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Obras: Cordero

sexta-feira 2 de fevereiro de 2024

  

Pero se dirá, ¿qué relación hay entre los dos puntos de que se trata y las extremidades del ciclo cronológico? Para uno de ellos, el Paraíso terrestre, esta relación es evidente, y eso es lo que corresponde al comienzo del ciclo; pero, para el otro, es menester precisar que la Jerusalem terrestre se toma como la prefiguración, de la Jerusalem celeste que describe el Apocalipsis; simbólicamente, por lo demás, es también en Jerusalem donde se coloca el lugar de la resurrección y del juicio que terminan el ciclo. La situación de los dos puntos en los antípodas uno del otro toma también una nueva significación si se observa que la Jerusalem celeste no es otra cosa que la reconstitución misma del Paraíso terrestre, según una analogía que se aplica en sentido inverso (Entre el Paraíso terrestre y la Jerusalém celeste hay la misma relación que entre los dos Adam de los que habla San Pablo   (1a Epístola a los Corintios, XV).). En el comienzo de los tiempos, es decir, del ciclo actual, el Paraíso terrestre se ha hecho inaccesible a consecuencia de la caída del hombre; la nueva Jerusalem debe «descender del cielo a la tierra» en el final del mismo ciclo, para marcar el restablecimiento de todas las cosas en su orden primordial, y se puede decir que desempeñará para el ciclo futuro el mismo papel que el Paraíso terrestre para éste. En efecto, el fin de un ciclo es análogo a su comienzo, y coincide con el comienzo del ciclo siguiente; lo que no era más que virtual en el comienzo del ciclo se encuentra realizado efectivamente en su fin, y engendra entonces inmediatamente las virtualidades que se desarrollarán a su vez en el curso de ciclo futuro; pero esa es una cuestión sobre la que no podríamos insistir más sin salirnos enteramente de nuestro tema (Hay todavía a este propósito muchas otras cuestiones en las que podría ser interesante profundizar, como por ejemplo en ésta: ¿por qué el Paraíso terrestre es descrito como un jardín y con un simbolismo vegetal, mientras que la Jerusalem celeste es descrita como una ciudad y con un simbolismo mineral? Ello es porque la vegetación representa la elaboración de los gérmenes en la esfera de la asimilación vital, mientras que los minerales representan los resultados definitivamente fijados, «cristalizados» por así decir, al término del desarrollo cíclico.). Para indicar aún otro aspecto del mismo simbolismo, agregaremos que el centro del ser, al que ya hemos hecho alusión más atrás, es designado por la tradición hindú como la «ciudad de Brahma» (en sánscrito Brahma-pura), y que varios textos hablan de él en términos que son casi idénticos a los que encontramos en la descripción apocalíptica de la Jerusalém celeste (La aproximación a la que estos textos dan lugar es todavía más significativa cuando se conoce la relación que une al Cordero del simbolismo Cristiano con el Agni vêdico (cuyo vehículo es representado por un carnero). No pretendemos que haya, entre las palabras Agnus e Ignis (equivalente latino de Agni), otra cosa que una de esas similitudes fonéticas a las que hacíamos alusión más atrás, que pueden no corresponder a ningún parentesco lingüístico propiamente dicho, pero que por ello no son puramente accidentales. De lo que queremos hablar sobre todo, es de un cierto aspecto del simbolismo del fuego, que, en diversas formas tradicionales, se liga bastante estrechamente a la idea del «Amor», transpuesta en un sentido superior como lo hace Dante  ; y, en esto, Dante se inspira todavía de San Juan, al que las Órdenes de caballería han vinculado siempre principalmente sus concepciones doctrinales. — Conviene hacer observar, además que el