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SCS: "cosmos"

quinta-feira 1º de fevereiro de 2024

  

A este respecto, importa destacar ante todo que el "Huevo del Mundo" es la figura, no del "cosmos" en su estado de plena manifestación, sino de aquello a partir de lo cual se efectuará su desarrollo; y, si este desarrollo se representa como una extensión que se cumple en todas las direcciones desde el punto de partida, es evidente que este punto coincidirá necesariamente con el centro mismo; así, el "Huevo del Mundo" es realmente "central" con relación al "cosmos" (El símbolo del fruto tiene también, a este respecto, la misma significación que el del huevo; sin duda volveremos sobre ello en el curso de nuestros estudios [cf. Aperçus sur 1’Initiation, cap. XLIII]; y haremos notar desde luego que ese símbolo tiene además un vinculo evidente con el del "jardín", y por lo tanto con el del Paraíso terrestre). La figura bíblica del Paraíso terrestre, que es también el "Centro del Mundo", es la de un recinto circular, que puede considerarse la sección horizontal de una forma ovoide tanto como esférica; agreguemos que, de hecho, la diferencia entre estas dos formas consiste esencialmente en que la de la esfera, al extenderse igualmente en todos los sentidos a partir de su centro, es verdaderamente la forma primordial, mientras que la del huevo corresponde a un estado ya diferenciado, derivado del anterior por una especie de "polarización" o desdoblamiento del centro (Así, en geometría plana, el centro único del círculo, al desdoblarse, origina los dos focos de una elipse; el mismo desdoblamiento está también figurado con toda nitidez en el símbolo extremo-oriental del Yin-Yang, que tampoco carece de relación con el del "Huevo del Mundo"); tal "polarización" puede considerarse, por lo demás, como efectuándose desde que la esfera cumple un movimiento de rotación en torno de un eje determinado, puesto que desde ese momento ya no todas las direcciones del espacio desempeñan uniformemente un mismo papel; y esto señala, precisamente, el paso de la una a la otra de esas dos fases sucesivas del proceso cosmogónico que se simbolizan respectivamente por la esfera y el huevo (Señalemos además, acerca de la forma esférica, que en la tradición islámica la esfera de pura luz primordial es la Rûh mohammediyah [’espíritu de Mahoma  ’], que es a su vez el "Corazón del Mundo"; y el "cosmos" entero está vivificado por las "pulsaciones" de esa esfera, que es propiamente el bárzaj [’intervalo, istmo’ (entre el Principio y la Manifestación)] por excelencia; ver sobre este asunto el articulo de T. Burckhardt   en É. T., diciembre de 1937). 402 SFCS   EL CORAZON Y "EL HUEVO DEL MUNDO"

La caverna iniciática, hemos dicho anteriormente, está considerada como una imagen del mundo; pero, por otra parte, en razón de su asimilación simbólica al corazón, representa particularmente el lugar cósmico central. Puede parecer que haya en ello dos puntos de vista diferentes, pero, en realidad, no se contradicen en modo alguno, y lo que hemos expuesto con respecto al "Huevo del Mundo" basta para conciliarlos, e inclusive para identificarlos entre sí en cierto sentido: en efecto, el "Huevo del Mundo" es central con respecto al "cosmos" y, a la vez, contiene en germen todo cuanto éste contendrá en el estado de plena manifestación; todas las cosas se encuentran, pues, en el "Huevo del Mundo", pero en un estado de "repliegue" o "envoltura", que precisamente se figura también, según lo hemos explicado, por la situación misma de la caverna, por su carácter de lugar oculto y cerrado. Las dos mitades en que se divide el "Huevo del Mundo", según uno de los aspectos más habituales de su simbolismo, se convierten, respectivamente, en el cielo y la tierra; en la caverna, igualmente, el suelo corresponde a la tierra y la bóveda al cielo; no hay, pues, en todo ello nada que no sea perfectamente coherente y normal. 408 SFCS LA CAVERNA Y "EL HUEVO DEL MUNDO

Ahora, falta considerar otra cuestión particularmente importante desde el punto de vista iniciático: hemos hablado de la caverna como lugar del "segundo nacimiento"; pero ha de hacerse una distinción esencial entre este "segundo nacimiento" y el "tercer nacimiento", distinción que en suma corresponde a la de la iniciación en los "pequeños misterios" y en los "grandes misterios"; si el "tercer nacimiento" se representa también como cumplido en la caverna, ¿de qué modo se adaptará a él el simbolismo, de ésta? El "segundo nacimiento", que es propiamente lo que puede llamarse la "regeneración psíquica", se opera en el dominio de las posibilidades sutiles de la individualidad humana; el "tercer nacimiento", al contrario, al efectuarse directamente en el orden espiritual, y no ya en el psíquico, es el acceso al dominio de las posibilidades supraindividuales. El uno es, pues, propiamente un "nacimiento en el cosmos" (proceso al cual corresponde, según lo hemos dicho, en el orden "macrocósmico", el nacimiento del Avatâra) y por consiguiente es lógico que se lo figure como ocurrido íntegramente en el interior de la caverna; pero el otro es un "nacimiento fuera del cosmos" y a esta "salida del cosmos", según la expresión de Hermes (Cf. A. K. Coomaraswamy, "La Vierge allaitant saint Bernard", en É.T., diciembre de 1937, pág. 418), debe corresponder, para que el simbolismo sea completo, una salida final de la caverna, la cual contiene solamente las posibilidades incluidas en el "cosmos", las que el iniciado debe precisamente sobrepasar en esta nueva fase del desarrollo de su ser, del cual el "segundo nacimiento" no era en realidad sino el punto de partida. 409 SFCS LA CAVERNA Y "EL HUEVO DEL MUNDO

