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Obras: sonidos

quinta-feira 1º de fevereiro de 2024

  

Para la ortodoxia musulmana, el Corán se presenta no sólo como la Palabra increada de Dios - que se expresa, sin embargo, a través de elementos creados, como las palabras, los sonidos, las letras-, sino también como el modelo por excelencia de la perfección del lenguaje. Visto desde fuera, este libro aparece, no obstante, aparte la última cuarta parte aproximadamente, cuya forma es altamente poética -pero sin ser poesía-, como un conjunto más o menos incoherente, y a veces ininteligible a primera vista, de sentencias y relatos. El lector no advertido, ya lea el texto en una traducción o en árabe, topa con oscuridades, repeticiones, tautologías, y también, en la mayoría de las suras largas, con una especie de sequedad, sin tener al menos la «consolación sensible» de la belleza sonora que se desprende de la lectura ritual y salmodiada. Pero éstas son dificultades que se encuentran en un grado o en otro en la mayoría de las Escrituras sagradas (3). La aparente incoherencia de estos textos (4) -como el «Cantar de los Cantares» o ciertos pasajes de San Pablo  - tiene siempre la misma causa, a saber, la desproporción inconmensurable entre el Espíritu, por una parte, y los recursos limitados del lenguaje humano, por otra: es como si el lenguaje coagulado y pobre de los mortales se rompiera, bajo la formidable presión de la Palabra celestial, en mil pedazos, o como si Dios, para expresar mil verdades, sólo dispusiera de una decena de palabras, lo que le obligaría a alusiones preñadas de sentido, a elipsis, reducciones, síntesis simbólicas. Una Escritura sagrada -y no olvidemos que para el Cristianismo esta Escritura no es únicamente el Evangelio, sino la Biblia   entera con todos sus enigmas y sus apariencias de escándalo-, una Escritura sagrada, decimos, es una totalidad, es una imagen diversificada del Ser, diversificada y transfigurada, con vistas al receptáculo humano; es una luz que quiere hacerse visible a la arcilla, o que quiere tomar la forma de ésta; o aun, es una verdad que, debiendo dirigirse a seres hechos de arcilla o de ignorancia, no tiene otro medio de expresión que la substancia misma del error natural del que nuestra alma está hecha (5). 763 CI 2

(20). Estos son los dos "pesos" o "especies pesadas" (al-thaqalán) de los que habla el Corán (Sura del Misericordioso, 31). Los hombres están creados de "barro" (tin), es decir, de materia, y los jinn de «fuego», de substancia inmaterial o anímica, "sutil" (sukshma) como dirían los hindúes. Los Ángeles, por su parte, están creados de "luz" (nûr), de substancia informal; sus diferencias son comparables a las de los colores, los sonidos o los perfumes, no de las formas, que les parecen petrificaciones y fragmentaciones. 1262 CI 3

Así, el pensamiento del blanco - ya sea occidental u oriental - es incisivo y agitado, como sus idiomas y los rasgos de su rostro; tiene algo de «auditivo», si se puede decir así, mientras que el del amarillo posee un carácter más o menos «visual» (NA: La escritura china, que es la más importante entre los amarillos y que ha sido concebida por ellos solos, es esencialmente «visual» y no «auditiva», transmite imágenes y no sonidos.) y opera mediante toques discontinuos. El espíritu extremo-oriental tiene un estilo a la vez estático y aéreo, compensa su concisión con su cualidad simbolista, y su sequedad con su delicadeza intuitiva. Las lenguas de los blancos - hamitosemíticas, así como arias - son flexionales, proceden con arabescos mentales, de dónde las frases largas, cargadas e incisivas; las lenguas de los amarillos, ya sean aglutinantes o monosilábicas, desdeñan lo que nosotros llamamos «elocuencia», en ellas la expresión es sobria y a menudo elíptica; la belleza es lírica más que dramática, pues el amarillo vive en la naturaleza - visible y espacial - más bien que en lo humano y lo temporal; su poesía está anclada en la naturaleza virgen y no tiene nada de prometeico (NA: Los partidarios de la frase corta querrían tratar nuestras lenguas morfológicas como si fueran chino. La frase corta tiene, sin duda, su lugar legítimo en las lenguas de la raza blanca, pero el modo de expresión habitual de éstas es la frase compleja: en árabe, un libro es teóricamente una sola frase. La frase, para el blanco, es un haz de pensamientos agrupados alrededor de una idea central; para el amarillo, que se exterioriza menos, es una «sugerencia», un «golpe de gong». Es evidente que los blancos que hablan lenguas mongólicas - finlandeses, magiares y turcos - las utilizan de un modo distinto del que lo hicieron sus antepasados todavía mongoloides.). 1828 CASTAS Y RAZAS: EL SENTIDO DE LAS RAZAS

