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SCS: Fieles de Amor

quinta-feira 1º de fevereiro de 2024

  

Lo que hace particularmente neto el sentido del símbolo es esto: mientras que el cordel, en cuanto instrumento, es, naturalmente, una simple línea, la "cadena de unión", al contrario, tiene nudos de trecho en trecho (Estos nudos se llaman lacs d’amour (’lazos de amor’); este nombre, así como la forma particular de tales nudos, lleva quizá en cierto sentido la impronta del siglo VXIII, pero puede también que haya en ello un vestigio de algo que se remonta mucho más lejos y que hasta podría vincularse de modo; bastante directo con el simbolismo de los "Fieles de amor"); esos nudos son, o deben ser normalmente, en número de doce (El "Cuadro de la Logia" (Tableau de la Loge), por otra parte de hecho inusitado, que figura encabezando la Maçonnrie occulte de Ragon es manifiestamente incorrecto, tanto por el número de nudos de la "cadena de unión" como por la posición harto extraña y aun inexplicable que se atribuye a los signos zodiacales), y corresponden así, evidentemente, a los signos del Zodíaco (Algunos piensan que esos doce nudos implican, al menos "idealmente", la existencia de igual número de columnas, o sea diez además de las dos columnas de Occidente a las que corresponden las extremidades de la "cadena de unión". Es de notar a este respecto que tal disposición, aunque en forma circular, se encuentra en ciertos monumentos megalíticos cuya relación con el Zodíaco es no menos evidente). En efecto, el Zodíaco, en el interior del cual se mueven los planetas, constituye verdaderamente la envoltura del cosmos, es decir, ese "marco" de que hablábamos antes (Remitiremos una vez más, con respecto a la división zodiacal de las ciudades, al estudio al que nos hemos referido (cap. XIII); conviene advertir, en relación con lo que nos queda por decir aquí, que esta división misma asigna sus respectivos lugares a los diferentes elementos cuya reunión constituye la ciudad. Se encuentra también otro ejemplo de "envoltura" zodiacal en el simbolismo extremo-oriental del Ming-tang, con sus doce aberturas, que hemos explicado en otro lugar (La Grande Triade, cap. XVI)), y es evidente que se trata en realidad, según decíamos, de un "marco celeste". SFCS  : LA CADENA DE UNION

No creemos, pues, acerca de este orden, en "invenciones de los poetas", a las cuales el señor Waite parece dispuesto a conceder gran intervención; tales invenciones, lejos de recaer en lo esencial, no hacen sino disimularlo, deliberadamente o no, envolviéndolo en las apariencias engañosas de una "ficción" cualquiera; y a veces éstas lo disimulan demasiado bien, pues, cuando se tornan demasiado invasoras, acaba por resultar casi imposible descubrir el sentido profundo y original; ¿no fue así cómo, entre los griegos, el simbolismo degeneró en "mitología"? Este peligro es de temer sobre todo cuando el poeta mismo no tiene conciencia del valor real de los símbolos, pues es evidente que puede darse este caso; el apólogo del "asno portador de reliquias" se aplica aquí como en muchas otras cosas; y el poeta, entonces, desempeñará, en suma, un papel análogo al del pueblo profano que conserva y transmite sin saberlo datos iniciáticos, según decíamos más arriba. La cuestión se plantea muy particularmente aquí: los autores de las novelas del Graal ¿estuvieron en este último caso, o, al contrario, eran conscientes, en mayor o menor grado, del sentido profundo de lo que expresaban? Por cierto, no es fácil responder con certeza, pues, también aquí, las apariencias pueden engañar: frente a una mezcla de elementos insignificantes e incoherentes, uno está tentado de pensar que el autor no sabía de qué hablaba; empero, no es forzosamente así, pues ha ocurrido a menudo que las oscuridades y aun las contradicciones sean enteramente deliberadas y que los detalles inútiles tengan expresamente por finalidad extraviar la atención de los profanos, de la misma manera que un símbolo puede estar intencionalmente disimulado en un motivo más o menos complicado de ornamentación; en la Edad Media sobre todo, los ejemplos de este género abundan, aunque más no fuera en Dante   y los "Fieles de Amor". El hecho de que el sentido superior se hace menos transparente en Chrestien de Troyes, por ejemplo, que en Robert de Borron, no prueba, pues, necesariamente que el primero haya sido menos consciente del sentido simbólico que el segundo; aún menos debería concluirse que ese sentido esté ausente de sus escritos, lo cual representaría un error comparable al que consiste en atribuir a los antiguos alquimistas preocupaciones de orden únicamente material por la sola razón de que no hayan juzgado propio escribir literalmente que su ciencia era en realidad de naturaleza espiritual (Si el señor Waite cree, según parece, que ciertas cosas son demasiado "materiales" para resultar compatibles con la existencia de un sentido superior en los textos donde se encuentran, podríamos preguntarle qué piensa. por ejemplo, de Rabelais   o de Boccaccio). Además, el asunto de la "iniciación" de los autores de esas novelas quizá tenga menos importancia de lo que podría creerse a primera vista, pues de todas maneras eso no hace cambiar nada a las apariencias bajo las cuales se presenta el tema; desde que se trata de una "exteriorización" de datos esotéricos, pero no en modo alguno de una "vulgarización", es fácil de comprender que deba ser así. Iremos más lejos: inclusive un profano puede, para tal "exteriorización", haber servido de "portavoz" a una organización iniciática, que lo haya escogido a tal efecto simplemente por sus cualidades de poeta o escritor, o por cualquier otra razón contingente. Dante escribía con perfecto conocimiento de causa; Chrestien de Troyes, Robert de Boron y muchos otros fueron probablemente mucho menos conscientes de lo que expresaban, y quizá, incluso, algunos de ellos no lo fueron en absoluto; pero poco importa en el fondo, pues, si había tras ellos una organización iniciática, cualquiera que ésta fuera, el peligro de una deformación debida a la incomprensión de ellos quedaba por eso mismo descartado, ya que tal organización podía dirigirlos constantemente sin que ellos lo supieran, sea por medio de algunos de sus miembros que les proveían de los elementos que elaborar, sea por sugerencias o influjos de otro género, más sutiles y menos "tangibles" pero no por eso menos reales ni eficaces. Se comprenderá sin dificultad que esto nada tiene que ver con la llamada "inspiración" poética tal como la entienden los modernos, y que no es sino pura y simple imaginación, ni con la "literatura" en el sentido profano del término, y agregaremos en seguida que no se trata tampoco de "misticismo"; pero este último punto toca directamente a otras cuestiones, que debemos encarar ahora de modo más especial. SFCS: EL SANTO GRAAL

