Coomaraswamy: Inimigos

Nadie negará que el campo de batalla en el cual debe combatirse hasta el fin la psicomaquia está dentro de vosotros, o que donde Cristo combate también debe encontrarse su enemigo, el Anticristo. Ni nadie, «superstición» aparte, pretenderá tampoco que las Tentaciones de San Antonio, como se pintan en el arte, pueden ser consideradas de otro modo que como «proyecciones» de las tensiones interiores. De la misma manera en que el «Guernica» de Picasso es el espejo del alma desintegrada de Europa, «el infierno de la existencia moderna», los cuernos y el zuncho del Diablo son una imagen de la peor bestia en el hombre mismo. A menudo ha sido dicho por los «nunca suficientemente venerados Antiguos», así como por algunos autores modernos, que «el hombre es su propio peor enemigo». Por otra parte, el mejor don por el cual un hombre puede orar es estar «en paz con él mismo»[[«Contest of Homer and Hesiod» (Oxford Classical Texts, ed. Allen, Vol 5-ED.), 165, donde la expresión eunoun einai eauto = metanoein («arrepentimiento», es decir, «venir a ser en la mente recta de uno»), es lo opuesto de paranoein.]]; y, ciertamente, mientras no está en paz con Él mismo[[El Sí mismo que nosotros entendemos cuando decimos a un hombre que está comportándose mal «sé tú mismo» (en sauto genou, Sófocles, «Filoctetes» 950), pues «todo es intolerable cuando un hombre olvida su propio Sí mismo, para hacer lo que no le conviene» (ídem 902-903).]], difícilmente puede estar en paz con nadie más, sino que «proyectará» sus propios desordenes, haciendo del «enemigo» —por ejemplo, Alemania, o Rusia, o los judíos— su «diablo». «¿De dónde vienen las guerras y las luchas entre vosotros? ¿No vienen de aquí, de vuestros apetitos (placeres, o deseos, sánscrito kamah) que contienden en vuestros miembros?» (Santiago 4:1).

Como observa tan penetrantemente Jung: «Cuando el destino de Europa la arrastró a una guerra de cuatro anos de prodigioso horror —una guerra que nadie quería— apenas alguien preguntó quién había causado la guerra y su continuación»[[C. G. Jung, The Integration of Personality (Nueva York, 1935), p. 274.]]. La respuesta no habría sido bien acogida: fue «yo» —vuestro «yo» y mío. Pues, en las palabras de otro psicólogo moderno, E. E. Hadley, «la tragedia de este engano de la individualidad es que conduce al aislamiento, al temor, a la sospecha paranoide y a odios completamente innecesarios»[[E. E. Hadley, en Psychiatry V (1942), 133, citando también a H. S. Sullivan, op. cit., pp. 121134; «la individualidad intensificada de cada uno de nosotros, “mí mismo”. Aquí tenemos a la verdadera madre de las ilusiones, la fuente siempre prenada de prejuicios que invalidan casi todos nuestros esfuerzos por comprender a los demás».]].

Todo esto ha sido siempre familiar a los teólogos, en cuyos escritos a menudo se hace referencia a Satán simplemente como «el enemigo». Por ejemplo, William Law: «Vosotros no estáis bajo el poder de ningún otro enemigo, ni estáis presos en ninguna otra cautividad, ni tenéis necesidad de ninguna otra liberación excepto del poder de vuestro propio sí mismo terrenal. Este es el único matador de la vida divina dentro de vosotros. Él es vuestro propio Caín que mata a vuestro propio Abel» (Caim e Abel)[[William Law, The Spirit of Love, and an Address to the Clergy, citado en Stephen Hobhouse, William Law and Eighteenth Century Quakerism (Londres, 1927), pp. 156, 219, 220.]], y «el sí mismo es la raíz, el árbol y las ramas de todos los males de nuestro estado caído. Satán, o lo que es lo mismo, la auto-exaltación. Este es ese sí mismo natural y nacido que debe ser sacado del corazón y totalmente negado, o no se puede ser discípulo de Cristo». Ciertamente, si «el reino del cielo está dentro de vosotros», entonces también la «guerra en el cielo» estará ahí, hasta que Satán haya sido vencido, es decir, hasta que el Hombre en este hombre sea «mestre de sí mismo», selbes gewaltic, enkrates eauton.

Para la Theologia Germanica (caps. 3, 22, 49), fue el «”Yo”, “Me” y “Mío” del Diablo quienes fueron la causa de su caída. Pues el sí mismo, el yo, el me y la apetencia, pertenecen todos al Espíritu Malo, y por lo tanto es que él es un Espíritu Malo. Mira, una o dos palabras pueden expresar todo lo que se ha dicho por estas múltiples palabras: “Sé simple y completamente limpio de sí mismo”». Pues «en el infierno no hay nada más que auto-apetencia; y si no hubiera auto-apetencia, no habría ningún diablo y ningún infierno». Así, también, Jacob Boehme: «esta vil egoismidad posee el mundo y las cosas mundanales; y mora también en ella misma, lo cual es morar en el infierno»; y Angelus Silesius:

«Nichts anders sturzet dich in Hollenschlund hinein Als dass verhasste Wort (merk’s wohl!): das Mein und Dein»[[Angelus Silesius, Der Cherubinische Wandersmann, V.238.]]

De aquí la resolución expresada en un himno shaker:

«Pero ahora de mi frente borraré con prontitud El sello del gran “yo” del Diablo»[[E. D. Andrews, The Gift to be Simple (Nueva York, 1940), p. 18; cf. p. 79, «A ese gran yo, yo mortificaré».]].

Las citas de este tipo podrían multiplicarse indefinidamente, todas al efecto de que de todas las bestias malas, «la peor bestia, nosotros la llevamos en nuestra propia entrana»[[Jacob Boehme, De incarnatione Verbi, I.13.13.]], «nuestra parte sin dios y despreciable» y «bestia múltiple», a la cual nuestro «Hombre Interior», como un domador de leones, debe mantener bajo su control o en caso contrario tendrá que seguirla adonde ella le lleve[[Platón, «República» 588c sig., donde la totalidad del alma se compara a un animal compuesto tal como la Quimera, Scylla, o Cerbero. En algunos aspectos la Esfinge podría haber sido una comparación aún mejor. En todo caso, las partes humana, leonina y ofidiana de estas criaturas corresponden a las tres partes del alma, sobre las cuales debe prevalecer «lo humano en nosotros, o más bien nuestra parte divina»; de lo cual Hércules, conduciendo a Cerbero, sería una buena ilustración.]].


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