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Obras: Hermes

sexta-feira 2 de fevereiro de 2024

  

Es menester notar primeramente que esta palabra «hermetismo» indica que se trata de una tradición de origen   egipcio, revestida después de una forma helenizada, sin duda en la época alejandrina, y transmitida bajo esta forma, en la edad media, a la vez al mundo islámico y al mundo cristiano, y, agregaremos, al segundo en gran parte por la intermediación del primero (NA: Esto hay que relacionarlo también con lo que hemos dicho de las relaciones que tuvo el Rosacrucianismo, en su origen mismo, con el esoterismo islámico  .), como lo prueban los numerosos términos árabes o arabizados adoptados por los hermetistas europeos, comenzando por la palabra misma de «alquimia  » (el-kimyâ) (NA: Esta palabra es árabe en su forma, pero no en su raíz; deriva verosímilmente del nombre de Kêmi o «Tierra negra» dado al antiguo Egipto, lo que indica todavía el origen de que se trata.). Así pues, sería completamente abusivo extender esta designación a otras formas tradicionales, como lo sería otro tanto por ejemplo, llamar «Kabbala  » a otra cosa que al esoterismo hebraico (NA: La significación del término Qabbalah es exactamente la misma que la de la palabra «tradición»; pero, puesto que esta palabra es hebraica, no hay ninguna razón, cuando se emplea otra lengua diferente del hebreo, para aplicarla a otras formas tradicionales que aquella a la que pertenece en propiedad, y eso no podría más que dar lugar a confusiones. Del mismo modo, la palabra Taçawwuf, en árabe, puede tomarse para designar todo aquello que tiene un carácter esotérico e iniciático, en cualquier forma tradicional que sea; pero, cuando uno se sirve de una lengua diferente, conviene reservarle para la forma islámica a la que pertenece por su origen.); bien entendido, no es que no existan equivalentes suyos en otras partes, pues estos equivalentes existen ciertamente, de suerte que esta ciencia tradicional que es la alquimia (NA: Notamos desde ahora, que es menester no confundir o identificar pura y simplemente alquimia y hermetismo; hablando propiamente, el hermetismo es una doctrina, y la alquimia es solo una aplicación suya.) tiene su correspondencia exacta en doctrinas como las de la India, del Tíbet y de la China, aunque con modos de expresión y métodos de realización naturalmente bastante diferentes; pero, desde que se pronuncia el nombre de «hermetismo», con eso se especifica una forma claramente determinada, cuya proveniencia no puede ser otra que grecoegipcia. En efecto, la doctrina que se designa así se atribuye por eso mismo a Hermes, en tanto que éste era considerado por los griegos como idéntico al Thoth egipcio; por lo demás, esto presenta a esta doctrina como esencialmente derivada de una enseñanza sacerdotal, ya que Thoth, en su papel de conservador y de transmisor de la tradición, no es otra cosa que la representación misma del antiguo sacerdocio egipcio, o más bien, para hablar más exactamente, del principio de inspiración «suprahumano» del que éste tenía su autoridad y en nombre del cual formulaba y comunicaba el conocimiento iniciático. Sería menester no ver en eso la menor contradicción con el hecho de que esta doctrina pertenece propiamente al dominio de la iniciación real, ya que debe entenderse bien que, en toda tradición regular y completa, es el sacerdocio el que, en virtud de su función esencial de enseñanza, confiere igualmente las dos iniciaciones, directa o indirectamente, y quien asegura así la legitimidad efectiva de la iniciación real misma, al vincularla a su principio superior, de la misma manera que el poder temporal no puede sacar su legitimidad más que de una consagración recibida de la autoridad espiritual (NA: Cf. Autoridad espiritual y Poder temporal  , cap. II.). 928 APERCEPCIONES SOBRE LA INICIACIÓN ALGUNAS CONSIDERACIONES SOBRE EL HERMETISMO

En el siglo VI antes de la era cristiana, cualquiera que haya sido su causa, se produjeron cambios considerables en casi todos los pueblos; por lo demás, estos cambios presentaron caracteres diferentes según los países. En algunos casos, fue una readaptación de la tradición a otras condiciones que las que habían existido anteriormente, readaptación que se cumplió en un sentido rigurosamente ortodoxo; esto es lo que tuvo lugar concretamente en China, donde la doctrina, constituida primitivamente en un conjunto único, fue dividida entonces en dos partes claramente distintas: el Taoísmo, reservado a una élite, y que comprendía la metafísica pura y las ciencias tradicionales de orden propiamente especulativo, y el Confucionismo, común a todos sin distinción, y que tenía por dominio las aplicaciones prácticas y principalmente sociales. En los Persas, parece que haya habido igualmente una readaptación del Mazdeísmo, ya que esta época fue la del último Zoroastro (Es menester destacar que el nombre de Zoroastro no designa en realidad a un personaje particular, sino una función, a la vez profética y legisladora; hubo varios Zoroastros, que vivieron en épocas muy diferente; y es verosímil incluso que esta función debió tener un carácter colectivo, del mismo modo que la de Vyâsa en la India, y del mismo modo también que, en Egipto, lo que se atribuyó a Thoth o a Hermes representa la obra de toda la casta sacerdotal.). En la India, se vio nacer entonces el Budismo, que, cualquiera que haya sido por lo demás su carácter original (En realidad, la cuestión del Budismo está lejos de ser tan simple como podría dar a pensar esta breve apercepción; y es interesante notar que, si los Hindúes, bajo el punto de vista de su propia tradición, han condenado siempre a los Budistas, muchos de entre ellos por eso no profesan menos un gran respeto por el Buddha mismo, respeto que en algunos llega incluso hasta ver en él el noveno Avatâra, mientras que otros identifican a éste con Cristo. Por otra parte, en lo que concierne al Budismo tal como se conoce hoy, es menester tener buen cuidado de distinguir entre sus dos formas del Mahâyâna y del Hînayâna, o del «Vehículo Mayor» y del «Vehículo Menor»; de una manera general, se puede decir que el Budismo fuera de la India difiere notablemente de su forma original india, que comenzó a perder terreno rápidamente después de la muerte de Ashoka y desapareció completamente algunos siglos más tarde.), debía desembocar, al contrario, al menos en algunas de sus ramas, en una rebelión contra el espíritu tradicional, rebelión que llegó hasta la negación de toda autoridad, hasta una verdadera anarquía, en el sentido etimológico de «ausencia de principio», en el orden intelectual y en el orden social. Lo que es bastante curioso, es que, en la India, no se encuentra ningún monumento que remonte más allá de esta época, y los orientalistas, que quieren hacer comenzar todo con el Budismo cuya importancia exageran singularmente, han intentado sacar partido de esta constatación en favor de su tesis; no obstante, la explicación del hecho es bien simple: es que todas las construcciones anteriores eran en madera, de suerte que han desaparecido naturalmente sin dejar rastro (Este caso no es particular a la India y se encuentra también en Occidente; es exactamente por la misma razón por lo que no se encuentra ningún vestigio de las ciudades celtas, cuya existencia no obstante es incontestable, puesto que está atestiguada por testimonios contemporáneos; y, ahí igualmente, los historiadores modernos han aprovechado esta ausencia de monumentos para describir a los Celtas como salvajes que vivían en los bosques.); pero lo que es verdad, es que un tal cambio en el modo de construcción corresponde necesariamente a una modificación profunda de las condiciones generales de existencia del pueblo donde se ha producido. 1076 LA CRISIS DEL MUNDO MODERNO CAPÍTULO I