Aquí, naturalmente, ciertas relaciones se encontrarán modificadas: la caverna vuelve a ser un "sepulcro", no ya esta vez en razón exclusivamente de su situación "subterránea", sino porque el "cosmos" íntegro es en cierto modo el "sepulcro" del cual el ser debe salir ahora; el "tercer nacimiento" está precedido necesariamente de la "segunda muerte"; que no es ya la muerte al mundo profano, sino verdaderamente la "muerte al cosmos" (y también "en el cosmos"), y por eso el nacimiento "extracósmico" se asimila siempre a una "resurrección" (Se encuentra igualmente lo análogo de todo esto en el simbolismo de la crisálida y de su transformación en mariposa). Para que pueda ocurrir tal "resurrección", que es al mismo tiempo la salida de la caverna, es necesario que sea retirada la piedra que cierra la abertura del "sepulcro" (es decir, de la caverna misma); veremos en seguida cómo puede traducirse esto en ciertos casos en el simbolismo ritual. 410 SFCS LA CAVERNA Y "EL HUEVO DEL MUNDO

Por otra parte, cuando lo que está fuera de la caverna representaba solamente el mundo profano o las "tinieblas exteriores", la caverna aparecía como el único lugar iluminado, y, por lo demás, iluminado forzosamente desde el interior; ninguna luz, en efecto, podía entonces venirle de afuera. Ahora, puesto que hay que tener en cuenta las posibilidades "extracósmicas", la caverna, pese a tal iluminación, se hace relativamente oscura, por relación, no diremos a lo que está simplemente fuera de ella, sino más precisamente a lo que está por sobre ella, allende su bóveda, pues esto es lo que representa al dominio "extracósmico". Podría entonces, según este nuevo punto de vista, considerarse la iluminación interior como el mero reflejo de una luz que penetra a través del "techo del mundo", por la "puerta solar", que es el "ojo" de la bóveda cósmica o la abertura superior de la caverna. En el orden microcósmico esta abertura corresponde al Brahma-randhra [el séptimo chakra], es decir, al punto de contacto del individuo con el "séptimo rayo" del sol espiritual (Cf. A. K. Coomaraswamy, loc. cit), punto cuya "localización" según las correspondencias orgánicas se encuentra en la coronilla (Ver L’Homme et son devenir selon le Védánta, cap. XXI), y que se figura también por la abertura superior del athanor hermético (El "tercer nacimiento" podría ser considerado, empleando la terminología alquímica, como una "sublimación"). Agreguemos a este respecto que el "huevo filosófico", el cual desempeña manifiestamente el papel de "Huevo del Mundo", está encerrado en el interior del athanor, pero que éste mismo puede ser asimilado al "cosmos", y ello en la doble aplicación, "macrocósmica" y "microcósmica"; la caverna, pues, podrá también identificarse simbólicamente a la vez con el "huevo filosófico" y con el athanor, según que la referencia sea, si así quiere decirse, a grados de desarrollo diferentes en el proceso iniciático, pero, en todo caso, sin que su significación fundamental se altere en modo alguno. 411 SFCS LA CAVERNA Y "EL HUEVO DEL MUNDO

Cabe observar también que, con esa iluminación refleja, tenemos la imagen de la caverna de Platón, en la cual no se ven sino sombras, gracias a una luz que viene de afuera (Esta visión oscura es la visión quasi per speculum in aenigmate de que habla San Pablo   (I Corintios, XIII. 12); lo que aparece como manifestado en el "cosmos" no es, propiamente, sino una sombra o un "vestigio" de la realidad trascendente, pero, por lo demás, eso es lo que constituye su valor como símbolo de aquella realidad), y esta luz es ciertamente "extracósmica", ya que su fuente es el "Sol inteligible". La liberación de los prisioneros y su salida de la caverna es una "salida al día", por la cual pueden contemplar directamente la realidad de que hasta entonces no habían percibido sino un simple reflejo; esa realidad son los "arquetipos" eternos, las posibilidades contenidas en la "permanente actualidad" de la esencia inmutable. 412 SFCS LA CAVERNA Y "EL HUEVO DEL MUNDO

