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Coomaraswamy De pulchro

quarta-feira 27 de dezembro de 2023, por Cardoso de Castro

  

Ananda Coomaraswamy   — FIGURAS DA LINGUAGEM

TEORIA MEDIEVAL DA BELEZA
2. Ulrico_de_Estrasburgo, De pulchro
De la misma manera que la forma de una cosa es su «bondad» (APÊNDICE), puesto que todo lo que es perfectible desea la perfección, así también, la belleza de todas las cosas es lo mismo que su excelencia formal, que, como dice Areopagita, es como una luz que brilla en la cosa que ha sido formada; y esto aparece también, en tanto que la materia sujeta a privación de forma, es llamada vil (turpis) por los filósofos, y desea la forma de la misma manera que lo feo (turpe) desea lo que es bueno y bello. Así pues, lo bello, con otro nombre, es lo «específico», que viene de especie o de forma [1]). San Agustín (De Trinitate VI) dice que Hilario predicaba la especie en la imagen, como la ocasión de la belleza en ella; y llama a lo feo «deforme», a causa de su privación de la forma debida. Justamente a causa de que está presente, mientras la luz formal brilla en lo que está formado o proporcionado, la belleza material subsiste en una armonía de proporción, es decir, de perfección a perfectible (V. Fidelidade à Natureza). Y, por consiguiente, Areopagita define la belleza como armonía (consonantia) e iluminación (claritas).

Dios es la «única luz verdadera que ilumina a todo hombre que viene al mundo (San Juan 1:9)», y esto es por Su Naturaleza; Luz que, como la manera del entendimiento divino, brilla en el terreno de Su Naturaleza, terreno que se predica de Su Naturaleza cuando hablamos de «Dios» concretamente. Pues así, Él mora en una Luz inaccesible; y este terreno de la Naturaleza Divina, no está meramente en armonía con Su Naturaleza, sino que es enteramente lo mismo que Su Naturaleza; Naturaleza que tiene en sí misma coordinadas en una maravillosa armonía, puesto que el Hijo es la imagen del Padre, y el Santo el vínculo entre ellos.

Aquí dice que Dios no sólo es perfectamente bello en Sí mismo, como el límite de la belleza, sino más que esto, a saber, que Él es la causa eficiente y ejemplaria y final de toda belleza creada (V. Causas). Causa eficiente: de la misma manera que la luz del sol, al verter y causar la luz y los colores, es el hacedor de toda belleza física; justamente así, la luz verdadera y primordial, vierte de sí misma toda la luz formal, que es la belleza de todas las cosas [2]. Causa ejemplaria: de la misma manera que la luz física es una en su tipo, que, sin embargo, es el tipo de la belleza que está en todos los colores, que, cuanta más luz tienen más bellos son, y cuya diversidad es ocasionada por la diversidad de las superficies que reciben la luz, y que, de cuanta más luz carecen, tanto más horribles y sin forma son; justamente así, la Luz divina es una única naturaleza, que tiene en sí misma, simple y uniformemente, toda la belleza que está en todas las formas creadas, cuya diversidad depende de los recipientes mismos — y cuya forma, también, está más o menos alejada, en la medida de su desemejanza de la Luz intelectual primordial, y obscurecida, en la misma medida; y, por consiguiente, la belleza de las formas no consiste en su diversidad, sino que tiene su causa en la Luz intelectual única, que es omniforme, pues lo omniforme es inteligible por su naturaleza propia; y cuanto más puramente posee esta Luz la forma, tanto más bella y más semejante es a la Luz primordial, de manera que es una imagen de ella o una huella de su semejanza; y cuanto más recede de esta naturaleza y más se la hace entrar dentro de la materia (materialis efficitur), tanta menos belleza tiene y tanto menos se asemeja a la Luz primordial. Y causa final, pues todo lo que es perfectible desea la forma, porque la forma es su perfección [3]; y la naturaleza de esta perfección está en la forma sólo a modo de semejanza a la Luz increada, a cuya semejanza es la belleza en las cosas creadas; como es evidente por el hecho de que la forma es deseada y porque se tiende hacia ella, debido a que es buena, y también a que es bella; y así la Belleza divina, en sí misma, o en una semejanza de ella, es un fin que atrae toda voluntad. Y por consiguiente, Cicerón, en su De officiis (De inven. rhet. II.158), identificaba lo bello con lo honesto (honestum) cuando decía que «lo bello es eso que tira de nosotros con su poder y nos atrae con su dulzura».

Por consiguiente, la belleza, como dice Areopagita, es realmente lo mismo que la bondad, porque es la verdadera forma de la cosa; pero la belleza y la bondad difieren lógicamente, puesto que la forma, como perfección, es la «bondad» de la cosa; mientras que la forma, como poseedora en sí misma de la luz formal e intelectual, e iluminadora de lo material, o de cualquier cosa que siendo apta para la recepción de la forma es en este sentido material, es la «belleza». Así, como dice San Juan 1:4, «Todas las cosas eran en Dios, vida y luz». Vida, porque siendo perfecciones, dan plenitud de ser; y Luz, porque estando difundidas en lo que es formado, lo embellecen. Así pues, todo lo que es bello es bueno. De donde, si hubiera algo bueno que no es bello, puesto que muchas cosas sensualmente deleitables, por ejemplo, son feas (turpia) [4], esto depende de la falta de alguna bondad específica en ellas; e inversamente, cuando de algo que es bello se dice que es otra cosa que bueno, como en los Proverbios, al final (31:30), «Engañoso es el favor, y vana la belleza», esto es así en la medida que ello deviene la ocasión de pecado (V. Beleza Corporal).



[1Cf. Summa Theologica II-I.18.2c: «La bondad primaria de una cosa natural se deriva de su forma, que le da su especie», y I.39.8c: «La especie o belleza tiene una semejanza a la propiedad del Hijo», a saber, en tanto que Ejemplar. En general, la forma, especie, belleza, y perfección o bondad o verdad de una cosa son coincidentes e indivisibles en ella, aunque en sí mismas no son sinónimas en el sentido de términos intercambiables. (V. forma

[2Como en Rig_Veda V.81.2, donde el Sol Supernal visva rupani prati muicate.

[3Aquí no hay implícita ninguna «personificación» de la cosa, pues los «deseos» equivalen a las «necesidades». Cuando decimos que una cosa «quiere» o «necesita» algo para ser perfecta, esto equivale a decir que a la vez carece de ese algo y que requiere ese mismo algo. Un cangrejo, por ejemplo, puede no ser consciente de que ha perdido un miembro, pero en cierto sentido lo sabe, y esto es un tipo de voluntad que resulta en el desarrollo de otro miembro. O si consideramos un objeto inanimado, tal como una mesa a la que «le falta» una pata, entonces la «voluntad» correspondiente se atribuye a la materia prima, que es «insaciable de la forma»; in materia est dispositio ad formam.

[4Como señala San Agustín, De musica VI.38, algunas gentes se complacen en los deformia, y a estas gentes los griegos les llamaban, en la lengua vernácula, saprophiloi, o como diríamos nosotros, pervertidos; cf. Bhagavad Gita XVII.10. San Agustín señala en otra parte (Lib. de ver. rel. 59) que aunque las cosas que nos complacen lo hacen porque son bellas, lo inverso, es decir, que las cosas son bellas porque nos complacen, no es cierto.