Este grado de Príncipe de Gracia, o Escocés Trinitario, es el grado 26 del Rito Escocés; he aquí lo que dice de él el F.: Bouilly, en su Explicación de los doce escudetes que representan los emblemas y los símbolos de los doce grados filosóficos del Rito Escocés Antiguo y Aceptado (del grado 19 al 30): «Este grado es, según nosotros, el más inextricable de todos los que componen esta docta categoría: también toma el sobrenombre de Escocés Trinitario (Debemos confesar que no vemos la relación que puede existir entre la complejidad de este grado y su denominación.). En efecto, todo ofrece en esta alegoría el emblema de la Trinidad: este fondo a tres colores (verde, blanco y rojo), abajo esta figura de la Verdad, en fin, por todas partes este indicio de la Gran Obra de la Naturaleza (a las fases de la cual hacen alusión los tres colores), de los elementos constitutivos de los metales (azufre, mercurio y sal) (Este ternario alquímico se asimila frecuentemente al ternario de los elementos constitutivos del ser humano mismo: espíritu, alma y cuerpo.), de su fusión, de su separación (solve y coagula), en una palabra de la ciencia de la química mineral (o más bien de la alquimia), de la que Hermes fue el fundador entre los Egipcios, y que dio tanta potestad y extensión a la medicina (espagírica) (Las palabras entre corchetes han sido añadidas por nos para hacer el texto más comprensible.). Hasta tal punto es verdad que las ciencias constitutivas de la felicidad y de la libertad se suceden y se clasifican con este orden admirable que prueba que el Creador ha proporcionado a los hombres todo lo que puede calmar sus males y prolongar su paso sobre la tierra (Se puede ver en estas últimas palabras una alusión discreta al «elixir de la larga vida» de los alquimistas. — El grado precedente (grado 25), el de Caballero de la Serpiente de Bronce, era presentado como «encerrando una parte del primer grado de los Misterios egipcios, de donde brota el origen de la medicina y el gran arte de componer los medicamentos».). Es principalmente en el número tres, tan bien representado por los tres ángulos del Delta, del que los Cristianos han hecho el símbolo brillante de la Divinidad; es, digo, en este número tres, que se remonta a los tiempos más lejanos (El autor quiere decir sin duda: «cuyo empleo simbólico se remonta a los tiempos más remotos», ya que no podemos suponer que haya pretendido asignar un origen cronológico al número tres mismo.), donde el sabio observador descubre la fuente primitiva de todo lo que sacude al pensamiento, enriquece la imaginación, y da una justa idea de la igualdad social... Así pues, no cesemos, dignos Caballeros, de permanecer Escoceses Trinitarios, de mantener y de honrar el número tres como el emblema de todo lo que constituye los deberes del hombre, y recuerda a la vez la querida Trinidad de nuestra Orden, grabada sobre las columnas de nuestros Templos: la Fe, la Esperanza y la Caridad» (Los tres colores del grado a veces se consideran como simbolizando respectivamente las tres virtudes teologales: el blanco representa entonces la Fe, el verde la Esperanza, y el rojo la Caridad (o el Amor). — Las insignias de este grado de Príncipe de Gracia son: un mandil rojo, en medio del cual hay pintado o bordado un triángulo blanco y verde, y un cordón con los tres colores de la Orden, colocado en aspa, del que hay suspendido como joya un triángulo equilátero (o Delta) de oro (Manuel maçonnique de F.: Vuilliaume, p. 181).) 1484 EL ESOTERISMO DE DANTE   CAPÍTULO III

«Mâyâ es el "poder" maternal (NA: Shakti) por el que actúa el Entendimiento Divino»; más precisamente todavía, Mâyâ es la Kriyâ-Shakti, es decir, la "Actividad Divina", que es Ichchhâ-Shakti. Como tal, es inherente a Brahma mismo o al Principio Supremo; Mâyâ se sitúa en consecuencia a un nivel incomparablemente superior al nivel de Prakriti, la que, si es también denominada Mâyâ, precisamente como lo es en el Sânkhya, es ello porque Prakriti es en realidad como el reflejo de esta Shakti en el orden "cosmológico" (NA: En la terminología occidental, se podría decir aquí que es menester no confundir la Natura naturans con la Natura naturata, ello, si bien que ambas son designadas por el nombre de Natura.); se puede por lo demás hacer observar aquí la aplicación del sentido inverso de la analogía, reflejándose la suprema Actividad en la pura pasividad, y la "toda-potencia" principal en la potencialidad de la materia prima. Además, Mâyâ, por lo mismo que es el "arte" Divino que reside en el Principio, se identifica a la "Sabiduría", Sophia, entendida exactamente en el mismo sentido que lo es en la Tradición judeo-cristiana; y, como tal, Mâyâ es la madre del Avatâra: Y lo es primeramente, en cuanto a su generación eterna, en tanto que Shakti del Principio, Shakti que no forma por lo demás más que Uno con el Principio mismo, del cual ella no es más que el aspecto "natural" (Krishna dice: "Aunque sin nacimiento, ...Yo nazco de mi propia Mâyâ (NA: Bhagavad-Gîtâ, IV, 6).); y lo es también, en cuanto a su nacimiento en el mundo manifestado en tanto que Prakriti, lo que muestra todavía más claramente la conexión que existe entre ambos aspectos superior e inferior de Mâyâ (Ver La Gran Triada, I, parte final; a este propósito debe ser bien entendido que la Tradición Cristiana, pues que no se considera distintamente el aspecto "maternal" en el Principio mismo, no puede, explícitamente al menos, emplazarse, en cuanto a su concepción de la "Theotokos", más que en el segundo de los dos puntos de vista que acabamos de cuestionar. Como lo dice Coomaraswamy, "no es por accidente que el nombre de la madre del Buddha es Mâyâ (NA: de igual modo que, entre los griegos, Maia es la madre de Hermes); es en esto también en lo que reposa la aproximación que algunos han querido establecer entre ese nombre de Mâyâ y el de María.). 2429 ESTUDIOS SOBRE HINDUISMO   MÂYÂ (NA: Publicado en E. T., de julio-agosto de 1947.)

