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Burckhardt Deus

sexta-feira 29 de dezembro de 2023, por Cardoso de Castro

  

TITUS BURCKHARDT   — DEUS

Excertos de INTRODUCCIÓN A LAS DOCTRINAS ESOTÉRICAS DEL ISLAM

El panteísmo, que suele atribuirse a todas las doctrinas metafísicas del Oriente y algunas del Occidente, en realidad no existe sino en ciertos filósofos europeos y algunos orientales influidos por el pensamiento occidental del siglo XIX. El panteísmo proviene de la misma tendencia mental que primero desembocó en el naturalismo y más tarde en el materialismo. El panteísmo sólo concibe la relación entre el Principio divino y las cosas desde el único aspecto de una continuidad existencial, error que se rechaza de modo explícito por parte de cualquier doctrina tradicional [1]: si hubiese una continuidad en virtud de la cual Dios y el Universo manifestado se pudiesen comparar como una rama se compara con el tronco del que ha salido, esta continuidad — o lo que viene a ser lo mismo: esta substancia común a los dos términos — estaría o bien determinada por un principio superior que la diferencie, o ella misma sería superior a los dos términos que, en cierto modo, enlaza y engloba; por consiguiente, Dios no sería Dios. Ahora bien, se puede decir que Dios mismo es esta continuidad — o esta Unidad — , pero en ese caso no se concibe fuera de Él mismo, de forma que Dios es realmente incomparable, distinto de cualquier objeto manifestado, sin que, a pesar de ello, nada pueda situarse «fuera de» o «al lado de» Él. «Nadie Le aprehende, salvo El mismo. Nadie Le conoce, salvo El mismo. El se conoce por Sí mismo... Cualquier otro que no fuese El no puede aprehenderle. Su impenetrable velo es su propia Unicidad. Cualquier otro que no fuese El no le puede disimular. Su velo es Su existencia misma. Está cubierto por su Unicidad de una manera inexplicable. Cualquier otro que no fuese El no Le ve: Ningún profeta enviado, ningún santo perfecto, ningún ángel próximo a Dios. Su profeta es El mismo. Su mensajero es Él.

Su misiva es Él. Su palabra es Él. Él ha mandado su ipseidad por Sí mismo, desde El mismo hacia Sí mismo, sin otro intermediario o causalidad que El mismo... Cualquier otro que no fuese El no tiene existencia y no puede, pues, aniquilarse... (Muhyî-l- Din ibn ‘Arabî, «Tratado de la Unidad  » (Risâlat al-ahadiyya).


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[1«... en realidad, el panteísmo consiste en admitir una continuidad entre lo Infinito y lo finito, continuidad que sólo se puede concebir si se admite de antemano una identidad substancial entre el Principio ontológico—que es el punto fundamental para cualquier Teísmo— y el orden manifestado, concepción que presupone una idea substancial y por tanto falsa del Ser, o que se confunda la identidad esencial de la manifestación del Ser con una identidad substancial. En esto y nada más es en lo que consiste el panteísmo; pero parece que algunas inteligencias sean refractarias, sin remedio, a una verdad tan sencilla, a menos que alguna pasión o interés les lance a no prescindir de un instrumento de polémica tan cómodo como es el término de «panteísmo», lo que permite infundir una sospecha genérica sobre algunas doctrinas que se estiman molestas, sin que haya que tomarse el trabajo de examinarlas en sí mismas. No obstante, al afirmar sin cesar la existencia de Dios, los que creen que deben protegerla contra un panteísmo inexistente, demuestran que su concepción ni siquiera es propiamente teísta, puesto que no alcanza al Ser, sino que se detiene en la Existencia y más particularmente en el aspecto existencial de ésta; pues su aspecto puramente esencial la reduciría de nuevo al Ser.
Sin embargo, incluso si la idea de Dios no fuera más que una concepción de la substancia universal (materia prima) y el Principio ontológico estuviese por ello fuera de discusión, el reproche de panteísmo estaría también injustificado, al permanecer siempre la materia prima trascendente y virgen respecto a sus producciones. Si Dios fuese concebido como la Unidad primordial, es decir, como la esencia pura, nada podría serle substancialmente idéntico; pero al calificar de panteísmo la concepción de la identidad esencial, se niega al mismo tiempo la relatividad de las cosas y se les atribuye una realidad autónoma en relación con el Ser o la Existencia, como si pudiese haber dos realidades esencialmente distintas, o dos Unidades o dos Unicidades...»
Frithjof Schuon, en De l´Unité transcendante des Religions, capítulo: «Transcendance et universalité de l’ésotérisme». E. Gallimard, París, 1948. (La versión de esta obra en inglés contiene inportantes correcciones del original y ha aparecido recientemente en la editorial Harper and Row. La primitiva versión está traducida al castellano con el título De la Unidad trascendente de las religiones, Editorial Anaconda de Buenos Aires). En 1979 ha aparecido en Du Seuil la nueva versión francesa. N. del T.).