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Obras: Paz

sexta-feira 2 de fevereiro de 2024

  

Por ahí, sale pues de la multiplicidad; escapa, según las expresiones empleadas por la doctrina Taoísta, a las vicisitudes de la «corriente de las formas», a la alternancia de los estados de «vida» y de «muerte», de «condensación» y de «disipación» (Aristóteles  , en un sentido semejante, dice «generación» y «corrupción».), pasando de la circunferencia de la «rueda cósmica» a su centro, que es designado el mismo como «el vacío (lo no-manifestado) que une los radios y hace de ellos una rueda» (Tao-Te-King, XI.). «El que ha llegado al maximun del vacío, dice también Lao-tseu , ese será fijado sólidamente en el reposo...Retornar a su raíz (es decir, al Principio a la vez origen   primero y fin último de todos los seres), es entrar en el estado de reposo» (Tao-Te-King, XVI.). «La paz en el vacío, dice Lie-tseu, es un estado indefinible; uno no la toma ni no la da; uno llega a establecerse en ella» (Lie-tseu, I.), Esta «paz en el vacío» es la «gran paz» (Es-Sakînah) del esoterismo musulmán (NA: ver el capítulo sobre La Guerra y la Paz en El Simbolismo de la Cruz  .), que es al mismo tiempo la «presencia divina» en el centro del ser, implicada por la unión con el Principio, que no puede efectivamente operarse más que en ese centro mismo. «Al que permanece en lo no-manifestado, todos los seres se manifiestan... Unido al Principio, está en armonía, por él, con todos los seres. Unido al Principio, conoce todo por las razones generales superiores, y ya no usa, por consiguiente, de sus diversos sentidos, para conocer en particular y en detalle. La verdadera razón de las cosas es invisible, inasible, indefinible, indeterminable. Solo, el espíritu restablecido en el estado de simplicidad perfecta puede alcanzarla en la contemplación profunda» (Lie-tseu, IV.). 30 Apercepciones sobre el esoterismo islámico   y el taoismo Et-Faqru

Para terminar este examen del libro de M. Vulliaud  , formularemos todavía algunas observaciones al respecto de una cuestión que merece particularmente la atención, y que tiene una cierta relación con las consideraciones que ya hemos tenido la ocasión de exponer, especialmente en nuestro estudio sobre El Rey del Mundo; queremos hablar de la cuestión que concierne a la Shekinah y Metatron. En su sentido más general, la Shekinah es la «presencia real» de la Divinidad; la primera cosa que debemos hacer destacar es que los pasajes de la Escritura en los que es hecha especialmente mención de la misma son sobre todo aquellos en que es cuestión la institución de un centro espiritual: la construcción del Tabernáculo, la edificación de los Templos de Salomón y Zorobabel. Un tal centro, constituido en condiciones regularmente definidas, debía ser, en efecto, el lugar de la manifestación divina, siempre representada como una «luz»; y, aunque M. Vulliaud niega toda relación entre la Kabbala   y la Masonería (aún reconociendo empero que el símbolo del «Gran Arquitecto» es una metáfora habitual en los rabinos), la expresión de «lugar muy iluminado y muy regular», que esta última ha conservado, bien parece ser un recuerdo de la antigua ciencia sacerdotal que presidía en la construcción de los templos, y que por lo demás no era particular a los judíos. Es inútil que abordemos aquí la teoría de las «influencias espirituales» (preferimos esta expresión a la de «bendiciones» para traducir el hebreo berakoth, tanto más cuanto que éste es el sentido que ha conservado muy nítidamente en árabe el término Barakah); pero incluso considerando las cosas bajo este solo punto de vista, sería posible explicar la palabra de Elías Levita que M. Vulliaud narra: «Los Maestros de la Kabbala tienen a este sujeto grandes secretos». Ahora la cuestión es tanto mas compleja cuanto que la Shekinah se presenta bajo aspectos múltiples; tiene dos aspectos principales: Interior uno y exterior el otro (t. I, p. 495); pero aquí, M. Vulliaud habría podido explicarse un poco más claramente de lo que lo ha hecho, tanto más cuanto que a despecho de su intención de no tratar más que de la «Kabbala judía», ha señalado precisamente «las relaciones entre las teologías judía y cristiana a propósito de la Shekinah» (p. 493). Ahora bien, justamente, hay en la Tradición cristiana, una frase que designa con el máximo de claridad los dos aspectos de que habla: Gloria in excelsis Deo, et in terra Pax hominibus bonae voluntatis. Los términos Gloria y Pax se refieren respectivamente al aspecto interno, en relación al Principio, y al aspecto exterior, en relación al mundo manifestado; y si se consideran estos dos términos de esta manera, uno puede comprender de inmediato por qué son pronunciados por los Ángeles (Malakim) para anunciar el nacimiento del «Dios con nosotros» o «en nosotros» (Emmanuel). También sería posible, para el primer aspecto, recordar la teoría de los teólogos sobre la «Luz de la gloria» en la cual y por la cual, se cumple la visión beatífica (in excelsis); y para el segundo aspecto diremos todavía que la «Paz» en su sentido esotérico, es indicada por todas partes como el atributo espiritual fundamental de los centros espirituales establecidos en este mundo (terra). Por otra parte el término árabe Sakinah, que es de toda evidencia idéntico al término hebreo, se traduce por «Gran Paz», la cual es el equivalente exacto de la Pax Profunda de los Rosa Cruz, y de esta manera, sería sin duda posible explicar lo que estos entendían por el «Templo del Espíritu Santo». Podríase de la misma manera interpretar de un modo preciso un cierto número de texto evangélicos, tanto más cuanto que «la Tradición secreta concerniente a la Shekinah tendría alguna relación con la luz del Mesías» (p. 503). ¿Es pues sin intención que M. Vulliaud, al dar esta última indicación, dice que se trata de la Tradición «reservada a los que prosiguen el camino que conduce al Pardes», es decir, como lo hemos explicado en otra parte, al Centro espiritual supremo? Esto nos lleva todavía a otra observación; un poco más adelante es cuestión de un «misterio relativo al jubileo» (p. 506), el cual se vincula en un cierto sentido a la idea de «Paz» y a este propósito se cita este texto del Zohar   (III, 586): «El río que sale del Edén lleva el nombre de Jobel, como del de Jeremías (XVII, 8): El extenderá sus raíces hacia el río, de donde resulta que la idea central del Jubileo es el retorno de todas las cosas a su estado primitivo». Está claro que se trata aquí del retorno al «estado primordial» considerado por todas las tradiciones y del cual hemos debido ocuparnos en nuestro estudio sobre Dante  ; y, cuando se añade que «el retorno de todas las cosa a su primer estado anunciará la era mesiánica» (p. 507), los que hayan leído este estudio podrán acordarse de lo que hemos dicho allí al respecto de las relaciones entre el «Paraíso terrestre» y la «Jerusalem celeste». Por otra parte de lo que se trata aquí, por todas partes y siempre, en las fases diversas de la manifestación cíclica, es del Pardes, el centro de este mundo, que el simbolismo Tradicional de todos los pueblos compara al corazón, dentro del ser y «residencia divina» (Brahma-pura en la doctrina hindú), como el Tabernáculo que es su imagen y que, por esta razón, es denominado en hebreo mishkam o «habitáculo de Dios» (p. 493), término que tiene la misma raíz que el término Shekinah. Bajo otro punto de vista, la Shekinah es la síntesis de los Sephiroth; ahora bien, en el árbol sephirótico, la «columna de la derecha» es el lado de la Misericordia, y la «columna de la izquierda» es el lado del Rigor; debemos pues reencontrar esos dos aspectos también en la Shekinah. En efecto «si el hombre peca y se aleja de la Shekinah, cae bajo el poder de las potencias (Sârim) que dependen del Rigor» (p. 507), y entonces la Shekinah es llamada «mano de Rigor», lo que recuerda de inmediato el símbolo bien conocido de la «mano de justicia». Pero, al contrario, si el hombre se aproxima a la Shekinah, se libera, y la Shekinah es «la mano derecha» de Dios, es decir, que la «mano de justicia» deviene entonces la «mano bendiciente». Son los misterios de la «Casa de justicia» (Beith-Din) que es todavía otra designación del Centro espiritual supremo; apenas hay necesidad de hacer observar que los dos lados que hemos considerado son los mismos en los que se reparten los elegidos y los condenados en las representaciones cristianas del «Juicio final». Podríase igualmente establecer una aproximación con las dos vías que los Pitagóricos representaban por la letra Y, y que bajo una forma exotérica estaban simbolizadas por el mito de Hércules entre la Virtud y el Vicio; con las dos puertas celeste e infernal, que, entre los latinos, estaban asociadas al simbolismo de Janus; con las dos fases cíclicas ascendente y descendente que, entre los hindúes, se vinculaban semejantemente al simbolismo de Ganesha. En fin, es fácil comprender así lo que significan verdaderamente expresiones como las de «intención recta» y de «buena voluntad» (Pax hominibus bonae voluntatis), y los que conocen los numerosos símbolos a los cuales hemos hecho aquí alusión, verán que no carece de razón que la fiesta de Navidad coincida con el solsticio de invierno), cuando uno tiene cuidado de dar de lado con todas las interpretaciones exteriores, filosóficas y morales, que les han sido dadas desde los estoicos hasta Kant  . 2546 Formas Tradicionales y Ciclos Cósmicos «LA KABBALA JUDÍA»

