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SCS: tres

quinta-feira 1º de fevereiro de 2024

  

Todos los seres, que en todo lo que son dependen de su Principio, deben, consciente o inconscientemente, aspirar a retornar a él; esta tendencia al retorno hacia el Centro tiene también, en todas las tradiciones, su representación simbólica. Queremos referirnos a la orientación ritual, que es propiamente la dirección hacia un centro espiritual, imagen terrestre y sensible del verdadero "Centro del Mundo"; la orientación de las iglesias cristianas no es, en el fondo, sino un caso particular de ese simbolismo, y se refiere esencialmente a la misma idea, común a todas las religiones. En el Islam, esa orientación (qiblah) es como la materialización, si así puede decirse, de la intención (niyyah) por la cual todas las potencias del ser deben ser dirigidas hacia el Principio divino (La palabra "intención" debe tornarse aquí en su sentido estrictamente etimológico (de in-tendere, ’tender hacia’)) ; y sería fácil encontrar muchos otros ejemplos. Mucho habría que decir sobre este asunto; sin duda tendremos algunas oportunidades de volver sobre él en la continuación de estos estudios ( [Véase Le Roi du Monde, cap. VIII]), y por eso nos contentamos, por el momento, con indicar de modo más breve el último aspecto del simbolismo del Centro. En resumen, el Centro es a la vez el principio y el fin de todas las cosas; es, según un simbolismo muy conocido, el alfa y el omega. Mejor aún, es el principio, el centro y el fin; y estos tres aspectos están representados por los tres elementos del monosílabo Aum en, al cual L. Charbonneau-Lassay   había aludido como emblema de Cristo, y cuya asociación con el svástika entre los signos del monasterio de los Carmelitas de Loudun nos parece particularmente significativa ( [He aquí los términos de Charbonneau-Lassay: "…A fines del siglo XV, o en el XVI, un monje del monasterio de Loudun, fray Guyot, pobló los muros de la escalinata de su capilla con toda una serie de emblemas esotéricos de Jesucristo, algunos de los cuales, repetidos varias veces, son de origen   oriental, como el Swástika y el Sauwástíka, el Aum y la Serpiente crucificada" (Reg., marzo de 1926)]). En efecto, ese símbolo, mucho más completo que el alfa y el omega, y capaz de significaciones que podrían dar lugar a desarrollos casi indefinidos, es, por una de las concordancias más asombrosas que puedan encontrarse, común a la antigua tradición hindú y al esoterismo cristiano del Medioevo; y, en uno y otro caso, es igualmente y por excelencia un símbolo del Verbo, el cual es real y verdaderamente el "Centro del Mundo" ( [R. Guénon ya había tratado sobre el simbolismo del monosílabo Aum en L’Homme et son devenir selon le Vêdânta, cap. XVI; después volvió en diferentes ocasiones sobre el tema, ante todo en Le Roi du Monde, cap. IV, Además, en esta misma compilación se alude a él en los caps. XIX: "El jeroglífico de Cáncer", y XXII: "Algunos aspectos del simbolismo del Pez"]). 135 SFCS   LA IDEA DEL CENTRO EN LAS TRADICIONES ANTIGUAS

El señor Paul Le Cour ha señalado en Atlantis (julio-agosto de 1928) un curioso símbolo trazado en una piedra druídica descubierta hacia 1800 en Suivres (Loir-et-Cher) y estudiada antes de él por E. C. Florance, presidente de la Sociedad de Historia natural y de Antropología de Loir-et-Cher. Éste piensa, incluso, que la localidad en que se encontró la piedra podría haber sido el lugar de la reunión anual de los druidas, situado, según Cesar, en los confines del país de los carnutos (César dice: in finibus Carnutum; la interpretación, nos parece, se presta a alguna duda, pues fines no siempre significa ’confines’ sino que a menudo designa al país mismo. Por otra parte, no parece que se haya encontrado en Suèvres nada que recuerde al Ómphalos, el cual, en el Mediolanon o Medionémeton de la Galia, debía ser figurado por un menhir, según el uso de los pueblos célticos). Le llamó la atención el que el mismo signo se encontrara en un sello de oculista galorromano, hallado hacia 1870 en Villefranche-sur-Cher (Loir-et-Cher), y emitió la idea de que podría tratarse de la representación de un triple recinto sagrado. El símbolo, en efecto, está formado por tres cuadrados concéntricos unidos entre sí por cuatro rectas perpendiculares (fig. 7). 147 SFCS EL TRIPLE RECINTO DRUÍDICO

La interpretación del símbolo en el sentido de que figure un triple recinto nos parece muy exacta; y P. Le Cour, a este respecto, establece una relación con lo que Platón dice, hablando de la metrópoli de los Atlantes, ’al describir el palacio de Poseidón como edificado en el centro de tres recintos concéntricos vinculados por canales, lo que, en efecto, forma una figura análoga a la de que se trata, pero circular en vez de cuadrada. 153 SFCS EL TRIPLE RECINTO DRUÍDICO

Ahora bien; ¿cuál puede ser la significación de esos tres recintos? Hemos pensado en seguida que debía tratarse de tres grados de iniciación, de modo que su conjunto habría sido en cierto modo la figura de la jerarquía druídica; y el hecho de que la misma figura se encuentre entre otros pueblos que los celtas indicaría que en otras formas tradicionales había jerarquías constituidas según el mismo modelo, lo que es enteramente normal. La división de la iniciación en tres grados es, por otra parte, la más frecuente y, podríamos decir, la más fundamental; todas las otras no representan en suma, con respecto a ella, sino subdivisiones o desarrollos más o menos complicados. Nos sugirió esta idea el haber conocido anteriormente documentos que, acerca de ciertos sistemas masónicos de altos grados, describen estos grados precisamente como otros tantos recintos sucesivos trazados en torno de un punto central (Le Cour observa que el punto central está señalado en la mayoría de las figuras que ha visto en la Acrópolis de Atenas); sin duda, tales documentos son incomparablemente menos antiguos que los monumentos de que aquí se trata, pero cabe, empero, encontrar en ellos un eco de tradiciones que les son muy anteriores, y, en todo caso, nos ofrecían en la oportunidad un punto de partida para establecer interesantes relaciones. 154 SFCS EL TRIPLE RECINTO DRUÍDICO

Debe tenerse bien presente que la explicación así propuesta no es en absoluto incompatible con algunas otras, como la de P. Le Cour, quien referiría los tres recintos a los tres círculos de la existencia reconocidos por la tradición céltica; esos tres círculos, que con otra forma se encuentran también en el cristianismo, son, por otra parte, lo mismo que los "tres mundos" de la tradición hindú. En ésta, además, los círculos celestes se representan a veces como otros tantos recintos concéntricos que rodean al Meru, o sea a la Montaña sagrada que simboliza al "Polo" o al "Eje del Mundo", y es ésta también una concordancia de lo más notable. Lejos de excluirse, las dos explicaciones se armonizan a la perfección, y hasta podría decirse que en cierto sentido coinciden, pues, si se trata de iniciación real, sus grados corresponden a otros tantos estados del ser, y estos estados son los que en todas las tradiciones se describen como mundos diferentes, pues debe tenerse muy en cuenta que la "localización" tiene carácter puramente simbólico. Hemos explicado ya, con motivo de Dante  , que los cielos son propiamente "jerarquías espirituales", es decir, grados de iniciación (L’Ésotérisme de Dante, cap. II), y va de suyo que se refieren al mismo tiempo a los grados de la Existencia universal, pues, como decíamos entonces (Ibid., cap. VI), en virtud de la analogía constitutiva del macrocosmo y del microcosmo, el proceso iniciático reproduce rigurosamente el proceso cosmogónico. Agregaremos que, de modo general, lo propio de toda interpretación verdaderamente iniciática es no ser jamás exclusiva, sino, al contrario, comprender sintéticamente en sí todas las demás interpretaciones posibles; por eso el simbolismo, con sus múltiples sentidos superpuestos, es el medio de expresión normal de toda verdadera enseñanza iniciática. 155 SFCS EL TRIPLE RECINTO DRUÍDICO