El héroe japonés - a pesar de las analogías evidentes o eventuales con el caballero occidental (NA: A veces se dice que los japoneses tienen el «alma europea», lo que es tan falso como pretender que los rusos tienen el «alma asiática»; si el espíritu nipón fuera occidental, el Mahâyâna no hubiera podido implantarse en él, y todavía menos conservarse intacto; lo mismo para el arte budista, que ha encontrado en el Japón una de sus expresiones más altamente espirituales.) - conserva el laconismo del alma mongólica compensándolo a la vez con un lirismo ciertamente emocionante, pero de carácter más bien visual que auditivo, y siempre inspirado por la naturaleza. El samurai es breve y sutil, y no olvida, en la sublimidad, el sentido práctico ni la cortesía; tiene impetuosidad, fría disciplina y una delicadeza a la vez de artista y de contemplativo zen; el teatro clásico nos lo presenta como una suerte de insecto celestial cuyos sorprendentes arranques y rigideces hieráticos nos alejan singularmente del héroe griego o shakespeariano. En el alma del amarillo, que es muy poco declamatoria, las pequeñas cosas revelan su secreta grandeza: una flor, una taza de té, una pincelada precisa y transparente; la grandeza preexiste en las cosas, en su verdad primera. Es lo que expresa, también, la música de Extremo Oriente: sonidos delicados que gotean como la espuma de una cascada solitaria, en una suerte de melancolía matinal; golpes de gong que son como el estremecimiento de una montaña de bronce; melopeas que surgen de las intimidades de la naturaleza, pero también de lo sagrado, de la danza grave y dorada de los dioses. 1864 CASTAS Y RAZAS: EL SENTIDO DE LAS RAZAS

Ha habido muchas especulaciones sobre el problema de saber cómo el sabio -el «gnóstico» (Siempre empleamos esta palabra en el sentido etimológico, sin tener en cuenta todo lo que puede llamarse «gnosticismo  » históricamente. La Gnosis es lo que tenemos presente y no sus desviaciones pseudorreligiosas.) o el jn  ânî -«ve» el mundo fenoménico, y los ocultistas de todo género no se han privado de emitir las teorías más fantásticas sobre la «clarividencia» y el «tercer ojo»; en realidad, la diferencia entre la visión ordinaria y aquella de la que goza el sabio o el gnóstico sin duda alguna no es de orden sensorial. El sabio ve las cosas en su contexto total, y por tanto en su relatividad y en su transparencia metafísica a la vez; no las percibe como si fuesen físicamente diáfanas o dotadas de sonidos místicos o con un aura visible, aunque a veces se pueda describir su visión por medio de imágenes semejantes. Si vemos ante nosotros un paisaje y sabemos que es un espejismo -incluso si el ojo no lo percibe-, lo miramos de otro modo que si fuese un paisaje real; una estrella nos hace otra impresión que una luciérnaga, aun cuando las circunstancias ópticas sean tales que la sensación sea la misma para el ojo; el sol nos llenaría de espanto si no se pusiese (No es sin razón que los védicos llaman a la ignorancia «tomar una cuerda por una serpiente».); de este modo es como la visión espiritual de las cosas se distingue mediante la percepción concreta de las relaciones universales y no por un carácter sensorial particular. El «tercer ojo» es la facultad de ver los fenómenos sub specie aeternitatis y por ello en una especie de simultaneidad; a ello se añaden a menudo por la fuerza de las cosas intuiciones sobre las modalidades prácticamente imperceptibles. 5059 Sobre los mundos antiguos: EL HOMBRE EN EL UNIVERSO LA VÍA DE LA UNIDAD