Por consiguiente, en primer lugar dice que este «bien» supersustancial, que es Dios, «es alabado por los santos teólogos» en la Sagrada Escritura: «como lo bello» (como en) el Cantar de los Cantares 1:15 «¡Qué bella eres, amada mía!», y «como belleza», (como en) el Salmo   95:6, «Alabanza y belleza están ante Él», y «como amor», (como en) San Juan 4:16, «Dios es amor», y «como amable», según el texto del Cantar de los Cantares, «y por cualesquiera otros nombres convenientes» de Dios que sean propios a la belleza, ya sea en su aspecto causal, y esto es con referencia a «lo bello y a la belleza», o ya sea en tanto que la belleza es agradable, y esto es con referencia al «amor y lo amable». De aquí que al decir: «Lo bello y la belleza son indivisibles en su causa, que abarca Todo en Uno», muestra cómo ello se atribuye a Dios; y aquí hace tres cosas. Primero, establece que lo bello y la belleza se atribuyen diferentemente a Dios y a las criaturas; segundo, establece cómo la belleza se atribuye a las criaturas, diciendo: «En las cosas existentes, lo bello y la belleza se distinguen como participaciones y participantes, pues nosotros llamamos bello a lo que participa en la belleza, y belleza a la participación del poder embellecedor que es la causa de todo lo que es bello en las cosas» [2]; tercero, establece cómo la belleza se atribuye a Dios, diciendo que lo «bello suprasustancial se llama acertadamente Belleza absoluta».

De aquí que diga, primero, que en la primera causa, es decir, en Dios, lo bello y la belleza no están divididos como si en Él lo bello fuera una cosa, y la belleza otra. La razón es que la Primera Causa, debido a su simplicidad y perfección, abarca por sí misma «Todo», es decir, todas las cosas, «en Uno» [3]. De aquí que, aunque en las criaturas lo bello y la belleza difieren, sin embargo Dios abarca en Sí mismo ambos, en unidad, e identidad.

Seguidamente, cuando dice «En las cosas existentes, lo bello y la belleza se distinguen,...» muestra cómo han de atribuirse a las criaturas, diciendo que en las cosas existentes lo bello y la belleza se distinguen como «participaciones» y «participantes», pues lo bello es lo que participa en la belleza, y la belleza es la participación de la Causa Primera, que hace bellas a todas las cosas. La belleza de la criatura no es nada más que una semejanza (similitudo) de la belleza divina en la que participan las cosas (v. Participação).

Seguidamente, cuando dice «Pero lo bello suprasustancial se llama acertadamente Belleza, porque lo bello que hay en las cosas existentes, según sus diferentes naturalezas, se deriva de ello», muestra como los antedichos (lo bello y la Belleza) se atribuyen a Dios: primero, cómo se Le atribuye la Belleza, y segundo, cómo se Le atribuye lo bello. Lo «bello», porque Él es al mismo tiempo bellísimo, y suprabello. Por consiguiente, primero dice que Dios, que es «lo bello suprasustancial, es llamado Belleza», y, por esta razón, dice, en segundo lugar, que Él la otorga a todos los seres creados «acordemente a su idiosincrasia». Pues la belleza del espíritu y la belleza del cuerpo son diferentes, y además las bellezas de los cuerpos diferentes son diferentes. Y en qué consiste la esencia de su belleza, lo muestra cuando prosigue diciendo que Dios transmite la belleza a todas las cosas porque Él es la «causa de la armonía y de la claridad» (causa consonantiae et claritatis). Pues así es como nosotros llamamos a un hombre bello en razón de la adecuada proporción de sus miembros en tamaño y ubicación y cuando tiene un color claro y brillante (propter decentem proportionem membrorum in quantitate et situ, et propter hoc quod habet clarum et nitidum colorem). De aquí que, al aplicar el mismo principio proporcionalmente en otros seres, vemos que cualquiera de ellos se llama bello en la medida en que tiene su propia lucidez genérica (claritatem sui generis), espiritual o corporalmente según sea el caso, y en la medida en que está constituido con la debida proporción.

Cómo Dios es la causa de esta lucidez, lo muestra diciendo que Dios envía a cada criatura, junto con un cierto fulgor (quodam fulgore) [4], una distribución de Su «irradiación» (radii) luminosa, que es la fuente de toda luz; y estas fulgurantes «distribuciones (traditiones) han de comprenderse como una participación de la semejanza; y estas distribuciones son embellecedoras», es decir, son los hacedores de la belleza que hay en las cosas.



[1Santo Tomás, Sancti Thomae Aquinatis, Opera omnia (Parma, 1864), opusc. VII, c. 4, lect. 5.

[2La cosa bella es un participante, de la misma manera que «todos los seres no son su propio ser aparte de Dios, sino seres por participación» (Santo Tomás, Summa Theologica I.44.1), y de la misma manera que «la creación es la emanación de todos los seres desde el Ser Universal» (ibid., 45.4 ad I).

[3Para la convergencia de todas las bellezas particulares en el servicio divino, cf. Upanixade IV.15.2; [también Platón, Fedón 100D; República 476D].

[4Fulgor corresponde al sánscrito tejas.