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SCS: Aristóteles

quinta-feira 1º de fevereiro de 2024

  

Nos vemos, pues, reconducidos, como se observará, a lo que decíamos al comienzo sobre el "lenguaje de los pájaros", que podemos llamar también "lengua angélica", y cuya imagen en el mundo humano es el lenguaje ritmado, pues sobre la "ciencia del ritmo" que comporta por lo demás múltiples aplicaciones, se basan en definitiva todos los medios que pueden utilizarse para entrar en comunicación con los estados superiores. Por eso una tradición islámica dice que Adán, en el Paraíso terrestre, hablaba en verso, en decir, en lenguaje ritmado; se trata de esa "lengua siríaca" (logah sûryâniyah) sobre la cual hemos hablado en nuestro precedente estudio sobre la "ciencia de las letras" ( (Véase supra, cap. VI)), y que debe considerarse como traducción directa de la "iluminación solar" y "angélica" tal como se manifiesta en el centro del estado humano. Por eso también los libros sagrados están escritos en lenguaje ritmado, lo cual, como se ve, hace de ellos otra cosa que los simples "poemas" en el sentido puramente profano del término que quiere ver el prejuicio antitradicional de los "críticos" modernos; y, por lo demás, la poesía no era originariamente esa vana "literatura" en que se ha convertido por una degradación cuya explicación ha de buscarse en la marcha descendente del ciclo humano, y tenía un verdadero carácter sagrado (Puede decirse, por otra parte, de manera general, que las artes y las ciencias no se han hecho profanas sino en virtud. de tal degradación, la cual las ha despojado de su carácter tradicional y, por consiguiente, de toda significación de orden superior; nos hemos explicado sobre este asunto en L’Ésotérisme de Dante  , cap. II, y en La Crise du monde moderne, cap. IV. (Cf. también La Régne de la quantité et les signes des temps, cap. VIII)). Pueden encontrarse rastros de ello hasta en la antigüedad occidental clásica, en la cual la poesía era llamada aún "lengua de los Dioses", expresión equivalente a las que hemos indicado, pues los "Dioses", es decir los Deva (El sánscrito Deva y el latín Deus son una sola y misma palabra) son, como los ángeles, la representación de los estados superiores. En latín, los versos se llamaban carmina, designación referente a su uso en el cumplimiento de los ritos, pues la palabra carmen es idéntica al sánscrito karma, que debe tomarse aquí en su sentido particular de "acción ritual" (La palabra "poesía" deriva también del verbo griego poieîn, el cual tiene la misma significación que la raíz sánscrita kr. de donde proviene Karma, y que se encuentra también en el verbo latino creare entendido en su acepción primitiva; en el origen   se trataba, pues, de algo muy distinto que de la simple producción de una obra artística o literaria, en el sentido profano, único que Aristóteles   parece haber tenido presente al hablar de lo que él ha llamado "ciencias poéticas"); y el poeta mismo, intérprete de la "lengua sagrada" a través de la cual se transparentaba el Verbo divino, era el vates, palabra que lo caracterizaba como dotado de una inspiración en cierto modo profética. Más tarde, por otra degradación, el vates no fue sino un vulgar "adivino" (La palabra "adivino" misma no está menos desviada de su sentido, pues etimológicamente tiene relación directa con divinus, y significa entonces "intérprete de los dioses". Los "arúspices" (de aves spicere, ’observar las aves’) extraían presagios del vuelo y el canto de las aves, lo cual es de relacionar más especialmente con el "lenguaje de los pájaros", entendido aquí en el sentido más material, pero identificado aun así con la "lengua de los dioses", pues se consideraba que éstos manifestaban su voluntad por medio de tales presagios, y las aves desempeñaban entonces un papel de "mensajeros" análogo al que se atribuye generalmente a los ángeles (de donde su nombre mismo, pues es precisamente el sentido propio de la palabra griega ángelos), bien que tomado en un aspecto muy inferior); y el carmen (de donde la voz francesa charme, ’encanto’), un "encantamiento", es decir, una operación de baja magia; es éste otro ejemplo de que la magia, e incluso la hechicería, constituye lo que subsiste como último vestigio de las tradiciones desaparecidas" ( (Sobre este asunto de los orígenes de la magia y de la hechicería. véase infra, cap. XX, "Shet", último párrafo)). SFCS  : EL LENGUAJE DE LOS PÁJAROS

