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EH: ascensión

quinta-feira 1º de fevereiro de 2024

  

Cuando Kundalinî es «despertada» por las prácticas apropiadas, en la descripción de las cuales no nos entretendremos, penetra en el interior de sushumnâ y, en el curso de su ascensión, «horada» sucesivamente los diferentes «lotos», que florecen a su paso; y, a medida que alcanza así cada centro, reabsorbe en ella, como ya lo hemos dicho, los diversos principios de la manifestación individual que se hallan especialmente conectados al centro en cuestión, y que, llevados de este modo al estado potencial, son arrastrados con ella en su movimiento hacia el centro superior. Son estos otros tantos estados del laya-yoga; a cada uno de esos estados es atribuida también la obtención de ciertos «poderes» (NA: siddhis) particulares, pero importa precisar que no es de ningún modo esto lo que constituye lo esencial, y uno no sabría insistir en ello sin que fuera demasiado, ya que la tendencia general de los occidentales es la de atribuir a esa especie de cosas, como por lo demás a todo lo que sean «fenómenos», una importancia que no tienen y que no pueden tener en realidad. Es así, que como lo hace observar muy justamente el autor, el yogî (NA: o, para hablar más exactamente, aquel que está en vía de devenir tal) no aspira a la posesión de ningún estado condicionado, ni tan siquiera a un estado superior o «celeste», por elevado que el mismo pudiera ser, no, sino que aspira únicamente a la «liberación»; si es ello así, con mayor razón no podría vincularse a los «poderes» cuyo ejercicio releva enteramente del dominio de la manifestación más exterior. Aquel que busca los «poderes» en cuestión por ellos mismos y que hace de esto el fin de su desarrollo, en lugar de no ver en ellos más que simples resultados accidentales, no será jamás un verdadero yogî, ya que esos «poderes» constituirán para él obstáculos infranqueables que le habrán de impedir el continuar en seguir la vía ascendente hasta su último término; toda su «realización» no consistirá pues jamás en otra cosa que en algunas extensiones de la individualidad humana, resultado cuyo valor es rigurosamente nulo al respecto del fin supremo. Normalmente, los «poderes» en cuestión no deben ser miradas más que como signos que indican que el ser ha alcanzado efectivamente tal o cual estado; son, si se quiere, un medio exterior de control; pero lo que importa realmente, en cualquier estadio que esto sea, un cierto «estado de consciencia», representado, así como ya lo hemos dicho, por una «deidad» (NA: devâtâ), a la cual el ser se ha identificado en ese grado de «realización»; y esos estados en ellos mismos no valen más que como preparación gradual a la «unión» suprema, que con ellos no guarda medida común ninguna, pues que no podría haberla entre lo condicionado y lo incondicionado. KUNDALINÎ-YOGA (Publicado en V.J., octubre y noviembre de 1933)