Página inicial > Frithjof Schuon > Obras: mano

Obras: mano

quinta-feira 1º de fevereiro de 2024

  

Hay un hadîth que muestra la compatibilidad entre el punto de vista espiritual afirmado por Cristo y el punto de vista social que es el de la Ley mosaica: se lleva al primer ladrón de la comunidad musulmana delante del Profeta para que le fuese cortada la mano según la Ley coránica; pero el Profeta palidece. Le preguntan: «¿Tienes algo que objetar?» El respondió: «¡Cómo no iba a tener nada que objetar! ¿Debo ayudar a Satán en la enemistad contra mis hermanos? Si vosotros queréis que Dios os perdone vuestro pecado y lo disculpe, también vosotros debéis disculpar el pecado de las gentes. Porque una vez que el pecador ha sido llevado ante el monarca, el castigo debe ser cumplido.»), y no tiene sentido más que a título de actitud espiritual; sólo el hombre espiritual se sitúa resueltamente más allá del encadenamiento lógico de las relaciones individuales, porque para ello la participación en la corriente de estas reacciones equivale a una decadencia, al menos cuando esta participación compromete la parte central o alma del individuo, y no cuando ella sigue siendo el acto exterior e impersonal de justicia que la Ley mosaica tenía a la vista; pero precisamente al no ser ya comprendido este carácter impersonal de la ley del talión, y ser reemplazado por las pasiones, Cristo debía expresar una verdad espiritual que, no queriendo condenar más que la pretensión, parecía condenar la Ley misma. Lo que acabamos de decir aparece bien visiblemente en la respuesta de Cristo a los que querían lapidar a la mujer adúltera, quienes, en lugar de actuar impersonalmente en nombre de la Ley, querían actuar personalmente en nombre de su hipocresía; Cristo no se situaba, pues, en el punto de vista de la Ley, sino en el de las realidades interiores, suprasociales, espirituales; y éste fue también su punto de vista respecto al divorcio. Lo que, en la enseñanza de Cristo, pone quizá más claramente en evidencia el carácter puramente espiritual, luego suprasocial y extramoral, de la doctrina crística, son las siguientes palabras: «Si alguno viene a mí y no aborrece a su padre, a su madre, a su mujer, a sus hijos, a sus hermanos, a sus hermanas y aun su propia vida, no puede ser mi discípulo» (NA: Lc  . 14, 26); es de toda evidencia imposible oponer tal enseñanza a la Ley mosaica. 437 DE LA UNIDAD TRASCENDENTE DE LAS RELIGIONES: VIII

«Dios habla sucintamente», como dicen los rabinos, y esto explica también las elipsis audaces, incomprensibles a primera vista, al igual que las superposiciones de sentidos, que se encuentran en las Revelaciones (6); además, y éste es un principio crucial, la verdad está, para Dios, en la eficacia espiritual o social de la palabra o del símbolo, no en la exactitud del hecho cuando ésta es psicológicamente inoperante o incluso nociva; Dios quiere salvar antes que informar, pone la mira en la sabiduría y la inmortalidad y no en el saber exterior, y menos aún en la curiosidad. Cristo llamó a su cuerpo «el Templo», lo cual puede sorprender cuando se piensa que esta palabra designaba a priori, y aparentemente con mayor razón, un edificio de piedra; pero el templo de piedra era mucho menos que Cristo receptáculo del Dios vivo -puesto que Cristo había venido- y en realidad el nombre «Templo» correspondía con mayor razón a Cristo que al edificio hecho de mano del hombre. Diremos incluso que el Templo, el de Salomón lo mismo que el de Herodes, era la imagen del cuerpo de Cristo, pues la sucesión temporal no interviene para Dios. Así es cómo las Escrituras sagradas desplazan a veces palabras e incluso hechos en función de una verdad superior que a los hombres se les escapa. Pero no sólo existen las dificultades intrínsecas de los libros revelados, existen también su lejanía en el tiempo y las diferencias de mentalidad de las distintas épocas, o, digamos, la desigualdad cualitativa de las fases del ciclo humano; en el origen   -se trate de la época de los Rishis o de la de Muhammad  - el lenguaje era diferente de lo que es en nuestros días; las palabras no estaban gastadas, contenían infinitamente más de lo que podemos adivinar; muchas cosas que eran evidentes para el lector antiguo podían silenciarse, pero tuvieron que ser expresamente explicadas -y no «añadidas»- en una época posterior (7). 765 CI 2

