Ananda Coomaraswamy — ARTIGOS SELETOS DE METAFÍSICA
SOBRE A PSICOLOGIA TRADICIONAL E HINDU, OU MELHOR PNEUMATOLOGIA (cont.)
DEUSES — DEVAS
Incidentalmente, hemos visto ya que a los poderes del alma, ya se les designe como Soplos, o ya se les designe de otro modo, se les llama «dioses» (deva, devata), aunque aquí podría ser más inteligible, en tanto que estos poderes son los súbditos de Dios y enviados por Él a Sus misiones, traducir por «ángeles»; pues éstos no son los «múltiples dioses» de un «politeísmo» (si es que una cosa tal ha existido alguna vez o alguna parte), sino las delegaciones y extensiones del poder de un único Dios. Sin embargo, con esta reserva continuaremos empleando la traducción usual de deva y devata por «dios» o «divinidad». Ahora ya debemos estar en posición de comprender la afirmación de [?Rigveda] XI.8.18b, «habiendo hecho de él su casa mortal, los dioses (ángeles) habitaron el hombre» (grham krtva martyam devah purusam avisan), y la de [?Jaiminiya_Upanishad_Brahmana] I.14.2, «todos estos dioses están en mí», y [?Satapatha_Brahmana] IX.2.1.15 (cf. [?Vajasaneyi_Samhita] XVII. 14), donde ellos no están ni en el cielo ni en la tierra, sino en los seres animados (praninah) [[Las palabras yada tvasta vyatrnat en la primera línea del verso, muestran que esta empsicosis o animación, se predica como teniendo lugar cuando se abren las puertas de los sentidos, aquí por el Artifex divino (Tvastr = demiourgos); los versos siguientes muestran que estas deidades, que entran en nosotros en el nacimiento, son la totalidad de todos nuestros poderes, ya sea para bien o para mal.]]. Estos dioses, como están dentro de vosotros (adhyatmam), son la voz, la visión, la mente, el oído, pero, in divinis (adhidevatam), son manifiestamente el Fuego, el Sol, la Luna y los Cuadrantes. «Todo lo que ellos no me dan, eso no está en mi poder» ([?Aranyaka] II.1.5; cf. [?Vajasaneyi_Samhita] XVII.15. Entran en el hombre en conformidad a sus estaciones (yathayatanam = yathakarma, Upanixade I.5.21), al mandato del Mesmo: el Fuego, deviniendo la Voz, entra en la boca; los Cuadrantes, deviniendo la escucha entran en los oídos; el Sol, deviniendo la visión, entra en los ojos; las Plantas, deviniendo los cabellos, entran en la piel; la Luna, deviniendo la mente, entra en el corazón; las Aguas, deviniendo la simiente, entran en el pene. El hambre y la sed se distribuyen a todas estas deidades, como companeros, participando en todo lo que obtienen ([?Aranyaka] II.4.2) [[El hambre y la sed son a la vez el origen y el desasosiego de nuestra existencia contingente, y una definición de nuestra mortalidad. El hombre natural es insaciable ([?Aranyaka] II.3.3): «Wer viel begehrt und will, der gibet zu verstehn, dass ihm noch mangelt viel» (Angelus Silesius, Cherubinischer Wandersmann V.156). Todo comer es un cambio, y «todo cambio es un morir». Satisfacer nuestra hambre es imposible; el enemigo sólo puede vencerse ayunando. Aquellos que eligen «el hambre y la sed» por amor de los placeres correspondientes están rechazando la verdadera Vida del espíritu (Platón, Filebo, 54, 55): nuestro Mesmo verdadero es «el Mesmo que sobre-pasa (atyeti) el hambre y la sed, la aflicción y el engano, la vejez y la muerte» (Upanixade III.5).]]. Es precisamente esta hambre y esta sed lo que distingue el juicio animal (abhijnana) [[El uso de abhijnana aquí por «conocimiento estimativo» es sarcástico, como lo es Platón cuando habla de aquellos que son gobernados por el placer y el sufrimiento como akolasia sophron (Fedón 68E).]] del de la Persona dotada de presciencia (prajnana), puesto que el primero sólo conoce el hoy, y el segundo el manana ([?Aranyaka] II.3.2) [[La definición de la Persona verdadera de un hombre en [?Aranyaka] II.4.2 es muy llamativa, y debe leerse en conexión con la definición europea clásica de la «Persona» en Boecio, Contra Eutiques.]]: los contactos con lo cuantitativo (matra-sparsah) son la fuente del placer y del dolor (sukha-duhkha), y solo la Persona a quien éstos no distraen (na vy-athayanti, «no dominan», de la raíz obsoleta ath), que permanece el «mismo» bajo ambas condiciones, es apto para participar en la inmortalidad (amrtattvaya, Bhagavad Gita II.31 = athanizein, Aristóteles, Ética a Nicómaco X.7.1077b.31 = el s’eternar de Alighieri, Inferno XV.85), que es la meta hacia la que apunta toda nuestra psicología tradicional y que, por consiguiente, como se ha dicho tan acertadamente, es «el objetivo supremo de la educación humana» [[Jaeger, Humanism and Theology, pp. 34-35 y notas 34-36.]].