Falta aún, empero, resolver una apariencia de contradicción, a saber: el norte se designa como el punto más alto (úttara), y, por lo demás, hacia este punto se dirige el curso ascendente del sol, mientras que su curso descendente, se dirige hacia el sur, que aparece así como el punto más bajo; pero, por otra parte, el solsticio de invierno, que corresponde al norte en el año y señala el inicio del movimiento ascendente, es en cierto sentido el punto más bajo, y el solsticio de verano, que corresponde al sur, donde ese movimiento ascendente concluye, es, en el mismo respecto, el punto más alto, a partir del cual comenzará en seguida el movimiento descendente, que concluirá en el solsticio de invierno. La solución de esta dificultad reside en la distinción que cabe establecer entre el orden "celeste", al cual pertenece el curso del sol, y el orden "terrestre", al cual pertenece, al contrario, la sucesión de las estaciones; según la ley general de la analogía, ambos órdenes deben, en su correlación misma, ser mutuamente inversos, de modo que el más alto para un orden es el más bajo para el otro, y recíprocamente; así, según la expresión hermética de la Tabla de Esmeralda, "lo que está arriba (en el orden celeste) es como lo que está abajo (en el orden terrestre)", o también, según las palabras evangélicas, "los primeros (en el orden principial) serán los postreros (en el orden manifestado)" (A este doble punto de vista corresponde, entre otras aplicaciones, el hecho de que en figuraciones geográficas o de otro orden el punto situado arriba pueda ser el norte o el sur; en China es el sur, y en el mundo occidental ocurrió lo mismo entre los romanos y durante parte del Medioevo; este uso, en realidad, según lo que acabamos de decir, es el más correcto en lo que concierne a la representación de las cosas terrestres, mientras que al contrario, cuando se trata de las cosas celestes, el norte debe normalmente situarse arriba; pero va de suyo que el predominio de uno u otro de esos dos puntos de vista, según las formas tradicionales o según las épocas, puede determinar la adopción de una disposición única para todos los casos indistintamente; y, a este respecto, el hecho de situar el norte o el sur arriba aparece generalmente vinculado sobre todo con la distinción de las dos modalidades, "polar" y "solar", siendo el punto que se sitúa en lo alto el que se tiene orientándose según una u otra de ellas, como lo explicaremos en la nota siguiente). No por eso es menos cierto, por lo demás, que en lo que concierne a los "influjos" vinculados a esos puntos siempre el norte permanece "benéfico", ya se lo considere como el punto hacia el cual se dirige el curso ascendente del sol en el cielo o, con relación al mundo terrestre, como la entrada del deva-loka; y análogamente, el sur permanece siempre "maléfico", ya se lo considere como el punto hacia el cual se dirige el curso descendente del sol en el cielo, o, con relación al mundo terrestre, como la entrada del pitr-loka (Señalemos, incidentalmente, otro caso en que un mismo punto conserva también una significación constante a través de ciertos cambios que constituyen aparentes inversiones: la orientación puede tomarse según una u otra de las dos modalidades, "polar" y "solar’, del simbolismo; en la primera, mirando hacia la estrella polar, o sea volviéndose hacia el norte, se tiene el este a la derecha; en la segunda, mirando el sol sobre el meridiano, o sea, volviéndose al sur, se tiene el este a la izquierda; las dos modalidades han estado en uso, particularmente, en China en épocas diferentes; así, el lado al cual se dio la preeminencia fue a veces la derecha y a veces la izquierda, pero, de hecho, fue siempre el este, o sea el "lado de la luz". Agreguemos que existen además otros modos de orientación, por ejemplo volviéndose hacia el sol levante; a éste se refiere la designación sánscrita del sur como dákshina o ’lado de la derecha’; y es también el que, en Occidente, fue utilizado por los constructores de la Edad Media para la orientación de las iglesias. [Sobre todas las cuestiones de orientación de que se trata en este capítulo, se remite a La Grande Triade, cap. VII]). Ha de agregarse que el mundo terrestre puede considerarse aquí, por transposición, como una representación del "cosmos" en conjunto, y que entonces el cielo, según la misma transposición, representará el dominio "extracósmico"; desde este punto de vista, la consideración del "sentido inverso" deberá aplicarse al orden "espiritual", entendido en su acepción más elevada, con respecto no solamente al orden sensible sino a la totalidad del orden cósmico (Para dar un ejemplo de esta aplicación, por lo demás en relación estrecha con aquello de que aquí se trata, si la "culminación" del sol visible ocurre a mediodía, la del "sol espiritual" podrá considerarse simbólicamente como ubicada a medianoche; por eso se dice de los iniciados en los "grandes misterios" de la Antigüedad que "contemplaban el sol a medianoche"; desde este punto de vista, la noche no representa ya la ausencia o privación de la luz, sino su estado principal de no-manifestación, lo que por lo demás corresponde estrictamente a la significación superior de las tinieblas o del color negro como símbolo de lo no-manifestado; y también en este sentido deben entenderse ciertas enseñanzas del esoterismo islámico   según las cuales "la noche es mejor que el día". Se puede notar además que, si el simbolismo "solar" tiene una relación evidente con el día, el simbolismo "polar", en cambio, tiene cierta relación con la noche; y es también muy significativo a este respecto que el "sol de medianoche" tenga literalmente, en el orden de los fenómenos sensibles, su representación en las regiones hiperbóreas, es decir, allí mismo donde se sitúa el origen   de la tradición primordial). 426 SFCS LAS PUERTAS SOLSTICIALES

