El hombre tiene así dos sí mismos, vidas o «almas», una física, instintiva y mortal, la otra espiritual y no condicionada por el tiempo ni por el espacio, sino cuya vida es un Ahora «donde todo donde y todo cuando tienen su foco» (Paradiso XXIX.12), y «aparte de lo que ha sido o será» (Katha Upanishad II.14), ese «ahora que está quieto», del cual nosotros, como seres temporales, que conocen solo un pasado y un futuro, no podemos tener ninguna experiencia empírica. La Liberación no es una cuestión de sacudirse solo el cuerpo físico — uno mismo no se evade tan fácilmente — sino, como lo expresan los textos indios, de sacudirse todos los cuerpos, mentales o psíquicos tanto como físicos. «La palabra de Dios es rauda [efficax] y poderosa [penetrabilior], y más aguda que una espada de doble filo, que penetra hasta la división del alma (psyche) y el espíritu (pneuma)» (Hebreos 4:12). Es entre estos dos donde está nuestra elección: entre nosotros mismos como somos en nosotros mismos y para los demás, y nosotros mismos como somos en Dios — sin olvidar que, como dice el Maestro Eckhart, «Una pulga como ella es en Dios es más eminente que el más eminente de los ángeles como él es en sí mismo». De estos dos «sí mismos», el psicofísico y el espiritual, uno es la «vida» (psyche) que ha de ser rechazada y el otro es la «vida» que se salva con ello (San Lucas 17:33 y San Mateo 16:25), y de éstos, además, el primero es esa «vida» (psyche) que «el que la odia… en este mundo la guardará en la vida eterna» (San Juan 12:25) y a la cual un hombre debe odiar, «si quiere ser mi discípulo» (San Lucas 14:26). Todo lo que se entiende por psique en nuestra «psicología es ciertamente lo que en esta vía es le moi hai’ssable (el yo detestable); de hecho, todo lo que en nosotros está sujeto a afectos o afecciones o deseos de cualquier tipo, o mantiene «opiniones suyas propias»1.
Por lo tanto, el desconocido autor de la «Nube de Inconocimiento» [Cloud of Unknowing] está enteramente en orden cuando dice tan punzantemente (cap. 44) que «Todos los hombres tienen entrana de dolor [matter of sorrow]: pero siente especialísimamente la entrana de dolor, quien sabe y siente que él es… Y quienquiera que nunca sintió este dolor, puede lamentarse: pues, en efecto, ese nunca ha sentido el dolor perfecto 2… Este dolor, cuando se tiene. capacita a un alma para recibir esa alegría, la que rapta a un hombre todo sentido y sensación de su ser». Y así también William Blake, cuando dice, «He de descender hasta la Aniquilación y Muerte Eterna, no sea que venga el Juicio Final y me encuentre Inaniquilado, y yo sea agarrado y puesto entre las manos de mi propia Egoismidad»3. De la misma manera San Pablo, vivo, autem jam non ego: vivit vero in me Christus (Gálatas 2:20) (y Rumi, «Él ha muerto a sí mismo y devenido vivo a través del Senor» (Mathnawi III.3364.
A veces nos choca el menosprecio budista de las afecciones y lazos de familia naturales (cf. Maitri Upanishad VI.28, «Si está atado a hijo y esposa y familia —¡para ese tal, no, nunca!»). Pero, ciertamente, no es el cristiano quien puede sorprenderse, pues ningún hombre puede ser discípulo de Cristo «y no odiar a su padre, y madre, y esposa, e hijos, y hermanos, y hermanas», y también a sí mismo (San Lucas 14:26 (cf. Platón, Fedón, 68A. Estas palabras inflexibles, de quien ratificó el mandato de honrar a padre y madre e igualó el rencor con el crimen, muestra, con suficiente claridad que no estamos tratando de una doctrina ética de abnegación o altruismo, sino con una doctrina puramente metafísica de la transcendencia de la individuación. Es en este mismo sentido como Cristo exclama, «¿Quién es mi madre, o mis hermanos?» (San Marcos 3:33, etc.), y, en consecuencia, como el Maestro Eckhart advierte, «Mientras sepas quienes han sido en el tiempo tu padre y tu madre, tú no estás muerto de la muerte real» (ed. Pfeiffer, p. 462).
- Cf. la cita de Jacob Boehme en el encabezamiento de este artículo. Es comparativamente fácil para nosotros admitir que una «auto-voluntad» es egoísta; es más difícil, pero igualmente indispensable, darse cuenta de que un «auto-pensamiento» — es decir, «pensar por uno mismo» o «tener opiniones propias de uno» — es un error o un «pecado», definido como «una desviación del orden hacia el fin», tanto como pueda serlo toda obstinación. Un caso ejemplar de «pensar por uno mismo» es lo que se llama el «libre examen de las Escrituras»; aquí como ya observó David MacIver, «el número de las objeciones posibles a un punto de doctrina es igual al número de las maneras de malinterpretarle, y por lo tanto infinito».[↩]
- Vairagya, «dis-gusto», en tanto que distinto de asa bhanga, «des-engano»: nekkhamana-sita en tanto que distinto de geha-sita en Samyutta Nikaya IV.232 y en Milinda Panha 76. Cf. kata theon lype en tanto que distinguido de tou kosmou lype en I Corintios 7:10.[↩]
- Como observaba San Tomás de Aquino (Summa Theologica I.63.3), «ninguna criatura puede alcanzar un grado de naturaleza más alto sin cesar de existir», la cual negación de sí mismo es una cosa «contra el deseo natural». No es por su «propia» voluntad como la criatura puede desear su propia «aniquilación» o «muerte» (cf. Maestro Eckhart, ed. Evans I, 274). Pero nuestra consciencia de ser (en tanto que distinta de toda vanidad de ser Fulano o Mengano) no es precisamente de ser la «criatura»; es otra voluntad en mí distinta de la «mía», el amador de otro (Samyutta Nikaya IV.158) sí mismo distinto del «mío» el que «anhela intensamente al Gran Sí mismo» (mahattam abhikkhankata, Anguttara Nikaya II.21) — es decir, a Sí mismo. Esto no pertenece a nuestro auto-amor, sino al amor de Dios, que está en todas las cosas atento solo a sí mismo y que no ama a nadie sino a sí mismo. («Así nosotros comprendemos como perece una vida. Si ella no se entrega a la muerte, entonces no puede alcanzar ningún otro mundo» (Boehme, Sex puncta V.10.[↩]