Ya hemos indicado en otra parte cuál es la verdadera naturaleza de todas las organizaciones de este género (NA: Ver Aperçus sur l’Initiation, cap. XII y XLVI.): en definitiva, deben considerarse siempre como procediendo de la jerarquía taoísta, que las ha suscitado y que las dirige invisiblemente, para las necesidades de una acción más o menos exterior en la que no podría intervenir ella misma directamente, en virtud del principio del «no actuar» (wou-wei), según el cual su papel es esencialmente la del «motor inmóvil», es decir, el del centro que rige el movimiento de todas las cosas sin participar en él. Eso, la mayoría de los sinólogos lo ignoran naturalmente, ya que sus estudios, dado el punto de vista especial desde el que los emprenden, no pueden enseñarles apenas que, en Extremo Oriente, todo lo que es de orden esotérico o iniciático, a cualquier grado que sea, depende necesariamente del Taoísmo; pero lo que es bastante curioso a pesar de todo, es que aquellos mismos que han discernido en las «sociedades secretas» una cierta influencia taoísta no han sabido ir más lejos y no han sacado de ello ninguna consecuencia importante. Éstos, al constatar al mismo tiempo la presencia de otros elementos, y concretamente de elementos búdicos, se han apresurado a pronunciar a este propósito la palabra «sincretismo», sin saber que lo que designa es algo completamente contrario, por una parte, al espíritu eminentemente «sintético» de la raza china, y también, por otra, al espíritu iniciático de donde procede evidentemente aquello de lo que se trata, incluso si, bajo esta relación, no son más que formas bastante alejadas del centro (NA: Ver Aperçus sur l’Initiation, cap. VI.). Ciertamente, no queremos decir que todos los miembros de estas organizaciones relativamente exteriores deban tener consciencia de la unidad fundamental de todas las tradiciones; pero esa consciencia, aquellos que están detrás de esas mismas organizaciones y que las inspiran, la poseen forzosamente en su calidad de «hombres verdaderos» (tchenn-jen), y es eso lo que les permite introducir en ellas, cuando las circunstancias lo hacen oportuno o ventajoso, elementos formales que pertenecen en propiedad a diferentes tradiciones (NA: Comprendidos incluso a veces los que son más completamente ajenos al Extremo Oriente, como el Cristianismo, así como se puede ver en el caso de la asociación de la «Gran Paz» o Tai-ping, que fue una de las emanaciones recientes de la Pen-lien-houei que vamos a mencionar enseguida.). 2634 LA GRAN TRÍADA PREFACIO