Con esta misma explicación, el sentido de las cuatro rectas dispuestas en forma de cruz que vinculan los tres recintos se hace inmediatamente bien claro: son por cierto canales, por medio de los cuales la enseñanza de la doctrina tradicional se comunica de arriba abajo, a partir del grado supremo que es su depositario, y se reparte jerárquicamente a los demás grados. La parte central de la figura corresponde, pues, a la "fuente de enseñanza" de que hablan Dante y los "Fieles de Amor" (Véase nuestro artículo en V. I., febrero de 1929), y la disposición crucial de los cuatro canales que parten de ella los identifica con los cuatro ríos del Pardés. 156 SFCS EL TRIPLE RECINTO DRUÍDICO

A este respecto, conviene señalar que entre las dos formas, circular y cuadrada, de la figura de los tres recintos existe un matiz importante de diferenciar: se refieren, respectivamente, al simbolismo del Paraíso terrestre y al de la Jerusalén celeste, según lo que hemos explicado en una de nuestras obras (Le Roi du Monde, cap. XI; sobre las relaciones entre el Paraíso terrestre y la Jerusalén celeste, véase también L’Ésotérisme de Dante, cap. VIII). En efecto, hay siempre analogía y correspondencia entre el comienzo y el fin de un ciclo cualquiera; pero, en el fin, el círculo se reemplaza por el cuadrado, y esto indica la realización de lo que los hermetistas designaban simbólicamente como la "cuadratura del círculo" (Esta cuadratura no puede obtenerse en el "devenir" o en el movimiento mismo del ciclo, puesto que expresa la fijación resultante del "paso al límite", y, siendo todo movimiento cíclico propiamente indefinido, el límite no puede alcanzarse recorriendo sucesiva y analíticamente todos los puntos correspondientes a cada momento del desarrollo de la manifestación): la esfera, que representa el desarrollo de las posibilidades por expansión del punto primordial central, se transforma en un cubo cuando ese desarrollo ha concluido y el equilibrio final ha sido alcanzado por el ciclo que se considera (Sería fácil establecer aquí una relación con el símbolo masónico de la "piedra cúbica", que se refiere igualmente a la idea de terminación y perfección, es decir, a la realización de la plenitud de las posibilidades implicadas en determinado estado. [Cf. cap. XLVIII: "Piedra negra y piedra cúbica"]). Para aplicar más particularmente estas observaciones a la cuestión que ahora nos ocupa, diremos que la forma circular debe representar el punto de partida de una tradición, tal como es el caso en lo que concierne a la Atlántida (Por otra parte, hay que dejar establecido que la tradición atlantea no es empero la tradición primordial para el presente Manvántara, y que no es sino secundaria con respecto a la tradición hiperbórea; solo relativamente se la puede tomar como punto de partida, en lo que concierne a determinado período, que no es sino una de las subdivisiones del Manvántara. [Manvántara: un ciclo total de "humanidad", dividido en 4 períodos, según la tradición hindú. (N. del T).]), y la forma cuadrada, su punto terminal, correspondiente a la constitución de una forma tradicional derivada de aquélla. En el primer caso, el centro de la figura sería entonces la fuente de la doctrina, mientras que en el segundo sería más propiamente su depósito, teniendo en tal caso la autoridad espiritual un papel sobre todo de conservación; pero, naturalmente, el simbolismo de la "fuente de enseñanza" se aplica a uno y otro caso (La otra figura que hemos reproducido supra (fig. 8) se presenta a menudo también con forma circular: es entonces una de las variedades más habituales de la rueda, y esta rueda de ocho rayos es en cierto sentido un equivalente del loto de ocho pétalos, más propio de las tradiciones orientales, así como la rueda de seis rayos equivale al lirio de seis pétalos (véanse nuestros artículos sobre "Le Chrisme et le Coeur dans les anciennes marques corporatives" y "L’idée du Centre dans les traditions antiques", en Reg., noviembre de 1925 y mayo de 1926 [en esta compilación, respectivamente, cap. L: "Los símbolos de la analogía", y VIII, con el mismo título citado])). 157 SFCS EL TRIPLE RECINTO DRUÍDICO

Desde el punto de vista del simbolismo numérico, ha de notarse aún que el conjunto de los tres cuadrados forma el duodenario. Dispuestos de otro modo (fig. 9), los tres cuadrados, a los cuales se agregan además cuatro líneas en cruz, constituyen la figura en la cual los antiguos astrólogos inscribían el Zodíaco (Las cuatro rectas en cruz están entonces situadas diagonalmente con respecto a los dos cuadrados extremos, y el espacio comprendido entre éstos, se encuentra dividido en doce triángulos rectángulos iguales); esta figura era considerada, por otra parte, como la de la Jerusalén celeste, con sus doce puertas, tres en cada costado; y existe una relación evidente con la significación que acabamos de indicar para la forma. cuadrada. Sin duda, cabría encarar aún muchas otras relaciones, pero creemos que estas pocas notas, por incompletas que sean, contribuirán ya a aportar alguna luz sobre la misteriosa cuestión del triple recinto druídico ( [Como complemento a este artículo, agregamos aquí la siguiente reseña, publicada por R. Guénon, en V. I., julio de 1929: 158 SFCS EL TRIPLE RECINTO DRUÍDICO

"En Atlantis (número del 21 de abril), Paul Le Cour prosigue sus investigaciones sobre el símbolo de los tres recintos; reproduce un curioso documento que figura, desgraciadamente sin indicación de procedencia, en la obra del canónigo Edme Thomas sobre la catedral de Autun, y el cual se dice ser una representación de la ciudad gala de los eduos. En el mismo artículo se citan algunas reflexiones de L. Charbonneau-Lassay, quien dice, especialmente, que no se sorprendería si los cristianos hubiesen hecho de ese símbolo una imagen de la Jerusalén celeste. Ahora bien; en el artículo que hemos dedicado el mes pasado a esta cuestión. indicábamos precisamente, por nuestra parte, algunas vinculaciones en el mismo sentido, y recordábamos que otra disposición de los tres cuadrados constituye una de las figuras habituales de la Jerusalén celeste. Nos complace señalar esta coincidencia, que por lo demás no nos sorprende, pues ya ha ocurrido harto a menudo que Charbonneau-Lassay y nosotros hayamos llegado, independientemente y por diferentes vías, a las mismas conclusiones acerca de muchos puntos concernientes al simbolismo"]). 159 SFCS EL TRIPLE RECINTO DRUÍDICO