El equilibrio, por otra parte, no es en verdad sino el reflejo, en el orden de la manifestación, de la inmutabilidad absoluta del Principio; para encarar las cosas según esta nueva relación, es preciso considerar la circunferencia en movimiento en torno de su centro, punto único que no participa de ese movimiento. El nombre mismo de la rueda (rota) evoca inmediatamente la idea de rotación; y esta rotación es la figura del cambio continuo al cual están sujetas todas las cosas manifestadas; en tal movimiento, no hay sino un punto único que permanece fijo e inmutable, y este punto es el Centro. Esto nos reconduce a las concepciones cíclicas, de las que hemos dicho unas palabras poco antes: el recorrido de un ciclo cualquiera, o. la rotación de la circunferencia, es la sucesión, sea en el modo temporal, sea en cualquier otro modo; la fijeza del Centro es la imagen de la eternidad, donde todas las cosas son presentes en simultaneidad perfecta. La circunferencia no puede girar sino en torno de un centro fijo; igualmente, el cambio, que no se basta a sí mismo, supone necesariamente un principio que esté fuera de él: es el "motor inmóvil" de Aristóteles ( (Véase cap. XVIII: "Algunos aspectos del simbolismo de Jano")) , también representado por el Centro. El Principio inmutable, pues, al mismo tiempo, y ya por el hecho de que todo cuanto existe, todo cuanto cambia o se mueve, no tiene realidad sino por él y depende totalmente de él, es lo que da al movimiento su impulso primero y también lo que en seguida lo gobierna y dirige y legisla, pues la conservación del orden del Mundo no es, en cierto modo, sino una prolongación del acto creador. El Principio es, según la expresión hindú, el "ordenador interno" (antaryâni), pues dirige todas las cosas desde el interior, residiendo él mismo en el punto más íntimo de todos, que es el Centro ( (Cf. L’Homme et son devenir selon le Vêdânta, cap. XIV, y en esta compilación, cap. LXXIII: "El grano de mostaza" y LXXV: "La Ciudad divina")). SFCS: LA IDEA DEL CENTRO EN LAS TRADICIONES ANTIGUAS

Es bien evidente, en efecto, que el "Señor de los tiempos" no puede estar por su parte sometido al tiempo, el cual tiene en él su principio, así como, según la enseñanza de Aristóteles, el primer motor de todas las cosas, o principio del movimiento universal, es necesariamente inmóvil. Es ciertamente el Verbo eterno aquel a quien los textos bíblicos designan a menudo como el "Antiguo de los Días", el Padre de las edades o de los ciclos de existencia (éste es el sentido propio y primitivo de la palabra latina saeculum, así como del griego aión y del hebreo ’olam, a los cuales traduce); e importa notar que la tradición hindú le da también el título de Purâna-Púrusha, cuyo significado es estrictamente equivalente. SFCS: ALGUNOS ASPECTOS DEL SIMBOLISMO DE JANO

Huelga recordar que la asimilación del sol y el corazón, en cuanto uno y otro tienen igualmente un significado "central", es común a todas las doctrinas tradicionales, de Occidente tanto como de Oriente; así, por ejemplo, dice Proclo   dirigiéndose al Sol: "Ocupando por sobre el éter el trono del medio, y teniendo por figura un círculo deslumbrante que es el Corazón del Mundo, tú colmas todo de una providencia apta para despertar la inteligencia" (Himno al Sol, traducción (francesa) de Mario Meunier). Citamos este texto en particular con preferencia a muchos otros, debido a la mención formal de la inteligencia que en él se hace; y, como hemos tenido ocasión frecuente de explicarlo, el corazón se considera también ante todo, en todas las tradiciones, como sede de la inteligencia (Debe quedar bien claro (y volveremos luego sobre el punto) que se trata aquí de la inteligencia pura, en el sentido universal, y no de la razón, la cual no es sino un simple reflejo de aquélla en el orden individual y está en relación con el cerebro, siendo entonces éste con respecto al corazón, en el ser humano, el análogo de lo que es la luna con respecto al sol, en el mundo). Por lo demás, según Macrobio  , "el nombre de Inteligencia del Mundo que se da al Sol responde al de Corazón del Cielo (Esta expresión de "Corazón del Cielo" aplicada al sol se encuentra también en las antiguas tradiciones de América Central); fuente de la luz etérea, el Sol es para este fluido lo que es el corazón para el ser animado" (Sueño de Escipión, I, 20); y Plutarco   escribe que el Sol, "dotado de la fuerza de un corazón, dispersa y difunde de sí mismo el calor y la luz, como si fueran la sangre y el hálito" (Sobre el rostro que se ve en el orbe   de la luna, 15, 4. Este texto y el precedente son citados en nota por el traductor con motivo del pasaje de Proclo que acabamos de reproducir). Encontramos en este último pasaje, tanto para el corazón como para el sol, la indicación del calor y la luz, correspondientes a las dos clases de rayos que considerábamos; si el "hálito" está allí referido a la luz, se debe a que es propiamente el símbolo del espíritu, esencialmente idéntico a la inteligencia; en cuanto a la sangre, es evidentemente el vehículo del "calor vivificante", lo que se refiere más en particular al papel "vital" del principio que es centro del ser (Aristóteles asimila la vida orgánica al calor, en lo cual está de acuerdo con todas las doctrinas orientales; Descartes   mismo sitúa en el corazón un "fuego sin luz", pero que no es para él sino el principio de una teoría fisiológica exclusivamente "mecanicista" como toda su física, lo cual, por supuesto, no tiene nada en comun con el punto de vista tradicional de los antiguos). SFCS: EL CORAZON IRRADIANTE Y EL CORAZÓN EN LLAMAS

