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reflexo

quinta-feira 25 de janeiro de 2024

  

Hemos considerado el sentido inferior de las tinieblas como el reflejo de su sentido superior, lo que es, en efecto, desde un cierto punto de vista; pero al mismo tiempo, desde otro punto de vista diferente, es también en cierto modo su «revés», tomando este término en la acepción donde el «revés» y el «derecho» se oponen como las dos caras de una misma cosa; y esto requiere todavía algunas explicaciones. El punto de vista al que se aplica la consideración del reflejo es naturalmente el de la manifestación, y el de todo ser situado en el dominio de la manifestación; pero, a la mirada del Principio, donde el origen   y el fin de todas las cosas se juntan y se unen, ya no podría tratarse de reflejo, puesto que ahí no hay realmente más que una sola y misma cosa, dado que el punto de partida de la manifestación está necesariamente, así como también su punto de conclusión, en lo no manifestado. Bajo el punto de vista del Principio en sí mismo, si todavía es permisible emplear en este caso una tal manera de hablar, ni siquiera pueden distinguirse dos aspectos de esta cosa única, puesto que una tal distinción no se plantea y no es válida más que con relación a la manifestación; pero, si se considera el Principio en su relación con la manifestación, se podrán distinguir como dos caras, que corresponden a la salida de lo no manifestado y al retorno a lo no manifestado. Puesto que el retorno a lo no manifestado es el término final de la manifestación, se puede decir que es cuando se ve desde ese lado cuando lo no manifestado aparece propiamente como las tinieblas en el sentido superior, mientras que, visto desde el lado del punto de partida de la manifestación, aparece al contrario como las tinieblas en el sentido inferior; y, según el sentido en el cual se cumple el «movimiento» de éste hacia aquél, se podría decir también que la cara superior está vuelta hacia el Principio, mientras que la cara inferior está vuelta hacia la manifestación, aunque esta imagen de dos caras parezca implicar una suerte de simetría que, entre el Principio y la manifestación, no podría existir verdaderamente, y aunque, por lo demás, en el Principio mismo, no pueda haber evidentemente ninguna distinción de superior y de inferior. El punto de vista del reflejo es ilusorio en relación a ese, como el reflejo mismo lo es también en relación a lo que se refleja; este punto de vista de las dos caras corresponde pues a un grado más profundo de realidad, aunque, sin embargo, él mismo sea también ilusorio en otro nivel, puesto que desaparece a su vez cuando el Principio se considera en sí mismo y ya no más en relación a la manifestación. [René Guénon]