En la iniciación a la Tien-ti-houei, el neófito, después de haber pasado por diferentes etapas preliminares, de las que la última es designada como el «Círculo del Cielo y de la Tierra» (NA: Tien-ti-kiuen), llega finalmente a la «Ciudad de los Sauces» (NA: Mou-yang-tcheng), que es llamada también la «Casa de la Gran Paz» (NA: Tai-ping-chouang) (NA: Ver B. Favre, Les Societés secrètes en Chine, cap. VIII. — El autor ha visto bien lo que es el simbolismo del celemín del que hablaremos enseguida, pero no ha sabido sacar las consecuencias más importantes.). El primero de estos dos nombres se explica por el hecho de que, en China, el sauce es un símbolo de inmortalidad; equivale pues a la acacia en la Masonería, o al «ramo de oro» en los misterios antiguos (NA: Cf. El Esoterismo de Dante  , cap. V.); y, en razón de esta significación, la «Ciudad de los Sauces» es propiamente la «morada de los Inmortales» (NA: Sobre la «morada de inmortalidad», cf. El Rey del Mundo, cap. VII, y El Reino de la Cantidad y los Signos de los Tiempos, cap. XXIII.). En cuanto a la segunda denominación, indica también tan claramente como es posible que se trata de un lugar considerado como «central» (NA: En el simbolismo masónico, la acacia se encuentra también en la «Cámara del Medio».), ya que la Gran Paz (en árabe Es-Sakînah) (NA: Cf. el Rey del Mundo, cap. III, y El Simbolismo de la Cruz, cap. VII y VIII. — Es también la Pax profunda de los Rosa-Cruz; se recordará, por otra parte, que el nombre de la «Gran Paz» (NA: Tai-ping) fue adoptado, en el siglo XIX, por una organización emanada de la Pe-lien-houei.), es la misma cosa que la Shekinah de la Kabbala hebraica, es decir, la «presencia divina» que es la manifestación misma de la «Actividad del Cielo», y que, como ya lo hemos dicho, no puede residir efectivamente más que en un lugar tal, o en un «santuario» tradicional que se le asimila. Por lo demás, este centro puede representar, según lo que acabamos de decir, ya sea el centro del mundo humano, o ya sea el centro del Universo total; el hecho de que está más allá del «Círculo del Cielo y de la Tierra» expresa, según la primera significación, que aquel que ha llegado a él escapa por eso mismo al movimiento de la «rueda cósmica» y a las vicisitudes del yin y del yang, y, por consiguiente, a la alternancia de las vidas y de las muertes que es su consecuencia, de suerte que se le puede ser llamar verdaderamente «inmortal» (NA: No es todavía, para el «hombre verdadero», más que la inmortalidad virtual, pero que devendrá plenamente efectiva por el paso directo, a partir del estado humano, al estado supremo e incondicionado (cf. El Hombre y su devenir según el Vêdânta, cap. XVIII).); y, según la segunda significación, hay en eso una alusión bastante explícita a la situación «extracósmica» del «techo del Cielo». 2915 LA GRAN TRÍADA LA CIUDAD DE LOS SAUCES

"Los Sabios piensan que el Cuarto ( Chaturtha ) ( NA: Las dos palabras Chaturtha y Turiya tienen el mismo sentido y se aplican idénticamente al mismo estado: Yad vai Chaturtham tat Turîyam, "ciertamente eso que es Chaturtha, eso es Turîya" ( Brihad-Âranyaka Upanishad   , 5 Adhyâya, 14 Brâhmana, shruti 3 ). ), que no es conocedor ni de los objetos internos ni de los objetos externos ( de una manera distintiva y analítica ), ni a la vez de los unos y de los otros ( considerados sintéticamente y en principio ), y que no es ( siquiera ) un conjunto sintético de Conocimiento integral, puesto que no es ni conocedor ni no conocedor, es invisible ( adristha, e igualmente no perceptible por ninguna facultad cualquiera que sea ), no actuante ( avyavahârya, en Su inmutable identidad ), incomprehensible ( agrâhya, puesto que comprende todo ), indefinible ( alakshana, puesto que es sin ningún límite ), impensable ( achintya, puesto que no puede ser revestido de ninguna forma ), indescriptible ( avyapadêshya, puesto que no puede ser calificado por ninguna atribución o determinación particular ), la única esencia fundamental ( pratyaya-sâra ) del "Sí mismo" ( Âtmâ, presente en todos los estados ), sin ningún rastro de desarrollo de la manifestación ( prapancha-upashama, y por consiguiente absoluta y totalmente libre de las condiciones especiales de cualquier modo de existencia que sea ), plenitud de la Paz y de la Beatitud, sin dualidad: Él es Âtmâ ( Él mismo, fuera e independientemente de toda condición ), ( así ) debe ser conocido" ( Mândûkya Upanishad, shruti 7. ). 3302 HDV XV

Por lo demás, sería un error creer que la liberación "fuera de la forma" ( vidêha-mukti ) sea más completa que la liberación "en la vida" ( jîvan-mukti ); si algunos occidentales lo han cometido, es siempre en razón de la importancia excesiva que acuerdan al estado corporal, y lo que acabamos de decir nos dispensa de insistir más en ello ( NA: No obstante, si a veces parece que se hace una diferencia y que se considera jîvan-mukti como inferior a vidêha-mukti, eso no puede entenderse legítimamente más que de una única manera: es porque se toma la "Liberación en la vida" como realizada por un ser que está todavía ligado a la vida en tanto que condición característica del estado humano, y entonces no puede ser en realidad más que una Liberación virtual, que corresponde al caso del ser reintegrado al centro de este estado; por el contrario, la "Liberación fuera de la forma" ( lo que entonces no quiere decir necesariamente "después de la muerte" ), puesto que implica un estado más allá de toda condición individual, es la única que se considera en este caso como la Liberación efectiva. ). El Yogî ya no tiene que obtener nada ulteriormente, puesto que ha realizado verdaderamente la "transformación" ( es decir, el paso más allá de la forma ) en sí mismo, si no exteriormente; poco le importa entonces que la apariencia formal subsista en el mundo manifestado, desde que, para él, ya no puede existir en adelante de otra manera que en modo ilusorio. A decir verdad, es solo para los demás que las apariencias subsisten así sin cambio exterior en relación al estado antecedente, y no para él, puesto que ahora son incapaces de limitarle o de condicionarle; estas apariencias no le afectan y no le conciernen más que todo el resto de la manifestación universal. "El Yogî, habiendo atravesado el mar de las pasiones ( NA: Es el dominio de las "Aguas inferiores" o de las posibilidades formales; las pasiones se toman aquí para designar todas las modificaciones contingentes que constituyen la "corriente de las formas". ), está unido con la Tranquilidad ( NA: Es la "Gran Paz" ( Es-Sakînah ) del esoterismo islámico, o la Pax Profunda de la tradición rosicruciana; y la palabra Shekinah, en hebreo, designa la "presencia real" de la Divinidad, o la "Luz de la gloría" en y por la cual, según la teología cristiana, se opera la "visión beatífica" ( "también la gloria de Dios" en el texto ya citado del Apocalipsis XXI, 23 ). — He aquí también un texto taoísta que se refiere al mismo punto: "La Paz en el vacío es un estado indefinible. Uno llega a establecerse en ella. Uno no la toma ni la da. Antiguamente se tendía a ella. Ahora se prefiere el ejercicio de la bondad y de la equidad, que no da el mismo resultado" ( Lie-tseu, cap. I; traducción del P. Wieger  , p. 77 ). El "vacío" del que se trata aquí es el "cuarto estado" de la Mandûkya Upanishad, que es en efecto indefinible, puesto que es absolutamente incondicionado, y del cual no se puede hablar sino negativamente. Las palabras "antiguamente" y "ahora" se refieren a los diferentes periodos del ciclo de la humanidad terrestre: las condiciones de la época actual ( que corresponden al Kali-Yuga ) hacen que la gran mayoría de los hombres se apeguen a la acción y al sentimiento, que no pueden conducirles más allá de los límites de su individualidad, y todavía menos al estado supremo e incondicionado. ) y posee en su plenitud el "Sí mismo" ( Âtmâ incondicionado, al cual está identificado ). Habiendo renunciado a estos placeres que nacen de los objetos externos perecederos ( y que no son ellos mismos más que modificaciones exteriores y accidentales del ser ), y gozando de la Beatitud ( Ânanda, que es el único objeto permanente e imperecedero, y que no es nada diferente del "Sí mismo" ), está calmo y sereno como la llama debajo de un apagador ( NA: Se puede comprender por ahí el verdadero sentido de la palabra Nirvâna, de la que los orientalistas han dado tantas falsas interpretaciones; esté término, que está lejos de ser especial al budismo como se cree a veces, significa literalmente "extinción del soplo o de la agitación", y, por consiguiente, el estado de un ser que ya no está sometido a ningún cambio ni a ninguna modificación, que está definitivamente liberado de la forma, así como de todos los demás accidentes o lazos de la existencia manifestada. Nirvana es la condición supraindividual ( la de Prâjna ), y Parinirvâna es el estado incondicionado; se emplean también, en el mismo sentido, los términos Nirvritti, "extinción del cambio o de la acción", y Parinirvritti. — En el esoterismo islámico, los términos correspondientes son fanâ, "extinción" y, fanâ el-fanâi, literalmente "extinción de la extinción". ), en la plenitud de su propia esencia ( que ya no se distingue del Supremo Brahma ). Durante su residencia ( aparente ) en el cuerpo, no es afectado por las propiedades de éste, como tampoco el firmamento es afectado por lo que flota en su seno ( ya que, en realidad contiene en sí mismo todos los estados y no está contenido en ninguno de ellos ); conociendo todas las cosas ( y siendo todas las cosas por eso mismo, no "distintivamente", sino como totalidad absoluta ), permanece inmutable, "no afectado" por las contingencias" ( Âtmâ-Bodha de Sankarâchârya. ). 3460 HDV XXIII

