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Obras: geometría

sexta-feira 2 de fevereiro de 2024

  

Hemos tenido frecuentemente la ocasión de observar de que modo la concepción de las «ciencias tradicionales», en los tiempos modernos, ha devenido extraña a los occidentales, y de qué modo les es difícil comprender la verdadera naturaleza de las mismas. Recientemente todavía, habíamos tenido un ejemplo de esa incomprensión en un estudio consagrado a Mohyiddin ibn Arabi  , y cuyo autor se sorprendía de encontrar en éste, al lado de la doctrina puramente espiritual, numerosas consideraciones sobre la astrología, sobre la ciencia de las letras y de los números, sobre la geometría simbólica, y sobre muchas otras cosas del mismo orden, que el autor en cuestión parecía mirar como no teniendo ningún lazo con esta doctrina. Había por lo demás ahí una doble equivocación, ya que la parte propiamente espiritual de la enseñanza de Mohyiddin estaba presentada como «mística», cuando es que es esencialmente metafísica e iniciática; y, si se tratara de «mística», eso no podría tener efectivamente ninguna relación con las ciencias cualesquiera que sean. Antes al contrario, desde que se trata de doctrina metafísica, esas ciencias tradicionales, de las que el mismo autor desconoce por otra parte totalmente su valor, según el ordinario prejuicio moderno, se desprenden de ella normalmente en tanto que aplicaciones, como las consecuencia se desprenden del principio, y, a este título, bien lejos de representar elementos en cierto modo adventicios y heterogéneos, forman parte integrande de et-taçawwuf, es decir, del conjunto de los conocimientos iniciáticos. 64 Apercepciones sobre el esoterismo islámico   y el taoismo LA QUIROLOGÍA EN EL ESOTERISMO ISLÁMICO

En lo que concierne a las ciencias matemáticas, conviene acordarles una atención particular bajo esta relación. En este vasto dominio, no es solo la ciencia griega la que ha sido transmitida a occidente por la mediación de la civilización islámica, sino también la ciencia hindú. Los griegos también habían desarrollado la geometría, e incluso la ciencia de los números que, para ellos, estaba siempre vinculada a la consideración de las figuras geométricas correspondientes. Ese predominio dado a la geometría aparece claramente, por ejemplo, en Platón. Sin embargo existe otra parte de las matemáticas perteneciente a la ciencia de los números que no es conocida, como las demás bajo una denominación griega en las lenguas europeas, por la razón de que los antiguos griegos la han ignorado. Esta ciencia es el álgebra, cuya fuente primera ha sido la India y cuya denominación árabe muestra suficientemente como la misma ha sido transmitida a occidente. 89 Apercepciones sobre el esoterismo islámico y el taoismo INFLUENCIA DE LA CIVILIZACIÓN ISLÁMICA EN OCCIDENTE

