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Obras: conversión

sexta-feira 2 de fevereiro de 2024

  

Sería probablemente imposible asignar una fecha precisa a ese cambio que hizo del Cristianismo una religión en el sentido propio de la palabra y una forma tradicional dirigida a todos indistintamente, pero lo que es cierto en todo caso es que fue ya un hecho consumado en la época de Constantino y del Concilio de Nicea, de forma que éste no fue más que el «sancionador», si se puede decir así, inaugurando la era de las formulaciones «dogmáticas» destinadas a constituir una presentación puramente exotérica de la doctrina. (NA: Al mismo tiempo, la «conversión» de Constantino implicó el reconocimiento por un acto de alguna manera oficial de la autoridad imperial, del hecho de que la tradición greco-romana debía ser considerada como extinguida, aunque naturalmente hubiesen subsistido aún bastante tiempo restos que no pudieron más que ir degenerando cada vez más antes de desaparecer definitivamente, y que son lo que fue designado un poco más tarde con el término despectivo de «paganismo».) Esto no podía funcionar sin algunos inconvenientes inevitables, pues el hecho de encerrar así la doctrina en unas fórmulas claramente definidas y limitadas dejaba mucho más difícil, incluso a los que eran realmente capaces, la penetración en el sentido profundo; además, estando las verdades de orden más propiamente esotérico por su misma naturaleza, lejos del alcance de la mayoría, no podían ser presentadas sino como «misterios» en el sentido que esta palabra ha tomado vulgarmente, es decir, que a los ojos del común, no debían tardar en aparecer como algo que era imposible de comprender e incluso vedado el buscar su profundización. Estos inconvenientes no obstante, no fueron tales que pudiesen oponerse a la constitución del Cristianismo en la forma tradicional exotérica o en impedir su legitimidad, dada la inmensa ventaja que debía resultar, como ya lo hemos dicho, para el mundo occidental; por lo demás, si el Cristianismo como tal cesó por ello de ser iniciático, permaneció aún la posibilidad de que subsistiese en su interior una iniciación específicamente cristiana para la elite que no podía atenerse sólo al punto de vista del exoterismo y encerrarse en las limitaciones que son inherentes a éste; pero esa es otra cuestión que tendremos que examinar un poco más tarde. 1271 ESOTERISMO CRISTIANO CRISTIANISMO E INICIACIÓN

La palabra «conversión» puede tomarse en dos sentidos totalmente diferentes: su sentido original es el que le hace corresponder al término griego metanoia, que expresa propiamente un cambio de nous, o, como lo ha dicho A. K. Coomaraswamy, una «metamorfosis intelectual». Esta transformación interior, como lo indica por otra parte la etimología misma de la palabra latina (de cum-vertere), implica a la vez una «reunión» o una concentración de las potencias del ser, y una suerte de «volvimiento» por el que este ser pasa «del pensamiento humano a la comprensión divina». La metanoia o la «conversión» es pues el paso consciente de la mente entendida en su sentido ordinario e individual, y considerada como vuelta hacia las cosas sensibles, a lo que es su transposición en un sentido superior, donde se identifica al hêgemôn de Platón o al antaryâmî de la tradición hindú. Es evidente que eso es una fase necesaria en todo proceso de desarrollo espiritual; es pues, insistimos en ello, un hecho de orden puramente interior, que no tiene absolutamente nada en común con un cambio exterior y contingente cualquiera, que depende simplemente del dominio «moral», como se tiene muy frecuentemente tendencia a creerlo hoy día ( y, en este sentido, se llega incluso a traducir metanoia por «arrepentimiento»), o incluso del dominio religioso y más generalmente exotérico (NA: Sobre este tema, ver A. K. Coomaraswamy, On Being in One,s Right Mind (NA: Review of Religion, n de noviembre de 1942). ). 4028 Iniciación y Realización Espiritual A PROPÓSITO DE «CONVERSIONES»