Cordero se encuentra asociado a la vez a las representaciones del Paraíso terrestre y a las de la Jerusalem celeste.). Finalmente, y para volver a lo que concierne más directamente al viaje de Dante, conviene notar que, si es el punto inicial del ciclo el que deviene el término de la travesía del mundo terrestre, en eso hay una alusión formal a ese «retorno a los orígenes  » que tiene un lugar tan importante en todas las doctrinas tradicionales, y sobre el que, por una coincidencia bastante sorprendente, el esoterismo Islámico   y el Taoísmo insisten más particularmente; lo que se trata, por lo demás, es todavía la restauración del «estado edénico», de la que ya hemos hablado, y que debe ser considerada como una condición preliminar para la conquista de los estados superiores del ser. 1652 EL ESOTERISMO DE DANTE   CAPÍTULO VIII

En el centro vital, residencia de Purusha, "el sol no brilla, ni la luna, ni las estrellas, ni los relámpagos; mucho menos todavía este fuego visible ( el elemento ígneo sensible, o Têjas, cuya cualidad propia es la visibilidad ). Todo brilla según la irradiación de Purusha ( reflejando su claridad ); es por su esplendor por lo que este todo ( la individualidad integral considerada como "microcosmo" ) es iluminado" ( Katha Upanishad  , 2 Adhyaya 5 Vallî, shruti 15; Mundaka Upanishad  , 2 Mundaka, 2 Khanda, shurti 10; Shwêtâshwatara Upanishad, 6 Adhyâya, shruti 14. ). Y se lee igualmente en la Bhagavad-Gîtâ ( Se sabe que la Bhagavat-Gîtâ es un episodio del Mahâbhârata, y recordaremos a este propósito que los Itihâsas, es decir, el Râmâyana y el Mahâbhârata, que forman parte de la Smriti, son algo muy diferente de simples "poemas épicos" en el sentido "profano" en el que lo entienden los occidentales. ): "es menester buscar el lugar ( que simboliza un estado ) de donde no hay retorno ( a la manifestación ), y refugiarse en el Purusha primordial de quien ha salido la impulsión original ( de la manifestación universal )... Este lugar, ni el sol, ni la luna, ni el fuego lo iluminan: es mi morada suprema" ( NA: Bhagavad-Gîtâ, 4 y 6. — En estos textos hay una similitud interesante que señalar con este pasaje de la descripción de la "Jerusalén Celeste" en el Apocalipsis, XXI, 23: "Y esta ciudad no tiene necesidad de ser iluminada por el sol o por la luna, porque es la gloria de Dios quien la ilumina, y porque el Cordero es su lámpara". Se ve por esto que la "Jerusalén Celeste" no carece de relaciones con la "ciudad de Brahma"; y, para aquellos que conocen la relación que une al "Cordero" del simbolismo cristiano con el Agni vêdico, la aproximación es todavía más significativa. — Sin poder insistir sobre este último punto, diremos, para evitar toda falsa interpretación, que no pretendemos en modo alguno establecer una relación etimológica entre Agnus e Ignis ( equivalente latín de Agni ); pero aproximaciones fonéticas como la que existen entre estas dos palabras juegan frecuentemente un papel importante en el simbolismo; y por lo demás, para nos, en eso nada hay de fortuito, puesto que todo lo que es tiene una razón de ser, comprendidas las formas del lenguaje. Conviene anotar todavía, bajo la misma relación, que el vehículo de Agni es un carnero. ). Purusha es representado como una luz ( jyotis ), porque la luz simboliza el Conocimiento; y es la fuente de toda otra luz, que no es en suma más que su reflexión, puesto que todo conocimiento relativo no puede existir más que por participación, por indirecta y por lejana que sea, en la esencia del Conocimiento supremo. En la luz de este Conocimiento, todas las cosas son en perfecta simultaneidad, ya que, principialmente, no puede haber más que un "eterno presente", puesto que la inmutabilidad excluye toda sucesión; y