No obstante, todavía se impone una precisión sobre este tema: ¿cómo es posible que correspondencias de este tipo, que hacen de ellas verdaderos grados iniciáticos, hayan sido atribuidas a las artes liberales, que eran enseñadas pública y oficialmente en todas las escuelas? Pensamos que debía de haber dos maneras de considerarlas, una exotérica y la otra esotérica: a toda ciencia profana puede superponerse otra ciencia que se refiere, si se quiere, al mismo objeto, pero que le considera bajo un punto de vista más profundo, y que es con respecto a esa ciencia profana lo que los sentidos superiores de las escrituras son con respecto a su sentido literal. Se podría decir también que las ciencias exteriores proporcionan un modo de expresión para verdades superiores, porque ellas mismas no son más que el símbolo de algo que es de otro orden, y porque, como lo ha dicho Platón, lo sensible no es más que un reflejo de lo inteligible; los fenómenos de la naturaleza y los acontecimientos de la historia tienen todos un valor simbólico, porque expresan algo de los principios de los que dependen, de los que son consecuencias más o menos alejadas. Así, toda ciencia y todo arte, por una transposición conveniente, pueden tomar un verdadero valor esotérico; ¿por qué las expresiones sacadas de las artes liberales no habrían desempeñado, en las iniciaciones de la edad media, un papel comparable al que el lenguaje tomado al arte de los constructores desempeña en la Masonería especulativa? E iremos más lejos: considerar las cosas de esta manera, es en suma reducirlas a su principio; así pues, este punto de vista es inherente a su esencia misma, y no sobreagregado accidentalmente; y, si ello es así, ¿no podría la tradición que se refiere a él remontarse al origen   mismo de las ciencias y de las artes, mientras que el punto de vista exclusivamente profano no sería más que un punto de vista completamente moderno, que resulta del olvido general de esa tradición? No podemos tratar aquí esta cuestión con todos los desarrollos que conllevaría; pero veamos en qué términos Dante   mismo indica, en el comentario que da de su primera Canzone, la manera en que aplica a su obra las reglas de algunas de las artes liberales: «O uomini, che vedere non potete la sentenza di questa Canzone, non la rifiutate peró; ma ponete mente alla sua belleza, che è grande, sì per costruzione, la quale si pertiene alli grammatici; sì per l’ordine del sermone che si pertiene alli rettorici; si per lo numero delle sue parti, che si pertiene alli musici» (He aquí la traducción de este texto: «¡Oh hombres que no podéis ver el sentido de esta Canzone!, no la rechacéis no obstante; prestad atención a su belleza, que es grande, ya sea por la construcción, lo que concierne a los gramáticos; ya sea por el orden del discurso, lo que concierne a los retóricos; ya sea por el número de sus partes, lo que concierne a los músicos».). En esta manera de considerar la música en relación con el número, y por consiguiente como ciencia del ritmo en todas sus correspondencias, ¿no puede uno reconocer un eco de la tradición pitagórica? ¿Y no es esta misma tradición precisamente, la que permite comprender el papel «solar» atribuido a la aritmética, de la que hace el centro común de todas las demás ciencias, y también las relaciones que unen a éstas entre sí, y más especialmente a la música con la geometría, por el conocimiento de las proporciones en las formas (que encuentra su aplicación directa en la arquitectura), y con la astronomía, por el de la armonía de las esferas celestes? A continuación, veremos suficientemente la importancia fundamental que tiene el simbolismo de los números en la obra de Dante; y, si este simbolismo no es únicamente pitagórico, si se encuentra en otras doctrinas por la simple razón de que la verdad es una, por ello no nos está menos permitido pensar que, de Pitágoras a Virgilio y de Virgilio a Dante, la «cadena de la tradición» no fue sin duda rota sobre la tierra de Italia. 1466 EL ESOTERISMO DE DANTE   CAPÍTULO II

Por otra parte, es menester no olvidar que la «amplitud», en la expansión integral del ser, es tan indefinida como la «exaltación»; y es eso lo que nos permite hablar de la indefinidad de las posibilidades de cada estado, pero, bien entendido, sin que esta indefinidad deba interpretarse en modo alguno como suponiendo una ausencia de límites. Ya nos hemos explicado suficientemente sobre esto al establecer la distinción del Infinito y de lo indefinido, pero podemos hacer intervenir aquí una figuración geométrica de la que todavía no hemos hablado: en un plano horizontal cualquiera, los confines de lo indefinido están marcados por el círculo límite al cual algunos matemáticos han dado la denominación, por lo demás absurda, de «recta del infinito» ( Esta denominación viene de que un círculo cuyo radio crece indefinidamente tiene por límite una recta; y, en geometría analítica, la ecuación del círculo límite de que se trata, y que es el lugar de todos los puntos del plano indefinidamente alejados del centro ( origen de las coordenadas ), se reduce efectivamente a una ecuación del primer grado como la de una recta. ), y este círculo no está cerrado en ninguno de sus puntos, puesto que es un círculo máximo ( sección por un plano diametral ) del esferoide indefinido cuyo despliegue comprende la integralidad de la extensión, que representa la totalidad del ser ( Ver Le Symbolisme de la Croix  , cap. XX. ). Si consideramos ahora, en su plano, las modificaciones individuales partidas de un ciclo cualquiera exterior al centro ( es decir, sin identificación con éste según el radio centrípeto ) y propagándose indefinidamente en modo vibratorio, su llegada al círculo límite ( según el radio centrífugo ) corresponde a su máximo de dispersión, pero, al mismo tiempo, es necesariamente el punto de detención de su movimiento centrífugo. Este movimiento, indefinido en todos los sentidos, representa la multiplicidad de los puntos de vista parciales, fuera de la unidad del punto de vista central, del cual, no obstante, proceden todos como los radios emanados del centro común, y que constituye así su unidad esencial y fundamental, aunque no actualmente realizada en relación a su vía de exteriorización gradual, contingente y multiforme, en la indefinidad de la manifestación. 1834 EMS LOS CONFINES DE LO INDEFINIDO