En el cristianismo, las fiestas solsticiales de Jano se han convertido en las de los dos San Juan, y éstas se celebran siempre en las mismas épocas, es decir en los alrededores inmediatos de los solsticios de invierno y verano (El San Juan invernal está, así, muy próximo a la fiesta de Navidad, la cual, desde otro punto de vista, corresponde no menos exactamente al solsticio de invierno, según lo hemos explicado anteriormente. Un vitral del siglo XIII de la iglesia de Saint-Rémi, en Reims, presenta una figuración particularmente curiosa, y sin duda excepcional, en relación con aquello de que aquí se trata: se ha discutido en vano la cuestión de cuál de los dos San Juan es el allí representado. La verdad es que, sin que quepa ver en ello la menor confusión, se ha representado a los dos, sintetizados en la figura de un solo personaje, como lo muestran los dos girasoles colocados en sentidos opuestos sobre la cabeza de aquél, que corresponden en este caso a los dos solsticios y a los dos rostros de Jano. Señalemos aún, de paso y a título de curiosidad, que la expresión popular francesa "Jean qui pleure et Jean qui rit" [’Juan que ríe y Juan que llora’] es en realidad una reminiscencia de los dos rostros opuestos de Jano. [Cf. nota 5 del capítulo siguiente]); y es también muy significativo que el aspecto esotérico de la tradición cristiana haya sido considerado siempre como "johannita", lo cual confiere a ese hecho un sentido que sobrepasa netamente, cualesquiera fueren las apariencias exteriores, el dominio simplemente religioso y exotérico. La sucesión de los antiguos Collegia Fabrorum, por lo demás, se transmitió regularmente a las corporaciones que, a través de todo el Medioevo, mantuvieron el mismo carácter iniciático, y en especial a la de los constructores; ésta, pues, tuvo naturalmente por patronos a los dos San Juan, de donde proviene la conocida expresión de "Logia de San Juan" que se ha conservado en la masonería, pues ésta no es sino la continuación, por filiación directa, de las organizaciones a que acabamos de referirnos (Recordaremos que la "Logia de San Juan", aunque no asimilada simbólicamente a la caverna, no deja de ser, como ésta, una figura del "cosmos"; la descripción de sus "dimensiones" es particularmente neta a este respecto: su longitud es "de oriente a occidente"; su anchura, "de mediodía a septentrión"; su altura, "de la tierra al cielo’; y su profundidad, "de la superficie al centro de la tierra". Es de notar, como relación notable en lo que concierne a la altura de la Logia, que, según la tradición islámica, el sitio donde se levanta una mezquita se considera consagrado no solamente en la superficie de la tierra, sino desde ésta hasta el "séptimo cielo". Por otra parte, se dice que "en la Logia de San Juan se elevan templos a la virtud y se cavan mazmorras para el vicio"; estas dos ideas de "elevar" y "excavar" se refieren a las dos "dimensiones" verticales, altura y profundidad, que se cuentan según las mitades de un mismo eje que va "del cenit al nadir", tomadas en sentido mutuamente inverso; esas dos direcciones opuestas corresponden, respectivamente, al sattva y el tamas (mientras que la expansión de las dos "dimensiones" horizontales corresponde al rajas), es decir, a las dos tendencias del ser, hacia los Cielos (el templo) y hacia los Infiernos (la mazmorra), tendencias que están aquí más bien "alegorizadas" que simbolizadas en sentido estricto, por las nociones de "virtud" y "vicio’, exactamente como en el mito de Hércules que recordábamos antes. [Los tres términos sánscritos mencionados se explican así en L’Homme et son devenir selon le Vêdânta, cap. IV: "Los guna… son… condiciones de la Existencia universal a que están sometidos todos los seres manifestados… Los tres guna son: sattva, conformidad a la esencia pura del Ser (Sat), que se identifica con la Luz inteligible o el Conocimiento y se representa como una tendencia ascendente; rajas, la impulsión expansiva, según la cual el ser se desarrolla en cierto estado y, en cierto modo, en un nivel determinado de la existencia; tamas, la oscuridad, asimilada a la ignorancia, y representada como una tendencia descendente". (N. del T)]). Aun en su forma especulativa" moderna, la masonería ha conservado siempre también, como uno de los testimonios más explícitos de su origen, las fiestas solsticiales, consagradas a los dos San Juan después de haberlo estado a los dos rostros de Jano (En el simbolismo masónico, dos tangentes paralelas a un circulo se consideran, entre otras significaciones diversas, como representación de los dos San Juan; si se ve al Círculo como una figura del ciclo anual, los puntos de contacto de las dos tangentes, diametralmente opuestos entre sí, corresponden entonces a los dos puntos solsticiales); y así la doctrina tradicional de las dos puertas solsticiales, con sus conexiones iniciáticas, se ha mantenido viva aún, por mucho que sea generalmente incomprendida, hasta en el mundo occidental actual. 444 SFCS EL SIMBOLISMO SOLSTICIAL DE JANO