Al contrario, el sentido vulgar de la palabra «conversión», el que ha llegado a tener constantemente en el lenguaje corriente, y que es también el sentido en el que vamos a tomarla ahora, después de esta explicación indispensable para evitar toda confusión, este segundo sentido, decimos, designa únicamente el paso exterior de una forma tradicional a otra, cualesquiera que sean las razones por las cuales ha podido estar determinado, razones todas contingentes lo más frecuentemente, a veces incluso desprovistas de toda importancia real, y que en todo caso no tienen nada que ver con la pura espiritualidad. Aunque pueda haber sin duda alguna vez conversiones más o menos espontáneas, al menos en apariencia, lo más habitualmente son una consecuencia del «proselitismo» religioso, y no hay que decir que todas las objeciones que pueden formularse contra el valor de ésta se aplican igualmente a sus resultados; en suma, el «convertidor» y el «convertido» hacen prueba de una misma incomprensión del sentido profundo de sus tradiciones, y sus actitudes respectivas muestran muy manifiestamente que su horizonte intelectual está parecidamente limitado al punto de vista del exoterismo más exclusivo (NA: En el fondo, no hay otra conversión realmente legítima en principio que la que consiste en la adhesión a una tradición cualquiera, que sea por lo demás, por parte de alguien que estaba precedentemente desprovisto de todo vínculo tradicional. ). Incluso al margen de esta razón de principio, debemos decir que, por otros motivos también, apreciamos bastante poco a los «convertidos» en general, en punto alguno, bien entendido, porque se deba poner a priori en duda su sinceridad (y no queremos considerar aquí el caso, no obstante muy frecuente de hecho, de aquellos que no han cambiado sino por algún bajo interés material o sentimental, y que uno podría llamar más bien «pseudo-convertidos»), sino primeramente porque hacen prueba como mínimo de una inestabilidad mental más bien penosa, y después porque tienen casi siempre una tendencia a hacer muestra del «sectarismo» más estrecho y más exagerado, ya sea por un efecto de su temperamento mismo, que lleva a algunos de entre ellos a pasar de un extremo a otro con una desconcertante facilidad, ya sea simplemente para desviar las sospechas de que temen ser objeto en su nuevo medio. En el fondo, puede decirse que los «convertidos» son poco interesantes, al menos para aquellos que consideran las cosas al margen de todo motivo de exclusivismo exotérico, y que, por lo demás, no tienen ningún gusto por el estudio de algunas «curiosidades» psicológicas; y, por nuestra parte, queremos más, ciertamente, no verlos demasiado cerca. 4029 Iniciación y Realización Espiritual A PROPÓSITO DE «CONVERSIONES»

Dicho esto claramente, nos es menester señalar (y es a eso sobre todo a lo que queríamos llegar) que a veces se habla de «conversiones», ciertamente muy mal, y en casos a los que esta palabra, entendida en el sentido que acabamos de decir como lo es siempre de hecho, no podría aplicarse de ninguna manera. Queremos hablar de aquellos que, por razones de orden iniciático o esotérico, son llevados a adoptar una forma tradicional diferente que aquella a la cual podían estar vinculados por su origen  , ya sea porque ésta no les daba ninguna posibilidad de este orden, ya sea solo porque la otra les proporciona, incluso en su exoterismo, una base más apropiada a su naturaleza, y por consiguiente más favorable para su trabajo espiritual. Para quienquiera que se coloca en el punto de vista esotérico, ese es un derecho absoluto contra el cual todos los argumentos de los exoteristas nada pueden, puesto que se trata de un caso que, por definición misma, está enteramente fuera de su competencia. Contrariamente a lo que tiene lugar para una «conversión», ahí no hay nada que implique la atribución de una superioridad en sí misma a una forma tradicional sobre otra, sino únicamente lo que se podría llamar una razón de conveniencia espiritual, que es algo completamente diferente de una simple «preferencia» individual, y al respecto de la cual todas las consideraciones exteriores son perfectamente insignificantes. Por lo demás, entiéndase bien que el que puede actuar legítimamente así, desde que es realmente capaz de colocarse bajo el punto de vista esotérico como lo hemos supuesto, debe tener consciencia, al menos en virtud de un conocimiento teórico, cuando no todavía efectivamente realizado, de la unidad esencial de todas las tradiciones; y eso solo basta evidentemente, en lo que le concierne, para que una «conversión» sea una cosa enteramente desprovista de sentido y verdaderamente inconcebible. Si ahora uno se preguntara por qué existen tales casos, responderíamos que eso se debe sobre todo a las condiciones de la época actual, en la cual, por una parte, algunas tradiciones, de hecho, han devenido incompletas «por arriba», es decir, en cuanto a su lado esotérico, lado que sus representantes «oficiales» llegan a veces incluso a negar más o menos formalmente, y, por otra parte, ocurre muy frecuentemente que un ser nace en un medio que no es el que le conviene realmente y el que puede permitir a sus posibilidades desarrollarse de una manera normal, sobre todo en el orden intelectual y espiritual; es ciertamente deplorable bajo más de un aspecto que la cosa sea así, pero son inconvenientes inevitables en la presente fase del Kali-Yuga. 4030 Iniciación y Realización Espiritual A PROPÓSITO DE «CONVERSIONES»