Damos aquí unos extractos del estudio de Abdul-Hâdi titulado El-Malâmatiyah a los cuales remite René Guénon en la nota n 2 de la página 144: «He aquí, sobre este punto, un extracto del Tratado sobre las Categorías de la Iniciación, por Mohyiddin ibn Arabi  ». «El quinto grado está ocupado por "los que se inclinan", los que se humillan ante la Grandeza dominical, que se imponen el hieratismo del culto, que están exentos de toda pretensión a una recompensa cualquiera en este mundo o en el otro. Esos son los Malâmatiyah. Son los «hombres de confianza de Dios», y constituyen el grupo más elevado. Su número no está limitado, pero están colocados bajo la dirección del Qutb o del «Apogeo espiritual» (NA: El número de los Afrâd o «solitarios» tampoco está limitado, pero éstos no están colocados bajo la supervisión del Qutb de la época. Forman la tercera categoría en la jerarquía esotérica del islamismo.). Su regla les obliga a no hacer ver sus méritos y a no ocultar sus defectos... Dicen que el Sufismo es la humildad, la pobreza, la «Gran Paz» y la contrición. Dicen que el «rostro del Sufí está abatido (literalmente = negro) en este mundo y en el otro», indicando así que la ostentación cae con las pretensiones, y que la sinceridad de la adoración se manifiesta por la contrición, ya que se dice: «Yo estoy junto a aquellos cuyos corazones están quebrados a causa de Mí»... Lo que poseen de hecho en Gracias proviene de la fuente misma de los favores divinos. Así pues, ya no tienen ni nombre ni rasgos propios, sino que están desaparecidos en la «verdadera prosternación». 4174 Iniciación y Realización Espiritual LA MÁSCARA «POPULAR»

Por lo que acabamos de decir, ya se puede comprender que el «Rey del Mundo» debe tener una función esencialmente ordenadora y reguladora (y se observará que no carece de fundamento que esta última palabra tenga la misma raíz que rex y regere), función que puede resumirse en una palabra como la de «equilibrio» o de «armonía», lo que traduce precisamente en sánscrito el término Dharma (La raíz dhri expresa esencialmente la idea de estabilidad; la forma dhru, que tiene el mismo sentido, es la raíz de Dhruva, nombre sánscrito del Polo, y algunos le aproximan el nombre griego del roble, drus; en latín, por lo demás, la misma palabra robur significa a la vez roble y fuerza o firmeza. En los Druidas (cuyo nombre debe leerse quizás dru-vid, uniendo de este modo la fuerza y la sabiduría), así como en Dodona, el roble representaba el «Árbol del Mundo», símbolo del eje fijo que une los polos.): Lo que entendemos por eso, es el reflejo, en el mundo manifestado, de la inmutabilidad del Principio supremo. Se puede comprender también, por las mismas consideraciones, por qué el «Rey del Mundo» tiene como atributos fundamentales la «Justicia» y la «Paz», que no son más que las formas revestidas más especialmente por ese equilibrio y esa armonía en el «mundo del hombre» (mânava-loka) (Es menester recordar aquí los textos bíblicos en los que la Justicia y la Paz se encuentran estrechamente vinculadas: «Justitia et Pax osculatae sunt» (Salmos   LXXXIV, 11), «Pax opus Justitiae», etc.). Ese es también un punto de la mayor importancia; y, además de su alcance general, se lo señalamos a aquellos que se dejan llevar de ciertos temores quiméricos, de los que el libro mismo de M. Ossendowski contiene como un eco en sus últimas líneas. 5814 EL REY DEL MUNDO CAPÍTULO II

