FRITHJOF SCHUON — SOPHIA PERENNIS
O MISTÉRIO DO VÉU
Resumamos: las posibilidades son los velos que, por una parte, restringen lo Real absoluto y, por otra, lo manifiestan: la Velo universal, cuya urdimbre está formada por los mundos y la trama por los seres.
-Véu e mistério
-Maya e Hijab
-O mistério da relatividade
-O protótipo principial do véu
-A polaridade «Incondicionado-Ilimitado»
-Alif e ba, a trama e a corrente
-Maya e Rahmah
-Os três grandes véus de Atma no Vedanta
-Para realizar o Sobre-Ser
-Diversos modos do véu
-O Véu impenetrável
-O Véu espesso
-O Véu transparente
-A ambiguidade do Véu (abstração e semelhança — tanzih e tashbih)
-Correspondência entre Adão e Maomé segundo Ibn Arabi
-sitr, simbolismo da seda
-A árvore do meio no Paraíso terrestre
-O que significa a expressão «feliz falta» de Agostinho de Hipona?
-A serpente do Gênesis
-Da multidão de véus
-O mistério do desvelamento
-Do bordado e do tecido ornamental
-Dos véus divinos e dos véus humanos
-Da função separadora do véu
-Do simbolismo taoista do Yin-Yang
-O que oculta o véu
-Maria e o Véu universal (a festa do Véu na igreja russa)
-Véu e Luz
-Uma só luz vista através de inúmeros véus
-Da separação, no Avatara, entre o humano e o divino
-Da Possibilidade como Véu supremo
El velo evoca por sí mismo la idea de misterio, por el solo hecho de que oculta a la mirada algo demasiado sagrado o demasiado íntimo; pero posee igualmente un misterio en su propia naturaleza, por cuanto se convierte en el símbolo del ocultamiento universal; es decir, que el velo cósmico y metacósmico es un misterio porque procede de las profundidades de la Naturaleza divina. Según los vedantistas, no se puede explicar Mâyâ, aunque no se pueda evitar el comprobar su presencia; Mâyâ, como Atmâ, es sin origen y sin fin.
La noción hindú de la «Ilusión», Mâyâ, coincide en efecto con el simbolismo islámico del «Velo», Hijâb: la Ilusión universal es una potencia que por una parte oculta y por otra parte revela; es el Velo ante el Rostro de Allah ( NA: En la terminología sufí derivada del Corán, se llama «Rostro» ( Wajh ) a la Esencia divina ( Dhât ), lo que a primera vista parece paradójico, pero que se hace comprensible por el simbolismo de la ocultación. ), o también, según una extensión del simbolismo, es la serie de los setenta mil velos de luz y de oscuridad que, ya sea por clemencia, ya sea por rigor, tamizan la Irradiación fulgurante de la Divinidad ( Omar Khayyam: «Ni tú ni yo resolveremos el misterio de este mundo; ni tú ni yo leemos esta escritura secreta. A ambos nos gustaría saber lo que oculta este velo, pero cuando el velo caiga ya no habrá ni tú ni yo.» ).
El Velo es un misterio porque la Relatividad lo es. Lo Absoluto, o lo Incondicionado, es misterioso a fuerza de evidencia; pero lo Relativo, o lo condicionado, lo es a fuerza de ininteligibilidad. Si no se puede comprender el Absoluto es porque su luminosidad es cegadora; por el contrario, si no se puede comprender lo Relativo, es porque su oscuridad no ofrece ningún punto de referencia. Al menos, ello es así cuando consideramos la Relatividad en su apariencia de arbitrariedad, porque ella se hace inteligible en la medida en que comunica el Absoluto, o en la medida en que aparece como emancipación del Absoluto. Comunicar el Absoluto, velándolo, es la razón de ser de lo Relativo.
Es necesario, pues, intentar traspasar el misterio de la Relatividad a partir del Absoluto o en función del Absoluto, lo que nos obliga — o nos permite — discernir la raíz de la Relatividad en el Absoluto mismo: y esta raíz no es otra que la Infinitud, la cual es inseparable de lo Real que, siendo absoluto, es necesariamente infinito. Esta Infinitud implica la Irradiación, porque el bien tiende a comunicarse, como observa San Agustín; la Infinitud de lo Real no es otra cosa que su potencia de Amor. Y el misterio de la Irradiación lo explica todo: irradiando, lo Real se proyecta de alguna manera «fuera de Sí mismo» y, al alejarse de Sí mismo, se hace Relatividad en la misma medida de este alejamiento. Es cierto que este «fuera de» se sitúa forzosamente en lo Real mismo, pero no por ello deja de existir como exterioridad y a título simbólico, es decir, que es «pensado» por lo Infinito en virtud de su tendencia a la Irradiación, y, por tanto, a la expansión en un vacío en realidad inexistente. Este vacío no tiene realidad más que por las Irradiaciones que en él se proyectan; la Relatividad no es real más que por sus contenidos, que son, esencialmente, los del Absoluto. Es así como el espacio no tiene existencia más que por lo que contiene; un espacio vacío no sería ya un espacio, sería la nada.
Así pues, el prototipo principal del Velo es la dimensión divina de la Infinitud, que, como si dijéramos, irradia de lo Incondicionado a la vez que permanece como una cualidad rigurosamente intrínseca del mismo; en lo Absoluto, Shiva y Shakti son idénticos. La Mâyâ separativa y caprichosa, la que ilusiona, no surge inexplicablemente de la nada; procede de la propia naturaleza de Atmâ; porque teniendo el bien por definición tendencia a comunicarse, el «Bien Soberano» no puede no irradiar por sí mismo y en su Esencia, y después — y por vía de consecuencia — a partir de sí mismo y fuera de sí mismo; por ser Verdad, «Dios es Amor».
Esto equivale a decir que en Dios hay un primer Velo, a saber, la tendencia puramente principial y esencial a la comunicación, y por lo tanto a la contingencia, tendencia que permanece estrictamente en la Esencia divina. El segundo Velo es el efecto por así decirlo extrínseco del primero: es el Principio ontológico, el Ser creador que concibe las Ideas o las Posibilidades de las cosas. El Ser da lugar a un tercer Velo, el Logos creador, que produce el Universo, y éste es también, y en alguna medida a fortiori, un Velo que a la vez disimula y transmite los tesoros del Soberano Bien.