Así pues, la vida instintiva de los «dioses dentro de vosotros», verdaderamente ángeles caídos, es la pasión del Mesmo mientras desea y busca; y puesto que el propósito de la Iniciación o Consagración (diksa), es precisamente la destrucción de la ignorancia y la recuperación del conocimiento del Mesmo, podemos comprender inmediatamente la necesidad de una regeneración iniciatoria [[La Iniciación, o un nacer de nuevo, es —no menos desde un punto de vista indio que platónico y neoplatónico— indispensable para la liberación última. No hay necesidad de decir que la Iniciación implica un Maestro (gurú), a través de quien se transmite el poder espiritual y por cuya mediación el discípulo nace nuevamente de Dios como padre y de Sophia = [?Goddess_Savitri] como madre. No podemos entrar en esto extensamente aquí, sino solamente hacer referencia, para Platón, a Fedón 69CD, donde Sócrates mantiene que «quienquiera que va al otro mundo sin iniciar y sin perfeccionar, yacerá en el fango; pero que el que llega allí limpio y perfeccionado, morará con los dioses», agregando que los «Bacchoi» son los verdaderos filósofos y que él mismo siempre se ha esforzado en ser uno de ellos; y a Teeteto 155E, donde quienes «no están iniciados» se describen como «aquellos que piensan que nada es, excepto lo que pueden agarrar firmemente con sus manos, y que niegan la existencia de las acciones (praxeis = karma) y de los devenires (geneseis = bhava), y de todo lo que es invisible»; y para el neoplatonismo a Hermes Trismegisto, Lib. XIII.
Donde toda instrucción es encíclica y no hay «misterios», la psicología tradicional solo puede ensenarse como una curiosidad o, a lo sumo, puede efectuar una preparación intelectual, que puede disponer al estudioso a trabajar por su propia salvación, pero no puede efectuar su salvación por él. Sin embargo, haber aceptado, aunque sea en teoría, que «yo» y «mío» son conceptos sin base, haber consentido al hecho de «negar nuestro sí mismo», aunque no hayamos sido capaces de hacerlo, es ya un escape y una liberación parcial del dominio del placer y el sufrimiento.]] de los poderes del alma, si ellos han de liberarse de su mortalidad. Estará claro ahora que solo «está realmente iniciado aquel cuyos “dioses dentro de él” están iniciados», a saber, la mente, el habla, la respiración, la visión y el oído (colectivamente «la constitución del hombre», manusyasya sambhuti), cada uno por su propio principio equívoco ([?Kaushitaki_Brahmana#Rigveda] VII.4; cf. [?Satapatha_Brahmana] III. 1.3.18-22 y XIII. 1.7), de modo que nosotros, «liberando al Oidor del oído, a la Mente de la mente —es decir, al Soplo de la respiración— y al Vidente de la visión, podamos, cuando dejemos este mundo, dejarlo como inmortales» ([?Jaiminiya_Upanishad_Brahmana] IV.18.2 = Upanixade I.2) [[Para un examen de esto, ver Coomaraswamy, Prana-citi, 1943, p. 108. Cf. Aristóteles, Metafísica XII.9.4, «El pensamiento no puede ser el bien más alto. Por consiguiente, la Mente (nous = manas), si es la Mente Maestra de la que estamos hablando, no piensa nada sino a sí misma, y su pensamiento es el “Pensamiento del pensamiento”»; similarmente Witelo, Liber de intelligentiis XXIV, XXVII, «Intelligentia semper intelligit. (sed) se ipsam cognoscendo non cognoscit alia» (Comentario, per receptionem non intelligit, sicut anima); Upanixade IV.3.28 y IV.5.15, «Pues donde hay una dualidad, por así decir, hay uno que piensa de otro. Pero donde todo ha devenido solo el Mesmo propio de uno (yatra svasya sarvam atmaivabhut), ¿cómo y de qué “pensaría” uno entonces?». ¡Ciertamente, esto está tan lejos de cogito ergo sum, que eso que «piensa» es precisamente «no mi Mesmo»!]]. Pues, que nosotros nos salvemos o condenemos depende enteramente de si nosotros nos hemos «conocido a nosotros mismos», Quien somos realmente, y de la respuesta a la grávida pregunta, «¿En quién, cuando nosotros partamos, estaremos nosotros partiendo?» (Upanixade IV.4.13, 14, Upanixade VI.3), es decir, en nuestros sí mismos mortales o en el «Mesmo inmortal del sí mismo», el «Alma del alma» [[La respuesta que se espera a la pregunta de Upanixade VI.3 es, por supuesto, la de [?Aranyaka] II.6, «partiendo de aquí con el Mesmo Presciente (prajnenatmana), renace (samabhavat) inmortal». En general, se asume que una vida plena aquí, comprendida sacramentalmente, debe implicar la vida plena allí; y por esta razón la muerte es tradicionalmente una ocasión de regocijo en vez de aflicción. Para aquellos que conocen su Mesmo, no puede haber ningún temor de la muerte ([?Rigveda] X.8.44). La muestra de aflicción en un funeral indio (cremación) es excepcional; cuando una tal muestra tiene lugar, hasta un simple aldeano dirá, «pobre hombre, no conoce nada mejor».]].