Aprovecharemos de esta ocasión para precisar todavía algunas nociones importantes, y en primer lugar la significación que conviene atribuir al término «hermetismo» en sí mismo, que algunos de nuestros contemporáneos parecen emplear un poco a diestro y siniestro. Este término indica que se trata esencialmente de una Tradición de origen egipcio, revestida después de una forma helenizada, sin duda en la época alejandrina, y transmitida bajo esta forma, en la Edad Media, a la vez al mundo islámico y al mundo cristiano, y, agregaremos que al segundo en gran parte por la intermediación del primero, como lo prueban los numerosos términos árabes o arabizados adoptados por los hermetistas europeos, comenzando por el término mismo de «alquimia» (el-Kimia) (Este término es árabe en su forma, pero no en su raíz; deriva verosímilmente del nombre de Kémi o «Tierra negra» dado al antiguo Egipto. ). Sería pues del todo ilegítimo extender esta designación a otras formas Tradicionales, como lo sería otro tanto por ejemplo, llamar «Kabbala» a otra cosa que el esoterismo hebraico; no es, bien entendido, que no existan equivalencia de ello en otras partes, y existen incluso, de suerte que esta ciencia Tradicional que es la alquimia tiene su exacta correspondencia en doctrinas como las de la India, del Tíbet y de la China, aunque con modos de expresión y métodos de realización naturalmente bastante diferentes; pero desde que se pronuncia el nombre de «hermetismo», se especifica por ahí mismo una forma claramente determinada cuya proveniencia no puede ser más que greco-egipcia. En efecto, la doctrina así designada es por ello mismo atribuida a Hermes, en tanto que éste era considerado por los griegos como idéntico al Thoth egipcio; y haremos destacar de inmediato que esto va contra la tesis de M. Evola  , al presentar esta doctrina como esencialmente derivada de una enseñanza sacerdotal, ya que Thoth, en su función de conservador y de transmisor de la Tradición, no es otra cosa que la representación misma del antiguo sacerdocio egipcio, o antes, para hablar más exactamente, del principio de inspiración de quien éste tenía su autoridad y en el nombre del cual formulaba y comunicaba el conocimiento iniciático. 2572 Formas Tradicionales y Ciclos Cósmicos LA TRADICIÓN HERMÉTICA

Al hablar de la Tradición hermética precedentemente, decíamos que ésta se refiere propiamente a un conocimiento de orden no metafísico, sino solo cosmológico, entendiéndole por lo demás en su doble aplicación «macrocósmica» y «microcósmica». Esta afirmación, aunque no siendo más que la expresión de la estricta verdad, no ha tenido la fortuna de complacer a algunos, que, viendo el hermetismo a través de su propia fantasía, querrían hacer entrar ahí de todo indistintamente; es verdad que esos no saben apenas lo que puede ser la metafísica pura... Sea como fuere, debe ser bien entendido que de ningún modo hemos querido despreciar las ciencias Tradicionales que son de la incumbencia del hermetismo, ni a las que se les corresponden en otras formas Tradicionales de oriente o de occidente; pero es menester saber poner cada cosa en su sitio, y estas ciencias como todo conocimiento especializado, no son empero más que secundarias y derivadas en relación a los principios, de los cuales no son más que la aplicación a un orden inferior de realidad. Solo pueden pretender lo contrario los que querrían atribuir al «Arte real» la preeminencia sobre el «Arte sacerdotal» (Hemos considerado esta cuestión en Autoridad espiritual y poder temporal.- A propósito de la expresión de «Arte real» que se ha conservado en la masonería, se podrá notar aquí la curiosa semejanza que existe entre los nombres de Hermes y de Hiram; eso no quiere decir, evidentemente, que estos dos nombres hayan tenido un origen lingüístico común, pero su constitución no es por ello menos idéntica, y el conjunto HRM del cual están esencialmente formados podría todavía dar lugar a otras aproximaciones. ); y quizás que está justamente ahí, en el fondo, la razón más o menos consciente de estas protestas a las cuales acabamos de hacer alusión. 2579 Formas Tradicionales y Ciclos Cósmicos HERMES

Sin preocuparnos en medida de más de lo que cada uno puede pensar o decir, ya que no está en nuestros hábitos tener en cuenta esas opiniones individuales que no existen al respecto de la Tradición, no nos parece inútil aportar algunas nuevas precisiones que confirman lo que ya hemos dicho, y eso refiriéndonos más particularmente a lo que concierne a Hermes, dado que al menos nadie puede contestar que es de éste de quien el hermetismo extrae su nombre (Debemos mantener que el hermetismo es en efecto de proveniencia heleno-egipcia, y que no se puede sin abuso extender esta denominación a lo que, bajo formas diversas, corresponde a éste en otras Tradiciones, como tampoco se puede por ejemplo, llamar Kabbala a una doctrina que no fuera específicamente hebraica. Sin duda, si escribiéramos en hebreo, diríamos qabbalah para designar la Tradición en general, de igual modo que en árabe, llamaríamos taçawwuf a la iniciación bajo cualesquiera forma que esto sea: Pero, trasladados a otra lengua, los términos hebreos, árabes, etc..., deben ser reservados a las formas Tradicionales cuya expresión respectiva son sus lenguas de origen, cualesquiera que sean por lo demás las comparaciones o incluso las asimilaciones a las que pueden dar lugar legítimamente; y es menester no confundir en ningún caso un cierto orden de conocimiento, considerado en sí mismo, con tal o cual forma especial de la cual ha sido revestido en circunstancias históricas determinadas. ). El Hermes griego tiene efectivamente caracteres que responden muy exactamente a lo que es cuestión aquí, y que son expresados concretamente por su principal atributo, el caduceo, del cual habremos sin duda de examinar más completamente el simbolismo en alguna otra ocasión; por el momento, nos bastará decir que este simbolismo se refiere esencial y directamente a lo que puede llamarse la «alquimia humana» (Ver El Hombre y su devenir según el Vêdânta, cap. XXI.), y que concierne a las posibilidades del estado sutil, incluso si éstas no deben ser tomadas más que como el medio preparatorio de una realización superior, como lo son, en la Tradición hindú, las prácticas equivalente que relevan del Hatha-Yoga. Se podrá por lo demás transferir esto al orden cósmico, dado que todo lo que está en el hombre tiene su correspondencia en el mundo e inversamente (Es así que se dice en los Rasâil Ikhwân es-Safâ, «El mundo es un gran hombre, y el hombre es un pequeño mundo» (el-âlam insân kabir  , wa el insân âlam çeghir).- Es por lo demás en virtud de esta correspondencia que una cierta realización en el orden «microcósmico» podrá entrañar a título de consecuencia accidental para el ser que ha llegado a ella, una realización exterior refiriéndose al orden «macrocósmico», sin que esta última haya sido buscada especialmente y por ella misma, así como lo hemos indicado a propósito de algunos casos de transmutaciones metálicas en nuestro precedente capítulo sobre la «Tradición hermética». ); aquí todavía, y en razón de esta correspondencia misma, se tratará propiamente del «mundo intermediario», donde son puestas en obra fuerzas cuya naturaleza dual está muy nítidamente figurada por las dos serpientes del caduceo. Recordaremos también, a este respecto, que Hermes es representado como el mensajero de los Dioses y como su intérprete (hermenentes), función que es en efecto la de un intermediario entre los mundos celeste y terrestre, y que tiene además la función de «sicopompo», que, en un orden inferior, se refiere manifiestamente también al dominio de las posibilidades sutiles (Estas dos funciones de mensajero de los Dioses y de «sicopompos» podrían, astrológicamente, ser referidas respectivamente a un aspecto diurno y a un aspecto nocturno; y también se puede, por otra parte, reencontrar ahí la correspondencia de las dos corrientes descendente y ascendente que simbolizan las dos serpientes del caduceo. ). 2580 Formas Tradicionales y Ciclos Cósmicos HERMES

