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Obras: milagros

quinta-feira 1º de fevereiro de 2024

  

El hecho de que la perspectiva islámica no considera más que la Revelación como tal y no sus modos posibles, explica por qué esta perspectiva no atribuye a los milagros de Cristo la importancia que le atribuye el Cristianismo: en efecto, todos los «Enviados», incluido Mahoma  , han hecho milagros (NA: mu’jizât) (NA: La mayoría de los arabistas, si no todos, deducen falsamente de diversos pasajes coránicos que el Profeta no hizo ningún milagro, lo que está en contradicción no solamente con lo que dicen los comentaristas tradicionales del Corán, sino también con la Sunnah, que constituye el pilar de la ortodoxia islámica. 411 DE LA UNIDAD TRASCENDENTE DE LAS RELIGIONES: VII

Por lo que respecta al carácter «avatárico» del Profeta, se deduce, abstracción hecha de los criterios infalibles pertenecientes a un orden más profundo, de los signos que, según la Sunnah, precedieron y acompañaron su nacimiento, y que son análogos a los que las tradiciones respectivas atribuyen al de Cristo y al de Buda.); la diferencia a este respecto entre Cristo y los demás «Enviados» consiste en el hecho de que únicamente en Cristo el milagro reviste una importancia central y es operado por Dios «en» el soporte humano, y no solamente «mediante» este soporte. El papel del milagro en Cristo y en el Cristianismo se explica por el carácter particular que constituye la razón de ser de esta forma de Revelación, y que nosotros explicaremos en el capítulo siguiente; por lo que respecta al punto de vista islámico, no son los milagros los que importan ante todo, sino el carácter divino de la misión del Enviado, cualquiera que sea por otra parte el grado de importancia que tenga el milagro en esta misión. Se podría decir que la particularidad del Cristianismo consiste en el hecho de que se funda en primer lugar sobre el milagro, que se perpetúa en la Eucaristía, mientras que el Islam se funda ante todo sobre la Idea, soportada por medios humanos, pero con la ayuda divina, y perpetuada en la Revelación coránica de la cual la plegaria ritual constituye de algún modo la actualización sin cesar renovada. 413 DE LA UNIDAD TRASCENDENTE DE LAS RELIGIONES: VII

En este orden de ideas, citemos estas reflexiones de un teólogo ortodoxo: «El dogma que expresa una verdad revelada, que se nos presenta como un misterio insondable, debe ser vivido por nosotros en un proceso en el curso del cual, en lugar de asimilar el misterio a nuestro modo de entendimiento, será preciso, por el contrario, que nos empeñemos en un cambio profundo, en una transformación interior de nuestro espíritu, para hacernos aptos para la experiencia mística» (NA: Vladimir Losky, Essai sur la théologie mystique de l’Eglise d’Orient).). Cuando por la Gracia la Fe sea completa, se disolverá en el Amor, que es Dios; es por esto por lo que, desde el punto de vista teológico, los Bienaventurados del Cielo no tienen ya Fe, puesto que ellos ven ya a su objeto: Dios, que es Amor o Beatitud. Añadamos que, desde el punto de vista iniciático, esta visión puede, e inclusive debe, obtenerse desde esta vida, como por otra parte lo enseña la tradición hesiquiasta. Pero hay otro aspecto de la Fe que conviene mencionar aquí. Nos referimos a la conexión entre la Fe y el milagro, de la que queremos hablar; conexión que explica la importancia capital que el último tiene no sólo en Cristo, sino inclusive en el Cristianismo como tal; contrariamente a lo que ocurre en el Islam, el milagro juega en el Cristianismo un papel central y cuasi orgánico, y esto no deja de estar relacionado con el carácter de bhakti propio de la vía cristiana. El milagro, en efecto, sería inexplicable sin el papel que representa en la Fe; no teniendo ningún valor persuasivo en sí mismo, porque, de tenerlo, los milagros satánicos constituirían un criterio de verdad, tiene un valor extremo, por el contrario, en conexión con todos los demás factores que intervienen en la Revelación crística; en otros términos, si los milagros de Cristo, de los Apóstoles y de los santos son preciosos y venerables, es únicamente porque ellos se añaden a otros criterios que permiten a priori atribuir a estos milagros el valor de «signos» divinos. La función esencial y primordial del milagro es la de poner en marcha sea la gracia de la Fe - lo que presupone, en el hombre tocado por esta gracia, una predisposición natural a admitir lo sobrenatural, sea o no consciente esta predisposición -, sea el perfeccionamiento de una Fe ya adquirida. Para precisar todavía mejor el papel del milagro, no solamente en el Cristianismo, sino en todas las formas religiosas - porque no existe ninguna que ignore los hechos milagrosos -, diremos que el milagro, abstracción hecha de su cualidad simbólica que lo emparenta con el objeto mismo de la Fe, es propio para suscitar una intuición que será, en el alma del creyente, un elemento de certidumbre. En fin, si el milagro desencadena la Fe, ésta puede a su vez dar lugar al milagro, que será así una confirmación de esa «Fe que mueve las montañas». Esta relación recíproca muestra también que estos dos elementos están cosmológicamente ligados y que su conexión no tiene nada de arbitraria, al establecer el milagro un contacto inmediato entre la Omnipotencia divina y el mundo, y al establecer la Fe, a su vez, un contacto análogo, aunque pasivo, entre el microcosmos y Dios; el simple raciocinio, es decir, la operación discursiva de lo mental está tan alejada de la Fe como lo están las leyes naturales del milagro, mientras que el conocimiento intelectual verá lo milagroso en lo natural y viceversa. 461 DE LA UNIDAD TRASCENDENTE DE LAS RELIGIONES: VIII