no es más que en el orden de lo manifestado donde se traducen en modo sucesivo ( lo que no quiere decir forzosamente temporal ) las relaciones de las posibilidades que, en sí mismas, están contenidas eternamente en el Principio. "Este Purusha, de la magnitud de un pulgar ( angustha-mâtra, expresión que no debe entenderse literalmente como asignándole una dimensión espacial, sino que se refiere a la misma idea que la comparación con un grano ) ( A propósito de esto, se podría establecer también una comparación con la "endogenía del Inmortal", tal como se enseña por la tradición taoísta, así como con el luz o "núcleo de inmortalidad" de la tradición hebraica. ), es de una luminosidad clara como un fuego sin humo ( sin mezcla alguna de obscuridad o de ignorancia ); es el señor del pasado y del futuro ( puesto que es eterno, y por tanto omnipresente, de suerte que contiene actualmente todo lo que aparece como pasado y como futuro en relación a un momento cualquiera de la manifestación, y, por lo demás, esto puede transponerse fuera del modo especial de sucesión que es propiamente el tiempo ); es hoy ( en el estado actual que constituye la individualidad humana ) y será mañana ( y en todos los ciclos o estados de existencia ) tal cual es ( en sí mismo, principialmente, por toda la eternidad )" ( NA: Katha Upanishad   2 adhyâya, 4 Vallî, shrutis 12 y 13. — En el esoterismo islámico, la misma idea es expresada, en términos casi idénticos, por Mohyiddin-ibn-Arabi en su Tratado de la Unidad   ( Risâlatud-Ahadiyah ): "Él ( Allah ) es ahora tal cual era ( por toda la eternidad ) todos los días en el estado de Creador Sublime". La única diferencia recae sobre la idea de "creación", que no aparece más que en las doctrinas tradicionales que, parcialmente al menos, se vinculan al judaísmo; por lo demás, eso no es en el fondo, más que una manera especial de expresar lo que se refiere a la manifestación universal y a su relación con el Principio. ). 3072 HDV III

Según lo que cuenta M. Ossendowski, el «Rey del Mundo» apareció antaño varias veces, en la India y en Siam, «bendiciendo al pueblo con una manzana de oro coronada de un cordero»; y este detalle toma toda su importancia cuando se le aproxima a lo que Saint-Yves dice del «Ciclo del Cordero y del Carnero» (Recordaremos aquí la alusión que ya hemos hecho en otra parte a la relación que existe entre el Agni védico y el símbolo del Cordero (El Esoterismo de Dante, ed. francesa de 1957, pp. 69-70; El Hombre y su devenir según el Vêdânta, ed. francesa, p. 43); el carnero representa en la India el vehículo de Agni. — Por otra parte, M. Ossendowski indica en varias ocasiones que el culto de Râma existe también en Mongolia; así pues, en eso hay otra cosa que Budismo, contrariamente a lo que pretenden la mayoría de los orientalistas. Por otra parte, se nos ha comunicado, sobre los recuerdos del «Ciclo de Ram» que subsistirían todavía actualmente en Camboya, reseñas que nos han parecido tan extraordinarias que hemos preferido no hacer constancia de ellas; no mencionaremos pues este hecho sino como memoria.). Por otro lado, y esto es todavía más destacable, existen en la simbólica cristiana innumerables representaciones del Cordero sobre una montaña de donde descienden cuatro ríos, que son evidentemente idénticos a los cuatro ríos del Paraíso terrestre (Señalamos también las representaciones del Cordero sobre el Libro sellado con siete sellos de que se habla en el Apocalipsis; el Lamaísmo tibetano posee igualmente siete sellos misteriosos, y no pensamos que esta aproximación sea puramente accidental.). Ahora bien, hemos dicho que el Agarttha, anteriormente al comienzo del Kali-Yuga, llevaba otro nombre, y este nombre era el de Paradêsha, que, en sánscrito, significa «región suprema», lo que se aplica perfectamente al centro espiritual por excelencia, designado también como el «Corazón del Mundo»; es de esta palabra de donde los Caldeos han hecho Pardes y los occidentales Paraíso. Tal es el sentido original de esta última palabra, y esto debe acaba de hacer comprender por qué hemos dicho precedentemente que lo que se trata es siempre, bajo una forma o bajo otra, la misma cosa que el Pardes de la Kabbala   hebraica. 5919 EL REY DEL MUNDO CAPÍTULO IX