La Shekinah se presenta bajo aspectos múltiples, entre los cuales hay dos principales, uno interno y el otro externo; ahora bien, por otra parte, hay en la tradición cristiana, una frase que designa tan claramente como es posible estos dos aspectos: «Gloria in excelsis Deo, et in terra Pax hominibus bonae voluntatis». Las palabras Gloria y Pax se refieren respectivamente al aspecto interno, en relación al Principio, y al aspecto externo en relación al mundo manifestado; y, si se consideran así estas palabras, se puede comprender inmediatamente por qué son pronunciadas por los Ángeles (Malakim) para anunciar el nacimiento de «Dios con nosotros» o «en nosotros» (Emmanuel). Se podría también, para el primer aspecto, recordar las teorías de los teólogos sobre la «luz de la gloria» en y por la cual se opera la visión beatífica (in excelsis); y, en cuanto al segundo, volvemos a encontrar aquí la «Paz», a la que hacíamos alusión hace un momento, y que, en su sentido esotérico, está indicada por todas partes como uno de los atributos fundamentales de los centros espirituales establecidos en este mundo (in terra). Por lo demás, el término árabe Sakînah, que es evidentemente idéntico al hebreo Shekinah, se traduce por «Gran Paz», lo que es el exacto equivalente de la Pax Profunda de los Rosa-Cruz; y, por eso, se podría explicar sin duda lo que éstos entendían por el «Templo del Espíritu Santo», como se podrían interpretar también de una manera precisa los numerosos textos evangélicos en los que se habla de la «Paz» (Por lo demás, en el Evangelio mismo se declara muy explícitamente que aquello de lo que se trata no es la paz en el sentido en que la entiende el mundo profano (San Juan, XIV, 27).), tanto más cuanto que la «tradición secreta concerniente a la Shekinah tendría alguna relación con la Luz del Mesías». ¿Es sin intención que, cuando da esta última indicación (La Kabbale juive, t. I, p. 503.), M. Vulliaud diga que se trata de la tradición «reservada a aquellos que prosiguen el camino que desemboca en el Pardes», es decir, como lo veremos más adelante, en el centro espiritual supremo? 5825 EL REY DEL MUNDO CAPÍTULO III

Esto nos lleva todavía a otra precisión conexa: M. Vulliaud habla después de un «misterio relativo al Jubileo» (Ibid., t. I, pp. 506-507.), lo que se vincula en un sentido a la idea de «Paz», y, a este propósito, cita este texto del Zohar (III, 52 b): «El río que sale del Eden lleva el nombre de Iobel», así como el texto de Jeremías (XVII, 8): «Él extenderá sus raíces hacía el río», de donde resulta que «la idea central del Jubileo es la reposición de todas las cosas en su estado primitivo». Y está claro que se trata de ese retorno al «estado primordial» que consideran todas las tradiciones, y sobre el cual hemos tenido la ocasión de insistir un poco en nuestro estudio sobre El Esoterismo de Dante; y, cuando se agrega que «el retorno de todas las cosas a su primer estado marcará la era mesiánica», aquellos que han leído este estudio podrán acordarse de lo que decíamos allí sobre las relaciones del «Paraíso terrestre» y de la «Jerusalem celeste». Por lo demás, a decir verdad, aquello de lo que se trata en todo esto, es siempre, en fases diversas de la manifestación cíclica, el Pardes, el centro de este mundo, que el simbolismo tradicional de todos los pueblos compara al corazón, centro del ser y «residencia Divina» (Brahma-pura en la doctrina hindú), así como el Tabernáculo que es su imagen y que, por esta razón, es llamado en hebreo mishkan o «habitáculo de Dios», palabra cuya raíz es la misma que la de Shekinah. 5826 EL REY DEL MUNDO CAPÍTULO III

Desde otro punto de vista, la Shekinah es la síntesis de los Sephiroth; ahora bien, en el árbol sephirótico, la «columna de la derecha» es el lado de la Misericordia, y la «columna de la izquierda» es el lado del Rigor (Un simbolismo enteramente comparable es expresado por la figura medieval del «árbol de los vivos y de los muertos», que tiene además una relación muy clara con la idea de «posteridad espiritual»; es menester destacar que el árbol sephirótico es considerado también como identificándose al «Árbol de la Vida».); así pues, debemos reencontrar también estos dos aspectos en la Shekinah, y podemos precisar ya, para vincular esto a lo que precede, que, bajo una cierta relación al menos, el Rigor se identifica a la Justicia y la Misericordia a la Paz (Según el Talmud  , Dios tiene dos sedes, la de la Justicia y la de la Misericordia; estas dos sedes corresponden también al «Trono» y a la «Silla» de la tradición islámica. Por otra parte, esta misma tradición divide los hombres divinos çifâtiyah, es decir, aquellos que expresan atributos de Allah propiamente dichos, en «nombres de majestad» (jalâliyah) y «nombres de belleza» (jamâliyah), lo que responde también a una distinción del mismo orden.). «Si el hombre peca y se aleja de la Shekinah, cae bajo el poder de las potencias (Sârim) que dependen del Rigor (La Kabbale juive, tomo I, p. 507.)», y entonces la Shekinah es llamada «mano de rigor», lo que recuerda inmediatamente el símbolo bien conocido de la «mano de la justicia»; pero, al contrario, «si el hombre se acerca a la Shekinah, se libera», y la Shekinah es la «la mano derecha» de Dios, es decir, que la mano de «justicia» deviene entonces la «mano que bendice» (Según San Agustín y diversos otros Padres de la Iglesia, la mano derecha representa de igual modo la Misericordia o la Bondad, mientras que la mano izquierda, en Dios sobre todo, es el símbolo de la Justicia. La «mano de justicia» es uno de los atributos ordinarios de la realeza; la «mano que bendice» es un signo de la autoridad sacerdotal, y ha sido tomada a veces como símbolo de Cristo — Esta figura de la «mano que bendice» se encuentra sobre algunas monedas celtas, lo mismo que el swastika, a veces de brazos curvados.). Éstos son los misterios de la «Casa de la Justicia» (Beith-Din), lo que es también otra designación del centro espiritual supremo (Este centro, o uno cualquiera de los que están constituidos a su imagen, puede ser descrito simbólicamente a la vez como un templo (aspecto sacerdotal, que corresponde a la Paz) y como un palacio o un tribunal (aspecto real, que corresponde a la Justicia).); y apenas hay necesidad de hacer observar que los dos lados que acabamos de considerar son aquellos en los que se reparten los elegidos y los condenados en las representaciones cristianas del «Juicio final». Se podría establecer igualmente una aproximación con las dos vías que los Pitagóricos figuraban por la letra Y, y que representaba bajo una forma exotérica el mito de Hércules entre la Virtud y el Vicio; con las dos puertas celeste e infernal que, en los Latinos, estaban asociadas al simbolismo de Janus; con las dos fases cíclicas ascendente y descendente (Se trata de las dos mitades del ciclo zodiacal, que se encuentra representado frecuentemente en el pórtico de las iglesias de la edad media con una disposición que le da manifiestamente la misma significación.) que, en los Hindúes, se vinculan igualmente al simbolismo de Ganêsha (Todos los símbolos que enumeramos aquí requerirían ser explicados largamente; lo haremos quizás algún día en otro estudio.). En fin, es fácil comprender por todo esto lo que quieren decir verdaderamente expresiones como las de «intención recta», que volveremos a encontrar después, y de «buena voluntad» («Pax hominibus bonae voluntatis», y aquellos que tienen algún conocimiento de los diversos símbolos a los que acabamos de hacer alusión verán que no carece de fundamento que la fiesta de Navidad coincida con la época del solsticio de invierno), cuando se tiene cuidado de dejar a un lado todas las interpretaciones exteriores, filosóficas y morales, a las que han dado lugar desde los Estoicos hasta Kant. 5827 EL REY DEL MUNDO CAPÍTULO III