Es fácil advertir, en primer lugar, que las dos partes de la estructura recién descripta figuran la tierra y el cielo, a los cuales corresponden respectivamente, en efecto, la forma cuadrada y la forma circular (o esférica, en una construcción de tres dimensiones); y, aunque esta correspondencia se encuentre indicada con mayor insistencia en la tradición extremo-oriental, está muy lejos de serle propia y exclusiva (En la iniciación masónica, el paso from square to arch [del cuadrado al arco] representa un paso "de la Tierra al Cielo" (de donde el término de exaltation para designar la admisión al grado de Royal Arch), es decir, del dominio de los "pequeños misterios" al de los "grandes misterios", con el doble aspecto sacerdotal y real para estos últimos, pues el título completo correspondiente es Holy (and) Royal Arch, aunque, por razones históricas que no hemos de examinar aquí, el "arte sacerdotal" haya acabado borrarse ante el "arte real". Las formas circular y cuadrada están aludidas también por el compás y la escuadra, que sirven para trazarlos respectivamente y que se asocian como símbolos de dos principios complementarios, según efectivamente lo son el Cielo y la Tierra [cf. Le Régne de la quantité et les signes des temps, cap. XX, y La Grande Triade., cap. III]). Puesto que acabamos de aludir a la tradición extremo-oriental, no carece de interés señalar a este respecto que en China la vestidura de los antiguos emperadores debía ser redonda por lo alto y cuadrada por lo bajo; esa vestidura, en efecto, tenía una significación simbólica (lo mismo que todas las acciones de su vida, reguladas siempre según los ritos), y esa significación era precisamente la misma que aquella cuya realización arquitectónica encaramos aquí (El Emperador mismo, así vestido, representaba al "Hombre verdadero", mediador entre el Cielo y la Tierra, cuyas respectivas potencias une en su propia naturaleza; y exactamente en este mismo sentido un maestro masón (que debería ser también un "Hombre verdadero" si hubiese realizado su iniciación de modo efectivo) "se encuentra siernpre entre la escuadra y el compás". Señalemos también, acerca de esto, uno de los aspectos del simbolismo de la tortuga: la parte inferior del caparazón, que es plana, corresponde a la Tierra, y la superior, que es arqueada en forma de cúpula, corresponde al Cielo; el animal mismo, entre ambas partes, figura al Hombre entre el Cielo y la Tierra, completando así la "Gran Tríada", que desempeña un papel especialmente importante en el simbolismo de las organizaciones iniciáticas taoístas [cf. La Grande Triade, cap. XVI]). Agreguemos en seguida que, si en ésta se considera la construcción íntegra como un "hipogeo", según a veces lo es en efecto, literalmente en ciertos casos y simbólicamente en otros, nos encontramos reconducidos al simbolismo de la caverna como imagen del "cosmos" en conjunto. 457 SFCS EL SIMBOLISMO DE LA CÚPULA

El eje, ya esté figurado materialmente en forma de árbol o de pilar central, ya esté representado por la llama ascendente y la "columna de humo" de Agni en el caso en que el centro del edificio está ocupado por el altar o el hogar (En el caso, ya antes señalado, de una habitación dispuesta en torno de un patio interior a cielo abierto (y sin recibir otra luz que la de ese lado interno), el centro del patio está ocupado a veces por una fuente; ésta representa entonces la "Fuente de Vida", que mana del pie del "Árbol del Medio" (aunque, naturalmente, el árbol pueda no tener allí figufación material)), siempre termina exactamente en la sumidad del domo, e inclusive, a veces, según ya lo hemos señalado, lo atraviesa y se prolonga más allá en forma de mástil, o como el mango del parasol, en otro ejemplo de simbolismo equivalente. Es visible aquí que esa sumidad del domo se identifica con el cubo de la rueda celeste del "carro cósmico"; y, como hemos visto que el centro de esta rueda está ocupado por el sol, resulta que el paso del eje por ese punto representa ese paso "allende el Sol" y a través de él, sobre el cual hemos tratado más arriba. Lo mismo ocurre también cuando, en ausencia de una figuración material del eje, el domo está perforado en su sumidad por una abertura circular (por la cual escapa, en el caso recién recordado, el humo del hogar situado inmediatamente debajo); esa abertura es una representación del disco solar mismo en cuanto "Ojo del Mundo", y por ella se efectúa la salida del "cosmos", según lo hemos explicado en los estudios dedicados al simbolismo de la caverna (Entre los indios de América del Norte, que parecen haber conservado más elementos tradicionales perfectamente reconocibles de lo que generalmente se cree, los diferentes "mundos" se representan a menudo como una serie de cavernas superpuestas, y los seres pasan de uno a otro subiendo a lo largo de un árbol central; naturalmente, nuestro mundo es una de esas cavernas, con el cielo por bóveda). De todos modos, por esa abertura central, y por ella solamente, el ser puede pasar al Brahma-loka [’mundo de Brahma (Principio supremo)’], que es un dominio esencialmente "extracósmico" (A este respecto, cabe referirse a las descripciones del devâ-yâna, del cual el Brahma-Loka es el punto de llegada "más allá del sol" (ver L’Homme et son devenir selon le Vêdânta, cap. XXI)); y ella es también la "puerta estrecha" que, en el simbolismo evangélico, da análogamente acceso al "Reino de Dios" (En el simbolismo del tiro con arco, el centro del blanco tiene igualmente esa significación; sin insistir aquí sobre este asunto, recordaremos solo que la flecha es también un símbolo "axial" y además una de las figuras más frecuentes del "rayo solar". En ciertos casos, se ata un hilo a la flecha, junto con la cual atravesará el blanco; esto recuerda de modo particularmente notable la figura evangélica del "ojo de la aguja", y el símbolo del hilo (sûtra) se encuentra también en el término sûtrâtmâ [el Âtmâ considerado como un hilo que atraviesa el Universo; ver cap. LXI]. [Sobre el simbolismo del tiro con arco, véase el articulo de Coomaraswamy en É. T., octubre-noviembre y diciembre de 1945]). 476 SFCS LA PUERTA ESTRECHA

