René Guénon — Hegel
Pero volvamos a lo que llamamos el satanismo inconsciente, y, para evitar todo error, digamos primeramente que un satanismo de este género puede ser puramente mental y teórico, sin implicar ninguna tentativa de entrar en relación con entidades cualesquiera, cuya existencia, en muchos casos, ni siquiera se considera. Es en este sentido como se puede, por ejemplo, considerar como satánica, en una cierta medida, toda teoría que desfigura notablemente la idea de la Divinidad; y sería menester aquí colocar en primer rango las concepciones de un Dios que evoluciona y las de un Dios limitado; por lo demás, las unas no son más que un caso particular de las otras, ya que, para suponer que un ser puede evolucionar, es menester evidentemente concebirle como limitado; decimos un ser, ya que Dios, en estas condiciones, no es el Ser universal, sino un ser particular e individual, y eso no se da apenas sin un cierto «pluralismo» donde el Ser, en el sentido metafísico, no podría encontrar lugar. Más o menos abiertamente, todo «inmanentismo» somete a la Divinidad al devenir; eso puede no ser visible en las formas más antiguas, como el panteísmo de Spinoza, y quizás esta consecuencia es incluso contraria a las intenciones de éste (NA : no hay sistema filosófico que no contenga, al menos en germen, alguna contradicción interna); pero, en todo caso, está muy claro a partir de Hegel, es decir, en suma, desde que el evolucionismo ha hecho su aparición, y, en nuestros días, las concepciones de los modernistas son particularmente significativas bajo esta relación. En cuanto a la idea de un Dios limitado, tiene también, en la época actual, muchos partidarios declarados, ya sea en sectas como esas de las que hablamos al final del capítulo precedente (NA : los mormones llegan hasta sostener que Dios es un ser corporal, a quien asignan como residencia un lugar definido, un planeta imaginario llamado «Colob»), o ya sea en algunas corrientes del pensamiento filosófico, desde el «personalismo» de Renouvier hasta las concepciones de William James, que el novelista Wells se esfuerza en popularizar (NA : Dieu, l’Invisible Roi.). Renouvier negaba el Infinito metafísico porque le confundía con el pseudoinfinito matemático; para James, la cosa es diferente, y su teoría tiene su punto de partida en un «moralismo» muy anglosajón : es más ventajoso, desde el punto de vista sentimental, representarse a Dios a la manera de un individuo, que tiene cualidades (NA : en el sentido moral) comparables a las nuestras; así pues, es esta concepción antropomórfica la que debe tenerse por verdadera, según la actitud «pragmatista» que consiste esencialmente en substituir la verdad por la utilidad (NA : moral o material); y por lo demás James, conformemente a las tendencias del espíritu protestante, confunde la religión con la simple religiosidad, es decir, que no ve en ella nada más que el elemento sentimental. Pero hay otra cosa más grave todavía en el caso de James, y es sobre todo lo que nos hace pronunciar a su propósito esta palabra de «satanismo inconsciente», que, parece, ha indignado tan vivamente a algunos de sus admiradores, particularmente en medios protestantes cuya mentalidad está enteramente dispuesta a recibir semejantes concepciones (NA : Se nos ha reprochado también, por el mismo lado, lo que se ha creído poder llamar un «prejuicio antiprotestante»; nuestra actitud a este respecto es en realidad todo lo contrario de un prejuicio, puesto que hemos llegado a ella de una manera perfectamente reflexionada, y como conclusión de varias consideraciones que hemos indicado ya en diversos pasajes de nuestra Introducción general al estudio de las doctrinas hindúes.) : es su teoría de la «experiencia religiosa», que le hace ver en el «subconsciente» el medio para que el hombre se ponga en comunicación efectiva con lo Divino; de ahí a aprobar las prácticas del espiritismo, a conferirles un carácter eminentemente religioso, y a considerar a los médiums como los instrumentos por excelencia de esta comunicación, se convendrá en ello, no había más que un paso. Entre elementos bastante diversos, el «subconsciente» contiene incontestablemente todo lo que, en la individualidad humana, constituye los rastros o los vestigios de los estados inferiores del ser, y aquello con lo que pone al hombre en comunicación, es ciertamente todo lo que, en nuestro mundo, representa a esos mismos estados inferiores. Así, pretender que eso es una comunicación con lo Divino, es verdaderamente colocar a Dios en los estados inferiores del ser, in inferis en el sentido literal de esta expresión (NA : Lo opuesto es in excelsis, en los estados superiores del ser, que son representados por los cielos, del mismo modo que la tierra representa el estado humano.); así pues, se trata de una doctrina propiamente «infernal», una inversión del orden universal, y eso es precisamente lo que llamamos «satanismo»; pero, como está claro que no es querido expresamente y que los que emiten o aceptan tales teorías no se dan cuenta de su enormidad, no es más que satanismo inconsciente. El Error Espiritista : LA CUESTIÓN DEL SATANISMO
