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SCS: Montaña sagrada

quinta-feira 1º de fevereiro de 2024

  

Hay además cierta conexión entre la rueda y diversos símbolos, florales ( (Véase cap. IX: "Las flores simbólicas" y L: "Los símbolos de la analogía".)); habríamos podido hablar, inclusive, para ciertos casos al menos, de una verdadera equivalencia (Entre otros indicios de esta equivalencia, por lo que se refiere al Medioevo, hemos visto la rueda de ocho rayos y una flor de ocho pétalos figuradas una frente a otra en una misma piedra esculpida encastrada en la fachada de la antigua iglesia de Saint-Mexme de Chinon, piedra que data. muy probablemente de la época carolingia). Si se considera una flor simbólica como el loto, el lirio o la rosa (El lirio tiene seis pétalos; el loto, en las representaciones de tipo más corriente, tiene ocho; las dos formas corresponden, pues, a ruedas de seis y ocho rayos, respectivamente. En cuanto a la rosa, se la figura con número de pétalos variable, que puede modificar su significación o por lo. menos matizarla diversamente. Sobre el simbolismo de la rosa, véase el interesantísimo articulo de L. Charbonneau-Lassay   (Reg., marzo de 1926)) su abrirse representa, entre otras cosas (pues se trata de símbolos de significaciones múltiples), y por una similitud bien comprensible, el desarrollo de la manifestación; ese abrirse es, por lo demás, una irradiación en torno del centro, pues también en este caso se trata de figuras "centradas", y esto es lo que justifica su asimilación a la rueda (En la figura del crisma con rosa, de época merovingia, que ha sido reproducida por L. Charbonneau-Lassay (Reg., marzo de 1926, pág. 298), la rosa central tiene seis pétalos orientados según las ramas del crisma; además, éste está encerrado en un círculo, lo que hace aparecer del modo más neto posible su identidad con la rueda de seis rayos). En la tradición hindú, el Mundo se representa a veces en forma de un loto en cuyo centro se eleva el Meru, la Montaña sagrada que. simboliza al Polo. SFCS  : LA IDEA DEL CENTRO EN LAS TRADICIONES ANTIGUAS

Debe tenerse bien presente que la explicación así propuesta no es en absoluto incompatible con algunas otras, como la de P. Le Cour, quien referiría los tres recintos a los tres círculos de la existencia reconocidos por la tradición céltica; esos tres círculos, que con otra forma se encuentran también en el cristianismo, son, por otra parte, lo mismo que los "tres mundos" de la tradición hindú. En ésta, además, los círculos celestes se representan a veces como otros tantos recintos concéntricos que rodean al Meru, o sea a la Montaña sagrada que simboliza al "Polo" o al "Eje del Mundo", y es ésta también una concordancia de lo más notable. Lejos de excluirse, las dos explicaciones se armonizan a la perfección, y hasta podría decirse que en cierto sentido coinciden, pues, si se trata de iniciación real, sus grados corresponden a otros tantos estados del ser, y estos estados son los que en todas las tradiciones se describen como mundos diferentes, pues debe tenerse muy en cuenta que la "localización" tiene carácter puramente simbólico. Hemos explicado ya, con motivo de Dante  , que los cielos son propiamente "jerarquías espirituales", es decir, grados de iniciación (L’Ésotérisme de Dante, cap. II), y va de suyo que se refieren al mismo tiempo a los grados de la Existencia universal, pues, como decíamos entonces (Ibid., cap. VI), en virtud de la analogía constitutiva del macrocosmo y del microcosmo, el proceso iniciático reproduce rigurosamente el proceso cosmogónico. Agregaremos que, de modo general, lo propio de toda interpretación verdaderamente iniciática es no ser jamás exclusiva, sino, al contrario, comprender sintéticamente en sí todas las demás interpretaciones posibles; por eso el simbolismo, con sus múltiples sentidos superpuestos, es el medio de expresión normal de toda verdadera enseñanza iniciática. SFCS: EL TRIPLE RECINTO DRUÍDICO