Con esta misma explicación, el sentido de las cuatro rectas dispuestas en forma de cruz que vinculan los tres recintos se hace inmediatamente bien claro: son por cierto canales, por medio de los cuales la enseñanza de la doctrina tradicional se comunica de arriba abajo, a partir del grado supremo que es su depositario, y se reparte jerárquicamente a los demás grados. La parte central de la figura corresponde, pues, a la "fuente de enseñanza" de que hablan Dante y los "Fieles de Amor" (Véase nuestro artículo en V. I., febrero de 1929), y la disposición crucial de los cuatro canales que parten de ella los identifica con los cuatro ríos del Pardés. SFCS: EL TRIPLE RECINTO DRUÍDICO

Esto no significa, empero, que todo vínculo haya sido cortado de una vez por todas; durante bastante tiempo pudieron haberse mantenido relaciones en cierta medida, pero solo de una manera oculta, por intermedio de organizaciones como la Fede Santa o los "Fieles de Amor", como la "Massenie del Santo Graal", y sin duda muchas otras, todas herederas del espíritu de la Orden del Temple, y en su mayoría vinculadas con ella por una filiación más o menos directa. Aquellos que conservaron vivo este espíritu y que inspiraron tales organizaciones sin constituirse nunca ellos mismos en ninguna agrupación definida, fueron aquellos a quienes se llamó, con un nombre esencialmente simbólico, los Rosacruces; pero llegó un día en que los Rosacruces mismos debieron abandonar Occidente, donde las condiciones se habían hecho tales que su acción no podía ejercerse ya, y, se dice, se retiraron entonces a Asia, reabsorbidos en cierto modo hacia el Centro supremo, del cual eran como una emanación. Para el mundo occidental, ya no hay "Tierra Santa" que guardar, puesto que el camino que a ella conduce se ha perdido ya enteramente; ¿cuánto tiempo todavía durará esta situación, y cabe siquiera esperar que la comunicación pueda ser restablecida tarde o temprano? Es ésta una pregunta a la cual no nos corresponde dar respuesta; aparte de que no queremos arriesgar ninguna predicción, la solución no depende sino de Occidente mismo, pues solo retornando a condiciones normales y recobrando el espíritu de su tradición, si le queda aún la posibilidad, podrá ver abrirse de nuevo la vía que conduce al "Centro del Mundo". SFCS: LOS GUARDIANES DE TIERRA SANTA