Según la tradición judía, no es la forma literal de las Escrituras sagradas lo que tiene fuerza de ley, sino únicamente sus comentarios ortodoxos. La Tora está «cerrada», no se entrega por sí misma; son los sabios los que la «abren»; es la propia naturaleza de la Tora la que exige desde el origen el comentario, la Mischna. Se dice que ésta fue dada en el Tabernáculo, cuando Josué la transmitió al Sanedrín; con ello el Sanedrín fue consagrado, y por consiguiente está instituido por Dios, como la Tora y al mismo tiempo que ella. Y esto es importante: el comentario oral que Moisés recibió en el Sinaí y transmitió a Josué se perdió en parte y tuvo que ser reconstituido por los sabios sobre la base de la Tora. Esto muestra claramente que la gnosis implica una continuidad a la vez «horizontal» y «vertical», o mejor, que acompaña a la Ley escrita de una manera a la vez «horizontal» y continua y «vertical» y discontinua. Los secretos han pasado de mano en mano, pero la chispa puede saltar en cualquier momento al solo contacto con el Texto revelado, en función de determinado receptáculo humano y de los imponderables del Espíritu Santo. Se dice también que Dios dio la Tora durante el día y la Mischna durante la noche (9); o también, que la Tora es infinita en sí misma, mientras que la Mischna es inagotable por su movimiento en el tiempo; añadiremos que la Tora es como el océano, que es estático e inagotable, y la Misclina como un río, que está siempre en movimiento. Todo esto se aplica, mutatis mutandis, a toda Revelación y también, particularmente, al Islam. 769 CI 2

No hay en esta llamada ningún egoísmo, desde el momento en que la oración pura es la forma más íntima y mas preciosa del don de sí. (53) El hombre vulgar está en el mundo para recibir, e incluso si da limosna roba a Allâh -y se roba a sí mismo- en la medida en que cree que su don es todo lo que Allâh y el prójimo pueden pedirle; al dejar «que la mano izquierda sepa lo que hace la derecha» siempre espera algo de su ambiente, consciente o inconscientemente. Hay que adquirir la costumbre del don interior, sin el cual todas las limosnas no son dones mas que a medias; y lo que se da a Allâh se da por esto mismo a todos los hombres. 1471 CI 5

En el arte chino - prescindiendo de las influencias hindúes en el arte búdico -, todo parece derivar, por una parte, de la escritura, que tiene carácter sagrado, y, por otra parte, de la naturaleza, que es sagrada igualmente y que se observa amorosamente en cuanto revelación permanente de los Principios universales; ciertas materias y técnicas - bronce, papel, tinta china, laca, seda, bambú, porcelana -, contribuyen a la originalidad de este arte y determinan sus diversos modos. La conexión entre la caligrafía y la pintura es íntima y decisiva, y, por lo demás, existe también en el arte egipcio: la escritura es una pintura - los amarillos trazan los caracteres con un pincel -, y la pintura tiene algo de escritura; el ojo y la mano conservan los mismos reflejos. De la pintura confuciana, podríamos decir que no es ni esencialmente sagrada, ni del todo profana; su intención es moralizadora, en un sentido muy amplio; tiende a representar la inocencia «objetiva» de las cosas, no su realidad «interior». El paisaje taoísta, por su parte, exterioriza una metafísica y un estado contemplativo: no surge del espacio, sino del «vacío»; su tema es esencialmente «la montaña» y «el agua», que combina con intenciones cosmológicas y metafísicas. Es una de las formas más poderosamente originales del arte sagrado; en cierto sentido, se sitúa en los antípodas del arte hindú, cuyo principio de expresión es la precisión y el ritmo, y no la sutilidad etérea de una contemplación hecha de imponderables. No es asombroso que el budismo Chan   (NA: el Zen japonés), con su carácter a la vez inarticulado y matizado, haya encontrado en el arte taoísta un medio de expresión congenial (NA: Al hablar de arte chino, queremos decir igualmente el arte japonés, que es una rama muy original de dicho arte, y cuyo genio propio está hecho de sobriedad, audacia, elegancia e intuición contemplativa. La casa japonesa combina la nobleza natural de los materiales y la simplicidad de las formas con sumo refinamiento artístico, lo cual hace de ella una de las manifestaciones más originales del arte a secas.). 1960 CASTAS Y RAZAS: PRINCIPIOS Y CRITERIOS DEL ARTE UNIVERSAL