En lo que concierne a la «dialéctica esoterista», esta expresión no puede tener un sentido aceptable más que si se entiende por ella una dialéctica puesta al servicio del esoterismo, como medio exterior empleado para comunicar de él lo que es susceptible de ser expresado verbalmente, y siempre bajo la reserva de que una tal expresión es forzosamente inadecuada, y sobre todo en el orden metafísico puro, por eso mismo de que está formulada en términos «humanos». La dialéctica no es en suma nada más que la puesta en obra o la aplicación práctica de la lógica (NA : Entiéndase bien que tomamos la palabra «dialéctica» en su sentido original, el que tenía por ejemplo para Platón y para Aristóteles, sin tener que preocuparnos en modo alguno de las acepciones especiales que se le han dado con frecuencia actualmente, y que se derivan todas más o menos directamente de la filosofía de Hegel.); ahora bien, no hay que decir que, desde que se quiere decir algo, uno no puede hacerlo de otro modo que conformándose a las leyes de la lógica, lo que no quiere decir ciertamente que, en sí mismas, las verdades que se expresan están bajo la dependencia de estas leyes, como tampoco el hecho de que un diseñador que está obligado a trazar la imagen de un objeto de tres dimensiones sobre una superficie que no tiene más que dos, prueba que él ignora la existencia de la tercera. La lógica domina realmente todo lo que entra en el campo de la razón, y, como su nombre mismo lo indica, ese es su dominio propio; pero, por el contrario, todo lo que es de orden supraindividual, y por tanto supraracional, escapa evidentemente por eso mismo a este dominio, ya que lo superior no podría estar sometido a lo inferior; al respecto de las verdades de este orden, la lógica no puede pues intervenir más que de una manera enteramente accidental, y en tanto que su expresión en modo discursivo, o «dialéctico» si se quiere, constituye una suerte de «descenso» al nivel individual, a falta del cual esas verdades permanecerían totalmente incomunicables (NA : No insistiremos sobre el reproche que se nos dirige de hablar «como si la transcendencia y la realidad supuestamente exterior estuvieran separadas la una de la otra»; si el autor conociera concretamente lo que hemos dicho de la «realización descendente», o si lo hubiera comprendido, ciertamente hubiera podido dispensarse de eso; por lo demás, eso no impide que esta separación exista bien realmente «en su orden», que es el de la existencia contingente, y que no cese enteramente sino para el que ha pasado más allá de esta existencia y que se ha liberado definitivamente de sus condiciones limitativas; ¡se piense lo que se piense, es menester saber situar cada cosa en su sitio y en su grado de realidad, y, ciertamente, en eso no hay solo distinciones «de orden puramente dialéctico»!). Iniciación y Realización Espiritual : METAFÍSICA Y DIALÉCTICA
El éxito del Mormonismo puede parecer sorprendente; es probable que sea debido más que nada a la organización jerárquica y teocrática de la secta, muy hábilmente concebida, hay que reconocerlo, que al valor de su doctrina, aunque la extravagancia misma de ésta sea susceptible de ejercer una atracción sobre ciertos espíritus; sobre todo en América, las cosas más absurdas de este género triunfan de una forma increíble. Esta doctrina no ha permanecido siempre como era al comienzo, y esto se comprende fácilmente puesto que nuevas revelaciones pueden venir a modificarla en cualquier instante : tanto es así que la poligamia es considerada en el Libro de Mormón “una abominación a los ojos del Señor”, lo que no impidió a Joseph Smith tener otra revelación por la cual pasaba a ser “la gran bendición de la última Alianza”. Las innovaciones propiamente doctrinales parecen haber sido debidas sobretodo a Orson Pratt, bajo cuya dominación intelectual Smith estuvo hasta el final de su vida, y que tenía un conocimiento más o menos vago de las ideas de Hegel y de algunos otros filósofos alemanes, popularizados por escritores tales como Parker y Emerson (Orson Pratt editó en 1853 un órgano titulado The Seer (“El Vidente”), del cual tomamos una gran parte de las citas que siguen.). MISCELÁNEA : LOS ORÍGENES DEL MORMONISMO