La correspondencia "microcósmica" de esta "puerta solar" es fácil de descubrir, sobre todo si se recuerda la similitud del domo con el cráneo humano, que hemos mencionado anteriormente ( [Ver cap. XL: "La cúpula y la rueda"]): la sumidad del domo es la "coronilla" de la cabeza, es decir, el punto donde termina la "arteria coronal" sutil o sushumnâ, que está en la prolongación directa del rayo solar llamado análogamente sushumna, y que, inclusive, no es en realidad, al menos virtualmente, sino su porción axial, "intrahumana" si es dado expresarse así. Este punto es el orificio llamado Brahma-randhra, por el cual escapa el espíritu del ser en vías de liberación, cuando se han roto los vínculos que lo unían al compuesto corpóreo y psíquico humano (en tanto que jîvâtmâ) (A esto se refiere, de modo muy neto, el rito de trepanación póstuma, cuya existencia se ha comprobado en muchas sepulturas prehistóricas, y que incluso se ha conservado hasta épocas mucho más recientes entre ciertos pueblos; por otra parte, en la tradición cristiana, la tonsura de los sacerdotes, cuya forma es también la del disco solar y la del "ojo" de la cúpula, se refiere manifiestamente al mismo simbolismo ritual); y va de suyo que esta vía está exclusivamente reservada al caso del ser "cognoscente" (vid-vân), para quien el "eje" se ha identificado efectivamente con el "séptimo rayo", y que desde entonces está presto para salir definitivamente del "cosmos", pasando "allende el Sol". 477 SFCS LA PUERTA ESTRECHA

En apoyo de esta consideración, A. K. Coomaraswamy cita los dos árboles invertidos descriptos por Dante   (Purgatorio, XXII-XXV) como próximos a la cima de la "montaña", o sea inmediatamente debajo del plano donde se sitúa el Paraíso terrestre; mientras que, cuando éste se alcanza, los árboles aparecen restituidos a su posición normal; y así esos árboles, que parecen ser, en realidad, diferentes aspectos del "Árbol" único, "están invertidos solamente por debajo del punto en que ocurre la rectificación y regeneración del hombre". Importa señalar que, si bien el Paraíso terrestre es todavía, efectivamente, una parte del "cosmos", su posición es virtualmente "supracósmica"; podría decirse que representa la "sumidad del ser contingente" (bhavâgra), de modo que su plano se identifica con la "superficie de las Aguas". Con esta superficie, que debe ser considerada esencialmente como un "plano de reflexión", nos vemos reconducidos al simbolismo de la imagen invertida por reflejo, a la cual nos hemos referido al hablar de la analogía; "lo que está arriba", o por sobre la "superficie de las Aguas", es decir, el dominio principal o "supracósmico", se refleja en sentido inverso en "lo que está abajo", o sea debajo de dicha superficie, en el dominio "cósmico"; en otros términos, todo lo que está encima del "plano de reflexión" es recto, todo lo que está debajo es invertido. Por lo tanto, si se supone al árbol erigido por sobre las Aguas, lo que vemos en tanto permanecemos en el "cosmos" es su imagen invertida, con las raíces hacia arriba y las ramas hacia abajo; al contrario, si nos situamos por encima de las Aguas, no vemos ya esa imagen, que entonces está, por así decirlo, bajo nuestros pies, sino la fuente de ella, es decir el árbol real, que, naturalmente, se nos presenta en su posición recta; el árbol es siempre el mismo, pero ha cambiado nuestra posición con respecto a él, y también, por consiguiente, el punto de vista desde el cual lo consideramos. 562 SFCS EL "ÁRBOL DEL MUNDO"