«El término Metatron conlleva todas las acepciones de guardián, de Señor, de enviado, de mediador»; es «el autor de las teofanías en el mundo sensible» (La Kabbale juive, tomo I, pp. 492 y 499.); es «Ángel de la Faz», y también «el Príncipe del Mundo» (Sâr ha-ôlam), y se puede ver por esta última designación que no estamos alejados de ninguna manera de nuestro tema. Para emplear el simbolismo tradicional que ya hemos explicado precedentemente, diremos de buena gana que, como el jefe de la jerarquía iniciática es el «Polo terrestre», Metatron es el «Polo celeste»; y éste tiene su reflejo en aquél, con el que está en relación directa siguiendo el «Eje del Mundo». «Su nombre es Mikaël, el Sumo Sacerdote que es holocausto y oblación ante Dios. Y todo lo que hacen los Israelitas sobre la tierra se cumple según los tipos de lo que pasa en el mundo celeste. El Sumo Pontífice aquí abajo simboliza a Mikaël, príncipe de la Clemencia... En todos los pasajes en los que la Escritura habla de la aparición de Mikaël, se trata de la gloria de la Shekinah» (La Kabbale juive, tomo I, pp. 500 y 501.). Lo que se dice aquí de los Israelitas puede decirse igualmente de todos los pueblos poseedores de una tradición verdaderamente ortodoxa; así pues, con mayor razón debe decirse de los representantes de la tradición primordial de la que todas las otras derivan y a la que todas están subordinadas; y esto está en relación con el simbolismo de la «Tierra Santa», imagen del mundo celeste, al que ya hemos hecho alusión. Por otra parte, según lo que hemos dicho más atrás, Metatron no tiene solo el aspecto de la Clemencia, tiene también el de la Justicia; no es solo el «Sumo Sacerdote» (Kohen ha-gâdol), sino también el «Gran Príncipe» (Sâr ha-gadol) y el «jefe de las milicias celestes», es decir, que en él está el principio del poder real, así como el del poder sacerdotal o pontifical al que corresponde propiamente la función de «mediador». Por lo demás, es menester destacar que Melek, «rey», y Maleak, «ángel» o «enviado», no son en realidad más que dos formas de una sola y misma palabra; además, Malaki, «mi enviado» (es decir, el enviado de Dios, o «el ángel en el que está Dios», Maleak ha-Elohim), es el anagrama de Mikaël (Esta última precisión recuerda naturalmente estas palabras: «Benedictus qui venit in nomine Domini»; estas palabras se aplican a Cristo, que el Pasteur de Hermas asimila precisamente a Mikaël de una manera que puede parecer bastante extraña, pero que no debe sorprender a aquellos que comprenden la relación que existe entre el Mesías y la Shekinah. Cristo es llamado también «Príncipe de la Paz», y es al mismo tiempo el «Juez de los vivos y de los muertos».). 5829 EL REY DEL MUNDO CAPÍTULO III

Melki-Tsedeq es pues rey y sacerdote todo junto; su nombre significa «rey de Justicia», y es al mismo tiempo rey de Salem, es decir, de la «Paz»; así pues, aquí volvemos a encontrar, ante todo, la «Justicia» y la «Paz», es decir, precisamente los dos atributos fundamentales del «Rey del Mundo». Es menester precisar que la palabra Salem, contrariamente a la opinión común, jamás ha designado en realidad una ciudad, sino que, si se la toma como el nombre simbólico de la residencia de Melki-Tsedeq, puede ser considerada como un equivalente del término Agarttha. En todo caso, es un error ver ahí el nombre primitivo de Jerusalem, ya que ese nombre era Jébus; al contrario, si se dio el nombre de Jerusalem a esta ciudad cuando los hebreos establecieron en ella un centro espiritual, es para indicar que desde entonces era como una imagen visible de la verdadera Salem; y hay que observar que el Templo fue edificado por Salomón, cuyo nombre (Shlomoh), derivado también de Salem, significa el «Pacífico» (Hay que destacar también que la misma raíz se encuentra todavía en las palabras Islam y moslem (musulmán); la «sumisión a la Voluntad Divina» (es el sentido propio de la palabra Islam) es la condición necesaria de la «Paz»; habría que aproximar la idea expresada aquí a la del Dharma hindú.). 5875 EL REY DEL MUNDO CAPÍTULO VI

He aquí ahora en qué términos comenta San Pablo   lo que se dice de Melki-Tsedeq: «Este Melquisedek, rey de Salem, sacerdote del Dios Altísimo, que fue al encuentro de Abraham cuando volvía de la derrota de los reyes, que le bendijo, y a quien Abraham dio el diezmo de todo el botín; que, según la significación de su nombre, es primero rey de Justicia, y después rey de Salem, es decir, rey de Paz; que es sin padre, sin madre, sin genealogía, que no tiene ni comienzo ni fin de su vida, sino que es hecho así semejante al Hijo de Dios; este Melquisedek permanece sacerdote a perpetuidad» (Epístola a los Hebreos, VII, 1-3.). 5876 EL REY DEL MUNDO CAPÍTULO VI

Para completar lo que precede, volveremos a lo que la Kabbala hebraica dice de la Shekinah: ésta está representada en el «mundo inferior por la última de las diez Sephiroth, que es llamada Malkuth, es decir, el «Reino», designación que es bastante digna de precisión desde el punto de vista donde nos colocamos aquí; pero lo que lo es más todavía, es que, entre los sinónimos que se dan a veces a Malkuth, se reencuentra Tsedeq, el «Justo» (Tsedeq es también el nombre del planeta Júpiter, cuyo ángel se llama Tsadqiel-Melek; la similitud con el nombre de Melki-Tsedeq (al cual se agrega solo El, el nombre divino que forma la terminación común de todos los nombres angélicos) es aquí demasiado evidente para que haya lugar a insistir más en ello. En la India, el mismo planeta lleva el nombre de Brihaspati, que es igualmente el «Pontífice celeste». — Otro sinónimo de Malkuth es Sabbath, cuyo sentido de «reposo» se refiere visiblemente a la idea de la «Paz», tanto más cuanto que esta idea expresa, como se ha visto más atrás, el aspecto externo de la Shekinah misma, aquél por el cual se comunica al «mundo inferior».). Esta aproximación de Malkuth y de Tsedeq, o de la Realeza (el gobierno del Mundo) y de la Justicia, se encuentra precisamente en el nombre de Melki-Tsedeq. Se trata aquí de la Justicia distributiva y propiamente equilibrante, en la «columna del medio» del árbol sephirótico; es menester distinguirla de la Justicia opuesta a la Misericordia e identificada al Rigor, en la «columna izquierda», ya que son dos aspectos diferentes (y por lo demás, en hebreo, hay dos palabras para designarlas: la primera es Tsedaqah, y la segunda es Din). Es el primero de estos aspectos el que es la Justicia en el sentido más estricto y más completo a la vez, que implica esencialmente la idea de equilibrio o de armonía, y que está ligada indisolublemente a la Paz. 5881 EL REY DEL MUNDO CAPÍTULO VI