Generalmente se reconoce de buena gana que haya una iniciación tántrica, pero lo más frecuentemente, sin caer en la cuenta de lo que está realmente implicado en esta; todo lo que hemos expuesto en varias ocasiones, al sujeto de los fines espirituales que son los de toda iniciación regular sin ninguna excepción, nos dispensa de insistir largamente sobre este punto. La magia como tal, pues que se refiere exclusivamente al dominio "síquico" por definición misma, con seguridad que no tiene nada de iniciático; por consiguiente, si inclusive sucede que un ritual iniciático ponga en obra ciertos elementos aparentemente "mágicos", será menester que, por el fin mismo que se les asigna, y por la manera bajo la cual se los emplee en conformidad con ese fin, se los "transforme" en algo de un orden enteramente diferente, orden en lo que lo "síquico" no será ya más que uno soporte de lo espiritual, y es así que no es de magia del todo que se tratará aquí en realidad, como tampoco, por ejemplo, se trata de geometría cuando se efectúa ritualmente el trazado de un yantra; el "soporte" tomado en su "materialidad", si uno lo puede expresar así, no debe jamás ser confundido con el carácter de orden superior que le es esencialmente conferido por su destino. Esta confusión no puede ser más que el hecho de observadores superficiales, incapaces de ver, sea ello lo que fuere, más allá de las apariencias formales más exteriores, lo que es en efecto el caso de casi todos aquellos que, en el occidente moderno, han querido ocuparse de esas cosas, a las cuales les han aportado siempre toda la incomprensión inherente a la mentalidad profana; es por lo demás esta misma confusión la que, lo hacemos observar de pasada, queda igualmente en el punto de partida de las interpretaciones "naturalistas" que los antedichos han pretendido dar de todo simbolismo tradicional. 2389 ESTUDIOS SOBRE HINDUISMO   TANTRISMO Y MAGIA (NA: Publicado en E. T., de agosto-septiembre de 1937.)

Si la duración del Manvantara es 4320, las de los cuatro Yugas serán respectivamente 1728, 1296, 864 y 432; pero, ¿por qué número será menester multiplicar estos para obtener la expresión de esas duraciones en años? Es fácil destacar que todos los números cíclicos están en relación directa con la división geométrica del círculo: Así, 4320 = 360 x 12; nada hay por lo demás de arbitrario o de puramente convencional en esta división, ya que, por razones que relevan de la correspondencia que existe entre la aritmética la geometría, es normal que la misma se efectúe siguiendo múltiplos de 3, 9, 12, mientras que la duración decimal es la que conviene propiamente a la línea recta. Empero, esta observación, aunque verdaderamente fundamental, no permitiría ir más lejos en la determinación de los periodos cíclicos, si no se supiera además, que la base principal de ésos, en el orden cósmico, es el periodo astronómico de la precesión de los equinoccios, cuya duración es de 25.920 años de tal suerte que el desplazamiento de los puntos equinocciales es de un grado cada 72 años. Este número de 72 es precisamente un sub-múltiplo de 4.320 = 72 x 60, y 4.320 es a su vez, un sub-múltiplo de 25.920 = 4.320 x 6; el hecho de que se reencuentren para la precesión de los equinoccios los números ligados a la división del círculo es por lo demás todavía una prueba del carácter verdaderamente natural de esta última; pero la cuestión que aquí se plantea ahora es ésta: ¿Qué múltiplo o submúltiplo del periodo astronómico en cuestión corresponde realmente a la duración del Manvantara? 2473 Formas Tradicionales y Ciclos Cósmicos ALGUNAS PRECISIONES SOBRE LA DOCTRINA DE LOS CICLOS CÓSMICOS