Volvamos de nuevo a la representación del "Paraíso terrestre": de su centro, es decir, del pie mismo del "Árbol de la Vida", parten cuatro ríos que se dirigen hacia los cuatro puntos cardinales, y que trazan así la cruz horizontal sobre la superficie misma del mundo terrestre, es decir, en el plano que corresponde al dominio del estado humano. Estos cuatro ríos, que se pueden relacionar con el cuaternario de los elementos ( La Qabbalah hace corresponder a estos cuatro ríos las cuatro letras de las que está formada la palabra PaRDeS. ), y que han salido de una fuente única que corresponde al éter primordial ( NA: Según la tradición de los "Fieles de Amor", esta fuente es la "fuente de la juventud" ( fons juventutis ), representada siempre como situada al pie de un árbol; sus aguas son pues asimilables al "brebaje de la inmortalidad" ( el amrita de la tradición hindú ); las relaciones del "Árbol de la Vida" con el Soma vêdico y el Haoma mazdeísta son por lo demás evidentes ( ver El Rey del Mundo, cap. IV y VI ). — Recordaremos también, a este propósito, el "rocío de luz" que, según la Qabbalah hebraica, emana del "Árbol de la Vida", y por el que debe operarse la resurrección de los muertos ( ver El Rey del Mundo, cap. III ); el rocío juega igualmente una función importante en el simbolismo hermético. En las tradiciones extremo orientales se hace mención del "árbol del rocío dulce", situado sobre el monte Kouenlum, que se toma frecuentemente como un equivalente del Mêru y de las demás "montañas sagradas" ( la "montaña polar", que es, como el árbol, un símbolo del "Eje del Mundo", así como acabamos de recordarlo ). — Según la misma tradición de los "Fieles de Amor" ( ver Luigi Valli, Il Linguaggio segreto di Dante e dei "Fedeli d’Amore" ), esta fuente es también la "fuente de la enseñanza", lo que se refiere a la conservación de la tradición primordial en el centro espiritual del mundo; encontramos pues aquí, entre el "estado primordial" y la "tradición primordial", el lazo que hemos señalado en otra parte sobre el tema del simbolismo del "Santo Grial", considerado bajo el doble aspecto de la copa y del libro ( ver El Rey del Mundo, cap. V ). Recordaremos todavía la representación, en el simbolismo cristiano, del Cordero sobre el libro sellado con siete sellos, sobre la montaña desde donde descienden los cuatro ríos ( ver El Rey del Mundo, cap. IX ); veremos más adelante la relación que existe entre el símbolo del "Árbol de la Vida" y el del "Libro de la Vida". — Otro simbolismo que puede dar lugar a unas aproximaciones interesantes se encuentra en algunos pueblos de la América central, que, "en la intersección de dos diámetros rectangulares trazados en un círculo, colocan el carácter sagrado, peyotl o hicouri, que simboliza la "copa de la inmortalidad", y que tiene la reputación de encontrarse en el centro de una esfera hueca y en el centro del mundo" ( A. Rouhier, La Plante qui fait les yeux émerveillés. Le Peyotl, París, 1927, p. 154 ). Cf. también, en correspondencia con los cuatro ríos, las cuatro copas sacrificiales de los Rhibus en el Vêda. ), dividen en cuatro partes, que se pueden relacionar con las cuatro fases de un desarrollo cíclico ( Ver El esoterismo de Dante, cap. VIII, donde, a propósito de la figura del "viejo de Creta", que representa las cuatro edades de la humanidad, hemos indicado la existencia de una relación analógica entre los cuatro ríos de los Infiernos y los cuatro ríos del Paraíso terrestre. ), el recinto circular del "Paraíso terrestre", el cual no es otra cosa que la sección horizontal de la forma esférica universal de la que ya hemos hablado más atrás ( Ver El Rey del Mundo, cap. XI. ). 6194 EL SIMBOLISMO DE LA CRUZ   IX