La actitud reservada del Islam, no ante el milagro, sino ante el apriorismo judeo-cristiano -y sobre todo cristiano- del milagro, se explica por el predominio del polo «inteligencia» sobre el polo «existencia»: el Islam entiende fundarse sobre la evidencia espiritual, el sentimiento de Absoluto, en conformidad con la propia naturaleza del hombre, la cual es considerada aquí como una inteligencia teomorfa y no como una voluntad que no espera sino a ser seducida en el buen o mal sentido, es decir, por milagros o por tentaciones. Si el Islam, que ha sido la última en llegar de la serie de las grandes Revelaciones, no se funda en el milagro -aunque admitiéndolo necesariamente, so pena de no ser una religión-, es también porque el anticristo «seducirá a muchos por sus prodigios» (11); ahora bien, la certeza espiritual, que está en los antípodas del «trastocamiento» que produce el milagro -y que el Islam ofrece bajo la forma de una lancinante fe unitaria, de un sentido agudo del Absoluto-, es un elemento inaccesible al demonio; éste puede imitar un milagro, pero no una evidencia intelectual, puede imitar un fenómeno, pero no al Espíritu Santo, excepto en el caso de los que quieren ser engañados y no poseen de todos modos ni el sentido de la verdad ni el de lo sagrado. 581 CI 1

(10). Un dicho árabe dice que "Muhammad es un mortal, pero no como los demás mortales; él es (en relación con ellos) como una joya entre las piedras". La mayoría de los críticas profanos interpretan erróneamente esta respuesta del Profeta: "¿Qué soy yo sino un mortal y un Enviado?" (Corán, XVII, 93) -dada a unos incrédulos que pidieron prodigios absurdos y fuera de lugar como una negación del don de los milagros, don que el Islam atribuye a todos los profetas. Cristo también se negó a realizar los milagros que el tentador le pidió, prescindiendo aquí del sentido intrínseco de sus respuestas. La frase citada de Muhammad significa en suma, en conformidad con la perspectiva característica del Islam, la cual subraya que toda derogación de las leyes naturales se produce "con el permiso de Allâh" (bi-idhini-Llâh): "¿Qué soy yo fuera de la Gracia de Allâh, sino un hombre como vosotros?". Añadamos que la Sunna da fe de cierto número de milagros por parte de Muhammad, los cuales, en su calidad de argumentos "debilitadores" (mu’jizât) de la incredulidad, se distinguen de los prodigios de los santos, que son llamados "favores" (karâmât) divinos. 1242 CI 3