Se podría quizás objetar, cuando se trata de hermetismo, que Hermes tiene aquí el lugar del Thoth egipcio al cual ha sido identificado, y que Thoth representa propiamente la Sabiduría, atribuida al sacerdocio en tanto que conservado y transmisor de la Tradición; eso es verdad, pero, como esa asimilación no ha podido ser hecha sin razón, es menester admitir que en eso debe considerarse más especialmente un cierto aspecto de Thoth, correspondiente a una cierta parte de la Tradición, la que comprende los conocimientos que se refieren al «mundo intermediario»; y, de hecho, todo lo que puede saberse de la antigua civilización egipcia, según los vestigios que la misma ha dejado, muestra precisamente que los conocimientos de este orden estaban allí mucho más desarrollados y que habían tomado una importancia mucho más considerable que por cualquier otra parte. Por lo demás, hay otra aproximación, incluso podríamos decir que otra equivalencia, que muestra en efecto que esa objeción estaría sin alcance real: En la India, el planeta Mercurio (o Hermes) es llamado Budha, nombre cuya raíz significa propiamente la Sabiduría; aquí todavía, basta determinar el orden en el cual esta Sabiduría, que en su esencia es el principio inspirador de todo conocimiento, debe encontrar su aplicación más particular cuando la misma es atribuida a esta función especializada (Es menester no confundir este nombre de Budha con el de Buddha, designación de Shâkya-Muni, si bien ambos tienen la misma significación radical, y aunque por otra parte algunos atributos del Budha planetario hayan sido transferidos ulteriormente al Buddha histórico, siendo representado éste como habiendo sido «iluminado» por la irradiación de este astro, del cual habría así en cierto modo absorbido la esencia en él mismo.- Anotamos a este propósito que la Madre de Buddha es llamada Mâyâ-Dêvî y que, entre los griegos y los latinos, Maïa era también la madre de Hermes o de Mercurio. ). 2581 Formas Tradicionales y Ciclos Cósmicos HERMES

A propósito de este nombre de Budha, hay un hecho curioso por señalar: Es que es en realidad idéntico al del Odin escandinavo, Woden o Wotan (Se sabe que el cambio de la b en v o en w es un fenómeno lingüístico extremadamente frecuente. ); no es pues en punto ninguno arbitrariamente que los romanos asimilaron éste a su Mercurio, y por lo demás, en las lenguas germánicas, el miércoles o día de Mercurio es, actualmente todavía, designado como el día de Odin. Lo que es quizás todavía más destacable, es que este mismo nombre se reencuentra exactamente en el Votan de las antiguas Tradiciones de América central, que tiene por otra parte los atributos de Hermes, ya que es Quetzalcohuatl, el «pájaro-serpiente», y la unión de estos dos animales simbólicos (corresponden respectivamente a los dos elementos aire y fuego) está también figurada por las alas y las serpientes del caduceo (Ver a este sujeto nuestro estudio sobre La Lengua de los pájaros, cap. VII de Símbolos fundamentales de la Ciencia Sagrada, donde hemos hecho observar que la serpiente es opuesta o asociada al pájaro según sea considerada bajo su aspecto maléfico o benéfico. Agregaremos que una figura como la del águila teniendo una serpiente en sus garras (como se encuentra precisamente en México) no evoca exclusivamente la idea de antagonismo que representa, en la Tradición hindú, el combate del Garuda contra el Nâga; sucede, concretamente en el simbolismo heráldico, que la serpiente es aquí reemplazada por la espada flamígera, que es de aproximar por otra parte a los rayos que tiene el águila de Júpiter), y la espada, en su significación más elevada, figura la Sabiduría y el Poder del Verbo (Ver por ejemplo Apocalipsis, I:16).- Es de destacar que uno de los principales símbolos del Thoth egipcio era el ibis, destructor de reptiles, y devenido a este título un símbolo de Cristo; pero, en el caduceo de Hermes, tenemos la serpiente bajo sus dos aspectos contrarios, como en la figura del «anfisbeno» de la Edad Media (Ver El Rey del Mundo, cap. III, al final, en nota).). Sería menester estar ciego para no ver, en los hechos de este género, una marca de la unidad de fondo de todas las doctrinas Tradicionales; desafortunadamente, una tal ceguera no es sino muy común en nuestra época en la que los que saben verdaderamente leer los símbolos no son más que una ínfima minoría, y en la que, por el contrario, no se encuentran más que «profanos» en demasía que se creen cualificados para interpretar la «ciencia sagrada», que ellos acomodan al gusto de su imaginación más o menos desordenada. 2582 Formas Tradicionales y Ciclos Cósmicos HERMES

Otro punto que no es menos interesante es éste: en la Tradición islámica, Seyidna Idris es identificado a la vez a Hermes y a Henoch; esta doble asimilación parece indicar una continuidad de Tradición que se remontaría más allá del sacerdocio egipcio, habiendo debido éste solamente recoger la herencia de lo que represente Henoch, que se refiere manifiestamente a una época anterior (¿Sería menester concluir de esta asimilación que el Libro de Henoch, o al menos lo que es conocido bajo este título, debe ser considerado como formando parte integrante del conjunto de los «libros herméticos»?.- Por otra parte, algunos dicen además que el profeta Idris es el mismo que Buddha; lo que ha sido indicado más atrás muestra suficientemente en qué sentido debe entenderse esta aserción, que se refiere en realidad a Budha, el equivalente hindú de Hermes. No podría en efecto tratarse del Buddha histórico, cuya muerte es un hecho conocido, mientras que de Idris es dicho expresamente haber sido transportado vivo al cielo, lo que responde bien al Henoch bíblico.). Al mismo tiempo, las ciencias atribuidas a Seyidna Idris colocadas bajo su influencia especial no son las ciencias puramente espirituales, que son atribuidas a Seyidna Aissa, es decir, a Cristo; son las ciencias que pueden calificarse de «intermediarias», entre las cuales figuran en el primer rango la alquimia y la astrología; y son éstas, en efecto, las ciencias que pueden decirse propiamente «herméticas». Pero aquí se coloca otra consideración que podría considerarse, a primera vista al menos, como una bastante extraña interversión en relación a las correspondencias habituales: Entre los principales profetas, uno hay, como lo veremos en un próximo estudio, que preside a cada uno de los siete cielos planetarios, el cielo del cual es el «Polo» (El-Qutb); ahora bien, no es Seyidna Idris quien preside así en el cielo de Mercurio, sino Seyidna Aissa, y es en el cielo del Sol donde preside Seyidna Idris; y, naturalmente, esto entraña la misma transposición en las correspondencias astrológicas de las ciencias que les son respectivamente atribuidas. Esto levanta una cuestión muy completa, que no podríamos tener la pretensión de tratar enteramente aquí; puede que tengamos la ocasión de volver a ella, pero por el momento, nos limitaremos a algunas precisiones que permitirán quizás entrever la solución de la misma, y que, en todo caso, mostrarán al menos que hay ahí muy otra cosa que una simple confusión, y que lo que se arriesgaría a pasar por tal a los ojos de un observador superficial y «exterior» reposa antes al contrario sobre razones muy profundas en realidad. 2583 Formas Tradicionales y Ciclos Cósmicos HERMES