Además de este caso de aquellos que «se establecen» en una forma tradicional porque es la que pone a su disposición los medios más adecuados para el trabajo interior que tienen que efectuar todavía, hay otro caso del que debemos decir también algunas palabras: es el de hombres que, llegados a un alto grado de desarrollo espiritual, pueden adoptar exteriormente tal o cual forma tradicional según las circunstancias y por razones cuyos únicos jueces son ellos, tanto más cuanto que esas razones son generalmente de las que escapan forzosamente a la comprensión de los hombres ordinarios. Por el estado espiritual que han alcanzado, esos están más allá de todas las formas, de suerte que no se trata en eso para ellos más que de apariencias exteriores, que no podrían afectar o modificar de ninguna manera su realidad íntima; no sólo han comprendido como aquellos de los que hablábamos hace un momento, sino que han realizado plenamente, en su principio mismo, la unidad fundamental de todas las tradiciones. Por consiguiente, todavía sería más absurdo hablar aquí de «conversiones», y sin embargo eso no impide que hayamos visto a algunos escribir seriamente que Srî Râmakrishna, por ejemplo, se había «convertido» al islam en tal periodo de su vida y al cristianismo en tal otro; nada podría ser más ridículo que semejantes aserciones, que dan una idea bastante triste de la mentalidad de sus autores. De hecho, para Srî Râmakrishna, se trataba sólo de «verificar» en cierto modo, por una experiencia directa, la validez de las diferentes «vías» representadas por esas tradiciones a las que se asimiló temporalmente; ¿qué hay ahí que pueda recordar de cerca o de lejos a una «conversión» cualquiera? 4031 Iniciación y Realización Espiritual A PROPÓSITO DE «CONVERSIONES»

En un texto del Vêda, los tres gunas se representan como convirtiéndose uno en otro, procediendo según un orden ascendente: "Todo era tamas ( en el origen de la manifestación considerada como saliendo de la indiferenciación primordial de Prakriti ). Él ( es decir, el Supremo Brahma ) mandó un cambio, y tamas tomó el tinte ( es decir, la naturaleza ) ( NA: La palabra varna, que significa propiamente "color", y por generalización "cualidad", se emplea analógicamente para designar la naturaleza o la esencia de un principio o de un ser; de ahí deriva también su uso en el sentido de "casta", porque la institución de las castas, considerada en su razón profunda, traduce esencialmente la diversidad de las naturalezas propias a los diferentes individuos humanos ( ver Introducción general al estudio de las doctrinas hindúes, 3a parte, capítulo VI ). Por lo demás, en lo que concierne a los tres gunas, se les representa efectivamente por colores simbólicos: tamas por el negro, rajas por el rojo y sattva por el blanco ( Chândogya Upanishad  , 6 Prapâthaka, 3 Khanda, shruti 1; cf. Autoridad espiritual y poder temporal  , pág. 53, ed. francesa ). ) de rajas ( intermediario entre la obscuridad y la luminosidad ); y rajas, habiendo recibido un nuevo mandato, revistió la naturaleza de sattva". Si consideramos la cruz de tres dimensiones como trazada a partir del centro de una esfera, así como acabamos de hacerlo y como tendremos que hacerlo frecuentemente todavía en lo que sigue, la conversión de tamas en rajas puede representarse como describiendo la mitad inferior de esta esfera, desde un polo al ecuador, y la de rajas en sattva como describiendo la mitad superior de la misma esfera, desde el ecuador al otro polo. El plano del ecuador, supuesto horizontal, representa entonces, como hemos dicho, el dominio de expansión de rajas, mientras que tamas y sattva tienden respectivamente hacia los dos polos, extremidades del eje vertical ( Este simbolismo nos parece aclarar y justificar suficientemente la imagen de la "cuerda de arco" que, como ya lo hemos dicho, se encuentra implícita en la significación del término guna. ). En fin, el punto desde donde se ordena la conversión de tamas en rajas, y después la conversión de rajas en sattva, es el centro mismo de la esfera, así como uno puede darse cuenta de ello rápidamente remitiéndose a las consideraciones expuestas en el capítulo precedente ( NA: Es a este papel del Principio, en el mundo y en cada ser, al que se refiere la expresión de "ordenador interno" ( antar-yâmî ): él dirige todas las cosas desde el interior, residiendo él mismo en el punto más interior de todos, que es el centro ( ver El Hombre y su devenir según el Vêdânta, capítulo XIV ). ); por lo demás, en lo que seguirá, tendremos la ocasión de explicarlo más completamente todavía ( Sobre este mismo texto considerado como dando un esquema de la organización de los "tres mundos", en correspondencia con los tres gunas, ver El Esoterismo de Dante  , capítulo VI. ). 6094 EL SIMBOLISMO DE LA CRUZ   V