Fácilmente podrían darse múltiples ejemplos, de proveniencia muy diversa, de cuernos empleados como símbolos de potencia; particularmente, se los encuentra así en la Biblia  , y más en especial aún en el Apocalipsis (Ha de notarse que aquí la idea no es ya solamente la de una potencia legítima, sino que se extiende a cualquier potencia que fuere, sea maléfica o benéfica: están los cuernos del Cordero, pero también los de la Bestia); citaremos otro ejemplo, tomado de la tradición árabe, que designa a Alejandro con el nombre de el-Iskándar dhú-l-qarnéyn, o sea ’Alejandro el (señor) de los dos cuernos’ (La palabra árabe qarn es la misma que "cuerno", pues la raíz KRN cambia fácilmente en QRN y también en HRN, como en inglés horn. La palabra qarn tiene además otro sentido, el de "edad" y de "ciclo", y, más ordinariamente, de "siglo"; esta doble significación trae a veces curiosas confusiones, como cuando algunos creen que el epíteto   dhú-l-qarnéyn aplicado a Alejandro significa que éste habría vivido dos siglos), lo que habitualmente se interpreta en el sentido de una doble potencia extendida a Oriente y Occidente (A este respecto, los dos cuernos son un equivalente de las dos cabezas del águila heráldica). Esta interpretación es perfectamente exacta, pero sin excluir otro hecho que más bien la completa: Alejandro, declarado hijo de Ammón por el oráculo de este dios, tomó como emblema los dos cuernos de carnero que eran el principal atributo de éste (Ammón mismo era denominado "Señor del doble cuerno" (Libro de los Muertos, cap. CLXV)); y tal origen divino no hacía, por otra parte, sino legitimarlo como sucesor de los antiguos soberanos de Egipto, al cual ese emblema se adjudicaba igualmente. Se dice, inclusive, que se hizo representar así en sus monedas, lo cual, por lo demás, a los ojos de los griegos, lo identificaba más bien con Dioniso, cuyo recuerdo él evocaba también por sus conquistas, y en especial por la de la India; y Dioniso era hijo de Zeus, a quien los griegos asimilaban a Ammón; es posible que esta idea no haya sido ajena al mismo Alejandro; pero Dioniso estaba representado ordinariamente con cuernos de toro y no de carnero, lo que, desde el punto de vista del simbolismo, constituye una diferencia de considerable importancia (Es posible también que Alejandro haya llevado un casco ornado de dos cuernos; sabido es que los cascos con cuernos se usaban entre muchos pueblos antiguos. Entre los asirio-babilonios, la tiara con cuernos era un atributo característico de las divinidades). 6952 SFCS   EL SIMBOLISMO DE LOS CUERNOS

En la parábola del grano de mostaza, hay aún un punto que requiere explicación en relación con lo que precede (Señalemos también que el "campo" (kshetra) es, en la terminología hindú, la designación simbólica del dominio en el cual se desarrollan las posibilidades de un ser): se dice que el grano, al desarrollarse, se convierte en árbol; y sabido es que el árbol constituye en todas las tradiciones uno de los principales símbolos del "Eje del Mundo" (Cf. Le Symbolisme de la Croix, cap. IX). Esta significación conviene perfectamente al caso: el grano es el centro; el árbol que de él brota es el eje, directamente salido de ese centro, y extiende a través de todos los mundos sus ramas, en