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Coomaraswamy Arte Comunicativa

quarta-feira 27 de dezembro de 2023, por Cardoso de Castro

  

Ananda Coomaraswamy   — VISÃO NORMAL DA ARTE
Arte sempre com fim operativo e comunicativo
Por otra parte, en la visión normal del arte «la belleza es afín a la cognición». La obra de arte es entonces como una ecuación matemática, inútil si es ininteligible o inexacta en cualquier «minúsculo detalle». Como dice muy bien el Profesor Takács, «Según las ideas orientales, una característica indistinta, una forma no completamente formulada, no es un valor artístico completo». Si consideramos el valor físico o espiritual del artefacto, el fin de la obra es siempre un fin operativo.

Tolstoi estaba entonces perfectamente en lo cierto al considerar el arte como esencialmente comunicativo; y asimismo, puesto que los propósitos del arte son humanos, al argumentar que lo que ha de comunicarse debe tener valor intelectual y moral. Al argumentar así, es unánime con Platón y Aristóteles, en su teoría de la retórica. Esto no significa que la virtud del artista y la del hombre sean la misma, sino que un hombre completo necesita poseer ambas virtudes; el Hombre Eterno es a la vez un patrón y un artista, que debe saber a la vez lo que es digno de hacerse, y cómo hacerlo. La hechura de cosas no implica sólo destreza sino también propósito, no implica sólo intelecto sino también voluntad. Si la única incumbencia del artista es ser eficiente, también es incumbencia del hombre tener un propósito recto.

Los comienzos del arte cristiano representan un retorno a la normalidad desde las irrealidades de la decadencia clásica, en la cual, como ocurre con nosotros ahora, las artes habían llegado a cultivarse solo por las artes mismas y como un medio de autopropaganda. Vemos el cambio más claramente en San Agustín, cuando en una crítica de la sofística dice «A un discurso que busca un ornamento verbal más allá de la responsabilidad hacia su contenido se le llama “sofístico”». La propia retórica de San Agustín, como dice Balwin, retrocede siglos desde el lenguaje del triunfo personal a la antigua idea de mover a los hombres hacia la verdad, a la devastadora pregunta de Platón «¿Sobre qué hace el sofista   tan elocuente a un hombre?» y a Aristóteles, cuya teoría de la retórica era el arte de dar efectividad a la verdad, más bien que al orador.

Por el contrario, nuestra propia época ha recaído en la posición característica de la «segunda sofística». Una vez más, pensamos en la belleza y en la verdad como valores que no tienen ninguna relación; y hacemos de nuestras artes lo que Platón llamaba las artes de la adulación, algo más bien sabroso que nutritivo, es decir, conductivo a la vida de placer más bien que a las vidas activa o contemplativa, hacia las cuales se ordenaban en todos los periodos normales. Nada es más común que asumir, por ejemplo, que mientras que la escritura sagrada, Dante  , Platón, y otros ya no tienen valores creíbles para nosotros, todavía deben ser leídos por sus valores literarios y estéticos. Hacemos las mismas asumiciones en nuestra aproximación a las artes visuales antiguas y a las artes orientales, proponiéndonos usarlas siempre como golosina, y no como alimento.