Como ya hemos señalado, la religión cristiana pone el acento en el contenido "fenoménico" de la fe más bien que en la cualidad intrínseca y transformadora de ésta; decimos "más bien" y hablamos de "acento" a fin de indicar que no se trata aquí de una definición incondicional; la Trinidad no es de orden fenoménico, pero sin embargo está en función del fenómeno crístico. En la medida en que el objeto de la fe es "principial", éste coincide con la naturaleza "intelectual" o contemplativa de la fe; (25) en la medida en que el contenido de la fe es "fenoménico", la fe será "volitiva". El Cristianismo es grosso modo una vía "existencial" (26) -"intelectualizada" en la gnosis-, mientras que el Islam, por el contrario, es una vía "intelectual fenomenizada", lo que significa que es intelectual a priori, de una manera indirecta o directa según se trate de shari’a o de haqiqa; el musulmán, firme en su convicción unitaria -en la que la certeza coincide en el fondo con la substancia misma de la inteligencia y por lo tanto con el Absoluto-, (27) ve fácilmente tentaciones "asociadoras" (shirk, mushrik) en los fenómenos, mientras que el cristiano, centrado como está en el hecho erístico y en los milagros que de él derivan esencialmente, siente una desconfianza innata hacia la inteligencia -que reduce de buen grado a la "sabiduría según la carne" oponiéndola a la caridad paulina- y hacia lo que cree que son las pretensiones del "espíritu humano". 1366 CI 4

En su celo por defender los derechos de la suprarracionalidad divina contra la lógica - de facto fragmentaria - de los racionalistas, algunos llegan hasta a reivindicar para el orden divino e incluso simplemente espiritual un derecho a la irracionalidad, luego al ilogismo, como si pudiera haber un derecho al absurdo intrínseco. Afirmar que Cristo anduvo sobre las aguas no es en absoluto contrario a la lógica o a la razón - aunque se pueda desconocer el fundamento del prodigio (NA: Queremos decir con esto que también los milagros tienen su mecanismo, pero el encadenamiento causal es entonces «vertical» y no «horizontal»: el rayo del desarrollo causal atraviesa varios planos existenciales en lugar de no operar más que en uno solo.)- porque la ley de la gravedad es algo condicional, relativo, lo sepamos o no; e incluso sin saberlo, podemos al menos adivinarlo o tenerlo por posible, visto el nivel del fenómeno. Pero afirmar que Cristo habría andado sobre las aguas sin andar sobre las aguas, o elevándose por los aires, sería con toda seguridad contrario a la razón, puesto que un fenómeno o una posibilidad no podría ser bajo un solo y el mismo aspecto otro fenómeno u otra posibilidad, o la ausencia de lo que son; Dios puede exigir la aquiescencia al milagro o al misterio, pero no puede exigir la aquiescencia al absurdo intrínseco, y por tanto lógico y ontológico a la vez (NA: Según Santo Tomás de Aquino, los principios de la lógica residen en Dios, y es según ellos como debemos pensar, de manera que una contradicción entre nuestra inteligencia y la verdad fundada en Dios es imposible. Ciertamente los absurdos extrínsecos existen, pero en su caso no hay contrasentido más que por nuestra ignorancia o nuestra torpeza de espíritu. «La recta razón es el templo de Dios», dijo San Juan de la Cruz  .). 2146 El esoterismo como principio y como vía: I COMPRENDER EL ESOTERISMO

Por lo que se refiere a la concentración, que es la prolongación operativa del conocimiento, ella es estrechamente solidaria de la intención, hasta el punto de no valer más que por ésta. Un hombre que se concentrase poderosamente con la intención de obtener el don de los milagros o el prestigio de la santidad no ganaría nada y lo perdería todo; por el contrario, un hombre que no lograra concentrarse - a pesar de poner en ello su mejor voluntad -, pero que lo hiciera con una intención espiritualmente aceptable, recibiría la aprobación del Cielo. Por lo demás, la legitimidad de la intención produce a fin de cuentas una concentración suficiente: el hombre que es perseguido por un toro huye sin necesidad de hacer un esfuerzo de concentración, y lo mismo ocurre a los amantes que se lanzan el uno hacia el otro para encontrarse; la eficacia, luego la concentración, está en la sinceridad de la intención, y ésta depende de la realidad de la situación. El hombre que reza porque quiere realmente escapar del infierno, o porque siente nostalgia del Paraíso, o porque ama a Dios y gusta de rezar, o porque la realidad de Dios se impone concretamente a su espíritu, un tal hombre realizará sin esfuerzo el fervor y, por consiguiente, la concentración, la unidad de espíritu, la interioridad contemplativa. 3274 El esoterismo como principio y como vía: II CRITERIOS DE VALOR

