Ananda Coomaraswamy — ARTIGOS SELETOS DE METAFÍSICA
SOBRE A PSICOLOGIA TRADICIONAL E HINDU, OU MELHOR PNEUMATOLOGIA (cont.)
DESTINO E PROVIDÊNCIA
Estos resúmenes de la psicología Platónica y Neoplatónica introducen el problema del Fatum y el Arbítrio, fundamental en el presente contexto, en el que estamos considerando una ciencia dispositiva a la Liberación en el sentido más completo y total de la palabra. Difícilmente hay una doctrina de la Philosophia Perennis que haya sido más incomprendida, y, por consiguiente, más aborrecida, que la del Fatum; aborrecida, debido a que se ha supuesto que el Fatum (implicado en la noción de Providencia), es, por así decir, un decreto arbitrario impuesto sobre nosotros por una deidad excesivísimamente personal —a la que también hoy día se hace referencia con el nuevo nombre de «determinación económica». La doctrina ortodoxa tradicional es un reconocimiento de la cadena causal por la que todos los acontecimientos están ligados en una sucesión fenoménica [[La “hetupaccaya” budista, la «secuencia causal»; las «series de causas» de San Agustín (De civitate Dei V.8). Para las «causas mediatas», o más literalmente «causas ministeriales» de Platón (aitiai hyperetousai), llamadas también hijos de Dios, dioses jóvenes y dioses de dioses (theoi tehon, cf. Vájasaneyi Samhita XVII.13, 14 y [?Satapatha_Brahmana] IX.2.1.14, 15, devá devánám = Prana, un paralelo notable), ver Timeo 41, 42, 68, 69, 70; República 617E; Leyes 904.]], pero un reconocimiento de su operación intrínseca y no extrínseca. Puede afirmarse, en las palabras de Santo Tomás de Aquino, que «El Fatum está en las causas creadas (es decir, mediatas) mismas» (Summa Theologica I.116.2), o en las de Rumi, que «El esfuerzo no es una lucha contra el Destino, puesto que el Destino mismo ha puesto este esfuerzo en nosotros» (Mathnawi 1.976); «Fingirse desvalido es dormir entre salteadores» (Mathnawi I.943); «Tú tienes pies; ¿por qué, entonces, te finges cojo?» (Mathnawi I.930). Si-milarmente, en el budismo, donde se insiste en la operación infalible de las causas al menos tan vigorosamente como en Santo Tomás (siendo la «no-causación» (ahetuváda) una herejía), se ensena, no menos enérgicamente, que hay un «debe hacerse» (kiriya) y que aducir una necesidad causal no absuelve a un hombre de la responsabilidad de hacer una elección entre el debe hacerse y el no debe hacerse; y el hecho de que pueda hacerse una tal elección es una predicación del Arbítrio. La doctrina tradicional es una doctrina del Fatum y el Arbítrio, y así debe ser, debido justamente a que hay «dos en nosotros», uno fatalmente determinado y el otro libre. De estos dos, haber devenido lo que nosotros somos es haber subido por encima de nuestro fatum. La cadena del fatum nunca puede romperse, pero nosotros podemos salir de ella para devenir su espectador y no ya su víctima.
La concepción tradicional del Fatum no implica ningún concepto de una injusticia posible. heimarmene o moira es literalmente una «asignación»: el significado esencial √ mer, presente en el latín mereo y en el inglés «merit» («mérito»), es simplemente «recibir la porción de uno, con la noción colateral de ser el débito propio de uno» (H. G. Liddell and R. Scott, A Greek-English Lexicon, 8a ed., Oxford, 1897). moira es a veces simplemente «herencia», y ser “amoiros” es estar privado de la porción debida a uno, habitualmente de algo bueno, y en este caso de la «vida»; kata moiran es lo mismo que kata physin, «naturalmente» o «debidamente»: luchar contra nuestro fatum es luchar contra nuestra propia naturaleza, y desear no haber nacido nunca. ¿Pues cómo, de otro modo, podríamos haber nacido, si no es en un tiempo y lugar dados, y con posibilidades o «dones» dados? Nuestro Fatum es sólo «lo que está viniendo a nosotros», y «lo que nosotros pedimos»; «no hay puertas especiales para la calamidad y la felicidad; ellas vienen como los hombres mismos las convocan» (Thai-Shang, Sacred Books of the East, XL, 235). «Nada, ya sea bueno o malo, que tenga que ver con el cuerpo, puede acontecer aparte del Destino (heimarmene). Por consiguiente, está “destinado” que el que ha hecho el mal sufrirá el mal; ciertamente, con este fin lo hace, para poder sufrir el castigo de haberlo hecho… Y todos los hombres padecen lo que el Destino ha senalado para ellos, pero los hombres racionales (aquellos de quienes he dicho que son conducidos por la Mente) no lo sufren de la misma manera que los irracionales. Para la Mente no hay nada imposible, ni exaltar el alma del hombre por encima del Destino, ni, si como a veces acontece, el alma no hace ningún caso, someterla al Destino» (Hermes, Lib. XII.1.5, cf. X.19, así como Platón, Fedón 83A, [?Maitri_Upanishad] III.2).