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SCS: agua ígnea

quinta-feira 1º de fevereiro de 2024

  

Acerca de esta cuestión, conviene señalar aún lo siguiente: el fuego y el agua son dos elementos opuestos; pero esta oposición, por lo demás, no es sino la apariencia exterior de un complementarismo y, más allá del dominio donde se afirman las oposiciones, deben, como todos los contrarios, conciliarse y unirse de algún modo. En el Principio mismo, del cual el sol es una imagen sensible, ambos se identifican de cierta manera, lo que justifica aún más cabalmente la figuración que acabamos de estudiar; e inclusive en niveles inferiores a ése, pero correspondientes a estados de manifestación superiores al mundo corpóreo al cual pertenecen el fuego y el agua en su aspecto "denso" o "burdo" que da lugar propiamente a su mutua oposición, puede haber entre ellos una asociación equivalente, por así decirlo, a una identidad relativa. Esto es verdad de las "Aguas superiores", que son las posibilidades de manifestación no-formal, y que en cierto sentido están simbólicamente representadas por las nubes, de donde la lluvia desciende sobre la tierra (La lluvia, en efecto, para representar los influjos espirituales, debe ser considerada como un agua "celeste", y sabido es que los Cielos corresponden a los estados no-formales; la evaporación de las aguas terrestres por el calor solar es, por otra parte, la imagen de una "transformación" (en el sentido de "paso más allá de las formas"), de modo que hay en ello como un tránsito alternativo de las "aguas inferiores" a las "aguas superiores", e inversamente) al mismo tiempo que son residencia del fuego bajo el aspecto del rayo (Esto debe ponerse en relación con la observación que hemos formulado antes respecto del relámpago, y justifica de modo aún más cabal la similitud existente entre la representación de éste y el símbolo del agua. En el antiguo simbolismo extremo-oriental, no hay sino una leve diferencia entre la figuración del trueno (lei-wen) y la de las nubes (yün-wen); ambas consisten en series de espirales, a veces redondeadas y a veces cuadradas; se dice habitualmente que las primeras son yün-wen y las segundas lei-wen, pero existen formas intermediarias que hacen esa distinción muy poco sensible en realidad; y, adernás, unas y otras están igualmente en conexión con el simbolismo del Dragón (cf. H. G. Creel, Studies in Early Chinese Culture, pp. 236-37). Notemos también que esta representación del trueno por espirales confirma lo que decíamos antes sobre la relación existente entre el símbolo de la doble espiral y el del vajra (La Grande Triade, cap. VI)); y lo mismo ocurre, en el orden de la manifestación formal, con ciertas posibilidades pertenecientes al dominio "sutil". Resulta particularmente interesante observar, a este respecto, que los alquimistas "entienden por aguas, los rayos y el resplandor de su fuego" y que dan el nombre de "ablución", no a "la acción de lavar algo con el agua u otro licor", sino a una purificación que se opera por el fuego, de modo que "los antiguos han ocultado esta ablución bajo el enigma de la salamandra, de la cual dicen que se nutre en el fuego, y del lino incombustible (Este "lino incombustible" (ásbestos) es en realidad el asbesto o amianto), que en el fuego se purifica y blanquea sin consumirse (Dom A.-J. Pernéty, Dictionnaire mytho-hermétique, p. 2). Puede comprenderse con esto que en el simbolismo hermético se aluda frecuentemente a un "fuego que no quema" y a una "agua que no moja las manos", y también que el mercurio "animado", o sea vivificado por la acción del azufre, se describa como una "agua ígnea" y a veces, inclusive, como un "fuego líquido" (Ver La Grande Triade, cap. XII). LA LUZ Y LA LLUVIA