Otra consecuencia resulta además de los caracteres fundamentales respectivos del intelecto y la razón: un conocimiento intuitivo, por ser inmediato, es necesariamente infalible en sí mismo (Santo Tomás advierte, empero (S. T.: I, q. 58, a. 5 y q. 85, a. 6), que el intelecto puede errar en la simple percepción de su objeto propio; pero que este error se produce solo per accidens, a causa de una afirmación de orden discursivo que haya intervenido; no se trata ya, pues, verdaderamente, del intelecto puro. Por otra parte, debe quedar claro que la infalibilidad no se aplica sino a la captación misma de las verdades intuitivas y no a su formulación o a su traducción en modo discursivo); al contrario, siempre puede introducirse el error en todo conocimiento que es indirecto o mediato, como lo es el conocimiento racional; y se ve por eso cuánto erraba Descartes al querer atribuir la infalibilidad a la razón. Es lo que Aristóteles expresa en estos términos (Segundos Analíticos (II, 19, 100 b)): "Entre los haberes de la inteligencia (Se traduce habitualmente por "haber" la palabra griega héxis, casi intraducible en nuestra lengua, que corresponde más exactamente al latín habitus, con el sentido de ’naturaleza’, ’disposición’, ’estado’, ’modo de ser’ a la vez. (El texto aristotélico se ha traducido aquí de la versión francesa dada por R. Guénon (a quien pertenecen los paréntesis incluidos en la primera cita); en español, puede confrontarse con la traducción de F. de P. Samaranch, Obras de Aristóteles, ed. Aguilar, 1964 (N. del T))), en virtud de los cuales alcanzamos la verdad, hay unos que son siempre verdaderos y otros que pueden dar en el error. El razonamiento está en este último caso; pero el intelecto es siempre conforme a la verdad, y nada hay más verdadero que el intelecto. Ahora bien; siendo los principios más notorios que la demostración, y estando toda ciencia. acompañada de razonamiento, el conocimiento de los principios no es una ciencia (sino que es un modo de conocimiento, superior al conocimiento científico o racional, que constituye propiamente el conocimiento metafísico). Por otra parte, solo el intelecto es más verdadero que la ciencia (o que la razón que edifica la ciencia); por lo tanto, los principios pertenecen al intelecto". Y, para mejor afirmar el carácter intuitivo del intelecto, Aristóteles agrega: "No se demuestran los principios, sino que se percibe directamente su verdad" (Recordemos también definiciones de Santo Tomás de Aquino  : "Ratio discursum quenidam designat, quo ex uno in aliud cognoscendum anima humana pervenit; intellectus vero simplicem et absolutam, cognitionem (sine aliquo motu vel discursu, statim, in prima et subita acceptione) designare videtur" (’Razón designa un discurrir por el cual el alma humana llega a conocer una cosa a partir de otra; pero intelecto parece designar un conocimiento simple y absoluto (de modo inmediato, en una primera y súbita captación, sin movimiento o discurso alguno)’) (De Veritate, q. XV, a. 1)). SFCS: CORAZON Y CEREBRO