Entre las localidades, a menudo difíciles de identificar, que desempeñan un papel en la leyenda del Santo Graal, algunos dan muy particular importancia a Glastonbury, que sería el lugar donde se estableció José de Arimatea después de su llegada a Gran Bretaña, y donde se han querido ver muchas otras cosas más, según diremos más adelante. Sin duda, hay en ello asimilaciones más o menos cuestionables, algunas de las cuales parecen implicar verdaderas confusiones; pero pudiera ser que para esas confusiones. mismas hubiese algunas razones no desprovistas de interés desde el punto de vista de la "geografía sagrada" y de las localizaciones sucesivas de ciertos centros tradicionales. Es lo que tenderían a indicar los singulares descubrimientos expuestos en una obra anónima recientemente publicada (A Guide to Glastonbury’s Temple of the Stars, its giant effigies described from air views, maps, and from "The High History of the Holy Graal" John M. Watkins, Londres), algunos de cuyos puntos impondrían quizá ciertas reservas —por ejemplo en lo que concierne a la interpretación de nombres de lugares cuyo origen es, con más verosimilitud, bastante reciente—, pero cuya parte esencial, con los mapas que la apoyan, difícilmente podría ser considerada como puramente fantasiosa. Glastonbury y la vecina región de Somerset habrían constituido, en época muy remota, que puede llamarse "prehistórica", un inmenso "templo estelar" determinado por el trazado en el suelo de efigies gigantescas que representaban las constelaciones y estaban dispuestas en una figura circular, especie de imagen de la bóveda celeste proyectada en la superficie terrestre. Se trataría de un conjunto de trabajos que, en suma, recordarían a los de los antiguos mound-builders de América del Norte; la disposición natural de los ríos y las colinas, por otra parte, podría haber sugerido ese trazado, lo cual indicaría que el sitio no se eligió arbitrariamente, sino en virtud de cierta "predeterminación"; ello no quita que, para completar y perfeccionar ese diseño, haya sido necesario lo que llama el autor "un arte fundado en los principios de la geometría" (Esta expresión está visiblemente destinada, a dar a entender que la tradición a que pertenecía ese arte se ha continuado en lo que llegó a ser luego la tradición masónica). Si esas figuras han podido conservarse de modo de ser aún hoy reconocibles, se supone que ha de haber sido porque los monjes de Glastonbury, hasta la época de la Reforma, las conservaron cuidadosamente, lo que implica que debían haber mantenido el conocimiento de la tradición heredada de sus lejanos predecesores, los druidas, y sin duda otras aún anteriores a éstos, pues, si las deducciones sacadas de la posición de las constelaciones representadas son exactas, el origen de tales figuras se remontaría a cerca de tres mil años antes de la era cristiana (Parecería también, según diversos indicios, que los Templarios han tenido parte en esta conservación, lo que sería conforme a su supuesta conexión con los "Caballeros de la Tabla redonda" y al papel de "guardianes del Graal" que se les atribuye. Por otra parte, es de notar que los establecimientos del Temple parecen haber estado situados frecuentemente en la cercanía de lugares donde se encuentran monumentos megalíticos u otros vestigios prehistóricos, y acaso haya de verse en esto algo más que una simple coincidencia). 183 SFCS LA TIERRA DEL SOL

Tales razones se fundan esencialmente en el hecho de que el plano tradicional de la ciudad es una imagen del Zodiaco; y se encuentra inmediatamente así la correspondencia de los puntos cardinales con las estaciones; en efecto, como lo hemos explicado en otra oportunidad, el solsticio de invierno, corresponde al norte, el equinoccio de primavera al este, el solsticio de verano al sur, y el equinoccio de otoño al oeste. En la división en "cuarteles" o "barrios", cada uno de éstos deberá, naturalmente, corresponder al conjunto formado por tres de los doce signos zodiacales: uno de los signos solsticiales o equinocciales, que pueden llamarse signos "cardinales", y los dos signos adyacentes a él. Habrá, pues, tres signos comprendidos en cada "cuadrante" si la forma del recinto es circular, o en cada lado si es cuadrangular; esta segunda forma es, por otra parte, más apropiada para una ciudad, porque expresa una idea de estabilidad que conviene a un establecimiento fijo y permanente, y también porque aquello de que se trata no es el Zodiaco celeste mismo, sino solo una imagen y como una suerte de proyección terrestre de él. A este respecto, recordaremos incidentalmente que, sin duda por razones análogas, los antiguos astrólogos trazaban sus horóscopos en forma cuadrada, en la cual cada lado estaba ocupado también por tres signos zodiacales; volveremos a encontrar esta disposición, además, en las consideraciones que siguen ( [Cf. figura 9, inserta en el cap. X]). 196 SFCS EL ZODIACO Y LOS PUNTOS CARDINALES

Todo esto es, pues, perfectamente lógico, a condición de no engañarse sobre el punto de partida que conviene tomar; y, para justificar más completamente el carácter "zodiacal" del plano tradicional de las ciudades, citaremos ahora algunos hechos aptos para demostrar que, si la división de éstas respondía principalmente a la división cuaternaria del ciclo, hay casos en que está netamente indicada una subdivisión duodenaria. Tenemos un ejemplo en la fundación de ciudades según el rito recibido por los romanos de los etruscos: la orientación estaba señalada por dos vías ortogonales: el cardo, dirigido de sur a norte, y el decumanus, de oeste a este; en las extremidades de ambas vías estaban las puertas de la ciudad, que se encontraban así ubicadas exactamente en los cuatro puntos cardinales. La ciudad quedaba dividida de este modo en cuatro cuarteles o barrios, que empero, en este caso, no correspondían precisamente a los puntos cardinales, como en la India, sino más bien a los puntos intermedios; va de suyo que debe tenerse en cuenta la diferencia de las formas tradicionales, que exige adaptaciones diversas; pero el principio de la división no deja por ello de ser el mismo. Además, y éste es el punto que interesa destacar ahora, a esa división en cuarteles se superponía una división en "tribus", es decir, según la etimología de esta palabra, una división ternaria; cada una de las tres "tribus" comprendía cuatro "curias", repartidas en los cuatro cuarteles, de modo que, en definitiva, se tenía una división duodenaria. 198 SFCS EL ZODIACO Y LOS PUNTOS CARDINALES

Otro ejemplo es el de los hebreos, citado por el propio Hocart, aunque la importancia del duodenario parece escapársele: "Los hebreos —dice— (Les Castes, pág. 127)conocían la división social en cuatro sectores; sus doce tribus territoriales estaban repartidas en cuatro grupos de tres tribus, una de ellas principal: Judá acampaba al este, Rubén al sur, Efraím al oeste y Dan al norte. Los Levitas formaban un círculo interior en torno del Tabernáculo, y estaban también divididos en cuatro grupos situados en los cuatro puntos cardinales, con la rama principal al este" (Números, II y III). A decir verdad, aquí no se trata de la organización de una ciudad sino originariamente de un campamento y más tarde de la repartición territorial de todo un país; pero, evidentemente, ello es indiferente para el punto de vista en que aquí nos situamos. La dificultad para establecer una comparación exacta con lo que existe en otra parte proviene de que no parecen haberse asignado nunca funciones sociales definidas a cada tribu, lo que no permite asimilarlas a castas propiamente dichas; empero, al menos en un punto, puede notarse una similitud muy neta con la disposición adoptada en la India, pues la tribu real, la de Judá, se encontraba igualmente situada al este. Por otra parte, hay también una diferencia notable: la tribu sacerdotal, la de Leví, que no se contaba en el número de las doce, no tenía lugar en los lados del cuadrilátero y, consecuentemente, no debía serle asignado luego ningún territorio propio; su situación en el interior del campamento puede explicarse por el hecho de que estaba expresamente destinada al servicio de un santuario único, el Tabernáculo primitivamente, cuya posición normal era el centro. Como quiera que fuere, lo que aquí importa es la comprobación de que las doce tribus estaban repartidas de a tres en los cuatro lados de un cuadrilátero, lados situados respectivamente hacia los cuatro puntos cardinales; y es bastante sabido que había, en efecto, una correspondencia simbólica entre las doce tribus de Israel y los doce signos del Zodíaco, lo que no deja dudas sobre el carácter y el significado de tal repartición; agregaremos solo que la tribu principal, en cada lado, corresponde manifiestamente a uno de los cuatro signos "cardinales" y las otras dos a los dos signos adyacentes. 199 SFCS EL ZODIACO Y LOS PUNTOS CARDINALES