Si se compara con el simbolismo bíblico del Paraíso terrestre, la única diferencia notable a este respecto es que la inmortalidad no está dada por un licor extraído del "Árbol de Vida" sino por su fruto mismo; se trata aquí, pues, de un "alimento de inmortalidad" más bien que de una bebida (Entre los griegos, la "ambrosía", en cuanto se distingue del "néctar", es también un alimento no líquido, aunque su nombre, por otra parte, sea etimológicamente idéntico al del ámrta); pero, en todos los casos, es siempre un producto del árbol o de la planta, y un producto en el cual se encuentra concentrada la savia, que es en cierto modo la "esencia" misma del vegetal (En sánscrito, la palabra rasa significa a la vez ’savia’ y ’esencia’). Es de notar también, por otra parte, que, de todo el simbolismo vegetal del Paraíso terrestre, solo el "Árbol de Vida" subsiste con ese carácter en la descripción de la Jerusalén celeste, mientras que en ella todo el resto del simbolismo es mineral; y ese árbol porta entonces doce frutos, que son los doce "Soles", es decir, el equivalente de los doce Aditya de la tradición hindú, siendo el árbol mismo su naturaleza común, a la unidad de la cual retornan finalmente (Cf. Le Roi du Monde, caps. IV y XI; puede leerse también lo que en el mismo libro decíamos acerca de la "bebida" de inmortalidad y sus diversos "sustitutos" tradicionales (caps. V y VI)); se recordará aquí lo que hemos dicho sobre el árbol considerado como "estación del Sol", y sobre los símbolos que figuran al sol como acudiendo a posarse en el árbol al final de un ciclo. Los Aditya son los hijos de Aditi, y la idea de "indivisibilidad" que este nombre expresa implica evidentemente "indisolubilidad", y por lo tanto "inmortalidad"; Aditi, por lo demás, no carece de relación, en ciertos respectos, con la "esencia vegetativa", por lo mismo que se la considera como "diosa de la tierra" (Cf. A. K. Coomaraswamy, The Inverted Tree, p. 28), al mismo tiempo que es la "madre de los Deva"; y la oposición entre Áditi y Diti, oposición de que procede la existente entre los Deva y los Ásura, puede vincularse, según la misma relación, con la existente entre el "Árbol de Vida" y el "Árbol de Muerte" a que nos hemos referido en un anterior estudio. Esa oposición se encuentra también, por lo demás, en el simbolismo mismo del sol, puesto que éste se identifica también con la "Muerte" (Mrtyu) en cuanto al aspecto según el cual está vuelto hacia el "mundo de abajo" (A este respecto podrían también desarrollarse consideraciones sobre la relación del sol y sus revoluciones con el tiempo (Kâla) que "devora" los seres manifestados), y es al mismo tiempo la "puerta de inmortalidad", de suerte que podría decirse que su otra faz, la que está vuelta hacia el dominio "extracósmico", se identifica con la inmortalidad misma. Esta última observación nos reconduce a lo que antes decíamos acerca del Paraíso terrestre, que es aún, efectivamente, una parte del "cosmos", pero cuya posición es, ’empero, virtualmente "supracósmica": así se explica que pueda alcanzarse allí el fruto del "Árbol de Vida", lo que equivale a decir que el ser llegado al centro de nuestro mundo (o de cualquier otro estado de existencia) ha conquistado ya, por eso mismo, la inmortalidad; y lo que es cierto del Paraíso terrestre lo es también, naturalmente, de la Jerusalén celeste, puesto que uno y otra no son,en definitiva sino los dos aspectos complementarios que presenta una misma realidad según se la considere con respecto al comienzo o al fin de un ciclo cósmico. 577 SFCS EL "ÁRBOL DE VIDA" Y EL LICOR DE INMORTALIDAD

Ahora bien; hay aún otra cosa no menos importante: entre las funciones de un "marco", quizá la principal es mantener en su sitio los diversos elementos que contiene o encierra en su interior, de modo de formar con ellos un todo ordenado, lo cual; como se sabe, es la significación etimológica misma de la palabra "cosmos" (Puede decirse que nuestro mundo está "ordenado", por el conjunto de las determinaciones temporales y espaciales vinculadas con el Zodíaco, por una parte en virtud de la relación directa de éste con el ciclo anual, y por otra, por su correspondencia con las direcciones del espacio (va de suyo que este último punto de vista está también en estrecha relación con el asunto de la orientación tradicional de los edificios)). Ese marco debe, pues, en cierta manera, "ligar" o "unir" esos elementos entre sí, lo que está formalmente expresado por el nombre de "cadena de unión", e inclusive de esto resulta, en lo que a ella concierne, su significación más profunda, pues, como todos los símbolos que se presentan en forma de cadena, cuerda o hilo, se refiere en definitiva al sûtrâtmâ. Nos limitaremos a llamar la atención sobre este punto, sin entrar por esta vez en más amplias explicaciones; pronto tendremos ocasión de volver sobre ello, pues ese carácter aparece más claro todavía en el caso de algunos otros "encuadres" simbólicos que examinaremos en seguida. 679 SFCS LA CADENA DE UNION