En primer lugar, no se trata ahí de un caso aislado en el conjunto de las doctrinas Tradicionales, ya que puede encontrarse algo enteramente similar en la angeleología hebraica: En general, Mikael es el ángel del Sol y Rafael el ángel de Mercurio, pero sucede a veces que estas funciones están invertidas. Por otra parte, si Mikael, en tanto que represente el Metatron solar, se asimila esotéricamente a Cristo (Ver El Rey del Mundo, cap. III. ), Rafael es, según la significación de su nombre, el «sanador divino», y Cristo aparece también como «sanador espiritual» y como «reparador»; por lo demás, podríanse encontrar todavía otras relaciones entre Cristo y el principio representado por Mercurio entre las esferas planetarias (Quizás es menester ver ahí el origen de la equivocación que cometen algunos al considerar al Buddha como el noveno avatâra de Vishnu; se trataría en realidad de una manifestación en relación con el principio designado como el Budha planetario; en este caso, el Cristo solar sería propiamente Cristo glorioso, es decir, el décimo avatâra, el que debe venir al fin del ciclo.- Recordaremos, a título de curiosidad, que el mes de mayo saca su nombre de Maia, madre de Mercurio (que se dice que es una de las Pléyades), a la cual el citado mes estaba antiguamente consagrado; ahora bien, en el cristianismo ha devenido el «mes de María», por una asimilación, que no es sin duda únicamente fonética entre María y Maia.). Verdad es que, entre los griegos, la medicina era atribuida a Apolo, es decir, al principio solar, y a su hijo Asklêpios (de quien los latinos hicieron Esculapio); pero, en los «libros herméticos», Asklêpios deviene hijo de Hermes, y es también de destacar que el bastón que es su atributo tiene estrechas relaciones simbólicas con el caduceo (Alrededor del bastón de Esculapio está enrollada una sola serpiente, la que representa la fuerza benéfica, ya que la fuerza maléfica debe desaparecer por lo mismo de que se trata del genio de la medicina. Anotamos igualmente la relación de este mismo bastón de Esculapio, en tanto que signo de curación, con el símbolo bíblico de la «serpiente de bronce» (ver a este sujeto nuestro estudio sobre Sheth, capítulo XX de los Símbolos fundamentales de la Ciencia Sagrada) ). Este ejemplo de la medicina permite por lo demás comprender como una misma ciencia puede tener aspectos que se refieren en realidad a órdenes diferentes, de donde unas correspondencias igualmente diferentes, incluso si los efectos exteriores que de la misma se obtienen son aparentemente semejantes, ya que hay la medicina puramente o «teúrgica», y hay también la medicina hermética o «espagírica»; esto está en relación directa con la cuestión que consideramos al presente; y quizás explicaremos algún día por qué la medicina, bajo el punto de vista Tradicional, era considerada esencialmente como una ciencia sacerdotal. 2584 Formas Tradicionales y Ciclos Cósmicos HERMES

En efecto, se dice por algunos que la Gran Pirámide sería la tumba de Seyidna Idris, de otro modo dicho el Profeta Henoch, mientras que la segunda Pirámide sería la de otro personaje que habría sido el Maestro de éste, y sobre el cual habremos de volver; pero, presentada de esta manera y tomada en el sentido literal, la cosa encerraría una obscuridad manifiesta dado que Henoch no murió, sino que fue elevado vivo al Cielo; ¿Cómo podría pues tener una tumba? Sería menester empero no apresurarse demasiado a hablar aquí, al modo occidental, de «leyendas» desprovistas de fundamento, pues he aquí la explicación que de esto se da; no es el cuerpo de Idris lo que fue enterrado en la Pirámide, sino su ciencia; y, por ahí, algunos comprender que se trata de sus libros; pero, ¿qué verosimilitud hay en que unos libros hayan sido enterrados así pura y simplemente, y qué interés habría podido presentar eso bajo un punto de vista cualquiera? (Apenas hay necesidad de hacer observar que el caso de libros depositados ritualmente en una verdadera tumba es del todo diferente de éste. ). Sería mucho más plausible, seguramente, que el contenido de esos libros haya sido gravado en caracteres jeroglíficos en el interior del monumento; pero, desafortunadamente para una tal suposición, no se encuentra en la Gran Pirámide ni inscripciones ni figuraciones simbólicas de ninguna especie (Sobre todo eso todavía, uno encuentra a veces aserciones singulares y más o menos completamente fantásticas; así, en el Occult Magazine, órgano de la H. B. of L., hemos relevado una alusión a las «78 láminas del Libro de Hermes, que yace enterrado en una de las Pirámides» (número de diciembre de 1885, p. 57); se trata manifiestamente aquí del Tarot  , pero éste jamás ha representado un Libro de Hermes, de Thoth o de Henoch más que en algunas concepciones muy recientes, y no es «egipcio» si ello no es de la misma manera que los son los Bohemios a quienes también se les ha dado este nombre. Sobre la H. B. of L., ver nuestro libro sobre El Teosofismo. ). Entonces, no queda más que una sola hipótesis aceptable: Es la de que la ciencia de Idris está en efecto verdaderamente oculta en la Pirámide, pero porque se encuentra inclusa en su estructura misma, en su disposición exterior e interior y en sus proporciones; y todo lo que puede haber de válido en los «descubrimientos» que los modernos han hecho o creído hacer a este respecto no representan en suma más que algunos fragmentos ínfimos de esta antigua ciencia Tradicional. 2591 Formas Tradicionales y Ciclos Cósmicos LA TUMBA DE HERMES

Esta interpretación concuerda por otra parte bastante bien, en el fondo, con otra versión árabe del origen de las Pirámides, que atribuye la construcción de las mismas al rey antediluviano Surid: Éste, habiendo sido advertido por un sueño de la inminencia del Diluvio, las hizo edificar según el plano de los sabios, y ordenó a los sacerdotes depositar en ellas los secretos de sus ciencias y los preceptos de su sabiduría. Ahora bien, se sabe que Henoch o Idris, antediluviano él también, se identifica a Hermes o Thoth, que representa la fuente de la cual el sacerdocio egipcio tenía sus conocimientos, y después, por extensión, a ese sacerdocio en sí mismo en tanto que continuador de la misma función de enseñanza Tradicional; es pues siempre la misma ciencia sagrada la que, de esta manera todavía, habría sido depositada en las Pirámides (Otra versión todavía, no ya árabe, sino copta, atribuye el origen de las Pirámides a Shedîd et Sheddâd, hijo de Ad; no sabemos demasiado sobre las consecuencias que podrían extraerse de ello, y no parece que haya lugar a vincular a la misma una gran importancia, pues, aparte del hecho de que se trata aquí de «gigantes», uno no ve que intención simbólica podría recubrir en efecto la versión en cuestión. ). 2592 Formas Tradicionales y Ciclos Cósmicos LA TUMBA DE HERMES