Si ahora nos remitimos a la descripción apocalíptica de la "Jerusalén celeste", es fácil ver que su plano reproduce exactamente el del campamento de los hebreos, del que acabamos de hablar; y, a la vez, ese plano es también idéntico a la figura horoscópica cuadrada que mencionábamos antes. La ciudad, que en efecto está construida en cuadrado, tiene doce puertas, sobre las cuales están escritos los nombres de las doce tribus de Israel; y esas puertas se reparten de la misma manera en los cuatro lados: "tres puertas a oriente, tres a septentrión, tres a mediodía y tres a occidente". Es evidente que las doce puertas corresponden igualmente a los doce signos del Zodiaco, y las cuatro puertas principales, o sea las situadas en el medio de los lados, a los signos solsticiales y equinocciales; y los doce aspectos del Sol referidos a cada uno de los signos, es decir, los doce Aditya de la tradición hindú, aparecen en la forma de los doce frutos del "Árbol de Vida", que, situado en el centro de la ciudad, "da su fruto cada mes", o sea precisamente según las posiciones sucesivas del Sol en el Zodiaco en el curso del ciclo anual. Por último, esta ciudad, que "desciende del cielo a la tierra", representa a las claras, en una de sus significaciones por lo menos, la proyección del "arquetipo" celeste en la constitución de la ciudad terrestre; y creemos que cuanto acabamos de exponer muestra suficientemente que dicho "arquetipo" está simbolizado esencialmente por el Zodíaco. 200 SFCS EL ZODIACO Y LOS PUNTOS CARDINALES

Sentado esto, volvamos a la relación entre la Tetraktys el cuadrado de cuatro: los números 10 y 16 ocupan la misma fila, la cuarta, respectivamente en la serie de los números triangulares y en la de los números cuadrados. Sabido es que los números triangulares son los obtenidos sumando los enteros consecutivos desde la unidad hasta cada uno de los términos sucesivos de la serie; la unidad misma es el primer número triangular, como es también el primer número cuadrado, pues, siendo el principio y origen de la serie de los números enteros, debe serlo igualmente de todas las demás series así derivadas. El segundo número triangular es 1+2=3, lo que, por lo demás, muestra que, en cuanto la unidad ha producido por su propia polarización el binario, por eso mismo se tiene ya inmediatamente el ternario; y la representación geométrica es evidente: 1 corresponde al vértice del triángulo, 2 a los extremos de su base, y el triángulo mismo en conjunto es, naturalmente, la figura del número 3. Si se consideran ahora los tres términos del ternario como dotados de existencia independiente, su suma da el tercer número triangular: 1+2+3=6; este número senario, siendo el doble del ternario, implica, puede decirse, un nuevo ternario que es reflejo del primero, como en el conocido símbolo del "sello de Salomón"; pero esto podría dar lugar a otras consideraciones que excederían nuestro tema. Siguiendo la serie, se tiene, para el cuarto número triangular, 1+2+3+4=10, es decir, la Tetraktys; y así se ve, como lo habíamos explicado, que el cuaternario contiene en cierto modo todos los números, puesto que contiene al denario, de donde la fórmula del Tao-te King que hemos citado en una oportunidad anterior: "uno produjo dos, dos produjo tres, tres produjo todos los números", lo que, equivale además a decir que toda la manifestación está como involucrada en el cuaternario o, inversamente, que éste constituye la base completa del desarrollo integral de aquélla. 207 SFCS LA TETRAKTYS Y EL "CUADRADO DE CUATRO"

Ahora bien; hay algo más singular aún, lo cual, bien que se refiere a una forma tradicional diferente, no puede por cierto considerarse como simple "coincidencia": los números 10 y 16, contenidos respectivamente en el triángulo y en el cuadrado, tienen por suma 26; y 26 es el valor numérico total de las letras que forman el tetragrama hebreo: yod he vav he. Además, 10 es el valor de la primera letra, yod, y 16 es el del conjunto de las otras tres letras, he-vav-he; esta división del tetragrama es enteramente normal, y la correspondencia de sus dos partes es también muy significativa: la Tetraktys se identifica así con el yod en el triángulo, mientras que el resto del tetragrama se inscribe en el cuadrado situado debajo de aquél. 210 SFCS LA TETRAKTYS Y EL "CUADRADO DE CUATRO"

El Qutb supremo está asistido por los dos Imâm, el de la izquierda y el de la derecha, y el ternario así formado se encuentra también representado en la pirámide por la forma triangular de cada una de sus caras. Por otra parte, la unidad y el binario que constituyen este ternario corresponden a las letras ’álif y bâ’, según los valores numéricos respectivos de éstas. La letra ’álif presenta la forma de un eje vertical; su extremo superior y las dos extremidades, en oposición horizontal, de la letra bâ’ forman, según un esquema cuyos equivalentes podrían encontrarse en diversos símbolos pertenecientes a otras tradiciones, los tres ángulos del triángulo iniciático, que, en efecto, debe considerarse propiamente como una de las "signaturas" del Polo. 221 SFCS UN JEROGLIFICO DEL POLO

Agreguemos aún, acerca de este último punto, que la letra ’álif, se considera como especialmente "polar" (qutbânîya); su nombre y la palabra Qutb son numéricamente equivalentes: ’álif=1+30+80=111; Qutb=100+9+2=111. El número 111 representa la unidad expresada en los tres mundos, lo que conviene perfectamente para caracterizar la función propia del Polo. 222 SFCS UN JEROGLIFICO DEL POLO

En La Grande Triade, con motivo del simbolismo polar y de la palabra china yi que designa a la unidad (la Estrella polar se llama T’ai-yi, o sea la ’Gran Unidad’), habíamos llegado a dar algunas indicaciones sobre el simbolismo masónico de la letra G, cuya posición normal es igualmente "polar", y a establecer una relación con la letra I, que representaba "el primer nombre de Dios" para los Fedeli d’Amore (La Grande Triade, cap. XXV). Esta relación se justificaba por el hecho de que la letra G, la cual de por sí no podría considerarse como un verdadero símbolo, en cuanto pertenece a las lenguas modernas, carentes de todo carácter sagrado ni tradicional, pero que stands for God, según los rituales masónicos ingleses y es, en efecto, la inicial de la palabra God, ha sido, por lo menos en ciertos casos, considerada como sustitutiva del yod hebreo, símbolo del Principio o de la Unidad, en virtud de una asimilación fonética entre God y yod (El autor de una obra sobre el simbolismo masónico ha creído deber dirigirnos a este respecto una crítica, formulada incluso en términos muy poco corteses, como si nosotros fuésemos responsables de esta asimilación fonética, no lo somos, empero, como tampoco de que los masones ingleses hayan también identificado otrora las tres letras del mismo vocablo God con las iniciales de tres palabras hebreas: Gamal, ’Óz, Dabar (Belleza, Fuerza, Sabiduría); como quiera se opine acerca de tales conexiones (y hay otras más aún), uno está obligado, en todo caso, a tenerlas en cuenta por lo menos históricamente). Esas indicaciones sumarias resultaron punto de partida de investigaciones que han dado lugar a nuevas comprobaciones muy interesantes (Marius Lepage, "La lettre G", en Le Symbolisme, número de noviembre de 1948; artículo en el Speculative Mason, número de julio de 1949, escrito con motivo del precedente, y del cual se ha extraído la mayor parte de las informaciones de que nos hemos servido aquí); por eso creemos útil volver sobre el asunto para completar lo que ya habíamos dicho. 235 SFCS LA LETRA G Y EL SVÁSTIKA