El Agarttha, se dice en efecto, no siempre fue subterráneo, y no lo permanecerá siempre; vendrá un tiempo donde, según las palabras contadas por M. Ossendowski, «los pueblos de Agharti saldrán de sus cavernas y aparecerán sobre la superficie de la tierra» (Estas palabras son aquellas por las cuales se termina una profecía que el «Rey del Mundo» habría hecho en 1890, cuando apareció en el monasterio de Narabanchi.). Antes de su desaparición del mundo visible, este centro llevaba otro nombre, ya que el de Agarttha, que significa «inaprehensible» o «inaccesible» (y también «inviolable», ya que es la «morada de la Paz», Salem), no le habría convenido entonces; M. Ossendowski precisa que ha devenido subterráneo «hace más de seis mil años», y se encuentra que esta fecha corresponde, con una aproximación muy suficiente, al comienzo del Kali-Yuga o «edad negra», la «edad de hierro» de los antiguos occidentales, el último de los cuatro periodos en los cuales se divide el Manvantara (El Manvantara o era de un Manu, llamado también Mahâ-Yuga, comprende cuatro Yugas o periodos secundarios: Krita-Yuga (o Satya-Yuga), Trêtâ-Yuga, Dwâpara-Yuga y Kali-Yuga, que se identifican respectivamente a la «edad de oro», a la «edad de plata», a la «edad de bronce» y a la «edad de hierro» de la antigüedad grecolatina. En la sucesión de estos periodos, hay una suerte de materialización progresiva, que resulta del alejamiento del Principio que acompaña necesariamente al desarrollo de la manifestación cíclica, en el mundo corporal, a partir del «estado primordial».); su reaparición debe coincidir con el fin del mismo periodo. 5907 EL REY DEL MUNDO CAPÍTULO VIII

Hay que hacer todavía una precisión sobre la representación del centro espiritual como una isla, que encierra por lo demás la «montaña sagrada», ya que, al mismo tiempo que una tal localización ha podido existir efectivamente (aunque todas las «Tierras Santas» no sean islas), debe tener también una significación simbólica. Los hechos históricos mismos, y sobre todo los de la historia sagrada, traducen en efecto a su manera verdades de orden superior, en razón de la ley de correspondencia que es el fundamento mismo del simbolismo, y que une a todos los mundos en la armonía total y universal. La idea que evoca la representación de que se trata es esencialmente la de «estabilidad», idea que hemos indicado precisamente como característica del Polo: la isla permanece inmutable en medio de la agitación incesante de las olas, agitación que es una imagen de la del mundo exterior; y es menester haber atravesado el «mar de las pasiones» para llegar al «Monte de la Salvación», al «Santuario de la Paz» («El Yogî, habiendo atravesado el mar de las pasiones, está unido con la Tranquilidad y posee el "Sí mismo" en su plenitud, dice Shankarâchârya (Atmâ-Bhoda). Las pasiones se toman aquí para designar todas las modificaciones contingentes y transitorias que constituyen la «corriente de las formas»: ese es el dominio de las «aguas inferiores», según el simbolismo común a todas las tradiciones. Por eso es por lo que la conquista de la «Gran Paz» es frecuentemente representada bajo la figura de una navegación (y ésta es una de las razones por las que la barca, en el simbolismo católico, representa a la Iglesia); a veces es representada también bajo la forma de una guerra, y la Bhagavad-Gîtâ   puede ser interpretada en este sentido, de igual modo que se podría desarrollar, bajo este punto de vista, la teoría de la «guerra santa» (jihâd) según la doctrina islámica. — Agregaremos que «caminar sobre las aguas» simboliza la dominación del mundo de las formas y del cambio: Vishnu es llamado Nârâyana, «El que camina sobre las aguas»; se impone una aproximación con el Evangelio, donde se ve precisamente a Cristo caminar sobre las aguas.). 5941 EL REY DEL MUNDO CAPÍTULO X