las cuales vienen a posarse las "aves del cielo", que, como en ciertos textos hindúes, representan los estados superiores del ser. Ese eje invariable, en efecto, es el "soporte divino" de toda existencia; es, como lo enseñan las doctrinas extremo-orientales, la dirección según la cual se ejerce la "Actividad del Cielo", el lugar de manifestación de la "Voluntad del Cielo" (Cf. Le Symbolisrne de la Croix, cap. XXIII. Emplearíamos aquí más bien la expresión "lugar metafísico" por analogía con la de "lugar geométrico" que da un símbolo lo más exacto posible de aquello de que se trata). ¿No es ésta una de las razones por las cuales, en el Padrenuestro, inmediatamente después de este ruego: "Venga a nos el tu reino" (y ciertamente se trata aquí del "Reino de Dios"), sigue este otro: "Hágase tu voluntad en la Tierra como en el Cielo", expresión de la unión "axial" de todos los mundos entre sí y con el Principio divino, de la plena realización de esa armonía total a la cual aludíamos, que no puede cumplirse a menos que todos los seres concierten sus aspiraciones según una dirección única, la del eje mismo? (Es de notar que la palabra "concordia" significa literalmente ’unión de los corazones’ (cum-cordia); en este caso, el corazón se toma como representación de la voluntad, principalmente) "Que todos sean uno; como Tú, Padre, en mí y yo en Ti, que también ellos en nosotros sean uno... Para que sean uno como nosotros somos uno; yo en ellos y tú en mí, para que sean consumados en la unidad" (San Juan, XVII, 21-23). Esta unión perfecta es el verdadero advenimiento del "Reino de Dios", que viene de dentro y se expande hacia afuera, en la plenitud del orden universal, consumación de la manifestación entera y restauración de la integridad del "estado primordial". Es la venida de la "Jerusalén Celeste al fin de los tiempos" (Para vincular más íntimamente esto con lo que acabarnos de decir sobre el simbolismo del árbol, recordaremos también que el "Árbol de Vida" está situado en el centro de la "Jerusalén celeste" (cf. Le Roi du Monde, cap. XI, y Le Symbolisme de la Croix, cap. IX)): "He aquí el Tabernáculo de Dios entre los hombres, y erigirá su tabernáculo entre ellos, y ellos serán su pueblo y el mismo Dios será con ellos (Naturalmente, cabe referirse aquí a lo que decíamos anteriormente sobre la Shejináh y sobre ’Immanû’el). Y enjugará las lágrimas de sus ojos, y la muerte no existirá más..." (Apocalipsis, XXI, 3-4. La "Jerusalén celeste", en cuanto "Centro del Mundo", se identifica efectivamente con la "morada de inmortalidad" (cf. LeRoi du Monde, cap. VII)) "No habrá ya maldición alguna, y el trono de Dios y del Cordero estará en ella (en la Ciudad), y sus siervos le servirán, y verán su rostro, y llevarán Su nombre sobre la frente (Puede verse en esto una alusión al "tercer ojo", el cual tiene la forma de un yod, según lo hemos explicado en nuestro estudio sobre "L’Oeil qui voit tout" (aquí, cap, LXXII: "El Ojo que todo lo ve"): cuando sean restablecidos en el "estado prirnordial", poseerán efectivamente, y por eso mismo, el "sentido de la eternidad"). No habrá ya noche (La noche se torna aquí, naturalmente, en su sentido inferior, en que se asimila al caos, y es evidente que la perfección del "cosmos" está en oposicion con éste (podría decirse, en el otro extremo de la manifestación), de modo que dicha perfección puede considerarse como un "día" perpetuo) ni tendrán necesidad de luz de antorcha, ni de luz del sol, porque el Señor Dios los alumbrará, y reinarán por los siglos de los siglos" (Apocalipsis, XXII, 3-5. Cf. también ibid., XXI, 23 "Y la ciudad no tiene necesidad de sol ni de luna para que alumbren en ella, porque la gloria de Dios la ilumina y su antorcha es el Cordero". La "gloria de Dios" es también una designación de la Shejináh, cuya manifestación, en efecto, se representa siempre como "Luz" (cf. Le Roi du Monde, cap. III)). 7357 SFCS EL GRANO DE MOSTAZA