Para el Pitagorismo, la cuestión es quizás más compleja; y los viajes de Pitágoras, ya sea que se entiendan por lo demás literal o simbólicamente, no implican necesariamente «tomas en préstamo» hechas a las doctrinas de tal o de cual pueblo (al menos en cuanto a lo esencial, y sea como fuere la cosa en algunos puntos de detalle), sino antes el establecimiento o el reforzamiento de algunos lazos con iniciaciones más o menos equivalentes. Parece, en efecto, que el Pitagorismo fue sobre todo la continuación de algo que preexistía en Grecia misma, y que no haya lugar a buscar en otra parte su fuente principal: Queremos hablar de los Misterios, y más particularmente del Orfismo, del que quizás no fue más que una «readaptación», en aquella época del siglo VI antes de la era cristiana que, por un extraño sincronismo, vio operarse a la vez cambios de forma en las Tradiciones de casi todos los pueblos. Se dice frecuentemente que los Misterios griegos eran ellos mismos de origen egipcio, pero una afirmación tan general es demasiado «simplista», y, si eso es quizás verdad en algunos casos, como el de los Misterios de Eleusis (en los cuales se parece pensar sobre todo en la ocurrencia), otros hay en lo que eso no sería de ningún modo sostenible (Apenas hay necesidad de decir que algunos relatos, en los que se ve a Moisés y Orfeo recibiendo alm ismo tiempo la iniciación en los templos de Egipto, no son más que fantasías que no reposan sobre nada serio; ¿y qué es lo que no se ha contado sobre la iniciación egipcia desde el Séthos del abate Terrasson?). Ahora bien, ya sea que se trate del Pitagorismo mismo o del Orfismo anterior, no es en punto ninguno en Eleusis donde es menester buscar el «punto de incidencia» de los mismos, sino en Delfos; y el Apolo délfico no es de ningún modo egipcio, sino hiperbóreo, origen que, de cualquier manera, es imposible considerar para la Tradición hebraica (Se trata aquí de la derivación directa; aún cuando que la Tradición Primordial es hiperbórea, y aún cuando que por consecuencia todas las formas Tradicionales sin excepción se vinculan finalmente a ese origen, casos hay; como el de la Tradición hebraica, en los que esto no es quizás sino muy indirectamente y a través de una más o menos larga serie de intermediarios, que sería por otra parte bien difícil de pretender reconstituir exactamente. ); esto nos conduce por lo demás directamente al punto más importante en lo que concierne a la ciencia de los números y a las formas diferentes de que se ha revestido. Esta ciencia de los números en el Pitagorismo, aparece como estrechamente ligada a la de las formas geométricas; y, por lo demás, es la misma cosa en Platón, que, a este respecto, es puramente pitagórico. Podríase ver ahí la expresión de un rasgo característico de la mentalidad helénica, vinculada sobre todo a la consideración de las formas visuales; y se sabe que en efecto, entre las ciencias matemáticas, es la geometría la que los griegos desarrollaron más particularmente (El álgebra, por el contrario, es de origen hindú y no fue introducida en Occidente sino mucho más tarde, por la mediación de los árabes, que le dieron el nombre que siempre ha guardado (el-jalor). ). Empero, hay algo más, al menos en lo que concierne a la «geometría sagrada», que es aquello de lo que se trata aquí: El Dios «geómetra» de Pitágoras y de Platón, entendido en su significación más precisa y, podríase decir, «técnica», no es otro que Apolo. No podemos entrar a este sujeto en desarrollos que nos llevarían muy lejos, y quizás que volvamos sobre esta cuestión en otra ocasión; nos basta al presente con hacer destacar que este hecho se opone decididamente a la hipótesis de un origen común del Pitagorismo y de la Kabbala  , y eso sobre el punto mismo en que se ha buscado sobre todo aproximarles, y que es, a decir verdad, el única que haya podido dar la idea de una tal aproximación, es decir, la similitud aparente de las dos doctrinas en cuanto a la función que juega en las mismas la ciencia de los números. 2529 Formas Tradicionales y Ciclos Cósmicos KABBALA Y CIENCIA DE LOS NÚMEROS

