Frithjof Schuon — O ESOTERISMO COMO PRINCÍPIO E COMO VIA
Números hipostáticos e cósmicos
Seis e Sete
En cuanto al número seis, su imagen es, bien el sello de Salomón, bien la cruz de tres dimensiones: Norte, Sur, Este, Oeste, Cenit, Nadir. En el sello de Salomón, la interpretación varía según pongamos el acento sobre la punta superior o sobre la punta inferior; en este último caso, es la tendencia a la manifestación la que predomina [[El sello de Salomón, evidentemente, simboliza asimismo la Dualidad, en el aspecto particular de la interpenetración, siendo cada uno de los dos polos, a su manera, Sat, Chit y Ananda. Ciertos yantras tántricos se basan en esta imagen, desarrollándola de diversas maneras. Sobre la base de un simbolismo bíblico, se ha sostenido — al ser el séptimo día de la creación el día del Creador — que el número seis es el de la imperfección; ahora bien, por una parte, el número de las direcciones del espacio a partir del centro no puede ser imperfecto y, por otra, ninguno de los números simples o fundamentales puede reducirse a una significación negativa. ]]. El número seis es el del despliegue total — de ahí los seis días de la creación — y es por lo mismo el número de las hipóstasis.
Por lo que respecta al número siete, su imagen es también el sello de Salomón, pero con el punto central; es igualmente la estrella de las seis direcciones del espacio con, además, la consciencia que las mide; lo que el número cinco es al número cuatro, el número siete lo será al número seis. La diferencia es que, en los números pares, la Esencia se hipostasía en los polos en presencia, mientras que en los números impares aparece en el primer plano como su principio, o como su centro que los determina, sea gozándolos en el interior, sea haciéndolos irradiar hacia el exterior. En el primer caso, el del goce interno, es el elemento atman o Shiva el que predomina; en el segundo caso, el de la irradiación, es el elemento maya o shakti.
Podemos detenernos en este número siete, que es el de la irradiación divina a la vez centrífuga y centrípeta; por consiguiente, el de la proyección del Principio tanto como del retorno a él después del despliegue [[Según una doctrina hindú, un ciclo cósmico total — un Kalpa — comporta siete manvantaras «descendentes» y siete «ascendentes»; la fase manifestante es seguida por una fase reintegrante. ]]: los «siete espíritus de Dios» o los «Angeles de la Paz», por una parte «se mantienen siempre dispuestos a penetrar cerca de la Gloria del Señor», según el Libro de Tobías, pero por otra parte están «en misión por toda la Tierra», según el Apocalipsis [[El «libro sellado por siete sellos» se refiere al mismo simbolismo con su doble sentido de ocultación y de revelación. En un orden simbólico completamente diferente en cuanto a la forma, la «danza de los siete velos» también combina el número siete con las dos fases de cubrimiento y descubrimiento, lo que indica su conexión fundamental con el misterio de maya, pudiendo tener cada una de las dos fases un sentido positivo o negativo en sí mismo o según el punto de vista de que se trate. ]]. Es la divina maya que emerge de Dios y que retorna a Él, siendo este último sentido el que explica la santidad del séptimo día [[Siendo el siete el número de maya, no tiene nada de sorprendente que se le haya atribuido un significado de maternidad. Los siete gozos y los siete dolores de María expresan el aspecto maternal, tanto como la ambigüedad, de la maya o de la shakti, residiendo precisamente la ambigüedad en la oposición de los dolores y los gozos. ]]; aquí también están, para hablar con Zacarías, los «siete ojos de Yahve» que miran el mundo y que, añadiremos, vuelven a cerrarse sobre la Esencia [[El candelabro de siete brazos del templo de Jerusalén es una de las más expresivas figuraciones litúrgicas de los ángeles que se mantienen ante la Faz de Dios, o ante la Presencia real, la Shekinah. ]].
Cada uno de los números divinos o hipostáticos es un velo que, por una parte, oculta la Unidad y, por otra, la explicita. Ahora bien, estos velos, ya lo hemos dicho, no se pueden contar, ya que maya es indefinida en virtud del Infinito que la anima y que ella manifiesta en un despliegue diversificador e inagotable.
Dicho esto, volvamos al número seis en cuanto se aplica a la diversidad — o al despliegue — de las «dimensiones» comprendidas en la naturaleza divina. Coincide en efecto con el sello de Salomón la siguiente presentación de los aspectos de la realidad suprema: por una parte el Absoluto, el Infinito, la Perfección; por otra, la Trascendencia, la Inmanencia, la Manifestación. El Absoluto es como el punto geométrico; el Infinito, su shakti si se quiere — o la «Energía» si el Absoluto es la «Substancia»- , el Infinito es pues como la línea que prolonga el punto, o como la cruz o la estrella, puesto que el espacio es pluridimensional [[El sello de Salomón da cuenta de las hipóstasis de una manera simplemente «topográfica» y no descriptiva. ]]; la Perfección, en cambio, es como el círculo que por una parte extiende el punto y, por otra, limita la cruz. La serie de los círculos concéntricos simboliza la sucesión — primeramente ontológica y después cosmológica — de los planos de refracción de la irradiación universal; éstos son los receptáculos — eventualmente los mundos — en los cuales el Absoluto, prolongado por el Infinito, se proyecta y, en alguna medida, se encarna. El primero de los círculos indica el grado de las Cualidades divinas: Dios es perfecto en sus Cualidades, mientras que su Esencia trasciende esta primera polarización o esta primera relatividad.
A continuación viene el segundo ternario, constituido por la Trascendencia, la Inmanencia y la Manifestación: estas hipóstasis se distinguen de las precedentes por el hecho de que presuponen el mundo. En efecto, la Realidad divina no puede ser trascendente e inmanente más que por referencia al mundo que ella supera y al mismo tiempo penetra; con mayor razón, no puede manifestarse más que en un mundo que, por definición, está ya manifestado. Este último elemento, la Manifestación divina o Teofanía, es el reflejo directo del Principio en el cosmos — son las diversas apariciones del Logos — y cierra el despliegue de los aspectos divinos o de las Hipóstasis.