Según la doctrina taoísta, el sabio perfecto es el que ha llegado al punto central y que permanece en él en unión indisoluble con el Principio, participando de su inmutabilidad e imitando su "actividad no actuante". "El que ha llegado al máximo del vacío, dice todavía Lao-tseu, ese se fijará sólidamente en el reposo... Volver a su raíz ( es decir, al Principio, a la vez origen primero y fin último de todos los seres ) ( NA: La palabra Tao, literalmente "Vía", que designa el Principio, se representa por un carácter ideográfico que reúne los signos de la cabeza y de los pies, lo que equivale al símbolo del alfa y del ( m( ga en las tradiciones occidentales. ), es entrar en el estado de reposo" ( Tao-te-king, XVI. ). El "vacío" de que se trata aquí, es el desapego completo al respecto de todas las cosas manifestadas, transitorias y contingentes ( NA: Este desapego es idéntico a El-fanâ; uno podría remitirse también a lo que enseña la Bhagavad-Gîtâ sobre la indiferencia al respecto de los frutos de la acción, indiferencia por la que el ser escapa al encadenamiento indefinido de las consecuencias de esta acción: es la "acción sin deseo" ( nishkâma karma ), mientras que la "acción con deseo" ( sakâma karma ) es la acción cumplida en vista de sus frutos. ), desapego por el que el ser escapa a las vicisitudes de la "corriente de las formas", a la alternancia de los estados de "vida" y de "muerte", de "condensación" y de "disipación" ( Aristóteles, en un sentido semejante, dice "generación" y "corrupción". ), pasando de la circunferencia de la "rueda cósmica" a su centro, que es designado, él mismo, como "el Vacío ( lo no manifestado ) que une los rayos y hace de ellos una rueda" ( Tao-te-king, XI. — La forma más simple de la rueda es el círculo dividido en cuatro partes iguales por la cruz; además de esta rueda de cuatro radios, las formas más extendidas en el simbolismo de todos los pueblos son las ruedas de seis y ocho radios; naturalmente, cada uno de estos números añade a la significación general de la rueda un matiz particular. La figura octogonal de los ocho koua o "trigramas" de Fo-Hi, que es uno de los símbolos fundamentales de la tradición extremo oriental, equivale bajo algunos aspectos a la rueda de ocho radios, así como al loto de ocho pétalos. En las antiguas tradiciones de la América central, el símbolo del mundo se da siempre por el círculo en el que hay inscrita una cruz. ). "La paz en el vacío, dice Lie-Tseu, es un estado indefinible; no se toma ni se da; uno llega a establecerse en ella" ( Lie-tseu, capítulo I. — Citamos los textos de Lie-tseu y de Tchoang-Tseu   según la traducción de R.P. Léon Wieger. ). Esta "paz en el vacío", es la "Gran Paz" del esoterismo islámico ( Es también la Pax profunda de la tradición rosicruciana. ), llamada en árabe Es-Sakînah, designación que la identifica a la Shekinah hebraica, es decir, a la "presencia divina" en el centro del ser, representado simbólicamente como el corazón en todas las tradiciones ( NA: Ver El Hombre y su devenir según el Vêdânta, XIII, y El Rey del Mundo, III.- Se dice que Allah "hace descender la Paz a los corazones de los fieles" ( Huwa elladhî anzala es-Sakînata fî qulûbil-mûminîn ); y la Qabbalah hebraica enseña exactamente la misma cosa: "La Shekinah lleva este nombre, dice el hebraísta Louis Capel, porque habita ( shakan ) en el corazón de los fieles, habitación que fue simbolizada por el Tabernáculo ( mishkan ) donde Dios es reputado residir". ( Critica sacra, p. 311, edición de Amsterdam, 1689; citado por M. P. Vulliaud, La Kabbala judía, tomo I, p. 493 ). Apenas hay necesidad de hacer destacar que el "descenso" de la "Paz" al corazón se efectúa según el eje vertical: es la manifestación de la "Actividad del Cielo". — Ver también, por otra parte, la enseñanza de la doctrina hindú sobre la morada de Brahma simbolizada por el éter, en el corazón, es decir, en el centro vital del ser humano ( ver El Hombre y su devenir según el Vêdânta, cap. III ). ); y esta "presencia divina" está implicada en efecto por la unión con el Principio, que no puede operarse efectivamente más que en el centro mismo del ser. "Al que permanece en lo no manifestado, todos los seres se manifiestan... Unido al Principio, por él está en armonía con todos los seres. Unido al Principio, conoce todo por las razones generales superiores, y ya no usa, por consiguiente, de sus diversos sentidos, para conocer en particular y en detalle. La verdadera razón de las cosas es invisible, inaprehensible, indefinible, indeterminable. Sólo, el espíritu restablecido en el estado de simplicidad perfecta puede alcanzarla en la contemplación profunda" ( NA: Lie-tseu, cap. IV. — Se ve aquí toda la diferencia que separa al conocimiento transcendente del sabio del saber ordinario o "profano"; las alusiones a la "simplicidad", expresión de la unificación de todas las potencias del ser, y considerada como característica del "estado primordial", son frecuentes en el taoísmo. Del mismo modo, en la doctrina hindú, el estado de "infancia" ( bâlya ), entendido en el sentido espiritual, es considerado como una condición preliminar para la adquisición del conocimiento por excelencia ( ver El Hombre y su devenir según el Vêdânta, capítulo XXIII ). — Se pueden recordar a este propósito las palabras similares que se encuentran en el Evangelio: "Quienquiera que no reciba el Reino de Dios como un niño, no entrará en él" ( San Lucas  , XVIII, 17 ); "Mientras que les has ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes, se las has revelado a los simples y a los pequeños" ( San Mateo, XI, 25; San Lucas X, 21 ). El punto central, por el que se establece la comunicación con los estados superiores o "celestes", es la "puerta estrecha" del simbolismo evangélico; los "ricos" que no pueden pasar por ella, son los seres apegados a la multiplicidad, y que, por consiguiente, son incapaces de elevarse del conocimiento distintivo al conocimiento unificado. "La pobreza espiritual", que es el desapego al respecto de la manifestación, aparece aquí como otro símbolo equivalente al de la "infancia": "Bienaventurados los pobres de espíritu, ya que el Reino de los Cielos les pertenece" ( San Mateo, V, 2 ). Esta "pobreza" ( en árabe El-faqru ) desempeña igualmente un papel muy importante en el esoterismo islámico; además de lo que acabamos de decir, implica también la dependencia completa del ser, en todo lo que él es, frente al Principio, "fuera del cual no hay nada, absolutamente nada que exista" ( Mohyiddin ibn Arabi, Risâlatul-Ahadiyah ). ). 6132 EL SIMBOLISMO DE LA CRUZ VII

Para el que ha llegado a realizar perfectamente la unidad en sí mismo, habiendo cesado toda oposición, el estado de guerra cesa también por eso mismo, puesto que ya no hay más que el orden absoluto, según el punto de vista total que está más allá de todos los puntos de vista particulares. A un tal ser, como ya se ha dicho precedentemente, nada puede dañarle en adelante, dado que ya no hay para él más enemigos, ni en él ni fuera de él; la unidad, efectuada dentro, lo es también y simultáneamente fuera, o más bien ya no hay más ni dentro ni fuera, pues eso no es todavía más que una de esas oposiciones que en adelante se han desvanecido a su mirada ( NA: Según la tradición hindú, esta mirada es la del tercer ojo de Shiva, que representa el "sentido de la eternidad", y cuya posesión efectiva está esencialmente implícita en la restauración del "estado primordial" ( ver El Hombre y su devenir según el Vêdânta, cap. XX, y El Rey del Mundo, cap. V y VII ). ). Establecido definitivamente en el centro de todas las cosas, ese "es para sí mismo su propia ley" ( Esta expresión está tomada al esoterismo islámico; en el mismo sentido, la doctrina hindú habla del ser que ha llegado a este estado como swêchchhâchâri, es decir, "que hace su propia voluntad". ), porque su voluntad es una con el Querer universal ( la "Voluntad del Cielo" de la tradición extremo oriental, que se manifiesta efectivamente en el punto mismo donde reside este ser ); él ha obtenido la "Gran Paz", que es verdaderamente, como lo hemos dicho, la "Presencia divina" ( Es-Sakînah, es decir, la inmanencia de la Divinidad en ese punto que es el "Centro del Mundo" ); al estar identificado, por su propia unificación, a la unidad principial misma, ve la unidad en todas las cosas y todas las cosas en la unidad, en la absoluta simultaneidad del "eterno presente". 6166 EL SIMBOLISMO DE LA CRUZ VIII