En la Kabbala, esta misma ciencia de los números no se presenta de ningún modo como vinculada de la misma manera al simbolismo geométrico; es fácil de comprender que sea ello así, ya que ese simbolismo no podía convenir a pueblos nómadas como lo fueron esencialmente, en el origen, los hebreos y los árabes (Sobre este punto, ver el capítulo XXI del libro El Reino de la Cantidad y los Signos de los Tiempos titulado Caín y Abel  . Es menester no olvidar que, como lo indicábamos entonces, Salomón, para la construcción del Templo, debió hacer llamada a obreros extranjeros, hecho particularmente significativo en razón de la relación última que existe entre la geometría y la arquitectura. ). Por el contrario, encontramos ahí algo que no tiene su equivalente entre los griegos: La unión estrecha, podríase decir inclusive que la identificación bajo muchos aspectos, de la ciencia de los números con la de las letras, en razón de las correspondencias numéricas de éstas; es esto lo que es eminentemente característico de la Kabbala (Recordamos a este propósito que el término gematría (que siendo de origen griego, debe, como un cierto número de otros términos de la misma proveniencia, haber sido introducido en una época relativamente reciente, lo que no quiere decir de ningún modo que lo que designa no hay existido anteriormente), no deriva de geometría como se pretende frecuentemente, sino de grammateia; es pues todavía la ciencia de los números que se trata.), y que no se reencuentra en ninguna otra parte, al menos bajo este aspecto y con ese desarrollo, si no es, como lo hemos dicho ya, en el esoterismo islámico, es decir, en suma, en la Tradición árabe. 2530 Formas Tradicionales y Ciclos Cósmicos KABBALA Y CIENCIA DE LOS NÚMEROS

No obstante, la representación geométrica que se encuentra más frecuentemente en la tradición extremo oriental es la que refiere las formas circulares al Cielo y las formas cuadradas a la Tierra, así como ya lo hemos explicado en otra parte (NA: El Reino de la Cantidad y los Signos de los Tiempos, cap. XX.); sobre este punto, recordaremos solo que la marcha descendente del ciclo de la manifestación (y esto en todos los grados de mayor o menor extensión en que un tal ciclo puede ser considerado), al ir desde su polo superior que es el Cielo a su polo inferior que es la Tierra (o lo que los representa desde un punto de vista relativo, si no se trata más que de un ciclo particular), puede ser considerada como partiendo de la forma menos «especificada» de todas, que es la esfera, para concluir en la que es al contrario la más «fijada», y que es el cubo (NA: En la geometría de tres dimensiones, la esfera corresponde naturalmente al círculo y el cubo al cuadrado.); y se podría decir también que la primera de estas dos formas tiene un carácter eminentemente «dinámico» y que la segunda tiene un carácter eminentemente «estático», lo que corresponde todavía a lo activo y a lo pasivo. Por lo demás, se puede vincular de una cierta manera esta representación a la precedente, si se considera en ésta la línea horizontal como la huella de una superficie plana (cuya parte «medida» será un cuadrado (NA: Es menester aproximar a esto el hecho de que, en los símbolos de algunos grados masónicos, la abertura del compás, cuyos brazos corresponden a los lados laterales del triángulo de la figura 7, mide un cuarto del círculo, cuya cuerda es el lado del cuadrado inscrito.)), y la línea vertical como el radio de una superficie hemisférica, que encuentra el plano terrestre según la línea del horizonte. En efecto, es en su periferia o en sus confines más alejados, es decir, en el horizonte, donde el Cielo y la Tierra se juntan según las apariencias sensibles; pero es menester observar aquí que la realidad simbolizada por estas apariencias debe tomarse en sentido inverso, ya que, según esta realidad, se unen al contrario por el centro (NA: Es por una aplicación similar del sentido inverso por lo que el Paraíso terrestre, que es también el punto de comunicación del Cielo y de la Tierra, aparece a la vez como situado en la extremidad del mundo según el punto de vista «exterior» y en su centro según el punto de vista «interior» (ver El Reino de la Cantidad y los Signos de los Tiempos, cap. XXIII).), o, si se les considera en el estado de separación relativa necesaria para que el Cosmos pueda desarrollarse entre ellos, se comunican por el eje que pasa por este centro (NA: Este eje se identifica naturalmente con el rayo vertical de la figura precedente; pero, desde este punto de vista, este rayo, en lugar de corresponder al Cielo mismo, representa solo la dirección según la cual la influencia del Cielo actúa sobre la Tierra.), y que precisamente los separa y los une a la vez, o que, en otros términos, mide la distancia entre el Cielo y la Tierra, es decir, la extensión misma del Cosmos según el sentido vertical que marca la jerarquía de los estados de la existencia manifestada, ligándolos uno a otro a través de esta multiplicidad de estados, que aparecen a este respecto como otros tantos escalones por los que un ser en vía de retorno hacia el Principio puede elevarse de la Tierra al Cielo (NA: Por eso es por lo que, como lo veremos más adelante, el eje vertical es también la «Vía del Cielo» (NA: Tien-Tao).). 2670 LA GRAN TRÍADA CIELO Y TIERRA