Otra observación que tiene también su importancia, es la de que el nombre mismo de Hermes está lejos de ser desconocido a la Tradición árabe (Al lado de la forma correcta Hermes, se encuentra también, en algunos autores, la forma Armis que es evidentemente una alteración. ); y, ¿es menester no ver más que una «coincidencia» en la similitud que presenta con el término Haram (en plural Ahrâm), designación árabe de la Pirámide, del cual no difiere más que por la simple agregación de una letra final que no forma parte en punto ninguno de su raíz? Hermes es llamado El-muthalleth bil-hikam, literlamente «triple por la sabiduría» (Hikam es el plural de hikmah, pero las dos formas del singular y del plural son igualmente empleadas con el sentido de «sabiduría» ), lo que equivale al epíteto   griego Trimegistos, ello, aún siendo más explícito, ya que la «magnitud» que expresa este último no es en el fondo más que la consciencia de la sabiduría que es el atributo propio de Hermes (Puede ser curioso destacar que el término muthalleth designa también el triángulo, pues se podría, sin forzar demasiado las cosas, encontrar en el mismo alguna relación con la forma triangular de las caras de la Pirámide, que ha debido ser determinada también «por la sabiduría» de los que establecieron sus planos, sin contar con que el triángulo se vincula por otras partes al simbolismo del «Polo» y, bajo este último punto de vista, es bien evidente que la Pirámide misma no es en suma más que una de las imágenes de la «Montaña Sagrada». ). Esta «triplicidad» tiene por lo demás todavía otra significación, ya que la misma se encuentra a veces desarrollada bajo la forma de tres Hermes distintos: El primero, llamado «Hermes de los Hermes» (Hermes El-Harâmesah), y considerado como antediluviano, es el que se identifica propiamente a Seyidna Idris; los otros dos, que serían postdiluvianos, son el «Hermes Babilonio» (El-Bâbelî) y el «Hermes Egipcio» (El-Miçrî); esto parece indicar bastante claramente que las dos Tradiciones caldea y egipcia habrían sido derivadas directamente de una sola y misma fuente principal, la cual, siendo dado el carácter antediluviano que le es reconocido, no puede apenas ser otra que la Tradición atlantiana (Es fácil de comprender que todo esto se sitúa, en todo caso, bastante lejos ya de la Tradición Primordial; y sería por lo demás bien poco útil designar especialmente ésta como la fuente común de dos Tradiciones particulares, dado que la misma es necesariamente la fuente común de todas las formas Tradicionales sin excepción.- Por otra parte, se podría concluir del orden de enumeración de los tres Hermes, en tanto que parece haber alguna significación cronológica, en una cierta anterioridad de la Tradición caldea en relación a la Tradición egipcia. ). 2595 Formas Tradicionales y Ciclos Cósmicos LA TUMBA DE HERMES

Sea como fuere lo que se pueda pensar de todas estas consideraciones, que están seguramente tan alejadas de las opiniones de los egiptólogos como de las de los modernos investigadores del «secreto de las Pirámides», es permisible decir que la Pirámide en cuestión representa verdaderamente la «tumba de Hermes», pues los misterios de su sabiduría y de su ciencia han sido ocultados en ella del tal manera que es ciertamente bien difícil descubrirlos ahí (Ya que estamos en este punto, señalaremos todavía otra fantasía moderna: Hemos constatado que algunos atribuyen una importancia considerable al hecho de que la Gran Pirámide jamás habría sido acabada: la cima o cúspide falta en efecto, pero todo lo que puede decirse de seguro a ese respecto, es que los más antiguos autores de los cuales se tenga el testimonio, y que son todavía relativamente recientes, la han visto siempre truncada como lo está hoy día. De ahí, a pretender que esa cúspide que falta corresponde a la «piedra angular» de la cual se habla en diversos pasajes de la Biblia   y del Evangelio, hay verdaderamente mucho terreno, tanto más cuanto que, según datos mucho más auténticos y más Tradicionales, la piedra en cuestión sería, no punto ninguno un «piramidión», sino antes bien una «clave de bóveda» (Key-stone), y, si la misma fue «rechazada por los constructores», es porque éstos, no estando iniciados más que en la Square Masonry, ignoraban los secretos del Arch Masonry.- Cosa bastante curiosa, el escudo de los Estados Unidos figura la Pirámide truncada, encima de la cual hay un triángulo radiante que, aún estando separado, e incluso aislado por el círculo de nubes que le rodea, parece en cierto modo reemplazar a la cúspide; pero hay también es ese escudo del cual algunas organizaciones «pseudo-iniciáticas» buscan por otra parte sacar partido de una manera algo sospechosa, otros detalles que son por lo menos bizarros: Así, el número de las basas de la Pirámide, que en el escudo en cuestión es de trece, se dice que corresponde al de las tribus de Israel (contando separadamente las dos semitribus de los hijos de José), y esto no carece quizás de relación del todo con los orígenes reales de ciertas divagaciones contemporáneas sobre la Gran Pirámide, tendientes, como ya lo hemos dicho precedentemente, a hacer de ésta, para designios ante todo obscuros, una especie de monumento «judeo-cristiano».). 2596 Formas Tradicionales y Ciclos Cósmicos LA TUMBA DE HERMES

La segunda parte está consagrada a la Kabbala hebraica, lo que podría sorprender si uno no conociera las ideas del autor sobre este punto: Para él, en efecto, la Tradición hebraica ha salido directamente de la Tradición egipcia, las mismas son como «dos eslabones consecutivos de una misma cadena». Hemos dicho ya lo que pensamos de ello, pero precisaremos todavía: El autor tiene seguramente razón en admitir que la Tradición egipcia fue derivada de la Atlántida (que por otra parte, podemos declararlo más claramente de lo que él lo hace, no fue ella misma por eso la sede de la Tradición Primordial), pero ella no fue la única, y la misma cosa parece verdad concretamente de la Tradición Caldea; la enseñanza árabe sobre los «tres Hermes», de la cual hemos hablado en otra ocasión, indica con bastante claridad este parentesco; pero, si la fuente principal es así la misma, la diferencia de estas formas fue probablemente determinada sobre todo por el encuentro con otras corrientes, viniendo una del Sur para Egipto, y la otra del Norte para Caldea. Ahora bien, la Tradición hebraica es esencialmente «abrahámica», y por tanto, de origen Caldeo; la «readaptación» operada por Moisés ha podido sin duda, a consecuencia de las circunstancias de lugar, ayudarse accesoriamente de elementos egipcios, sobre todo en lo que concierne a algunas ciencias Tradicionales más o menos secundarias; pero la misma no podría de ninguna manera haber tenido por efecto hacer salir a esta Tradición de su línea propia, para trasladarla a otra línea, extranjera al pueblo al cual estaba expresamente destinada y en la lengua del cual debía ser formulada. Por lo demás, desde que se reconoce la comunidad de origen y de fondo de todas las doctrinas Tradicionales, la constatación de ciertas similitudes no entraña de ningún modo la existencia de una filiación directa: La cosa es así, por ejemplo, en relaciones como las que el autor quiere establecer entre los Sephiroth y la «Eneada» egipcia, ello, admitiendo que las mismas estén justificadas; y, en rigor, incluso si se estima que se trata de semejanzas incidentes sobre puntos muy particulares como para remontarse hasta la Tradición Primordial, el parentesco de las Tradiciones egipcia y caldea bastaría en todo caso ampliamente para rendir cuenta de ello. En cuanto a pretender que la escritura hebraica primitiva fue sacada de los jeroglíficos, es esa una hipótesis del todo gratuita, dado que, de hecho, nadie sabe con justeza lo que era esta escritura; todos los indicios que pueden encontrarse a este respecto tienden inclusive antes bien a hacer pensar lo contrario; y, además, uno no ve del todo como la asociación de los números a las letras, que es esencial en lo que concierne al hebreo, habría en efecto podido ser tomada al sistema jeroglífico. Además, las similitudes estrechas que existen entre el hebreo y el árabe, y a las cuales no se hace aquí la menor alusión, van todavía manifiestamente a la contra de esta hipótesis, pues sería sin embargo bien difícil de sostener seriamente que la Tradición árabe también ha debido salir de Egipto! Pasaremos rápidamente sobre la tercera parte, donde se encuentran primero pareceres sobre el arte que, si contienen a despecho de todo cosas justas, por ello no parten menos de una afirmación más que contestable; no es posible decir, al menos sin precisar más, que «no hay más que un arte», ya que es demasiado evidente que la unidad de fondo, es decir, de las ideas expresadas simbólicamente, no excluye de ningún modo la multiplicidad de las formas. En los capítulos siguientes, el autor da una apercepción, no de las ciencias Tradicionales auténticas como uno habría podido desearlo, sino de algunos residuos más o menos deformados que de las mismas han subsistido hasta nuestra época, sobre todo bajo el aspecto «adivinatorio»; la influencia que ejercen sobre él las concepciones «ocultistas» se muestra aquí de una manera particularmente enojosa. Agregamos también que es del inexacto decir que algunas de las ciencias que eran enseñadas en los templos antiguos equivalían pura y simplemente a las ciencias modernas y «universitarias»; en realidad, incluso ahí donde puede haber una aparente similitud de objeto, el punto de vista no era por ello menos totalmente diferente, y hay siempre un verdadero abismo entre las ciencias Tradicionales y las ciencias profanas. En fin, no podemos dispensarnos de revelar algunos errores de detalle, pues los hay que son verdaderamente sorprendentes; ¡Así, la imagen bien conocida del «batimiento del mar» es dada por la de un «dios Samudra Mutu» (sic)! Pero eso es quizás todavía más excusable que las faltas concernientes a cosas que deberían ser más familiares al autor que la Tradición hindú, y especialmente la lengua hebraica. No hablamos de lo que no es más que un asunto de transcripción, aún cuando que ésta esté terriblemente «descuidada»; pero, ¿cómo se puede llamar constantemente Ain Bekar lo que es en realidad Aiq Bekar (sistema criptográfico conocido en árabe tanto como en hebreo, y donde podría verse el prototipo de los alfabetos masónicos), confundir además, en cuanto a sus valores numéricos, la forma final del kaph con la del noun, y mencionar todavía por añadidura un «samek final» que jamás ha existido y que no es otra cosa que un mem? ¿Cómo puede uno asegurar que los traductores del Génesis han traducido thehôm por las «aguas», en un lugar donde el término que se encuentra en el texto hebreo es maim y no en punto ninguna thehôm, o que «Ain Soph significa literalmente el Antiguo de los Años», cuando es que la traducción estrictamente literal de este nombre es «sin límite»? Ietsirah es «Formación» y no «Creación» (que se dice Beriah); Zohar   no significa «Carro celeste» (confusión evidente con Merkabah), sino «Esplendor»; el autor parece ignorar completamente lo que es el Talmud  , dado que le considera como formado del Notarikon, de la Temourah y de la Gematria, que por lo demás no son «libros» como dice, sino métodos de interpretación kabbalística! Nos detendremos ahí; pero se convendrá en que semejantes errores no invitan apenas a aceptar ciegamente las aserciones del autor sobre puntos menos fácilmente verificable y a acordar una confianza sin reserva a sus teorías egiptológicas... 2604 Formas Tradicionales y Ciclos Cósmicos RESEÑAS: ENEL: A Message from the Sphinx (Rider and Co, London).