El culto a las reliquias se encuentra, bajo diversas formas, en todas las religiones. Los estupas búdicos no son otra cosa que grandes relicarios. Incluso el Islam, pese a ser tan poco inclinado a este tipo de culto, no puede prescindir de él por completo, y ello por la sencilla razón de que el Profeta y, después de él, los santos, han dejado tras de sí objetos que es imposible dejar de venerar (NA: Algunos objetos que pertenecieron al Profeta sea conservan en Estambul en el antiguo palacio de los sultanes; no podrían dar lugar, dentro del clima islámico a un culto organizado, pero los musulmanes los contemplan, sin embargo, con veneración, murmurando eventualmente la calat ala-Nabî, quizá también haciendo alguna petición.). Lo que, dentro del Islam, se corresponde más directamente con el culto a las reliquias es la veneración de la tumba del Profeta en Medina y de las tumbas de los santos, comenzando por los grandes Compañeros; la mayoría de estas tumbas son al mismo tiempo mezquitas, a veces renombradas por los milagros que en ellas ocurren (NA: Esto nos hace pensar en la casa de la Santísima Virgen en Efeso, donde los católicos celebran la misa, mientras que los musulmanes oran en la habitación adyacente; los diversos ex-votos muestran que la Virgen concede milagros tanto a los unos como a los otros.), a semejanza de las iglesias cristianas edificadas, desde los primeros siglos, sobre las tumbas de los mártires. La misma idea de una combinación entre el cuerpo de un santo y un santuario se vuelve a encontrar en la costumbre cristiana de encajar una reliquia en los altares; todo altar es en principio un mausoleo. 3584 El esoterismo como principio y como vía: III LA FUNCIÓN DE LAS RELIQUIAS

Las imágenes milagrosas de la Santísima Virgen son tales, no porque María las haya tocado físicamente, sino porque ha consentido en poner su gracia en ellas; lo mismo se podría decir, mutatis mutandis, de determinados santos tardíamente degradados por un escrúpulo de arqueología, suponiendo que este escrúpulo esté justificado (NA: Se podía dejar «dormir tranquila» a una santa Filomena, desde el momento en que había manifestado su personalidad por los milagros de Ars; y es una tautología añadir que lo había hecho con la aquiescencia del Cielo, sin preocuparse del nihil obstat de la «ciencia exacta».). Hay casos en los que resulta conveniente poner la cuestión de la historicidad entre paréntesis, por cuanto no siempre es posible - por decir lo menos - probar la no historicidad de personas o acontecimientos situados en la noche de un pasado inaccesible; además, es un prejuicio irrealista no tener en cuenta más que documentos escritos y desdeñar las tradiciones orales, y hasta olvidar su existencia o su posibilidad. Cuando se trata de antiguos cultos históricamente mal establecidos, pero sólidamente enraizados, luego eficaces, es preciso «dejar hacer» al Espíritu Santo o a la barakah, como dirían los musulmanes, y no ceder a la tentación - demasiado a menudo inspirada por un complejo de inferioridad - de querer poner los puntos sobre las íes; hay que tener el sentido del mensaje concreto de los fenómenos sagrados y tener confianza en la potencia paraclética y carismática que anima el cuerpo de la religión y de la que hemos hablado más arriba (NA: Una cierta falta de «sentido de la barakah», curiosamente característica del mundo latino, se manifiesta igualmente en el plano de las formas sensibles, que deberían ser las del arte sagrado. Aquí pensamos, no solamente en las incalificables fechorías del estilo barroco, sino también en los arreglos pedantes y pesados de ciertos lugares santos, en que a menudo domina una chatarra grosera e ingrata que no puede dejar de perturbar la efusión de las influencias celestiales. Si hay dos cosas incompatibles, son sin ningún género de dudas la «civilización» y el Paraíso.). Todo esto es tanto más plausible cuanto que el Cielo gusta, junto a sus claridades, de una cierta indeterminación o de una cierta asimetría, algo de lo que dan testimonio muchos elementos en las religiones y, ante todo, en las propias Escrituras. 3594 El esoterismo como principio y como vía: III LA FUNCIÓN DE LAS RELIQUIAS