Hacia el fin del tercer milenario antes de la era cristiana, la China estaba dividida en nueve provincias (NA: El territorio de la China parece haber estado comprendido entonces entre el Río Amarillo y el Río Azul.), según la disposición geométrica figurada aquí (NA: Fig. 16): una en el centro, y ocho en los cuatro puntos cardinales y en los cuatro puntos intermediarios. Esta división es atribuida a Yu el Grande (NA: Ta-Yu (NA: Es al menos curioso constatar la semejanza singular que existe entre el nombre y el epíteto   de Yu el Grande y los del Hu Gadarn de la tradición céltica; ¿sería menester concluir de ello que hay ahí como «localizaciones» ulteriores y particularizadas de un mismo «prototipo» que se remontaría mucho más lejos, y quizás hasta la Tradición primordial misma? Por lo demás, esta aproximación no es más extraordinaria que lo que hemos contado en otra parte sobre el tema de la «isla de los cuatro Señores» visitada por el Emperador Yao, de quien, precisamente, Yu el Grande fue primeramente ministro (NA: El Rey del Mundo, cap. IX).)), que, se dice, recorrió el mundo para «medir la Tierra»; y, al efectuarse esta medida según la forma cuadrada, se ve aquí el uso de la escuadra atribuida al Emperador como «Señor de la Tierra» (NA: Como ya lo hemos indicado, esta escuadra es de brazos iguales porque la forma del Imperio y la de sus divisiones eran consideradas como cuadrados perfectos.). La división en nueve le fue inspirada por el diagrama llamado Lo-chou o «Escrito del Lago» que, según la «leyenda», le había sido aportado por una tortuga (NA: El otro diagrama tradicional, llamado Ho-tou o «Tablero del Río», y en el cual los números están dispuestos en «cruzado», es referido a Fo-hi y al dragón como el Lo-chou lo es a Yu el Grande y a la tortuga.) y en el cual los nueve primeros números están dispuestos de manera que forman lo que se llama un «cuadrado mágico» (NA: Estamos obligados a conservar esta denominación porque no tenemos otra mejor a nuestra disposición, pero tiene el inconveniente de no indicar más que un uso muy especial (en conexión con la fabricación de los talismanes) de los cuadrados numéricos de este género, cuya propiedad esencial es la de que los números contenidos en todas las líneas verticales y horizontales, así como en las dos diagonales, dan siempre la misma suma; en el caso considerado aquí, esa suma es igual a 15.); con esto, esta división hacía del Imperio una imagen del Universo. En este «cuadrado mágico» (NA: Si, en lugar de los números se coloca el símbolo yin-yang (NA: Fig.9) en el centro y los ocho koua o trigramas en las demás regiones, se tiene, bajo una forma cuadrada o «terrestre», el equivalente del tablero de forma circular o «celeste» donde los koua se colocan habitualmente, ya sea según la disposición del «Cielo anterior» (NA: Sien-tien), atribuida a Fo-hi, ya sea según la disposición del «Cielo posterior» (NA: Keou-tien), atribuida a Wen-wang.), el centro está ocupado por el número 5, que es él mismo el «medio» de los nueve primeros números (NA: El producto de 5 por 9 es 45, que es la suma del conjunto de los nueve números contenidos en el cuadrado, número de los cuales es el «medio».), y que es efectivamente, como ya se ha visto más atrás, el número «central» de la Tierra, de igual modo que el 6 es el número «central» del Cielo (NA: