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Bernard Dubant Castañeda

terça-feira 30 de abril de 2024

  

Bernard Dubat — Carlos Castañeda

Bernard Dubant teve o trabalho de sintetizar a obra de Castañeda, apreciando-a sob a ótica tradicionalista. De seus três livros publicados, apresentamos já alguns excertos, e nesta página nos voltamos para o último livro, "O Retorno do Espírito", em sua versão em espanhol realizada por Milagro Revest Mira.
Excertos
El «hombre natural»
El hombre archi-racionalizado de los tiempos modernos intenta justificarse y hacer apreciar el mundo incongruente al que está ligado hablando de progreso, de evolución, de constitución progresiva de un ser maravilloso, denigrando el pasado y denigrándolo en razón directa de un antigüedad. Pero otra memoria nos enseña que el hombre no ha hecho más que degradarse y que esta decadencia es «ontológica» y sigue, según los hindúes entre nosotros, un proceso cíclico.

Y esa degradación del hombre constituye precisamente la esencia de lo que los evolucionistas — que por otra parte, cantan «lógicamente» sus propias alabanzas y su propio miedo — exaltan por encima de todo: la racionalidad, el imperialismo incluso de la razón y del sentimiento que le es correlativo, la reducción del misterio formidable (en los dos sentidos del término) de esta «maravilla», a un «absurdo manipulable».

El hombre antiguo podría ser llamado el hombre del espíritu, y el hombre moderno el hombre de la razón, para quién por otro lado, la «espiritualidad» es un sucedáneo totalmente privado de espíritu. En su autocontemplación morosa y triunfante, el moderno fustiga a la parte «antigua», «reptilínea», que podría «despertarse» en él y en sus semejantes. Los términos peyorativos de que se vale para mancillarla es una muestra de su miedo el miedo a lo desconocido, al «espíritu», a todo lo que está «racionado» por su visión mezquina. Todo conocimiento que no se le parece es para él maldito o absurdo.

El proceso es antiguo, pero más antiguo es todavía ese estado del hombre cuya «simplicidad» han alabado los Taoístas. Y escribe Castañeda, porque el hombre estuvo durante la mayor parte de su historia en el estado de «conocimiento silencioso» es por lo que siente nostalgia. [1]

«Los brujos creen, dice don Juan, que cuando el hombre quiso ser consciente de lo que sabía, lo perdió.» (Ibid.)

Su conciencia reflexiva elaborada se interpuso entre él y su saber, y, para usar una expresión trillada, ha pasado del «ser» al «tener», de lo inmediato a lo mediato. Por ello el hombre se ha convertido en un ser de «segunda mano» lo que muestra bien la expresión «conocimiento discursivo». Es así como la historia antigua ve el nacimiento de religiones «humanistas» — culto de Atón en Egipto, [2] el Confucionismo en China etc. — que se convierten en formas del culto del mundo racional, del mundo del «tonal», del hombre aislado, ocupado, a partir de entonces, en fabricarse su infierno pequeño y mediocre.

«El lado antiguo del hombre es el conocimiento silencioso.» El hombre antiguo, es decir el hombre natural, conoce directamente, o sea como dice don Juan, «es todo eso». [3] Ese estado, «el estado natural», dice un hindú que volvió a él, está más allá, o más bien, «fuera» de toda «experiencia». «Vuestro estado natural no tiene la mínima relación con los estados religiosos de felicidad, de beatitud, y de éxtasis.» «El estado natural es un estado de no-conocimiento». [4] Es a eso a lo que el «benefactor» de Castañeda llama el conocimiento silencioso. No es una elección en el mundo de la racionalidad, pero no es tampoco un estado «irracional», no se puede decir siquiera que se trate de un estado «suprarracional». Es el estado fundamental del hombre, es decir, su «naturaleza» mientras que el funcionamiento del hombre en el mundo exclusivo de la «razón» es un estado «contra natura».

El «estado natural» es el de Shiva, o más bien Bhairava (fuera de las representaciones religiosas), tal como lo describió el Pratyabhijnahrdayam, [5] pero antes del aumento de los tattvas. «Los Antiguos estaban en un estado de indiferenciación que hacía participar a toda su época de la paz y de la renuncia.» (Chuang-Tzu  ) La representación simbólica del hombre antiguo dada por los Taoístas es la del «unípedo», es decir el hombre a quien no afecta la dualidad, la división entre sujeto y objeto, bien y mal aquí y allá, verdadero y falso, que no está obsesionado por el «pensamiento muy madurado, la comprensión discursiva» — que son, según un famoso adepto de Ch’an, «como una lámpara iluminada en pleno día». (Yen-KuanCh’ian)

Siendo sin dualidad, no puede ser creador y víctima del ego, estatua maravillosamente erigida por lo que Castañeda llama la autocontemplación, que aisla definitivamente al ser de la totalidad de sí mismo.