Dicho esto, podemos volver a la interpretación "geométrica", del grado de Compañero, acerca del cual lo que hemos explicado no es aún la parte más interesante en lo que atañe al simbolismo de la masonería operativa. En el catecismo que citábamos poco ha, se encuentra también esta especie de enigma: By letters four and science five, this G aright doth stand in a due art and proportion (No debemos dejar de mencionar, incidentalmente, que, en respuesta a la pregunta: "Who doth that G denote?" (who y no ya what, como antes, cuando se trataba de la Geometría), ese catecismo contiene la frase siguiente: "The Great Architect and contriver of the Universe, or He that was taken up to the Pinnacle of the Holy Temple"; se advertirá que "el Gran Arquitecto del Universo" es aquí identificado con Cristo (por lo tanto con el Logos), puesto él mismo en relación con el simbolismo de la "piedra angular", entendido según el sentido que hemos explicado [aquí, cap. XLIII]; el "pináculo del Templo" (y se notará la curiosa semejanza de la palabra "pináculo" con el hebreo pinnáh ’ángulo’) es, naturalmente, la cúspide o punto más elevado y, como tal, equivale a lo que es la "clave de bóveda" (Keystone) en la Arch Masonry). Aquí, evidentemente, science five designa la "quinta ciencia" o sea la geometría; en cuanto a la significación de letters four, se podría, a primera vista, y por simetría, incurrir en la tentación de suponer un error y que haya de leerse letter, en singular, de suerte que se trataría de la "cuarta letra", a saber, en el alfabeto griego, de la letra ?, interesante simbólicamente, en efecto, por su forma triangular; pero, como esta explicación tendría el gran defecto de no presentar ninguna relación inteligible con la letra G, es mucho más verosímil que se trate realmente de "cuatro letras", y que la expresión, por lo demás anormal, de science five en lugar de fifth science haya sido puesta intencionalmente para hacer aún más enigmático el enunciado. Ahora, el punto que puede parecer más oscuro es éste: ¿por qué se habla de cuatro letras, o, si se trata siempre de la inicial de la palabra Geometry, por qué ha de ser cuadruplicada to stand aright in due art and proportion? La respuesta, que debe estar en relación con la posición "central" o "polar" de la letra G, no puede darse sino por medio del simbolismo operativo, y aquí, además, es donde aparece la necesidad de tomar dicha letra, según lo indicábamos poco antes, en su forma griega ?. En efecto, el conjunto de cuatro gammas colocados en ángulos rectos los unos con respecto a los otros forma el svástika, "símbolo, como lo es también la letra G, de la Estrella polar, que es a su vez el símbolo y, para el masón operativo, la sede efectiva del Sol central oculto del Universo, Iah" (En el articulo del Speculative Mason de donde se ha tomado esta cita, el svástika es inexactamente llamado gammádion, designación que, como lo hemos señalado varias veces, se aplicaba en realidad antiguamente a muy otras figuras (ver especialmente [aquí, cap. XLV] "El-Arkân", donde hemos dado la reproducción), pero no por eso es menos verdad que el svástika, aun no habiendo recibido nunca dicho nombre, puede considerarse también como formado por la reunión de cuatro gammas, de modo que esta rectificación de terminologías en nada afecta a lo que aquí se dice), lo cual evidentemente está muy próximo al T’ai-yi de la tradición extremo-oriental (Agregaremos que el nombre divino Iah, que acaba de mencionarse, se pone más especialmente en relación con el primero de los tres Grandes Maestros en el séptimo grado de la masonería operativa). En el pasaje de La Grande Triade que recordábamos al comienzo, habíamos señalado la existencia, en el ritual operativo, de una muy estrecha relación entre la letra G y el svástika; empero por entonces no habíamos tenido conocimiento aún de las informaciones que, al hacer intervenir el gamma griego, tornan esa relación aún más directa y completan su explicación (Podría quizás objetarse que la documentación inédita dada por el Speculative Mason acerca del svástika proviene de Clement Stretton, y que éste fue, según se dice, el principal autor de una "restauración" de los rituales operativos en la cual ciertos elementos, perdidos a raíz de circunstancias que nunca han sido enteramente aclaradas, habrían sido reemplazados por otros tomados de los rituales especulativos, de cuya conformidad con lo que existía antiguamente no hay garantía; pero esta objeción no es válida en el presente caso, pues se trata precisamente de algo de lo cual no hay rastros en la masonería especulativa). Es bien señalar además que la parte quebrada de las ramas del svástika se considera aquí como representación de la Osa Mayor, vista en cuatro diferentes posiciones en el curso de su revolución en torno de la Estrella polar, a la que corresponde naturalmente el centro donde los gammas se reúnen, y que estas cuatro posiciones quedan relacionadas con los cuatro puntos cardinales y las cuatro estaciones; sabida es la importancia de la Osa Mayor en todas las tradiciones en que interviene el simbolismo polar (Ver igualmente La Grande Triade, cap. XXV, acerca de la "Ciudad de los Sauces" y de su representación simbólica por un moyo lleno de arroz). Si se piensa en que todo ello pertenece a un simbolismo que puede llamarse verdaderamente "ecuménico" y que por eso mismo indica un vínculo bastante directo con la tradición primordial, puede comprenderse sin esfuerzo por qué "la teoría polar ha sido siempre uno de los mayores secretos de los verdaderos maestros masones" (Puede ser de interés señalar que en la Cábala el yod se considera formado por la reunión de tres puntos, que representan las tres middôt [’dimensiones’] supremas, dispuestas en escuadra; ésta, por otra parte, está vuelta en un sentido contrario al de la letra griega gamma, lo que podría corresponder a los dos opuestos sentidos de rotación del svástika). 237 SFCS LA LETRA G Y EL SVÁSTIKA

En el símbolo astrológico de Cáncer, ?, se ve el germen en estado de semidesarrollo, que es precisamente el estado sutil; se trata, pues, no del embrión corpóreo, sino del prototipo formal a que acabamos de referirnos, y cuya existencia se sitúa en el dominio psíquico o "mundo intermedio". Por otra parte, su figura es la de la u sánscrita, elemento de espiral que, en el ákshara o monosílabo sagrado Om, constituye el término intermedio entre el punto (m), que representa la no-manifestación principial, y la línea recta (a), que representa el desarrollo completo de la manifestación en el estado denso o burdo (corpóreo) (Sobre estas formas geométricas correspondientes respectivamente a los tres mâtrâ de Om, véase ibid., cap. XVI. Conviene recordar a este respecto que el punto es el principio primordial de todas las figuras geométricas, como lo no-manifestado lo es de todos los estados de manifestación, y que, siendo no-formal y "sin dimensiones", es en su orden la unidad verdadera e indivisible, lo que hace de él un símbolo natural del Ser puro). 260 SFCS EL JEROGLIFICO DE CÁNCER

Es de advertir, por otra parte, que su forma es también el esquema de la concha (çankha), la cual está evidentemente en relación directa con las Aguas y se representa igualmente como receptáculo de los gérmenes del ciclo futuro durante los períodos de prálaya o "disolución exterior" del mundo. Esa concha encierra el sonido primordial e imperecedero (ákshara), el monosílabo Om, que es, por sus tres elementos sonoros (mâtrâ), la esencia del triple Veda  ; y es así cómo el Veda subsiste perpetuamente, siendo en sí mismo anterior a todos los mundos, pero en cierto modo oculto o envuelto durante los cataclismos cósmicos que separan los diferentes ciclos, para ser luego manifestado de nuevo al comienzo de cada uno de éstos (La afirmación de la perpetuidad del Veda debe vincularse directamente a la teoría cosmológica de la primordialidad del sonido (çabda) entre las cualidades sensibles (como cualidad propia del Éter, Akâça, que es el primero de esos elementos); y esta teoría a su vez debe ser puesta en relación con la de la "creación por el Verbo" en las tradiciones occidentales: el sonido primordial es la Palabra divina "por la cual todas las cosas han sido hechas"). Por otra parte, el esquema puede completarse como representación del ákshara mismo: la línea recta (a) recubre y encierra la concha (u), que contiene en su interior el punto (m) o principio esencial de los seres (Por una concordancia muy notable, este esquema es igualmente el de la oreja humana, órgano de la audición, que debe, efectivamente, si ha de ser apta para la percepción del sonido, tener una disposición conforme a la naturaleza de éste); la línea recta representa entonces al mismo tiempo, por su sentido horizontal, la "superficie de las Aguas", es decir, el medio, sustancial en el que se producirá el desarrollo de los gérmenes (representado en el simbolismo oriental por el abrirse de la flor de loto) después de finalizado, el período de oscurecimiento intermedio (sandhyá) entre dos ciclos. Se tendrán entonces, prosiguiendo con la misma representación esquemática, una figura que podrá describirse como la concha dada vuelta y abriéndose para dejar salir los gérmenes, siguiendo la línea recta ahora orientada en el sentido vertical descendente, que es el del desarrollo de la manifestación a partir de su principio no-manifestado (Esta nueva figura es la que se da en el Arqueómetra para la letra het, letra zodiacal de Cáncer). 262 SFCS EL JEROGLIFICO DE CÁNCER