Y esto indica que el pentagrama es una imagen del hombre, pero también, y a priori, una imagen del Prototipo divino. En éste, la «Mano derecha» (NA: «Sur»: Dulzura) se abre; la «Mano izquierda» (NA: «Norte»: Rigor) se cierra; el «Pie derecho» (NA: «Este»: Actividad) se aproxima; el «Pie izquierdo» (NA: «Oeste»: Pasividad) se aleja. En el hombre, la mano derecha - siempre hablando simbólicamente - realiza el bien; la mano izquierda evita o impide el mal; el pie derecho acerca a Dios; el pie izquierdo aleja del mundo. Más fundamentalmente, y dando a las dos perfecciones pasivas el sentido positivo que implican en primer lugar - porque «Mi Clemencia ha precedido a mi Cólera»- diremos que la Mano izquierda de Dios se refiere a la Pureza, luego también a la purificación del hombre, mientras que el Pie izquierdo se refiere a la Inmovilidad - y el hombre que reza se mantiene de pie delante de Dios -, por consiguiente, a la Paz y también a la paciencia y a la gratitud. 2492 El esoterismo como principio y como vía: I NÚMEROS HIPOSTÁTICOS Y CÓSMICOS

Los semitas reprochan a los iconódulos el que adoren la madera, la piedra o el metal y a imágenes hechas por el hombre; tienen razón cuando hablan de su propio paganismo pasado o presente, o del de su entorno pagano habitual, pero no cuando engloban en su reprobación a los iconódulos cristianos o asiáticos. Las imágenes sagradas de éstos, precisamente, no están hechas por la mano del hombre; los cristianos lo expresan atribuyendo el primer icono a un ángel, con o sin la participación de San Lucas. En cuanto a la materia inerte que los idólatras parecen adorar - en realidad contiene un poder mágico - deja de ser inerte en el arte sagrado, puesto que está habitada por una presencia celestial o divina; la imagen sagrada es creada por Dios y está santificada y como vivificada por su presencia. 3494 El esoterismo como principio y como vía: III LOS GRADOS DEL ARTE

Aproximándose y alejándose a pasos menudos del árbol central sin volverle la espalda en ningún momento, el danzante sagrado agita en cada mano un plumón de águila, soplando a la vez, y al mismo ritmo, en el silbato de hueso de águila que sostiene en la boca; el estridente y plañidero sonido que de esta forma se produce hace las veces de plegaria o de invocación; hace pensar en el grito del águila elevándose en la inmensa soledad del espacio en dirección al sol. Toda la danza es acompañada por el canto de un grupo de hombres sentados alrededor de un gran tambor, que golpean con vehemencia a ritmo acelerado, subrayando así el carácter viril de su melopea, canto de victoria y, al mismo tiempo, de nostalgia, victoria sobre los límites humanos y nostalgia de la ilimitación celestial (NA: Victoria al menos simbólica, sacrificial y por lo mismo virtual; pero igualmente victoria real desde un cierto punto de vista humano. La victoria efectiva es un don del Cielo y no una proeza del hombre.). La salida del sol da lugar a un rito particular: los danzantes miran hacia el sol naciente y lo saludan, cantando, con los dos brazos tendidos hacia él, a fin de penetrarse del «Poder solar». 3730 El esoterismo como principio y como vía: III LA DANZA DEL SOL

