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Coomaraswamy Língua

quarta-feira 27 de dezembro de 2023, por Cardoso de Castro

  

Ananda Coomaraswamy   — ARTIGOS SELETOS DE METAFÍSICA

NIRUKTA = HERMENEIA
LÍNGUA
Se comienza a vislumbrar así una teoría de la expresión en la que la ideación, la denominación y la existencia individual son aspectos inseparables, distinguibles con-ceptualmente cuando se consideran objetivamente, pero coincidentes en el sujeto. Esto equivale a la concepción de un único lenguaje vivo, no cognoscible en su entereidad por ningún principio individual, pero que es en sí mismo la suma de todas las articulaciones imaginables, y que corresponde, de la misma manera, a todos los actos del ser imaginables: la «» de Dios es precisamente esta «suma de todo lenguaje» (vacikam sarvanmayam; Abhinaya Darpana 1). Todos los lenguajes existentes son los ecos, parcialmente recordados y más o menos fragmentados, de esta lengua universal, de la misma manera que todos los modos de la visión son las refracciones más o menos obscuras de la imagen del mundo (jagaccitra; Svatmanirupana 95), o espejo eterno (speculum aeternum; San Agustín, De civitate Dei XII.29) que, si uno la conoce y ve la en su entereidad y simultaneidad, es omnisciente. La afirmación (OM) original e inagotable (aksara) está prenada de todos los significados posibles; o, si se considera no como sonido, sino como «luz omniforme» (jyotir-visvarupam, Vajasaneyi_Samhita V.35), es la forma ejemplar de muchas cosas diferentes; y en ambos casos, es precisamente «esa única cosa por la cual, cuando se conoce, todas las cosas se conocen» (Upanixade   1.3, Upanixade I.4.5). La comprehensión paternal y la lengua madre, que son así, en su identidad, el primer principio del conocimiento, son evidentemente inaccesibles a la observación empírica [1]; mientras pueda distinguirse como tal una consciencia individual, es inconcebible una omnisciencia, y uno sólo puede «volverse al Único Denominador en busca de instrucción» (Rigveda X.83.3) —es decir, al «poder más que humano» de Platón, a fin de recobrar las potencialidades perdidas con actos de recordación, elevando así nuestro nivel de referencia por todos los medios dispositivos disponibles. Así pues, no ha de considerarse que la doctrina metafísica del lenguaje universal afirma que se haya hablado alguna vez, efectivamente, un lenguaje universal por algún pueblo bajo el sol; el concepto metafísico de una lengua universal es, de hecho, la concepción de un único sonido, no la de grupos de sonidos que han de ser pronunciados en sucesión; lo cual es lo que nosotros entendemos cuando hablamos de «un lenguaje hablado», donde, a falta de un conocimiento a priori del pensamiento que ha de ser expresado, puede ser «difícil decir si es el pensamiento el que es defectivo, o es el lenguaje el que ha fallado al expresarlo» (Keith, Aranyaka, p. 54).

La asunción que subyace más inmediatamente en la ciencia tradicional de la hermenéutica (nirukta), es que queda en las lenguas habladas un rastro de universalidad, y particularmente de mimesis natural (por la cual, por supuesto, nosotros no entendemos una semejanza meramente onomatopoética, sino una semejanza de analogía verdadera); que aún en las lenguas considerablemente modificadas por el arte y la convención, todavía sobrevive una parte considerable de un simbolismo adecuado naturalmente. En otras palabras, se asume que algunas asonancias, que pueden corresponder o no a la genealogía efectiva de las palabras, son, no obstante, indicaciones de sus afinidades y significados, de la misma manera que nosotros reconocemos el parecido de familia, a la vez de apariencia y de carácter, aparte de la línea de la herencia directa. Lo cual es todo menos una cuestión de «etimologías folklóricas»; no se trata de etimología en absoluto, en el sentido más estrecho de la palabra, sino más bien de asonancia significante [2]; y, en todo caso, la tradición «folklórica» es una cuestión del «pueblo» sólo en lo que respecta a su transmisión, no a su origen  ; lo «popular» (el «folklore») y la Philosophia Perennis brotan de una fuente común.