Durante el cataclismo que separa este Manvántara del precedente, el Veda estaba encerrado, en estado de repliegue, en la concha (çankha), que es uno de los principales atributos de Vishnu. Pues la concha se considera como continente del son primordial e imperecedero (ákshara), es decir, del monosílabo Om, que es por excelencia el nombre del Verbo manifestado en los tres mundos, y a la vez, por otra correspondencia de sus tres elementos sonoros o mâtrâ, la esencia del triple Veda (Sobre la presencia de este mismo ideograma AVM en el antiguo simbolismo cristiano, cf. Le Roi du Monde, cap. IV). Por otra parte, estos tres elementos, reducidos a sus formas geométricas esenciales (Ver L’Homme et son devenir selon le Vêdânta, cap. XVI) y dispuestos gráficamente de determinada manera, forman el esquema mismo de la concha; y, por una concordancia muy singular, ocurre que este esquema es también el de la oreja humana, órgano de la audición, la cual debe, en efecto, si ha de ser apta para la percepción del sonido, tener una disposición conforme a la naturaleza de éste ( [Todos los puntos aquí mencionados con relación al simbolismo de la concha habían sido examinados ya en "El jeroglífico de Cáncer", que forma aquí el cap. XIX]). Todo esto toca visiblemente algunos de los más profundos misterios de la cosmología; pero, ¿quién, en el estado de espíritu que constituye la mentalidad moderna, puede aún comprender las verdades pertenecientes a esta ciencia tradicional? 296 SFCS ALGUNOS ASPECTOS DEL SIMBOLISMO DEL PEZ

La representación del vajra ofrece múltiples variantes; Ananda K. Coomaraswamy ha señalado (Elements of Buddhist Iconography) que la forma más habitual, con triple punta en cada extremo, está por eso estrechamente emparentada con el triçûla o tridente, otra arma simbólica muy importante pero cuyo estudio especial nos apartaría demasiado de nuestro tema (En este caso, la doble triplicidad de las ramas y de las raíces recuerda aún más exactamente la de las dos extremidades del vajra. [Sobre esto, véase infra, cap. LII: "El árbol y el vajra"]. Sabido es, por otra parte, que el triçûla, como atributo de Çiva, se refiero a menudo al "triple tiempo" (trikâla), es decir a las tres modalidades del tiempo, como pasado, presente y futuro; habría también aquí vinculaciones que establecer con lo que se encuentra en el mismo orden de cosas en otras tradiciones, por ejemplo con ciertos aspectos del simbolismo de Jano); observaremos solamente que, mientras que la punta medial es la terminación del eje mismo, las dos puntas laterales pueden ser referidas también a las dos corrientes, de derecha y de izquierda, ya aludidas, y que, por esta misma razón, tal triplicidad se encuentra en otros casos de simbolismo "axial", por ejemplo en ciertas figuraciones del "Árbol del Mundo". A. K. Coomaraswamy ha mostrado igualmente que el vajra se asimila tradicionalmente a otros símbolos conocidos del "Eje del Mundo", como el eje del carro, cuyas dos ruedas corresponden al Cielo y la Tierra, lo que explica, por lo demás, en particular, ciertas representaciones del vajra como "soportado" por un loto, sobre el cual está puesto verticalmente. En cuanto al cuádruple vajra, formado por la reunión de dos vajra ordinarios dispuestos en cruz, si se lo considera situado en un plano horizontal, como lo sugiere su designación de Karma-vajra, está muy próximo a símbolos tales como el svástika y el chakra (No se trata ya, pues, del eje vertical, como antes, sino de los dos ejes horizontales de la representación geométrica que hemos expuesto en Le Symbolisme de la Croix  ); nos limitaremos aquí a estas diferentes indicaciones, sobre las cuales tendremos quizá oportunidad de volver en otros estudios, pues es un tema de aquellos que no podría tenerse la pretensión de agotar. 343 SFCS LAS ARMAS SIMBÓLICAS

Si se quiere representar la caverna como situada en el interior mismo (o en el corazón, podría decirse) de la montaña, basta transportar el triángulo inverso al interior del triángulo recto, de modo que sus centros coincidan (fig. 13); el primero debe, pues, ser necesariamente más pequeño para poder contenerse íntegramente en el otro; pero, aparte de esta diferencia, el conjunto de la figura así obtenida es manifiestamente idéntico al símbolo del "sello de Salomón", donde los dos triángulos opuestos representan igualmente dos principios complementarios, en las diversas aplicaciones de que son susceptibles. Por otra parte, si se hacen los lados del triángulo invertido iguales a la mitad de los del triángulo recto (los hemos hecho un poco menores para que los dos triángulos aparezcan enteramente separados, pero, de hecho, es evidente que la entrada de la caverna debe encontrarse en la superficie misma de la montaña, y por lo tanto que el triángulo que la representa debería realmente tocar el perímetro del otro) (Se podrá observar, según el mismo esquema, que, si la montaña se reemplaza por la pirámide, la cámara interior de ésta es el equivalente exacto de la caverna), el triángulo menor dividirá la superficie del mayor en cuatro partes iguales, de las cuales una será el triángulo invertido mismo, mientras que las otras tres serán triángulos rectos; esta última consideración, como la de ciertas relaciones numéricas vinculadas con ella, no tiene, a decir verdad, relación directa con nuestro asunto presente, pero tendremos sin duda ocasión de retomarla en el curso de otros estudios ( [Nuestro añorado maestro no tuvo ya tal ocasión en sus libros o artículos. Solo en su correspondencia con nosotros se vio llevado en diversas oportunidades a dar algunas precisiones inéditas, en relación con ciertos temas de nuestras cartas. Sus demás lectores no tienen ya, pues, otro medio de saber lo que quería decir a este respecto que el de tomar conocimiento, por una nota póstuma, de ciertos pasajes de sus cartas, acompañados de explicaciones circunstanciales y de nuestros comentarios. Ver a este respeto el Anexo I, al final del volumen]). 397 SFCS LA MONTAÑA Y LA CAVERNA