Pero lo más notable es que el nombre mismo de la letra qâf es también, en la tradición árabe, el de la Montaña sagrada o polar (Algunos quieren identificar la montaña de Qâf con el Cáucaso (Qâfqâsîyah); si esta asimilación debiera tomarse literalmente, en el sentido geográfico actual, sería ciertamente errónea, pues no se compadecería en modo alguno con lo que se dice de la Montaña sagrada, que no se la puede alcanzar "ni por tierra ni por mar" (lâ bi-l-barr wa-lâ bi-l-bahr); pero ha de hacerse notar que el nombre de "Cáucaso" se aplicó antiguamente a diversas montañas situadas en muy diferentes regiones, lo que da a pensar que bien puede haber sido originariamente una de las designaciones de la Montaña sagrada, de la cual los otros Cáucasos serían solamente entonces otras tantas "localizaciones" secundarias); la pirámide, que es esencialmente una imagen de ésta, lleva, pues, así, por la letra o por el hacha que la sustituye, su propia designación de tal, como para no dejar subsistir duda alguna sobre la significación que conviene reconocerle tradicionalmente. Además, si el símbolo de la montaña o de la pirámide está referido al "Eje del Mundo", su vértice, donde se sitúa dicha letra, se identifica más especialmente con el Polo mismo; pero qâf equivale numéricamente a maqâm (Qâf=100+1+80=181; maqâm=40+100+1+40=181. En hebreo, la misma equivalencia numérica existe entre qôph y maqôm; estas palabras, por lo demás, no difieren de sus correspondientes árabes sino por la sustitución de álif con vav, de lo cual existen muchos otros ejemplos (nâr y nûr, ’àlam y ’ôlam, etc); el total es entonces 186), lo que designa a ese punto como el "Lugar" por excelencia, es decir, el único punto que permanece fijo e invariable en todas las revoluciones del mundo. SFCS: UN JEROGLIFICO DEL POLO

El "betilo" es propiamente la representación del Ômphalos, es decir, un símbolo del "Centro del Mundo", que se identifica, muy naturalmente, con el "habitáculo divino" (Esta designación de "habitáculo divino", en hebreo rnishkán, fue dada también, posteriormente, al Tabernáculo: como lo indica la palabra misma, es la sede de la Shejináh (’Presencia divina’)). Esa piedra podía tener formas diversas, y particularmente la de un pilar; así, dice Jacob: "Y esta piedra que he alzado como pilar será la casa de Dios"; y entre los pueblos célticos ciertos menhires, si no todos, tenían el mismo significado. El Ômphalos podía representarse también con una piedra cónica, como la "piedra negra" de Cibeles, o bien ovoide; el cono recordaba la Montaña sagrada, símbolo del "Polo" o del "Eje del Mundo"; en cuanto a la forma ovoide, se refiere directamente a otro símbolo muy importante, el del "Huevo del Mundo". En todos los casos, el "betilo" era una "piedra profética", una "piedra que habla", es decir una piedra que daba oráculos o junto a la cual se daban oráculos, gracias a los "influjos espirituales" de que era soporte; y el ejemplo del Ômphalos de Delfos es muy característico a este respecto. SFCS: LAS "PIEDRAS DEL RAYO"

Karneîos es el dios del Karn, es decir, del "alto lugar" que simboliza la Montaña sagrada del Polo, y que entre los celtas estaba representado sea por el tumulus, sea por el cairn, o montón de piedras que ha conservado aquel nombre. La piedra, por lo demás, está a menudo en relación directa con el culto de Apolo, como se advierte en particular por el Ómphalos de Delfos y también por el cubo de piedra que servía de altar en Delfos, cuyo, oráculo ordenó duplicarle el volumen; pero, por otro lado, la piedra tenía también una relación particular con Cronos; hay en ello una nueva relación que no podemos más que. indicar de paso, pues es un punto que merecería tratamiento aparte (Se atribuye generalmente a los "betilos", asimilables al Ómphalos, una significación "solar"; pero ésta ha debido superponerse en determinado período a una significación "polar" primitiva, y puede que haya ocurrido lo mismo con Apolo. Notemos además que Apolo está representado como el protector de las fuentes (el Borvo céltico le ha sido asimilado a este respecto); y las fuentes están también en relación con la piedra, que es uno de sus equivalentes en el simbolismo "polar"). SFCS: EL SIMBOLISMO DE LOS CUERNOS