Para los mundos tradicionales situarse en el espacio y el tiempo significa, respectivamente, colocarse dentro de una cosmología y una escatología; el tiempo no tiene sentido más que por la perfección del origen que se trata de mantener y con vistas al estallido final que nos proyecte casi sin transición a los pies de Dios. Si en el tiempo a veces hay despliegues que se podrían tomar por progresos si se les aislase del conjunto -en la formulación doctrinal por ejemplo o sobre todo en el arte que tiene necesidad del tiempo y de la experiencia para madurar-, nunca es porque la tradición se suponga que llegue a ser diferente o mejor, sino por el contrario, porque quiere permanecer ella misma de modo completo o «llegar a ser lo que es», o con otras palabras: porque la humanidad tradicional quiere manifestar o exteriorizar en un cierto plano lo que lleva en sí misma y corre el riesgo de perder, aumentando este peligro con el desarrollo del ciclo que forzosamente conduce a la decadencia y al Juicio. Es, en suma, toda nuestra creciente debilidad y con ella el riesgo del olvido y la traición, lo que nos obliga a exteriorizar o hacer explícito lo que en el origen estaba incluido en una perfección interior e implícita; San Pablo   no tenía necesidad ni del tomismo ni de las catedrales, pues todas las profundidades y todos los esplendores se encontraban en sí mismo y a su alrededor en la santidad de la comunidad primitiva. Y esto, lejos de sostener a los iconoclastas de cualquier género, se vuelve perfectamente contra ellos: las épocas más o menos tardías -y la Edad Media era una de ellas- tienen necesidad de una manera imperiosa de las exteriorizaciones y desarrollos, exactamente como el agua de una fuente, a fin de no perderse en el curso de su camino, necesita un canal hecho por la naturaleza o la mano del hombre; y al igual que el canal no transforma el agua ni se supone lo haga -pues ningún agua es mejor que el agua del manantial-, las exteriorizaciones y desarrollos del patrimonio espiritual están, no para alterar este último, sino para transmitirlo de la manera más íntegra y eficaz posible. 4591 Sobre los mundos antiguos: MIRADAS SOBRE LOS MUNDOS ANTIGUOS LA VÍA DE LA UNIDAD

Sin embargo, los malentendidos fueron profundos y es fácil de comprender si se tienen en cuenta las divergencias de perspectivas. Para los helenistas el Principio divino es uno y múltiple a la vez; los dioses personifican las cualidades y funciones divinas al mismo tiempo que las prolongaciones angélicas de estas cualidades o funciones; la idea de inmanencia predomina sobre la de trascendencia, por lo menos en el exoterismo. El universo es un orden arquitectónico, como si dijéramos, que se despliega a partir del Principio supremo a través de intermediarios -o jerarquías de intermediarios- y llega hasta las criaturas terrestres; todos los principios cósmicos y sus rayos son divinos, o semidivinos, lo que equivale a decir que son contemplados desde el aspecto de su divinidad esencial y funcional. Si Dios nos da vida, calor y luz, lo hace a través de Helios o en calidad de éste; el sol es como la mano de Dios, es pues divino; y como lo es en principio, ¿por qué no lo sería en su manifestación sensible? Esta manera de ver se funda en la continuidad esencial entre la Causa y el efecto y no sobre la discontinuidad o accidentalidad existencial; al ser el mundo la manifestación necesaria -y estrictamente ordenada- de la Divinidad, es eterna como ésta; para Dios, es una manera de desplegarse «fuera de Sí mismo»; esta eternidad no significa que el mundo no pueda sufrir eclipses, pero si los padece inevitablemente -como todas las mitologías lo enseñan-, es para resurgir según un ritmo eterno; por lo tanto, no puede dejar de ser. La propia absolutidad del Absoluto exige la relatividad; Maya es «sin origen», dicen los védicos. No hay «creación gratuita» y ex nihilo; hay manifestación necesaria ex divino y esta manifestación es libre en el marco de su necesidad y necesaria en el marco de su libertad. El mundo es divino por su carácter de manifestación divina o por el prodigio metafísico de su existencia. 4787 Sobre los mundos antiguos: DIÁLOGO ENTRE HELENISTAS Y CRISTIANOS LA VÍA DE LA UNIDAD