Hay que destacar que estas dos mismas fuerzas son también figuradas de una manera diferente, aunque equivalente en el fondo, en otros símbolos tradicionales, concretamente por dos líneas helicoidales que se enrollan en sentido inverso la una de la otra alrededor de un eje vertical, como se ve por ejemplo en algunas formas del Brahma-danda o bastón brahmánico, que es una imagen del «Eje del Mundo», y donde este doble enrollamiento es puesto en relación precisamente con las dos orientaciones contrarias del swastika; en el ser humano, estas dos líneas son las dos nâdîs o corrientes sutiles de la derecha y de la izquierda, o positiva y negativa (idâ y pingalâ) (NA: Ver El Hombre y su devenir según el Vêdânta, cap. XX. — El «Eje del Mundo» y el eje del ser humano (representado corporalmente por la columna vertebral) son igualmente designados uno y otro, en razón de su correspondencia analógica, por el término Mêru-danda.). Otra figuración idéntica es la de las dos serpientes del caduceo, que se vincula por otra parte al simbolismo general de la serpiente bajo sus dos aspectos opuestos (NA: Ver El Reino de la Cantidad y los Signos de los Tiempos, cap. XXX.); y, a este respecto, la doble espiral puede considerarse también como figurando una serpiente enrollada sobre sí misma en dos sentidos contrarios: esta serpiente es entonces una «anfibena» (NA: Ver El Rey del Mundo, cap. III.), cuyas dos cabezas corresponden a los dos polos, y que equivale, ella sola, al conjunto de las dos serpientes opuestas del caduceo (NA: Para explicar la formación del caduceo, se dice que Mercurio vio dos serpientes que se batían (figura del caos), y que él las separó (distinción de los contrarios) con una vara (determinación de un eje según el cual se ordenará el caos para devenir el Cosmos), alrededor de la cual ellas se enrollaron (equilibrio de las dos fuerzas contrarias, que actúan simétricamente en relación al «Eje del Mundo»). Es menester precisar también que el caduceo (kêrukeion, insignia de los heraldos) es considerado como el atributo característico de dos funciones complementarias de Mercurio o Hermes: por una parte, la de intérprete o de mensajero de los Dioses, y, por otra, la de «psicopompo», que conduce a los seres a través de sus cambios de estado, o en los pasos de un ciclo de existencia a otro; estas dos funciones corresponden en efecto respectivamente a los dos sentidos descendente y ascendente de las corrientes representadas por las dos serpientes.). 2693 LA GRAN TRÍADA LA DOBLE ESPIRAL

