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Obras: ignorancia

sexta-feira 2 de fevereiro de 2024

  

El esoterismo, considerado así como comprendiendo a la vez tarîqah y haqîqah, en tanto que medios y fin, es designado en árabe por el término general et-taçawwuf, que uno no puede traducir exactamente más que por «iniciación»; volveremos por lo demás sobre este punto después. Los occidentales han forjado el término «çufismo» para designar especialmente al esoterismo islámico   (cuando es que taçawwuf puede aplicarse a toda doctrina esotérica e iniciática, en cualquier forma Tradicional a que la misma pertenezca); pero este término, además de que no es más que una denominación enteramente convencional, presenta un inconveniente bastante enojoso: Es que su terminación evoca así inevitablemente la idea de una doctrina propia a una escuela particular, cuando es que nada hay de tal en realidad, y cuando es que las escuelas no son aquí más que turuq, es decir, en suma, métodos diversos, sin que pueda haber ahí en el fondo ninguna diferencia doctrinal, ya que «la doctrina de la Unidad es única» (et-tawhîdu wâhidun). Por lo que es de la desviación de estas designaciones, las mismas vienen evidentemente del término çûfî; pero, al respecto de éste, hay lugar primeramente a precisar esto: Es que nadie puede decirse jamás çûfî, si ello no es por pura ignorancia, ya que prueba por ahí mismo que no lo es realmente, siendo esta cualidad necesariamente un «secreto» (sirr) entre el verdadero çûfî y Allah; uno puede solamente decirse mutaçcawwuf, término que se aplica a quienquiera que entra en la «vía» iniciática, y ello, a cualquier grado que haya llegado, pero el çûfî, en el verdadero sentido de esta palabra, es solamente aquel que ha alcanzado el grado supremo. Se ha pretendido asignar a la palabra çûfî orígenes   muy diversos; pero esa cuestión, bajo el punto de vista en que uno se coloca lo más habitualmente, es sin duda insoluble: Diríamos de muy buena gana que la palabra en cuestión tiene demasiadas etimologías supuestas, y ni más ni menos plausibles las unas que las otras, como para tener alguna verdaderamente; en realidad, es menester ver ahí antes una denominación puramente simbólica, una especie de «cifra», si se quiere, que, como tal, no tiene necesidad de tener una derivación lingüística propiamente hablando; y este caso no es por lo demás único, sino que se los podría encontrar comparables en otras Tradiciones. En cuando a las así dichas etimologías, no son en el fondo más que similitudes fonéticas, que, por lo demás, según las leyes de un cierto simbolismo, corresponden efectivamente a relaciones entre diversas ideas que vienen a agruparse así más o menos accesoriamente alrededor del término en cuestión; pero aquí, siendo dado el carácter de la lengua árabe (carácter que le es por otra parte común con la lengua hebraica), el sentido primero y fundamental debe ser dado por los números; y, de hecho, lo que hay de particularmente sobresaliente, es que por la adición de los valores numéricos de las letras de las que está formada, la palabra çûfî tiene el mismo número que El-Hekmah el-ilahiyah, es decir, «la Sabiduría Divina». El çûfî verdadero es pues el que posee esa Sabiduría, o, en otros términos, es el-ârif bi’ Llah, es decir, «el que conoce por Dios», ya que Él no puede ser conocido más que por Él mismo; y es éste efectivamente el grado supremo y «total» en el conocimiento de la haqîqah (En una obra sobre el Taçawwuf, escrita en árabe, pero de tendencias muy modernas, a un autor sirio, que nos conoce por lo demás bastante poco como para habernos tomado por un orientalista, se le ha ocurrido dirigirnos una crítica ante todo singular; habiendo leído, no sabemos como, eç-çûfiah en lugar de çûfî (número especial de los «Cuadernos del Sur» de 1935 sobre El islam y occidente), se ha imaginado que nuestro cálculo era inexacto; ha llegado, gracias a varios errores en el valor numérico de las letras, a encontrar (esta vez como equivalente de eç-çûfî, lo que es todavía falso) el-hakîm el-ilahî, sin siquiera apercibirse de que valiendo un ye dos he, estos términos forman exactamente el mismo total que el hekmah el-ilahiyah! Sabemos bien que el abjad es ignorado por la enseñanza escolar actual, que ya no conoce más que el orden simplemente gramatical de las letras; pero, sin embargo, en alguien que tiene la pretensión de tratar estas cuestiones, una tal ignorancia rebasa los límites permitidos... Sea lo que fuere, el-hakîm el-ilahî y el ilahiyah dan efectivamente el mismo sentido en el fondo; pero la primera de estas dos expresiones tiene un carácter un poco insólito, mientras que la segunda, la que hemos indicado, es al contrario enteramente Tradicional.). 6 Apercepciones sobre el esoterismo islámico y el taoismo EL ESOTERISMO ISLÁMICO