Desestimar el nirukta es, ciertamente, imponerse a uno mismo un obstáculo innecesario en la exégesis del contenido doctrinal. En conexión con esto, compárese el procedimiento mucho más inteligente de «Omikron»: «Una decisión posterior me condujo a consultar constantemente léxicos y fragmentos de léxicos tan antiguos como fueran posibles de obtener; pues yo creía que en estos diccionarios originales de los helenos, los eruditos antiguos habrían dado significados atinados, así como claves para la expresión simbólica y alegórica. Presté particular atención a la extrana Hermeneia de los gramáticos antiguos, suponiendo que ellos tenían buenas razones para ello, e incluso para dar, usualmente, más de una Hermeneia para la misma palabra» [3].

Desde un punto de vista empírico, difícilmente puede pretenderse que la conexión de los sonidos con los significados haya sido investigada seriamente en los tiempos modernos; nosotros tenemos la palabra de Macdonell de que «el sistema no ha ocupado mucho la atención de los eruditos europeos». Pero aunque se hubieran hecho tales investigaciones, con resultados indefinidos o negativos, todavía sería válido que la hermeneia (nirukta), según era empleada efectivamente por los autores antiguos, se nos presenta como una ayuda inestimable para la comprensión de lo que se entendía de hecho por los símbolos verbales que así son elucidados. Las palabras de la Escritura son, en su mayor parte, altamente técnicas, y están prenadas de muchos significados sobre varios niveles de referencia, de modo que, incluso el nominalista, debería sentirse endeudado hacia el hermeneuta, desde un punto de vista semántico.



[1Y así, como diría un erudito moderno, «sin significado para nosotros y que no debe describirse como conocimiento» (la edición de A. B. Keith de la Aranyaka, Oxford, 1909, p. 42), donde, sin embargo, debe tenerse presente que el tipo de conocimiento a que se alude corresponde al sánscrito avidya, que es un conocimiento relativo, u opinión, en contraste con una certeza. (San Agustín, Confesiones XI.4, «Scientia nostra scientiae tua comparata ignorantia est. Ignorantia divisiva est erratium».) «El sistema (Purva_Mimamsa) todavía no ha ocupado mucho la atención de los eruditos europeos» —no, como Macdonell pretende, porque la teoría de un simbolismo adecuado del sonido esté desprovista de interés filosófico (o, más bien metafísico), sino porque el erudito moderno no está interesado en los principios sino solo en los «hechos», no en la verdad sino solo en la predicción estadística. Lo mismo podría decirse con respecto a toda otra ciencia tradicional.
Toda tradición propone medios dispositivos a la experiencia absoluta. Quienquiera que no se cuida de emplear estos medios, no está en posición de negar que el procedimiento propuesto no pueda conducir, como se afirma, a un principio que es precisamente aniruktam, ninguna cosa y ningún dónde, al mismo tiempo que es la fuente de todas las cosas por todas partes. Lo que más repugna al nominalista es el hecho de que, aunque se conceda una posibilidad de experiencia absoluta, no puedan ofrecerse ninguna demostración racional ni ningún «control experimental» de ello en un aula, de la misma manera en que cogito ergo sum es, para cada individuo, una prueba adecuada de su propia existencia consciente, de la que, sin embargo, no podría ofrecerse ninguna prueba demostrativa al solipsista, debido a que él no puede experimentar directamente la consciencia de otro que también pretende ser una «persona».

[2«Por ejemplo, no tenemos intención de implicar que, como ocurre entre las palabras Agnus e Ignis (equivalente latino de Agni), haya algo más que una de esas similitudes fonéticas a las que nos referimos arriba, las cuales, muy probablemente, no corresponden a una línea de descenso linguístico, pero que, sin embargo, no han de considerarse por ello como puramente accidentales» (René Guénon, El Esoterismo de Dante, París, 1925, p. 92, n. 2).

[3Omikron, Letters from Paulos (N. York, 1920), Introducción.