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Coomaraswamy Lugar Realidade

quarta-feira 27 de dezembro de 2023, por Cardoso de Castro

  

Ananda Coomaraswamy   — O TEMPO E A ETERNIDADE
INTRODUCCIÓN
Lugar da Realidade
El problema que se plantea es el del locus de la «realidad» (satyam; to on; ens), es decir, de si la realidad o el ser puede predicarse de una «cosa» [1] que existe en el flujo del tiempo y que, por consiguiente, no es nunca una misma mismidad, o sólo puede predicarse de entidades o de una única entidad omni-inclusiva, que no está en el tiempo, y que, por consiguiente, es siempre la misma. Un breve examen de este problema nos proporcionará un marco para el tratamiento de la doctrina tradicional del tiempo y la eternidad.

El sánscrito satyam (de la raíz as, «ser»), como to on y ousia (de la raíz eimi, «ser»), es lo «real», lo «verdadero», o lo «bueno», —ens et bonum convertuntur. En estos sentidos satyam puede predicarse de los existentes [2], para las cuales «cosas existentes», en toda su variedad, el término colectivo es «nombre-y-apariencia» (nama-rupa; ò logos kai he morphoe, Aristóteles, Met. 8.1.6): y por esta verdad (relativa), la del nombre-y-apariencia, por la cual Dios está presente en el mundo (Satapatha_Brahmana 11.2.3.4, 5), y como la cual él se diferencia (Brhadaranyaka Upanixade   1.4.7; Chandogya   Upanixade 6.3.2), «es ocultado el Inmortal, el Espíritu de Vida» (etad amrtam satyena channam; prano va amrtam, namarupe satyam, tabhyam ayam pranas channah, Brhadaranyaka Upanixade 1.6.3), de la misma manera que el Sol, la Verdad, es ocultado por sus rayos (Jaiminiya_Upanishad_Brahmana 1.3.6), los cuales se le pide que disperse para que pueda verse su «forma más bella» (Brhadaranyaka Upanixade 5.15.1, 2; Isha Upanixade   15, 16). De la misma manera, los poderes del alma son «verdaderos» o «reales», pero «la Verdad que es el Mesmo, es la Realidad de su realidad, o la Verdad de su verdad» (satyasya satyam... tesam esa satyam, Brhadaranyaka Upanixade 2.1.20); es «esa Realidad, ese Mesmo, que tú eres» (Chandogya Upanixade 6.10.3). De manera que, en este sentido absoluto, la Verdad o la Realidad (satyam) es también sinónimo de Dharma, dikaiosyne, Justicia, Lex Aeterna (Brhadaranyaka Upanixade 1.4.14), que es uno de los nombres «de Quien es el único en ser hoy y mañana» (Brhadaranyaka Upanixade 1.5.23): y sólo quien conoce esta (paramartha-satyam) puede llamarse un maestro orador (ativadati, Chandogya Upanixade 7.16.1 con Comentarios), «y nuestro intelecto jamás puede saciarse, a menos que brille en él esa Verdad, más allá de la cual ninguna verdad tiene cabida». (Dante  , Paradiso, 4.124-126) [3].



[1Las palabras «real» y «cosa» (en inglés «thing») tienen un interés suyo propio. «Real» se relaciona con el latín res, y probablemente reor, «pensar», «estimar»; y «cosa » («thing») se relaciona con «pensar» («think», en alemán «denken»). Esto implicaría que a las apariencias se les dota de realidad y de una quasi-permanencia en la medida en que nosotros las nombramos; y esto tiene una íntima incidencia en la naturaleza del lenguaje mismo, cuya aplicación primaria es siempre a las cosas concretas, de manera que nosotros debemos recurrir a términos negativos (Negativa) cuando tenemos que hablar de una realidad última que no es ninguna cosa. Que una «cosa» es una apariencia a la que se da un nombre, es precisamente lo que implica la expresión sánscrita y pali nama-rupa (nombre, o idea, y fenómeno, o cuerpo), cuya referencia es a todos los objetos dimensionados, a todas las individualidades responsables susceptibles de investigación estadística; y eso que es finalmente el ser real, hablando propiamente, es «sin nombre». «El nombre-y-apariencia, en combinación con la consciencia, sólo han de encontrarse donde hay nacimiento y vejez y muerte, o decrecimiento y crecimiento, sólo donde hay significación, interpretación, y cognición, sólo donde hay una moción que implica una cognicibilidad como tal o cual» (Digha_Nikaya 2.63).
La posición vedántica es que toda diferenciación (naturación o cualificación) es una cuestión de terminología (vacarambhanam vikarah, Chandogya Upanixade 6.1.4-6, cf. S. 2.67 viññanassa arammanam); y de la misma manera para Platón, «debe darse la misma estimación de la naturaleza que asume todos los cuerpos»; uno no puede decir de las modificaciones que ellas son, «pues cambian mientras nosotros estamos hablando de ellas», sino sólo que ellas son «tales y cuales», si se nos permite decir tanto (Timeo 50 A, B). En este pasaje, «la naturaleza aludida es esa materia primera y sin forma que puede ser informada,...la naturaleza como eso por lo cual el Generador genera» (Damasceno, De fid. Orth. 1.18) o «por lo cual el Padre engendra» (Santo Tomás de Aquino, Sum. Theol. 1.41.5).

[2En todo este libro, «existe», «existente», etc., se usan en el sentido estricto de ex alio sistens, y han de distinguirse de «ser» o «esencia» in seipso sistens. La distinción se remonta al menos hasta la oposición Platónica entre genesis = bhava y ousia = astita, oposición que sobrevive en S. Agustín (De Trin. 6.10.11), y que Santo Tomás de Aquino trata plenamente (De ente et essentia).

[3La distinción vedántica y budista entre el conocimiento empírico y probable, válido para los propósitos prácticos, y la verdad axiomática e intelectualmente válida de los primeros principios es la misma que la que hay entre la «opinión» y la «verdad» en la filosofía griega, donde la opinión corresponde al devenir, y la verdad al ser (Parménides, Diógenes Laertius 9.22, Diels frs. 1.8; y Platón, Timeo 28, 29); la opinión se refiere a «eso que comienza y perece» y la verdad a «eso que siempre es, y no comienza»; la distinción, que sobrevive en las dos formas de la intuición de Leibniz, una que da «la verdad del hecho», la otra «la verdad de la razón», es virtualmente, y quizás efectivamente, una reafirmación de Demócrito, que reconocía «dos formas de conocimiento, respectivamente bastardo y legítimo, el primero obtenido por los sentidos, y el segundo inteligible, siendo la razón el criterio» (Sextus_Empiricus, Adv. Dogm. 1.138 sig.). El «pragmatismo» moderno, por supuesto, trata sólo de la verdad «bastarda» de los hechos, según la cual, por ejemplo, nosotros esperamos (aunque no lo sabemos) que el sol saldrá mañana, y actuamos acordemente. De aquí, también, el concepto moderno del arte como una experiencia meramente estética.