Es así que podemos decir que contrariamente a la opinión corriente, jamás ha habido en ninguna parte doctrina ninguna realmente «politeísta», es decir, admitiendo una pluralidad de principios absoluta e irreductible. Ese «pluralismo» no es posible más que como una desviación resultante de la ignorancia y de la incomprensión de las masas, de su tendencia a vincularse exclusivamente a la multiplicidad de lo manifestado: De ahí la «idolatría» bajo todas sus formas, que nace de la confusión del símbolo en sí mismo con lo que está destinado a expresar, y la personificación de los atributos divinos considerados como otros tantos seres independientes, lo que es el único origen de un «politeísmo» de hecho. Esta tendencia va por lo demás acentuándose a medida que se avanza en el desarrollo del ciclo de la manifestación, porque ese desarrollo mismo es un descenso a la multiplicidad, y en razón del oscurecimiento espiritual que le acompaña inevitablemente. Por eso es por lo que las formas Tradicionales más recientes son las que deben enunciar de la manera más aparente al exterior la afirmación de la Unidad; y, de hecho, esta afirmación en ninguna parte es expresada tan explícitamente y con tanta insistencia como en el islamismo donde la misma parece incluso, si así puede decirse, absorber en ella toda otra afirmación. 22 Apercepciones sobre el esoterismo islámico y el taoismo Et-Tawhid

Lo más extraño en esta ocurrencia es ver a los europeos considerarse como los herederos directos de la civilización helénica, cuando es que la verdad de los hechos incrimina esta pretensión. La realidad extraída de la historia misma establece perentoriamente que la ciencia y la filosofía griegas han sido transmitidas a los europeos por la mediación de los musulmanes. En otros términos, el patrimonio intelectual de los helenos no ha llegado a occidente sino después de haber sido seriamente estudiado por el Próximo-Oriente y si no hubiera sido por los doctos sabios del islam y sus filósofos, los europeos habrían permanecido en la ignorancia total de esos conocimientos durante mucho tiempo, ello, si es que hubieran llegado jamás a conocerlos. 82 Apercepciones sobre el esoterismo islámico y el taoismo INFLUENCIA DE LA CIVILIZACIÓN ISLÁMICA EN OCCIDENTE

Ahora bien, es evidente que el hecho de ilusionarse sobre el valor de estas cosas, y sobre la importancia que conviene atribuirlas, aumenta considerablemente su peligro; lo que es particularmente penoso para los occidentales que quieren meterse a «hacer magia», es la ignorancia completa en la que están necesariamente, en el estado actual de las cosas y en la ausencia de toda enseñanza tradicional, de aquello con lo que tratan en parecido caso. Incluso dejando de lado a los prestidigitadores y a los charlatanes, tan numerosos en nuestra época, que no hacen en suma nada más que explotar la credulidad de los ingenuos, y también a los simples fantasiosos que creen poder improvisar una «ciencia» a su manera, aquellos mismos que quieren intentar seriamente estudiar esos fenómenos, al no tener datos suficientes para guiarles, ni organización constituida para apoyarles y protegerles, son reducidos por ello a un empirismo muy grosero; actúan verdaderamente como niños que, librados a sí mismos, quisieran manejar una fuerzas temibles sin conocer nada de ellas, y, si de una semejante imprudencia resultan muy frecuentemente accidentes deplorables, ciertamente no hay lugar a sorprenderse demasiado de ello. 214 APERCEPCIONES SOBRE LA INICIACIÓN MAGIA Y MISTICISMO

