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quinta-feira 25 de janeiro de 2024

  

Cristologia
Michel Henry  : Michel Henry Encarnação - ENCARNAÇÃO

La Encarnação - Encamación del Verbo se presenta constantemente en el cristianismo como la manera en la que éste se hizo hombre. Y ello implica, evidentemente, una primera condición — constantemente reafirmada por los Padres da Igreja - Padres —, a saber; que la carne de Cristo es semejante a la nuestra. Esta tesis sirve de soporte al masivo conjunto de apasionadas críticas dirigidas contra los herejes — todos aquéllos, lo hemos visto ya, que se esfuerzan por borrar, minimizar, desnaturalizar de todas las maneras la realidad de la carne de Cristo y, en primer lugar, su identidad con la nuestra —. Por el contrario, Tertuliano   — al rechazar las tesis de Marcion - Marción, de los herejes de Valentino   - Valentín, de Apeles, según las cuales Jesús carecería de carne o tendría una carne diferente de la nuestra, «de una cualidad particular» — plantea que «Cristo no podría ser llamado hombre sin tener una carne» y «una carne semejante a la nuestra», una carne que no podría estar compuesta de otra cosa que no fuese carne humana [1].

Sólo en el caso de que la Encarnação - Encarnación del Verbo, su venida a una carne, y a una carne como la nuestra, signifique su venida a nuestra condición humana, su hacerse cargo de ella, sólo entonces la afirmación abisal de Juan contiene aún otra tesis: una definición del hombre como carne. Pues la Palabra no dice que el Verbo haya tomado la condición de hombre y que, a este fin, esté provisto, entre otros atributos humanos, de una carne; la Palabra dice que él «se ha hecho carne», y que en verdad es por ello, en esta carne y por ella, por lo que se ha hecho hombre.

¿Es preciso repetir en qué medida semejante definición del hombre se opone a la concepción griega hasta el punto de hacerla estallar? Pues la carne no define en Grecia más que la animalidad — sólo existe el hombre, en su diferencia específica con el animal, conforme se añade a esta carne la capacidad de formar significaciones, de hablar, de apercibir Ideas, en resumen, el Logos del que por sí mismo carece el animal —. Pero en ese caso, no es sólo la visión cristiana del hombre — esto es, la que sostiene que la condición humana no adviene sino en la carne y por ella-la que se enfrenta brutalmente a la concepción griega. Se enfrentan de igual modo dos interpretaciones del Verbo - Logos, no menos diferentes entre sí. Para el Logos griego, hacerse carne — entendamos bien: devenir en sí mismo carne — significaría no hacerse hombre, sino todo lo contrario, deshacerse de su esencia propia, tachar la condición humana, no ser más que un animal. Volveremos sobre este punto decisivo, pero — ya se ve — es todo un universo de pensamiento el que bascula.

Con la definición del hombre como carne, se descubre en nosotros una nueva implicación. Si la Encarnación del Verbo significa la venida a la condición humana, lo que está en juego al mismo tiempo, dado que el Verbo es el de Dios, es la relación de Dios con el hombre. Mientras esta relación se establezca sobre un plano espiritual, mientras se despliegue desde el «alma», la «psyche - psyché», «la conciencia», la razón o el espírito - espíritu humano hacia un Dios, él mismo Razón y Espíritu, dicha relación resulta concebible. Su explicación resulta mucho más difícil si el hombre toma su sustancia propia de la carne. ¿Dónde reside la posibilidad de una relación interna entre este hombre carnal y Dios si éste último se identifica claramente con el Verbo - Logos? Esta doble definición planteada en el núcleo de la Palabra de Juan como definición de la relación Deus-Homem - Dios/hombre (u hombre/Dios), ¿no se enfrenta en su marcha con la disyunción instituida por el helenismo entre lo «sensible» y lo «inteligible»?

La dificultad crece vertiginosamente si, al examinar la palabra de Juan con más atención, se reconoce que no sólo se propone aquí la relación general entre Dios y el hombre bajo la forma absolutamente nueva de una relación entre el Verbo y la carne, sino que, más aún, esta relación paradójica se sitúa en el interior de una sola y misma persona, a saber, Cristo. La interiorización de la relación Dios/hombre convertida en la relación Verbo/carne en la persona de Cristo significa — con el enfrentamiento de los constituyentes de esta relación y la posición abrupta de su antagonismo — la radical puesta en entredicho de su posibilidad interna; es el ser mismo de Cristo lo que se pone en tela de juicio. ¿Puede un Dios hacerse hombre bajo la forma del Verbo que se hace carne, y todo ello en una sola y misma persona? ¿Cómo procurar una existencia al nexo de dos sustancias heterogéneas? ¿Cómo es concebible alguien como Cristo?


Observações

[1Tertuliano, La Chair du Christ, Cerf, París 1995, 231 y 229 respectivamente.