Ante todo, es de notar que el griego pólis y el latín civitas, que designan la ’ciudad’, corresponden respectivamente, por sus raíces, a los dos elementos de que está formada la palabra purusha, aunque, en razón de ciertos cambios fonéticos de una lengua a otra, esto pueda no evidenciarse a primera vista. En efecto, la raíz sánscrita pr- o pur- corresponde en las lenguas europeas a pel- (Sabido es que los sonidos r y l están fonéticarnente muy próximos entre sí y cambian fácilmente uno en otro), de modo que pura y pólis son estrictamente equivalentes; esta raíz expresa, desde el punto de vista cualitativo, la idea de ’plenitud’ (sánscrito puru y pûrna, griego pléos, latín plenus, inglés full), y, desde el punto de vista cuantitativo, la de ’pluralidad’ (griego polys, latín plus, alemán viel). Una ciudad no existe, evidentemente, sino por la reunión de una pluralidad de individuos que la habitan y constituyen su "población" (la palabra populus es del mismo origen), lo que podría ya justificar, para designarla, el empleo de términos como aquellos de que se trata; pero no es éste, empero, sino el aspecto más exterior, y lo más importante, cuando se quiere ir al fondo de las cosas, es la consideración de la idea de plenitud. A este respecto, sabido es que lo pleno y lo vacío, considerados como correlativos, son una de las representaciones simbólicas tradicionales del complementarismo del principio activo y el pasivo; en el caso presente, puede decirse que Púrusha llena por su presencia la "Ciudad divina" con todas sus extensiones y dependencias, es decir, la integralidad del ser, que sin esa presencia no sería sino un campo (kshetra) vacío, o, en otros términos, una pura potencialidad desprovista de toda existencia actualizada. También Púrusha, según los textos upaníshádicos, esclarece "ese todo" (sárvam ídam) por su irradiación, imagen de su actividad "no-actuante" por la cual toda manifestacíón se realiza, según la "medida" misma determinada por la extensión efectiva de esa irradiación (Ver Le Règne de la quantité et les signes des temps, cap. III), tal como, en el simbolismo apocalíptico de la tradición cristiana, la "Jerusalén Celeste" está íntegramente iluminada por la luz del Cordero que reposa en su centro "como inmolado", o sea en un estado de "no-actuante" (Recordaremos además que la manifestación de la Shejináh o "Presencia divina" se representa siempre como una luz). Podernos agregar aún a este respecto que la inmolación del Cordero "desde el comienzo del mundo" es en realidad la misma cosa que el sacrificio védico de Púrusha, por el cual éste se divide en apariencia, en el origen de la manifestacion, para residir a la vez en todos los seres y en todos los mundos (Ver "Rassembler ce qui est épars" (aquí, cap. XLVI: "Reunir lo disperso")), de modo que, si bien siendo siempre esencialmente uno y conteniéndolo todo principialmente en su unidad misma, aparece exteriormente como múltiple, lo que corresponde además exactamente a las dos ideas de plenitud y pluralidad a que nos referíamos poco antes; y también por eso se dice que "hay en el mundo dos Púrusha, el uno destructible y el otro indestructible: el primero está repartido entre todos los seres; el segundo es el inmutable" (Bhágavad-Gitâ, XV, 16; según la continuación de este texto, Purushóttama, que es idéntico a Paramâtmâ, está más allá de estos dos aspectos, pues es el Principio supremo, trascendente con respecto a toda manifestación: no está "en el mundo", sino que, al contrario, todos los mundos están en Él). 7374 SFCS LA CIUDAD DIVINA