Es el intelecto (budhi), que es el substracto del agente del yo (ahamkara), quien engendra, pues ese proceso de «individualización» y de «reflexitividad» llegando a la constitución de manas, el mental o sentido interno, nuestra facultad central y harpagonesca de atesorar el conocimiento, de tranformar la realidad en haberes ficticios, que orienta los sentidos y fija sus datos en construcciones mentales. [6]

Esta procesión degradante es la desposesión del «paraíso». El hombre provisto de un «ego» substantifica el mundo al que está sometido y se jacta de ser una «persona», «responsable» con la «conciencia» susceptible de mejorar indefinidamente, moral, «religiosa» con o sin dios reconocido, cuando no es así más que una caricatura de lo que fue el hombre verdadero, «término que se aplica al hombre cuya alma ha vuelto a tomar contacto con el espíritu». [7]

Así el «hombre primordial», el «hombre natural» es impersonal, por muy escandaloso que nos parezca, a nosotros «humanistas», tan poseídos de nosotros mismos, tan «personalistas» y «personales». No está sin embargo «desprovisto de pensamiento», pero «en el estado natural, el pensamiento deja de oprimiros, vuelve a su ritmo natural. Ya no existe «vosotros» para enlazar los pensamientos y tomarlos por «suyos». [8]

«No es un estado que se preste a los discursos y a las alabanzas»; [9] es simplemente un estado misterioso, ya que no hay punto de referencia para dar cuenta de él. «Nosotros participamos de lo misterioso. La racionalidad no es más que un barniz que tenemos.» [10]

Ese estado — horresco referens — es el del hombre que ha alcanzado «el sitio donde no hay compasión». No es un-lugar o un estado de espíritu «despiadados», «crueles», sino un estado interior que excluye la «conmiseración de sí mismo», es decir el «narcisismo», el «culto del yo», la compasión universal que no es más que la extensión de la compasión personal, o sea del «yo» y todos los atributos que suscita para defenderse de lo desconocido — lo auténtico — que es a lo «conocido» lo que el «salvaje» es al «domesticado».

Esta «reintegración» no es un acto «moral» o «inmoral», es un acto de brujería. Tras el «barniz» de la racionalidad y de los sentimientos correlativos, se encuentra ese estado «antiguo». Carlos Castañeda habla de la experiencia que tuvo con su «benefactor». Éste, «acechándole» de forma irreprochable, despliega las «condiciones» que permiten a su «discípulo» alcanzar ese lugar «donde no hay compasión» (o más bien destruyó las condiciones que le mantenían en el estado contrario).

Castañeda cuenta que sentía «dos partes en él»: «una muy vieja, tranquila, indiferente — pesada [11] obscura, conectada con todo lo demás — la otra ligera, atolondrada, agitada, que se ama — insegura, superficial, esponjosa». [12] Es con esta segunda «parte», el lote del «hombre moderno», del humanista, con la que Castañeda considera las nuevas tierras agrícolas, aprecia los «esfuerzos del hombre», lamenta que el desierto de Sonora esté tan deteriorado, mientras que la parte antigua es de una indiferencia titánica, ofidia, y está precisamente «ligada a todo». Ese estado está literalmente fuera del bien y del mal, las dos posiciones de la razón palpitante, afectuosa, imperialista, déspota, bufonesca, quejumbrosa, humanista en suma. No se trata naturalmente de algo que compete a la «moral», ya que ésta es precisamente el código de tiranía del «yo» social, del «ego» substraído del universo. Ese «estado implacable» es evocado por la «imprecisión primordial», el «no actuar» de los Antiguos que «cultivaron el Tao» — que fue arruinado por los que quisieron influir en los hombres». [13] La indiferencia no es la apatía. El acuerdo se hace automáticamente con lo que rodea al hombre, porque éste no ha cortado ese lazo que le permite ser todas las cosas, vivir en el lado «silencioso», abstracto, al soplo del espíritu.

El hombre natural es ofidio, es decir titánico. El conocimiento optimista y racional, la preocupación de sí mismo y sus dos expresiones, el egoísmo y el altruismo han erigido dioses para honrarse y salvaguardarse. De esta manera los cultos antropomórficos han relegado en la sombra, «bajo tierra», el «estado mágico» y primordial del hombre. Las religiones moralizantes y su subproducto exagerado, el humanismo, han sido y son la reducción del hombre a la porción congruente de su razón, ese hombre caprichoso, egoísta, imbuido de su grotesco saber indirecto, de la representación que él mismo se ha forjado de sí mismo, siempre en el blando lecho enloquecido por lo «desconocido».

«Cuando el punto de encaje alcanza el sitio donde no hay compasión la posición de la racionalidad y de la sensatez se debilita.» [14] «El sitio donde no hay compasión» es una posición de la percepción, que indica que el que se encuentra allí se ha liberado de su prisión.


NOTAS:


Ver online : René Guénon


[1El Conocimiento Silencioso.

[2Jean Robin, Seth, el Dios maldito (Ed. Guy Trédaniel).

[3Cf. Relatos de Poder.

[4U. G., Charlas con un iluminado contestatario (Ed. Sirio). Las siglas U. G. corresponden al autor Upalari Gopala Krishnamurti.

[5Ed. Guy Trénadiel.

[6Cf. Lilian Silburn, Vijñana Bhairava (Ed. Boccard).

[7Martin Lings, Creencias antiguas y supersticiones modernas (Pardés). René Guénon habló sobre todo en Reino de la Cantidad y Signos de los tiempos, de la «solidificación» progresiva del hombre y del mundo, que pasa del polo esencial al polo substancial o cuantitativo en un proceso catafático. Se trata en efecto de un cambio total ontológico o espiritual del hombre.

[8U.G., Op.cit.

[9Ibid. «Los que están en el estado natural están endurecidos, indiferentes, no afectados.»

[10El Conocimiento Silencioso.

[11Gurú significa «pesado». El gurú auténtico está en el estado «antiguo» del elefante Ganesha, simbólicamente idéntico a la svástica.

[12El Conocimiento Silencioso.

[13Chuang Tzu, Obras completas (Gallimard).

[14El Conocimiento Silencioso.