Ahora querríamos intentar describir de una manera determinada -pero habría mil modos diferentes de hacerlo- cómo el hombre que se ha vinculado con Dios se sitúa espiritualmente en la existencia o cómo toma posición frente a ese abismo vertiginoso que es el mundo. La condición de monje -pues es el que aquí nos interesa más particularmente, aunque hubiésemos podido hablar del contemplativo en general-, la condición de monje constituye una victoria sobre el espacio y el tiempo, o sobre el mundo y la vida, en el sentido de que el monje se sitúa por su actitud en el centro y en el presente: en el centro en relación con el mundo lleno de fenómenos, y en el presente en relación con la vida llena de acontecimientos. Concentración de la oración y ritmo de la oración: en cierto sentido éstas son las dos dimensiones de la existencia espiritual en general y monástica en particular. El religioso se abstrae del mundo, se fija en un lugar definido -y el lugar es centro porque está consagrado a Dios-, cierra moralmente los ojos y se queda en el mismo sitio esperando la muerte, como una estatua colocada en un nicho, para hablar como San Francisco de Sales  ; mediante esta «concentración» el monje se sitúa en el «eje divino», participa ya en el Cielo vinculándose concretamente con Dios. Al hacer esto el contemplativo se abstrae igualmente de la duración, pues por la oración -esa actualización permanente de la conciencia del Absoluto- se coloca en un instante intemporal: la oración -o el recuerdo de Dios- es ahora y siempre, es «siempre ahora» y pertenece ya a la Eternidad. La vida del monje, por la eliminación de los movimientos desordenados, es un ritmo; ahora bien, el ritmo es la fijación de un instante -o del presente- en la duración, como la inmovilidad es la fijación de un punto -o del centro- en la extensión; este simbolismo, fundado en la ley de la analogía, se hace concreto en virtud de la consagración a Dios. Es de este modo como el monje tiene al mundo en la mano y domina también la vida: pues no hay nada precioso en la vida que no poseamos aquí mismo, si este punto en el que estamos pertenece a Dios y si, estando aquí para Dios, le pertenecemos; y del mismo modo toda nuestra vida está en ese instante en que escogemos a Dios y no las vanidades. 5141 Sobre los mundos antiguos: UNIVERSALIDAD Y ACTUALIDAD DEL MONAQUISMO LA VÍA DE LA UNIDAD

La segunda de estas vías - la del Logos - es comparable a una barca que nos conduce a la otra orilla: la tierra lejana se vuelve tierra próxima, en la forma de la barca; Dios se hace hombre porque nosotros somos hombres; Él nos tiende la mano tomando nuestra propia forma. Lo que implica, en primer lugar, que el hombre no puede salvarse de otro modo que mediante esta mano tendida de Dios y, en segundo lugar, que la imagen del «Dios en sí» se difumina en la mitología y la economía salvadoras del «Dios hecho hombre». 5454 TRAS LAS HUELLAS DE LA RELIGION PERENNE: NOTAS SOBRE TIPOLOGÍA RELIGIOSA LA VÍA DE LA UNIDAD