En el cristianismo, las fiestas solsticiales de Jano se han convertido en las de los dos San Juan, y éstas se celebran siempre en las mismas épocas, es decir en los alrededores inmediatos de los solsticios de invierno y verano (El San Juan invernal está, así, muy próximo a la fiesta de Navidad, la cual, desde otro punto de vista, corresponde no menos exactamente al solsticio de invierno, según lo hemos explicado anteriormente. Un vitral del siglo XIII de la iglesia de Saint-Rémi, en Reims, presenta una figuración particularmente curiosa, y sin duda excepcional, en relación con aquello de que aquí se trata: se ha discutido en vano la cuestión de cuál de los dos San Juan es el allí representado. La verdad es que, sin que quepa ver en ello la menor confusión, se ha representado a los dos, sintetizados en la figura de un solo personaje, como lo muestran los dos girasoles colocados en sentidos opuestos sobre la cabeza de aquél, que corresponden en este caso a los dos solsticios y a los dos rostros de Jano. Señalemos aún, de paso y a título de curiosidad, que la expresión popular francesa "Jean qui pleure et Jean qui rit" [’Juan que ríe y Juan que llora’] es en realidad una reminiscencia de los dos rostros opuestos de Jano. [Cf. nota 5 del capítulo siguiente]); y es también muy significativo que el aspecto esotérico de la tradición cristiana haya sido considerado siempre como "johannita", lo cual confiere a ese hecho un sentido que sobrepasa netamente, cualesquiera fueren las apariencias exteriores, el dominio simplemente religioso y exotérico. La sucesión de los antiguos Collegia Fabrorum, por lo demás, se transmitió regularmente a las corporaciones que, a través de todo el Medioevo, mantuvieron el mismo carácter iniciático, y en especial a la de los constructores; ésta, pues, tuvo naturalmente por patronos a los dos San Juan, de donde proviene la conocida expresión de "Logia de San Juan" que se ha conservado en la masonería, pues ésta no es sino la continuación, por filiación directa, de las organizaciones a que acabamos de referirnos (Recordaremos que la "Logia de San Juan", aunque no asimilada simbólicamente a la caverna, no deja de ser, como ésta, una figura del "cosmos"; la descripción de sus "dimensiones" es particularmente neta a este respecto: su longitud es "de oriente a occidente"; su anchura, "de mediodía a septentrión"; su altura, "de la tierra al cielo’; y su profundidad, "de la superficie al centro de la tierra". Es de notar, como relación notable en lo que concierne a la altura de la Logia, que, según la tradición islámica, el sitio donde se levanta una mezquita se considera consagrado no solamente en la superficie de la tierra, sino desde ésta hasta el "séptimo cielo". Por otra parte, se dice que "en la Logia de San Juan se elevan templos a la virtud y se cavan mazmorras para el vicio"; estas dos ideas de "elevar" y "excavar" se refieren a las dos "dimensiones" verticales, altura y profundidad, que se cuentan según las mitades de un mismo eje que va "del cenit al nadir", tomadas en sentido mutuamente inverso; esas dos direcciones opuestas corresponden, respectivamente, al sattva y el tamas (mientras que la expansión de las dos "dimensiones" horizontales corresponde al rajas), es decir, a las dos tendencias del ser, hacia los Cielos (el templo) y hacia los Infiernos (la mazmorra), tendencias que están aquí más bien "alegorizadas" que simbolizadas en sentido estricto, por las nociones de "virtud" y "vicio’, exactamente como en el mito de Hércules que recordábamos antes. [Los tres términos sánscritos mencionados se explican así en L’Homme et son devenir selon le Vêdânta, cap. IV: "Los guna… son… condiciones de la Existencia universal a que están sometidos todos los seres manifestados… Los tres guna son: sattva, conformidad a la esencia pura del Ser (Sat), que se identifica con la Luz inteligible o el Conocimiento y se representa como una tendencia ascendente; rajas, la impulsión expansiva, según la cual el ser se desarrolla en cierto estado y, en cierto modo, en un nivel determinado de la existencia; tamas, la oscuridad, asimilada a la ignorancia, y representada como una tendencia descendente". (N. del T)]). Aun en su forma especulativa" moderna, la masonería ha conservado siempre también, como uno de los testimonios más explícitos de su origen, las fiestas solsticiales, consagradas a los dos San Juan después de haberlo estado a los dos rostros de Jano (En el simbolismo masónico, dos tangentes paralelas a un circulo se consideran, entre otras significaciones diversas, como representación de los dos San Juan; si se ve al Círculo como una figura del ciclo anual, los puntos de contacto de las dos tangentes, diametralmente opuestos entre sí, corresponden entonces a los dos puntos solsticiales); y así la doctrina tradicional de las dos puertas solsticiales, con sus conexiones iniciáticas, se ha mantenido viva aún, por mucho que sea generalmente incomprendida, hasta en el mundo occidental actual. 444 SFCS EL SIMBOLISMO SOLSTICIAL DE JANO

Es fácil advertir, en primer lugar, que las dos partes de la estructura recién descripta figuran la tierra y el cielo, a los cuales corresponden respectivamente, en efecto, la forma cuadrada y la forma circular (o esférica, en una construcción de tres dimensiones); y, aunque esta correspondencia se encuentre indicada con mayor insistencia en la tradición extremo-oriental, está muy lejos de serle propia y exclusiva (En la iniciación masónica, el paso from square to arch [del cuadrado al arco] representa un paso "de la Tierra al Cielo" (de donde el término de exaltation para designar la admisión al grado de Royal Arch), es decir, del dominio de los "pequeños misterios" al de los "grandes misterios", con el doble aspecto sacerdotal y real para estos últimos, pues el título completo correspondiente es Holy (and) Royal Arch, aunque, por razones históricas que no hemos de examinar aquí, el "arte sacerdotal" haya acabado borrarse ante el "arte real". Las formas circular y cuadrada están aludidas también por el compás y la escuadra, que sirven para trazarlos respectivamente y que se asocian como símbolos de dos principios complementarios, según efectivamente lo son el Cielo y la Tierra [cf. Le Régne de la quantité et les signes des temps, cap. XX, y La Grande Triade., cap. III]). Puesto que acabamos de aludir a la tradición extremo-oriental, no carece de interés señalar a este respecto que en China la vestidura de los antiguos emperadores debía ser redonda por lo alto y cuadrada por lo bajo; esa vestidura, en efecto, tenía una significación simbólica (lo mismo que todas las acciones de su vida, reguladas siempre según los ritos), y esa significación era precisamente la misma que aquella cuya realización arquitectónica encaramos aquí (El Emperador mismo, así vestido, representaba al "Hombre verdadero", mediador entre el Cielo y la Tierra, cuyas respectivas potencias une en su propia naturaleza; y exactamente en este mismo sentido un maestro masón (que debería ser también un "Hombre verdadero" si hubiese realizado su iniciación de modo efectivo) "se encuentra siernpre entre la escuadra y el compás". Señalemos también, acerca de esto, uno de los aspectos del simbolismo de la tortuga: la parte inferior del caparazón, que es plana, corresponde a la Tierra, y la superior, que es arqueada en forma de cúpula, corresponde al Cielo; el animal mismo, entre ambas partes, figura al Hombre entre el Cielo y la Tierra, completando así la "Gran Tríada", que desempeña un papel especialmente importante en el simbolismo de las organizaciones iniciáticas taoístas [cf. La Grande Triade, cap. XVI]). Agreguemos en seguida que, si en ésta se considera la construcción íntegra como un "hipogeo", según a veces lo es en efecto, literalmente en ciertos casos y simbólicamente en otros, nos encontramos reconducidos al simbolismo de la caverna como imagen del "cosmos" en conjunto. 457 SFCS EL SIMBOLISMO DE LA CÚPULA