Así pues, si el Wang es esencialmente el «Hombre Universal», el que le representa y desempeña su función debería, en principio al menos, ser un «hombre transcendente», es decir, debería haber realizado la meta final de los «misterios mayores»; y es en tanto que tal como puede, así como ya lo hemos indicado más atrás, identificarse efectivamente a la «Vía Central» o «Vía del Medio» (NA: Tchoung-Tao), es decir, al eje mismo, ya sea que este eje sea representado por el mástil del carro, por el pilar central del Ming-tang o por cualquier otro símbolo equivalente. Al haber desarrollado todas sus posibilidades tanto en el sentido vertical como en el sentido horizontal, él es por eso mismo el «Señor de los tres mundos» (NA: Cf. El Rey del Mundo, cap. IV.- Si se quieren observar a este respecto puntos de comparación entre diversas tradiciones, se puede precisar que es en esta cualidad como Hermes, que por lo demás es representado como «rey» y «pontífice» a la vez, es llamado trismegistos o «tres veces grandísimo»; se puede aproximar también a esta designación la de «tres veces poderoso», empleada en los «grados de perfección» de la Masonería escocesa, y que implica propiamente la delegación de un poder que debe ejercerse en los tres mundos.), que pueden ser representados también por los tres trazos horizontales del carácter wang (NA: Para eso basta con un cambio de punto de vista que corresponde a lo que hemos explicado precedentemente sobre el tema del Tribhuvana comparado a la Tríada extremo oriental.); y es también, en relación al mundo humano en particular, el «Hombre Único» que sintetiza en él y expresa integralmente la Humanidad (considerada a la vez como naturaleza específica, desde el punto de vista cósmico, y como colectividad de los hombres, desde el punto de vista social), de igual modo que la Humanidad, a su vez, sintetiza en ella los «diez mil seres», es decir, la totalidad de los seres de este mundo (NA: Se observará que la cualidad de «Señor de los tres Mundos» corresponde aquí al sentido vertical, y la de «Hombre Único» corresponde al sentido horizontal.). Por eso es por lo que, como ya lo hemos visto, él es el «regulador» del orden cósmico tanto como del orden social (NA: La palabra rex, «rey», expresa etimológicamente la función «reguladora», pero ordianriamente se aplica solo al punto de vista social.); y, cuando desempeña la función de «mediador», en realidad son todos los hombres los que la desempeñan en su persona: así, en China, solo el Wang o el Emperador podía cumplir los ritos públicos correspondientes a esta función, y, concretamente, ofrecer el sacrificio al Cielo que es el tipo mismo de estos ritos, ya que es ahí donde el papel del «mediador» se afirma de la manera más manifiesta (NA: De hecho, el sacrificio al Cielo es ofrecido también en el interior de las organizaciones iniciáticas, pero, puesto que ahí no se trata de ritos públicos, no hay en eso ninguna «usurpación»; así pues, los Emperadores, cuando ellos mismos eran iniciados, no podían tener más que una sola actitud, que era ignorar oficialmente esos sacrificios, y es esto lo que hicieron en efecto; pero cuando no fueron en realidad más que simples profanos, se esforzaron a veces en impedirlos, más o menos vanamente por lo demás, porque no podían comprender que otros fueran efectiva y «personalmente» lo que ellos mismos no eran más que de una manera simbólica y únicamente en el ejercicio de la función tradicional de que estaban investidos.). 2837 LA GRAN TRÍADA EL «WANG» O EL REY-PONTÍFICE

Antes de su establecimiento en la India, esta misma tradición era la de una civilización que no llamaremos «arianismo», puesto que ya hemos explicado por qué esta palabra esta desprovista de sentido, pero para la que podemos aceptar, a falta de otra, la denominación de «indoiraní», aunque su lugar de desarrollo no haya sido verdaderamente más el Irán que la India, y simplemente para marcar que debía dar nacimiento después a las dos civilizaciones, hindú y persa, distintas e incluso opuestas en algunos aspectos. Así pues, en una cierta época, debió producirse una escisión bastante análoga a lo que fue más tarde, en la India, la del budismo; y la rama separada, desviada en relación a la tradición primordial, fue entonces lo que se llama «iranismo», es decir, lo que debía devenir la tradición persa, llamada todavía «mazdeísmo». Ya hemos señalado esta tendencia, general en Oriente, de las doctrinas que fueron primero antitradicionales a establecerse a su vez en tradiciones independientes; ésta de que se trata había tomado sin duda este carácter mucho tiempo antes de ser codificada en el Avesta bajo el nombre de Zarathustra o Zoroastro, en el que, por lo demás, es menester no ver la designación de un hombre, sino más bien la de una colectividad, así como ocurre frecuentemente en parecido caso: los ejemplos de Fo-hi para la China, de Vyâsa para la India, de Thoth o Hermes para Egipto, lo muestran suficientemente. Por otro lado, un rastro muy claro de la desviación ha permanecido en la lengua misma de los persas, donde algunas palabras tuvieron un sentido directamente opuesto al que tenían primitivamente y que conservaron en sánscrito; el caso de la palabra dêva es aquí el más conocido, pero se podrían citar otros, el del nombre de Indra por ejemplo, y eso no puede ser accidental. El carácter dualista que se atribuye ordinariamente a la tradición persa, si fuera real, sería también una prueba manifiesta de alteración de la doctrina; pero es menester decir, no obstante, que ese carácter parece no ser más que el hecho de una interpretación falsa o incompleta, mientras que hay otra prueba más seria, constituida por la presencia de algunos elementos sentimentales; por lo demás, no vamos a insistir aquí sobre esta cuestión. 3726 IGEDH Significación precisa de la palabra «hindú»

Esto puede hacer pensar igualmente en la "serpiente de bronce" elevada por Moisés en el desierto ( Números, XXI. ), y que se sabe que es también un símbolo de la "redención", de suerte que la pértiga sobre la que estaba colocada equivale a este respecto a la cruz y recuerda igualmente el "Árbol de la Vida" ( El bastón de Esculapio tiene una significación similar; en el caduceo de Hermes, se tienen las dos serpientes en oposición, lo que corresponde a la doble significación del símbolo. ). Sin embargo, la serpiente se asocia más habitualmente al "Árbol de la Ciencia"; pero es que entonces se considera bajo su aspecto maléfico, y ya hemos hecho observar en otras partes que, como muchos otros símbolos, la serpiente tiene dos significaciones opuestas ( Ver El Rey del Mundo, cap. III. ). Es menester no confundir la serpiente que representa la vida y la que representa la muerte, la serpiente que es un símbolo de Cristo y la que es un símbolo de Satán ( y eso, incluso cuando se encuentren tan estrechamente unidas como en la curiosa figuración de la "anfibena" o serpiente de dos cabezas ); y se podría decir que la relación de estos dos aspectos contrarios, no deja de presentar una cierta similitud con la de los papeles que representan respectivamente el "Árbol de la Vida" y el "Árbol de la Ciencia" ( NA: La serpiente enrollada alrededor del árbol ( o del bastón que es uno de sus equivalentes ) es un símbolo que se encuentra en la mayoría de las tradiciones; veremos más adelante cual es su significación desde el punto de vista de la representación geométrica del ser y de sus estados. ). 6188 EL SIMBOLISMO DE LA CRUZ   IX

Ahora, falta considerar otra cuestión particularmente importante desde el punto de vista iniciático: hemos hablado de la caverna como lugar del "segundo nacimiento"; pero ha de hacerse una distinción esencial entre este "segundo nacimiento" y el "tercer nacimiento", distinción que en suma corresponde a la de la iniciación en los "pequeños misterios" y en los "grandes misterios"; si el "tercer nacimiento" se representa también como cumplido en la caverna, ¿de qué modo se adaptará a él el simbolismo, de ésta? El "segundo nacimiento", que es propiamente lo que puede llamarse la "regeneración psíquica", se opera en el dominio de las posibilidades sutiles de la individualidad humana; el "tercer nacimiento", al contrario, al efectuarse directamente en el orden espiritual, y no ya en el psíquico, es el acceso al dominio de las posibilidades supraindividuales. El uno es, pues, propiamente un "nacimiento en el cosmos" (proceso al cual corresponde, según lo hemos dicho, en el orden "macrocósmico", el nacimiento del Avatâra) y por consiguiente es lógico que se lo figure como ocurrido íntegramente en el interior de la caverna; pero el otro es un "nacimiento fuera del cosmos" y a esta "salida del cosmos", según la expresión de Hermes (Cf. A. K. Coomaraswamy, "La Vierge allaitant saint Bernard", en É.T., diciembre de 1937, pág. 418), debe corresponder, para que el simbolismo sea completo, una salida final de la caverna, la cual contiene solamente las posibilidades incluidas en el "cosmos", las que el iniciado debe precisamente sobrepasar en esta nueva fase del desarrollo de su ser, del cual el "segundo nacimiento" no era en realidad sino el punto de partida. 6995 SFCS   LA CAVERNA Y "EL HUEVO DEL MUNDO