Un criterio decisivo de autenticidad es, sobre la base de los criterios extrínsecos necesarios, la eficacia espiritual o milagrosa de la aparición: si de la visión no resulta nada espiritualmente positivo, es dudosa en la misma medida en que el visionario es imperfecto, sin ser forzosamente falsa aun en este caso, porque los motivos del Cielo pueden escapar a los hombres; si, por el contrario, el visionario extrae de la visión una gracia permanente hasta el punto de hacerse mejor (NA: Ya sea que modifique su comportamiento habitual, o que cambie su carácter, siendo el primer resultado extrínseco y el segundo intrínseco; por lo demás, el uno no va en absoluto sin el otro.), o si la visión es fuente de milagros sin ir acompañada de ninguna disonancia, no hay duda que se trata de una verdadera visión celestial. A fructibus eorum cognoscetis eos. 3666 El esoterismo como principio y como vía: III CRITERIOLOGÍA ELEMENTAL DE LAS APARICIONES CELESTIALES

En el fondo, no hay más que tres milagros: la existencia, la vida, la inteligencia; con ésta, la curva surgida de Dios se cierra sobre sí misma, como un anillo que en realidad nunca ha salido del Infinito. 4111 PP LAS PERLAS DEL PEREGRINO LA VÍA DE LA UNIDAD

Hemos dicho antes que los «descreídos» ya no tienen el sentido de la nada ni de la existencia, que ya no conocen el precio de ésta y que nunca la miran en relación con la nada de la que se separa milagrosamente. Los milagros propiamente dichos no son en suma más que variantes particulares de este milagro inicial -y presente por todas partes- que es el hecho de existir; lo milagroso y lo divino están en todo; la mentalidad humana es la que está ausente. 4703 Sobre los mundos antiguos: CAIDA Y DECADENCIA LA VÍA DE LA UNIDAD

En el fondo, no hay más que tres milagros: la existencia, la vida, la inteligencia; con esta última la curva que brota de Dios se cierra sobre sí misma, al igual que un anillo que en realidad nunca ha salido del Infinito. 4705 Sobre los mundos antiguos: CAIDA Y DECADENCIA LA VÍA DE LA UNIDAD

Por lo demás, la aceptación de la dimensión anímica forma parte de la religión: no se puede negar la magia sin errar en la fe; respecto a los milagros si sobrepasan el plano anímico en cuanto a su causa, sin embargo lo atraviesan en cuanto a su efecto. En el lenguaje de los teólogos el término de «superstición» se presta a confusión porque expresa dos ideas completamente diferentes, por una parte, una falsa aplicación del sentimiento religioso, y por otra, la creencia en cosas irreales o ineficaces: de este modo se llama «superstición» al espiritismo, que no lo es más que desde el punto de vista de la interpretación y el culto, pero no de los fenómenos, y a ciencias como la astrología, que son totalmente reales y eficaces y que no implican ninguna desviación de tipo pseudo-religioso. En realidad, es preciso entender por superstición, no las ciencias o los hechos que se ignoran y que se ridiculizan sin comprender una sola palabra, sino las prácticas, vanas en sí mismas o totalmente incomprendidas, llamadas a suplir la ausencia de actitudes espirituales o ritos eficaces; igualmente una interpretación errónea o abusiva de un simbolismo o de cualquier coincidencia, con frecuencia en conexión con temores o escrúpulos quiméricos, es supersticiosa y así sucesivamente. En nuestros días la palabra «superstición» ya no significa nada; cuando los teólogos la emplean -insistamos en ello todavía-, nunca se sabe si censuran una diablura concreta o una simple ilusión; para ellos, un acto mágico y un simulacro de magia parecen ser lo mismo y no sienten la contradicción que hay en declarar a la vez que la brujería es un gran pecado y que no es más que una superstición. 4983 Sobre los mundos antiguos: REFLEXIONES SOBRE LA INGENUIDAD LA VÍA DE LA UNIDAD