A esta significación general se agrega otra mas precisa aún: el conjunto del edificio, considerado de arriba abajo, representa el paso de la Unidad. principial (a la cual corresponde el punto central o la sumidad de la cúpula, de la cual toda la bóveda no es en cierto modo sino una expansión) al cuaternario de la manifestación elemental (La planta crucial de una iglesia es igualmente una forma cuaternaria; el simbolismo numérico permanece, pues, el mismo en este caso que en el de la base cuadrada); inversamente, si se la encara de abajo arriba, es el retorno de esa manifestación a la Unidad. A este respecto, Coomaraswamy recuerda, como dotado de la misma significacion, el simbolismo védico de los tres Rbhu, quienes, de la copa (pâtra) única de Tvashtr hicieron cuatro copas (y va de suyo, que la forma de la copa es hemisférica, como la del domo); el número ternario, que interviene aquí como intermediario entre el cuaternario y la Unidad, significa particularmente, en este caso, que solo por medio de las tres dimensiones del espacio el "uno" originario puede convertirse en "cuatro", lo que está figuraído exactamente por el símbolo de la cruz de tres dimensiones. El proceso inverso está representado igualmente por la leyenda del Buddha, quien, habiendo recibido cuatro escudillas de limosna de los Mahârâja de los cuatro puntos cardinales, hizo de ellas una sola, lo cual indica que, para el ser "unificado", el "Graal" (para emplear el término tradicional occidental, que designa evidentemente el equivalente de ese pâtra) es de nuevo único, como lo era en un principio, es decir, en el punto de partida de la manifestación cósmica (Con respecto a Tvashtri y los tres Rbhu [respectivamente el Constructor divino védico, literalmente ’Carpintero’, y los tres Artesanos divinos, literalmente ’los Hábiles’], considerados como una tríada de "artistas", notemes que, en las reglas establecidas por la tradición hindú para la construcción de un edificio, se encuentran en cierto modo los correspondientes de esos personajes en el arquitecto (sthápati) y sus tres compañeros o asistentes, el agrimensor (sûtragrâhi), el constructor (várdhakî) y el carpintero de obra (tákshaka); podrían también encontrarse los equivalentes de este ternario en la masonería, donde, ademas, en un aspecto "inverso", se convierte en el de los "malos compañeros" que matan a Hiram). 458 SFCS EL SIMBOLISMO DE LA CÚPULA

En el curso de su estudio sobre el simbolismo del domo, Ananda K. Coomaraswamy ha señalado un punto particularmente digno de atención en lo que concierne a la figuración tradicional de los rayos solares y su relación con el "Eje del Mundo": en la tradición védica, el sol está siempre en el centro del Universo y no en su punto más alto, aunque, desde un punto cualquiera, aparezca empero como situado en la "cúspide del árbol" (Hemos indicado en otras oportunidades la representación del sol, en diferentes tradiciones, como el fruto del "Árbol de Vida"), y esto es fácil de comprender si se considera al Universo como simbolizado por la rueda, pues entonces el sol se encuentra en el centro de ésta y todo estado de ser se halla en su circunferencia (Esta posición central y, por consiguiente, invariable del sol le da aquí el carácter de un verdadero "polo", a la vez que lo sitúa constantemente en el cenit con respecto a cualquier punto del Universo). Desde cualquier punto de esta última, el "Eje del Mundo" es a la vez un radio del círculo y un rayo de sol, y pasa geométricamente a través del sol para prolongarse más allá del centro y completar el diámetro; pero esto no es todo, y el "Eje del Mundo" es también un "rayo solar" cuya prolongación no admite ninguna representación geométrica. Se trata aquí de la fórmula según la cual el sol se describe como dotado de siete rayos; de éstos, seis, opuestos dos a dos, forman el trivid vajra [’triple vajra’], es decir, la cruz de tres dimensiones; los que corresponden al cenit y al nadir coinciden con nuestro "Eje del Mundo" (skambha), mientras que los que los que corresponden al norte y al sur, al este y al oeste, determinan la extensión de un "mundo" (loka) figurado por un plano horizontal. En cuanto al "séptimo rayo", que pasa a través del sol, pero en otro sentido que el antes indicado, para conducir a los mundos suprasolares (considerados como el dominio de la "inmortalidad"), corresponde propiamente al centro y, por consiguiente, no puede ser representado sino por la intersección misma de los brazos de la cruz de tres dimensiones (Es de notar que, en las figuraciones simbólicas del sol de siete rayos, en especial en antiguas monedas indias, aunque esos rayos no estén todos forzosamente trazados en disposición circular en torno del disco central, el "séptimo rayo" se distingue de los otros por una forma netamente diferente); su prolongación allende el sol no es representable en modo alguno, y esto corresponde precisamente al carácter "incomunicable" e "inexpresable" de aquello de que se trata. Desde nuestro punto de vista, y desde el de todo ser situado en la "circunferencia" del Universo, ese rayo termina en el sol mismo y se identifica en cierto modo con él en tanto que centro, pues nadie puede ver a través del disco solar por ningún medio físico o psíquico que fuere, y ese paso "allende el sol" (que es la "última muerte" y el paso a la "inmortalidad" verdadera) no es posible sino en el orden puramente espiritual. 474 SFCS LA PUERTA ESTRECHA

Desde el punto de vista del simbolismo cósmico, encarado más particularmente en su aspecto espacial, la forma cuaternaria, es decir, la del cuadrado cuando se trata de polígonos, está, naturalmente, en relación con los cuatro puntos cardinales y sus correspondencias tradicionales diversas. Para obtener la forma octogonal, hay que considerar además, entre los cuatro puntos cardinales, los cuatro puntos intermedios (Cuando los puntos cardinales se ponen en correspondencia con los elementos corpóreos, los puntos intermedios corresponden a las cualidades sensibles: cálido y frío, seco y húmedo), que forman con aquéllos un conjunto de ocho direcciones, aquellas que diversas tradiciones designan como "los ocho vientos" (En Atenas, la "Tórre de los Vientos" era octogonal. Notemos, de paso, el carácter singular de la expresión "rosa de los vientos" que se emplea corrientemente sin prestarle atención: en el simbolismo rosacruz, Rosa Mundi y Rota Mundi eran expresiones equivalentes, y la Rosa Mundi se figuraba precisamente con ocho rayos, correspondientes a los elementos y a las cualidades sensibles). Esta consideración de los "vientos" presenta aquí algo particularmente notable: en el ternario védico de las "deidades" que presiden respectivamente los tres mundos, Agni, Vâyu y Aditya, es Vâyu [’Viento’], en efecto, quien corresponde al mundo intermedio. A este respecto, en lo que concierne a las dos partes, inferior y superior, del edificio, que representan el mundo terrestre y el celeste, según habíamos explicado, cabe señalar que el hogar o el altar, situado normalmente en el centro de la base, corresponde evidentemente a Agni [’Fuego’], y que el "ojo" que se encuentra en la sumidad del domo figura la "puerta solar" y corresponde así, no menos rigurosamente, a Aditya [’Sol’]. Agreguemos además que Vâyu, en cuanto se identifica con el "hálito vital", está manifiestamente en relación inmediata con el dominio psíquico o manifestación sutil, lo que justifica de modo aún más cabal esa correspondencia, ya se la encare en el orden "macrocósmico", ya en el "microcósmico". 483 SFCS EL OCTÓGONO

La primera forma de este símbolo (fig. 15), llamada también a veces "cruz del Verbo" (La razón es, sin duda, de acuerdo con la significación general del símbolo, que éste se considera como figuración del Verbo que se expresa por los cuatro Evangelios; es de notar que, en esta interpretación, los Evangelios deben considerarse como correspondientes a cuatro puntos de vista (puestos simbólicamente en relación con los "cuadrantes" del espacio), cuya reunión es necesaria para la expresión integral del Verbo, así como las cuatro escuadras que forman la cruz se unen por sus vértices), está constituida por cuatro escuadras con los vértices vueltos hacia el centro; la cruz está formada por esas escuadras mismas o, más exactamente, por el espacio vacío que dejan entre sus lados paralelos, el cual representa en cierto modo las cuatro vías que parten del centro o se dirigen a él, según se las recorra en uno u otro sentido. Ahora bien; esta misma figura, considerada precisamente como la representación de una encrucijada, es la forma primitiva del carácter chino hsing, que designa los cinco elementos: se ven en él las cuatro regiones del espacio, correspondientes a los puntos cardinales y llamadas, efectivamente, "escuadras" (fang) (La escuadra es esencialme