El "Rayo Celeste" atraviesa todos los estados de ser, marcando, así como ya lo hemos dicho, el punto central de cada uno de ellos con su huella sobre el plano horizontal correspondiente, y el lugar de todos estos puntos centrales es el "Invariable Medio"; pero esta acción del "Rayo Celeste" no es efectiva más que si produce, por su reflexión sobre uno de estos planos, una vibración que, propagándose y amplificándose en la totalidad del ser, ilumina su caos, cósmico o humano. Decimos cósmico o humano, ya que esto puede aplicarse tanto al "macrocosmo" como al "microcosmo"; en todos los casos, el conjunto de las posibilidades del ser no constituye propiamente más que un caos "informe y vacío" ( NA: Es la traducción literal del hebreo thotu va-bohu, que Fabre d’Olivet   ( La Lengua hebrea restituida ) explica por "potencia contingente de ser en una potencia de ser". ), en el que todo es oscuridad hasta el momento en que se produce esta iluminación que determina su organización armónica en el paso de la potencia al acto ( Cf. Génesis, 1, 2-3. ). Esta misma iluminación corresponde estrictamente a la conversión de los tres gunas el uno en el otro que hemos descrito más atrás según un texto del Vêda: si consideramos las dos fases de esta conversión, el resultado de la primera, efectuada a partir de los estados inferiores del ser, se opera en el plano mismo de reflexión, mientras que la segunda imprime a la vibración reflejada una dirección ascensional, que la trasmite a través de toda la jerarquía de los estados superiores del ser. El plano de reflexión, cuyo centro, punto de incidencia del "Rayo Celeste", es el punto de partida de esta vibración indefinida, será entonces el plano central en el conjunto de los estados de ser, es decir, el plano horizontal de coordenadas en nuestra representación geométrica, y su centro será efectivamente el centro del ser total. Este plano central, donde se trazan los brazos horizontales de la cruz de tres dimensiones, desempeña, en relación al "Rayo Celeste" que es su brazo vertical, un papel análogo al de la "perfección pasiva" en relación a la "perfección activa", o al de la "substancia" en relación a la "esencia", al de Prakriti en relación a Purusha: es siempre, simbólicamente, la "Tierra" en relación al "Cielo", y es también lo que todas las tradiciones cosmogónicas están de acuerdo en representar como la "superficie de las Aguas" ( Ver El Hombre y su devenir según el Vêdânta, cap. V. ). También se puede decir que es el plano de separación de las "Aguas inferiores" y de las "Aguas superiores" ( Cf. Génesis, 1, 2-3. ), es decir, de los dos caos, formal e informal, individual y extraindividual, de todos los estados, tanto no manifestados como manifestados, cuyo conjunto constituye la Posibilidad total del "Hombre Universal". 6478 EL SIMBOLISMO DE LA CRUZ XXIV