En todo esto, no hacemos en suma más que expresar en otros términos y más explícitamente lo que ya hemos dicho más atrás sobre la necesidad de un vinculamiento efectivo y directo y la vanidad de un vinculamiento «ideal»; y, a este respecto, es menester no dejarse engañar por las denominaciones que se atribuyen algunas organizaciones, denominaciones a las que no tienen ningún derecho, pero con las que intentan darse una apariencia de autenticidad. Así, para retomar un ejemplo que ya hemos citado en otras ocasiones, existe una multitud de agrupaciones, de origen muy reciente, que se titulan «rosacrucianos», sin haber tenido jamás el menor contacto con los Rosa-Cruz, bien entendido, aunque no fuera más que por alguna vía indirecta y desviada, y sin saber siquiera lo que éstos han sido en realidad, puesto que se los representan casi invariablemente como habiendo constituido una «sociedad», lo que es un error grosero y también específicamente moderno. Lo más frecuentemente, es menester no ver ahí más que la necesidad de adornarse con un título efectista o la voluntad de imponerse a los ingenuos; pero, incluso si se considera el caso más favorable, es decir, si se admite que la constitución de algunas de esas agrupaciones procede de un deseo sincero de vincularse «idealmente» a los Rosa-Cruz, eso no será todavía, bajo el punto de vista iniciático, más que una pura nada. Por lo demás, lo que decimos sobre este ejemplo particular se aplica igualmente a todas las organizaciones inventadas por los ocultistas y demás «neoespiritualistas» de todo género y de toda denominación, organizaciones que, sean cuales sean sus pretensiones, no pueden, en toda verdad, ser calificadas más que de «pseudoiniciáticas», ya que no tienen absolutamente nada real que transmitir, y ya que lo que presentan no es más que una contrahechura, e incluso muy frecuentemente una parodia o una caricatura de la iniciación (NA: Investigaciones que hemos debido hacer sobre este tema, en un tiempo ya lejano, nos han conducido a una conclusión formal e indudable que debemos expresar aquí claramente, sin preocuparnos de los furores que la misma puede arriesgarse a suscitar por diversos lados: si se pone aparte el caso de la supervivencia posible de algunas raras agrupaciones de hermetismo cristiano de la edad media, por lo demás extremadamente restringidas, es un hecho que, de todas las organizaciones con pretensiones iniciáticas que están actualmente extendidas en el mundo occidental, no hay más que dos que, por decaídas que estén una y otra a consecuencia de la ignorancia y de la incomprehensión de la inmensa mayoría de sus miembros, pueden reivindicar un origen tradicional auténtico y una transmisión iniciática real; estas dos organizaciones, que, a decir verdad, no fueron primitivamente más que una sola, aunque con ramas múltiples, son el Compañerazgo y la Masonería. Todo lo demás no es más que fantasía o charlatanismo, cuando no sirve incluso para disimular algo peor; ¡y en este orden de ideas, no hay invención, por absurda o por extravagante que sea, que no tenga en nuestra época alguna posibilidad de triunfar y de ser tomada en serio, desde los delirios ocultistas sobre las «iniciaciones en astral» hasta el sistema americano, de intenciones sobre todo «comerciales», de las pretendidas «iniciaciones por correspondencia»!). 267 APERCEPCIONES SOBRE LA INICIACIÓN DE LA REGULARIDAD INICIÁTICA

Pero, en realidad, hay una razón más profunda, basada precisamente sobre este carácter simbólico que acabamos de mencionar, y que hace que lo que se llama «medios de reconocimiento» no sea solo eso, sino también, al mismo tiempo, algo más: se trata verdaderamente de símbolos como todos los demás, cuya significación debe ser igualmente meditada y profundizada, y que forman así parte integrante de la enseñanza iniciática. Por lo demás, es igualmente así para todas las formas empleadas por las organizaciones iniciáticas, y, más generalmente todavía, para todas aquellas que tienen un carácter tradicional (comprendidas ahí las formas religiosas): en el fondo, son siempre otra cosa que lo que parecen desde afuera, y es incluso eso lo que las diferencia esencialmente de las formas profanas, donde la apariencia exterior lo es todo y no recubre ninguna realidad de otro orden. Desde este punto de vista, el secreto de que se trata es él mismo un símbolo, el del verdadero secreto iniciático, lo que es evidentemente mucho más que un simple medio «pedagógico» (NA: Si se quisiera entrar un poco en el detalle a este respecto, se podría destacar por ejemplo que las «palabras sagradas» que no deben pronunciarse nunca son un símbolo particularmente claro de lo «inefable» o de lo «inexpresable»; por lo demás, se sabe que algo semejante se encuentra a veces hasta en el exoterismo, por ejemplo para el Tetragrama en la tradición judaica. Se podría mostrar también, en el mismo orden de ideas, que algunos signos están en relación con la «localización», en el ser humano, de los «centros» sutiles cuyo «despertar» constituye, según algunos métodos (concretamente los métodos «tántricos» en la tradición hindú), uno de los medios de adquisición del conocimiento iniciático efectivo.); pero, bien entendido, aquí más que en cualquier otra parte, el símbolo no debe ser confundido de ninguna manera con lo que es simbolizado, y es esta confusión la que comete la ignorancia profana, porque no sabe ver lo que hay detrás de la apariencia, y porque no concibe siquiera que pueda haber ahí algo más que lo que cae bajo los sentidos, lo que equivale prácticamente a la negación pura y simple de todo simbolismo. 429 APERCEPCIONES SOBRE LA INICIACIÓN DEL SECRETO INICIÁTICO