Recordaremos a este propósito que 5 + 6 = 11 expresa la «unión central del Cielo y de la Tierra». — En el cuadrado, las parejas de números opuestos tienen todos por suma 10 = 5 x 2. Hay lugar a precisar aún que los números impares o yang están colocados en el medio de los lados (puntos cardinales), formando una cruz (aspecto dinámico), y que los números pares o yin están colocados en los ángulos (puntos intermediarios), delimitando el cuadrado en sí mismo (aspecto estático).); la provincia central que corresponde a este número, y donde residía el Emperador, era llamada «Reino del Medio» (NA: Tchoung-kouo (NA: Cf. el reino de Mide o del «Medio» en la antigua Irlanda, pero éste estaba rodeado solo de otros cuatro reinos correspondientes a los cuatro puntos cardinales (NA: El Rey del Mundo, cap. IX).)), y es desde ahí desde donde esta denominación habría sido extendida después a la China toda entera. Por lo demás, a decir verdad, no puede haber ninguna duda sobre este último punto, ya que, de igual modo que el «Reino del Medio» ocupaba en el Imperio una posición central, el Imperio mismo, en su conjunto, podía ser concebido desde el origen como ocupando en el mundo una posición semejante; y esto parece resultar también del hecho mismo de que estaba constituido de manera que formaba, como lo hemos dicho hace un momento, una imagen del Universo. En efecto, la significación fundamental de este hecho, es que todo está contenido en realidad en el centro, de suerte que se debe reencontrar en él, de una cierta manera y en «arquetipo», si se puede expresar así, todo lo que se encuentra en el conjunto del Universo; de esta manera, podía haber así, a una escala cada vez más reducida, toda una serie de imágenes semejantes (NA: Esta palabra debe tomarse aquí en el sentido preciso que tiene en geometría el término de «figuras semejantes».) dispuestas concéntricamente, una escala que concluía finalmente en el punto central mismo donde residía el Emperador (NA: Este punto era, no precisamente centrum in trigono centri, según una fórmula conocida en las iniciaciones occidentales, sino, de una manera equivalente, centrum in quadrato centri.), que, así como lo hemos dicho precedentemente, ocupaba el lugar del «hombre verdadero» y desempeñaba su función como «mediador» entre el Cielo y la Tierra (NA: Se pueden encontrar otros ejemplos tradicionales de una semejante «concentración» por grados sucesivos, y ya hemos dado en otra parte uno que pertenece a la Kabbala hebraica: «El Tabernáculo de la Santidad de Jehovah, la residencia de la Shekinah, es el Santo de los Santos que es el corazón del Templo, que es él mismo el centro de Sión (NA: Jerusalén), como la santa Sión es el centro de la Tierra de Israel, como la Tierra de Israel es el centro del mundo» (cf. El Rey del Mundo, cap. VI).). 2824 LA GRAN TRÍADA EL «MING-TANG»

De lo que se trata verdaderamente, no es solo el "alma viva" ( jîvatmâ ), es decir, la manifestación particular del "Sí mismo" en la vida ( jîva ), y por tanto en el individuo humano, considerado más especialmente bajo el aspecto vital que expresa una de las condiciones de existencia que definen propiamente su estado, y que por lo demás se aplica a todo el conjunto de sus modalidades. En efecto, metafísicamente, esta manifestación no debe considerarse separadamente de su principio, que es e