En la parábola del grano de mostaza, hay aún un punto que requiere explicación en relación con lo que precede (Señalemos también que el "campo" (kshetra) es, en la terminología hindú, la designación simbólica del dominio en el cual se desarrollan las posibilidades de un ser): se dice que el grano, al desarrollarse, se convierte en árbol; y sabido es que el árbol constituye en todas las tradiciones uno de los principales símbolos del "Eje del Mundo" (Cf. Le Symbolisme de la Croix  , cap. IX). Esta significación conviene perfectamente al caso: el grano es el centro; el árbol que de él brota es el eje, directamente salido de ese centro, y extiende a través de todos los mundos sus ramas, en las cuales vienen a posarse las "aves del cielo", que, como en ciertos textos hindúes, representan los estados superiores del ser. Ese eje invariable, en efecto, es el "soporte divino" de toda existencia; es, como lo enseñan las doctrinas extremo-orientales, la dirección según la cual se ejerce la "Actividad del Cielo", el lugar de manifestación de la "Voluntad del Cielo" (Cf. Le Symbolisrne de la Croix, cap. XXIII. Emplearíamos aquí más bien la expresión "lugar metafísico" por analogía con la de "lugar geométrico" que da un símbolo lo más exacto posible de aquello de que se trata). ¿No es ésta una de las razones por las cuales, en el Padrenuestro, inmediatamente después de este ruego: "Venga a nos el tu reino" (y ciertamente se trata aquí del "Reino de Dios"), sigue este otro: "Hágase tu voluntad en la Tierra como en el Cielo", expresión de la unión "axial" de todos los mundos entre sí y con el Principio divino, de la plena realización de esa armonía total a la cual aludíamos, que no puede cumplirse a menos que todos los seres concierten sus aspiraciones según una dirección única, la del eje mismo? (Es de notar que la palabra "concordia" significa literalmente ’unión de los corazones’ (cum-cordia); en este caso, el corazón se toma como representación de la voluntad, principalmente) "Que todos sean uno; como Tú, Padre, en mí y yo en Ti, que también ellos en nosotros sean uno… Para que sean uno como nosotros somos uno; yo en ellos y tú en mí, para que sean consumados en la unidad" (San Juan, XVII, 21-23). Esta unión perfecta es el verdadero advenimiento del "Reino de Dios", que viene de dentro y se expande hacia afuera, en la plenitud del orden universal, consumación de la manifestación entera y restauración de la integridad del "estado primordial". Es la venida de la "Jerusalén Celeste al fin de los tiempos" (Para vincular más íntimamente esto con lo que acabarnos de decir sobre el simbolismo del árbol, recordaremos también que el "Árbol de Vida" está situado en el centro de la "Jerusalén celeste" (cf. Le Roi du Monde, cap. XI, y Le Symbolisme de la Croix, cap. IX)): "He aquí el Tabernáculo de Dios entre los hombres, y erigirá su tabernáculo entre ellos, y ellos serán su pueblo y el mismo Dios será con ellos (Naturalmente, cabe referirse aquí a lo que decíamos anteriormente sobre la Shejináh y sobre ’Immanû’el). Y enjugará las lágrimas de sus ojos, y la muerte no existirá más…" (Apocalipsis, XXI, 3-4. La "Jerusalén celeste", en cuanto "Centro del Mundo", se identifica efectivamente con la "morada de inmortalidad" (cf. LeRoi du Monde, cap. VII)) "No habrá ya maldición alguna, y el trono de Dios y del Cordero estará en ella [en la Ciudad], y sus siervos le servirán, y verán su rostro, y llevarán Su nombre sobre la frente (Puede verse en esto una alusión al "tercer ojo", el cual tiene la forma de un yod, según lo hemos explicado en nuestro estudio sobre "L’Oeil qui voit tout" (aquí, cap, LXXII: "El Ojo que todo lo ve"]: cuando sean restablecidos en el "estado prirnordial", poseerán efectivamente, y por eso mismo, el "sentido de la eternidad"). No habrá ya noche (La noche se torna aquí, naturalmente, en su sentido inferior, en que se asimila al caos, y es evidente que la perfección del "cosmos" está en oposicion con éste (podría decirse, en el otro extremo de la manifestación), de modo que dicha perfección puede considerarse como un "día" perpetuo) ni tendrán necesidad de luz de antorcha, ni de luz del sol, porque el Señor Dios los alumbrará, y reinarán por los siglos de los siglos" (Apocalipsis, XXII, 3-5. Cf. también ibid., XXI, 23 "Y la ciudad no tiene necesidad de sol ni de luna para que alumbren en ella, porque la gloria de Dios la ilumina y su antorcha es el Cordero". La "gloria de Dios" es también una designación de la Shejináh, cuya manifestación, en efecto, se representa siempre como "Luz" (cf. Le Roi du Monde, cap. III)). 774 SFCS EL GRANO DE MOSTAZA