Volviendo a Kâla, la figuración heterogénea conocida en Java con el nombre de Kâla-mákara, en la cual los rasgos del Mákara se combinan con los del león, tiene también una significación esencialmente solar, y a la vez, por su aspecto de Mákara, se refiere más precisamente al simbolismo de Váruna. En cuanto éste se identifica con Mrtyu o con Yama (Ver "Le ’trou de l’aiguille’" (aquí, cap. LV: "El ’ojo de la aguja’")), el Mákara es el cocodrilo (çiçumâra o çimçumârî) de fauces abiertas que se sostiene "contra la corriente" y representa la vía única por la cual todo ser ha de pasar necesariamente, presentándose así como el "guardián de la Puerta" que aquél debe franquear para liberarse de las condiciones limitativas (simbolizadas también por el pâça de Váruna) que le retienen en el dominio de la existencia contingente y manifestada (Ver "Le passage des eaux" (aquí, cap. LVI: "El paso de las aguas"). Este cocodrilo es el Ammit de los antiguos egipcios, monstruo que aguarda el resultado de la "psicostasis" o "pesada de las almas" para devorar a quienes no hayan pasado satisfactoriamente esta prueba. Es también el mismo cocodrilo que, abiertas las fauces, acecha al "loco" del vigésimo primer arcano del Tarot  ; el "loco" se interpreta generalmente como la imagen del profano que no sabe de dónde viene ni adónde va, y marcha ciegamente sin conciencia del abismo al cual está a punto de precipitarse). Por otra parte, el Mákara es, en el Zodíaco hindú, el signo de Capricornio, es decir, la "puerta de los Dioses" (Ver "Quelques aspects du symbolisme du poisson" (aqui, cap. XXII: "Algunos aspectos del simbolismo del pez"). En lugar del aspecto de cocodrilo "devorador", el Mákara reviste entonces el aspecto del delfín "salvador"); tiene, pues, dos aspectos aparentemente opuestos, "benéfico" y "maléfico", si se quiere, que corresponden también a la dualidad de Mitra y Váruna (reunidos en pareja indisoluble bajo la forma dual Mitrâvárunau), o a la del "Sol diurno" y el "Sol nocturno", lo cual equivale a decir que, según el estado al cual ha llegado el ser que se presenta ante él, su boca es para éste la "puerta de la Liberación" o las "fauces de la Muerte" (A la dualidad Mitrâvárunau corresponde, en ciertas tradiciones, la asociación de los símbolos del Amor y la Muerte, que hemos tenido ocasiosn de señalar con respecto a los "Fieles de Amor". Esa misma dualidad es también, en cierto sentido, la de los "dos hemisferios" a que se refiere en particular el simbolismo de los Dioscuros (ver "La double spirale" (cap. V de La Grande Triade))). SFCS: "KÁLA-MUKHA"

Es fácil comprender, en efecto, que ciertos términos tomados del orden de la afectividad sean susceptibles, lo mismo que otros, de transponerse analógicamente a un orden superior, pues todas las cosas tienen efectivamente, además de su sentido inmediato y literal, un valor de símbolos con respecto a realidades más profundas; y es manifiestamente así, en particular, cada vez que se habla de amor en las doctrinas tradicionales. Inclusive entre los místicos, pese a ciertas confusiones inevitables, el lenguaje afectivo aparece sobre todo como un modo de expresión simbólica, pues, cualquiera fuere en ellos la incontestable parte de sentimiento en el sentido ordinario de esta palabra, es empero inadmisible, por mucho que digan los psicólogos modernos, que no haya allí sino emociones y afecciones puramente humanas referidas tal cual a un objeto sobrehumano. Con todo, la transposición se hace aún mucho más evidente cuando se verifica que las aplicaciones tradicionales de la idea de amor no se limitan al dominio exotérico, y.sobre todo religioso, sino que se extienden igualmente al dominio esotérico e iniciático; así ocurre, particularmente, en las numerosas ramas o escuelas del esoterismo islámico  , lo mismo que en ciertas doctrinas del Medioevo occidental, especialmente las tradiciones propias de las Ordenes de caballería (Sabido es que la base principal de estas tradiciones era el Evangelio de San Juan: "Dios es Amor" dice San Juan, lo que sin duda no puede comprenderse sino por la transposición de que aquí hablamos; y el grito de guerra de los Templarios era: "Vive Dios Santo Amor"), y también la doctrina iniciática, por lo demás conexa, que ha encontrado su expresión en Dante y los "Fieles de Amor". Agregaremos que la distinción entre inteligencia y amor, así entendida, tiene su correspondencia en la tradición hindú en la distinción entre el Jñânamârga (’vía del conocimiento’) y el Bhakti-mârga (’vía de la devoción’); la alusión que acabamos de hacer a las órdenes de caballería indica, por otra parte, que la vía del amor es más particularmente apta para los kshátriya, mientras que la vía de la inteligencia o del conocimiento es, naturalmente, la que conviene sobre todo a los brahmanes; pero, en definitiva, no se trata sino de una diferencia que se refiere solo al modo de encarar el Principio, en conformidad con la diferencia de las naturalezas individuales, y que no afecta en modo alguno a la indivisible unidad del Principio mismo. SFCS: EL CORAZON IRRADIANTE Y EL CORAZÓN EN LLAMAS