Al contrario, allí donde ya nada está organizado según las reglas tradicionales y normales, lo que es el caso del mundo occidental moderno, resulta una confusión que se extiende a todos los dominios, y que ocasiona inevitablemente complicaciones y dificultades múltiples, en cuanto a la determinación precisa de las cualificaciones iniciáticas, puesto que el lugar del individuo en la sociedad ya no tiene entonces sino una relación muy lejana con su naturaleza, y puesto que, incluso, muy frecuentemente, son únicamente los lados más exteriores y menos importantes de éste los que se toman en consideración, es decir, aquellos que no tienen realmente ningún valor, ni siquiera secundario, desde el punto de vista iniciático. Otra causa de dificultades que se agrega todavía a esa, y que, por lo demás, le es solidaria en una cierta medida, es el olvido de las ciencias tradicionales: puesto que los datos de algunas de ellas pueden proporcionar el medio de reconocer la verdadera naturaleza de un individuo, cuando faltan estas ciencias, ya no es posible, por otros métodos cualesquiera, suplirlas enteramente y con una perfecta exactitud; y se haga lo que se haga a este respecto, siempre habrá ahí una parte más o menos grande de «empirismo», que podrá dar lugar a muchos errores. Por lo demás, esa es una de las principales razones de la degeneración de algunas organizaciones iniciáticas: la admisión de elementos no cualificados, que, ya sea por ignorancia pura y simple de las reglas que deberían eliminarlos, o por imposibilidad de aplicarlas con exactitud, es en efecto uno de los factores que más contribuyen a esta degeneración, y que puede incluso, si se generaliza, acarrear finalmente la ruina completa a una tal organización. 449 APERCEPCIONES SOBRE LA INICIACIÓN DE LAS CUALIFICACIONES INICIÁTICAS

Después de estas consideraciones de orden general, sería menester, para precisar más la significación real que conviene atribuir a las cualificaciones secundarias, dar algunos ejemplos bien definidos de las condiciones requeridas para el acceso a tal o a cual forma iniciática, y mostrar en cada caso su sentido y su alcance verdadero; pero una tal exposición, cuando debe dirigirse a los occidentales, se hace muy difícil por el hecho de que éstos, incluso en el caso más favorable, no conocen más que un número extremadamente restringido de estas formas iniciáticas, y porque las referencias a todas las demás correrían el riesgo de permanecer casi enteramente incomprendidas. Más aún, todo lo que subsiste en occidente de las antiguas organizaciones de este orden está muy disminuido a todos los respectos, como ya lo hemos dicho muchas veces, y es fácil darse cuenta de ello más especialmente en lo que concierne a la cuestión misma de la que se trata al presente: si todavía se exigen ahí algunas cualificaciones, es más bien por la fuerza del hábito que por una comprehensión cualquiera de su razón de ser; y, en estas condiciones, no habrá lugar a sorprenderse si ocurre a veces que algunos miembros de estas organizaciones protestan contra el mantenimiento de estas cualificaciones, donde su ignorancia no ve más que una suerte de vestigio histórico, un resto de un estado de cosas desaparecido desde hace mucho tiempo, en una palabra un «anacronismo» puro y simple. No obstante, como uno está obligado a tomar como punto de partida aquello que tiene más inmediatamente a su disposición, eso mismo puede proporcionar la ocasión de algunas indicaciones que, a pesar de todo, no carecen de interés, y que, aunque tienen sobre todo a nuestros ojos el