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Obras: Viaje Angélico

quinta-feira 1º de fevereiro de 2024

  

Aunque se descarta que las aguas del diluvio se extiendan hasta los cielos Empíreos, el Mahar-loka o el más allá, hay buenas razones para suponer que al subir hasta el nivel de la Luna deben tocar también las orillas de los cielos Olímpicos (el Indra-loka, el deva-loka). Pues, aunque el Indra-loka o deva-loka se considera como una estación, no del Viaje Patriarcal, sino del Viaje Angélico, es innegable que el Indra-loka se considera continuamente como un lugar de recompensa de los muertos meritorios, de los guerreros en particular, que residen allí gozando de la sociedad de las apsarasas y de otros placeres hasta que, en su debido curso, llega el tiempo de su retorno a las condiciones humanas. Y aunque se dice que el efecto latente de las Obras permanece efectivo en último análisis   durante todo un kalpa (Vishnu Purâna II.8), por el hecho de que la ocupación del oficio de Indra dura solo el período de un manvantara (y de aquí que un kalpa pueda llamarse también tanto un período de catorce Indras como un período de catorce Manus) parece que la recompensa en el Indra-loka debe ser generalmente de la misma duración; por consiguiente, al comienzo de un manvantara debe iniciarse un descenso general del Mundo Angélico, en no menor medida que el del Mundo Patriarcal. Está claro que los dos Mundos, el Indra-loka o deva-loka y la Luna en tanto que pitr-loka, son psicológicamente equivalentes, puesto que ambos son estaciones de la recompensa de las Obras kâmya; de hecho, se dice constantemente que los Patriarcas saborean el Soma en compañía de los Ángeles, y en Vâlakhilya IV.1 se afirma específicamente que Manu bebió Soma en compañía de Indra. Uno podría expresar la situación diciendo que mientras la Luna es naturalmente el pitr-loka desde el punto de vista (Brâhmana), en tanto que la morada póstuma de «aquellos que en el poblado reverencian una creencia en el sacrificio, el mérito y la limosna» (Chândogya Upanishad   V.10.3), el Indra-loka o el deva-loka es naturalmente el hogar de los muertos desde el punto de vista (Kshatriya) del guerrero. Y si el Indra-loka se nombra solo como una estación del devayâna, esto se debe a que representa efectivamente una estación desde la que no solo hay la necesidad de retorno para aquellos que han cumplido solo Obras, sino también la posibilidad de un paso por la vía del Sol a los cielos Empíreos en el curso de la Krama mukti, y un paso que es sin retorno, en el caso de aquellos «que comprenden esto y que en el bosque adoran verdaderamente» (Brhadâranyaka Upanishad VI.2.15). Cuando en Rig Veda   Samhitâ X.14.17 se dice que los dos reyes a quienes los muertos encuentran al alcanzar el «cielo» no son Indra y Yama, sino Varuna y Yama, es decir, Varuna en el caso del Viaje Angélico (puesto que el que ha alcanzado el nivel de las aguas celestiales se enfrenta con la posibilidad del ser futuro solo bajo condiciones celestiales), y Yama en el caso del Viaje Patriarcal, puede suponerse que se omite el Indra (-loka) en tanto que es solo una etapa en la vía hacia Varuna. 885 METAFÍSICA: El Diluvio en la Tradición Hindú

Aunque la Comprensión parcial que constituye el navío del Viajero en el Viaje Angélico le absuelve de la necesidad de retornar a las condiciones corporales humanas, el efecto latente de las Obras necesita un curso de retorno del Viaje Patriarcal. En otras palabras, el pitryâna es una representación simbólica de lo que ahora se llama la doctrina de la reencarnación, y está relacionado con la noción de la causalidad latente (adrshta o apurva). El carácter puramente simbólico de toda la concepción se hace completamente evidente cuando reflexionamos que desde el punto de vista de la Verdad misma, y en el Presente absoluto, no puede hacerse ninguna distinción de causa y efecto; y que lo que se llama a menudo la «destrucción del karma», o más correctamente una destrucción de los efectos latentes de las Obras, efectuada por la Comprensión e implícita en mukti, no es realmente una destrucción de las causas válidas (como si fuera posible hacer que lo que ha sido no hubiera sido, o concebir una potencialidad del ser sin realizar en el Sí mismo), sino simplemente una Realización de la identidad de «causa» y «efecto». Debe comprenderse similarmente, con referencia a la designación de los estados del ser en términos espaciales, como por ejemplo «el Sol» o «la Luna», que estos no han de tomarse literalmente con respecto a los luminares visibles; y que tampoco han de tomarse así las designaciones análogas de los estados del ser como fases del tiempo, por ejemplo, las de la quincena luminosa u obscura, cf. Prasna Upanishad I.12. De hecho, no parece que la tradición védica proponga realmente una doctrina de la reencarnación en el sentido altamente individual y literal budista, jâina y moderno, ni tampoco un retorno individual a condiciones idénticas, tales como las de un único manvantara, sino meramente un retorno a condiciones análogas en otra edad, manvantara o kalpa según pueda ser el caso. Desvestida así de una interpretación demasiado literal, la doctrina védica (upanishádica) de la «reencarnación» implica una cierta semejanza con las concepciones modernas de la «herencia»: nosotros hablamos también de la continuidad del «plasma-germen», de «genes» relativamente sempiternos, y de la posibilidad de que las características de un antepasado remoto puedan repetirse en un descendiente; sabemos muy bien que el «Hombre nace como un jardín ya plantado y sembrado», y pocos de nosotros pueden desechar siempre la convicción de que «un hombre tiene lo que le adviene». 887 METAFÍSICA: El Diluvio en la Tradición Hindú

Hemos visto que todo procedimiento de un estado del ser a otro, aunque formalmente es «una muerte» (punar mrtyu), desde el punto de vista védico se considera como un paso de una estación a otra de un viaje sobre el mar de la vida. Este mar sólo puede considerarse como de una superficie horizontal mientras nuestra atención está confinada a un único y mismo estado del ser; siempre que hay implícito un cambio de estado, como en los Viajes Angélico o Patriarcal, la superficie del mar de la vida se concibe necesariamente como una pendiente o como una forma limítrofe de una sucesión de grados, que conducen hacia arriba o hacia abajo, según sea el caso, y como si procediera desde un valle a una altura y viceversa. La pendiente, subida o altura se llama pravat en contraste con nivat, descenso o profundidad. Pravat se encuentra frecuentemente en el Rig Veda y Atharva Veda. Aquí bastará notar Atharva Veda Samhitâ VI.28.3, donde se dice que Yama fue el primero en subir la cuesta (pravat ), explorando la vía para muchos; Atharva Veda Samhitâ X.10.2, donde se dice que las pendientes son en número de siete, evidentemente con referencia a los siete planos del ser, es decir, los «tres Mundos» y los cuatro cielos Empíreos, Mahar, Janas, Tapas y Satyam; y Atharva Veda Samhitâ XVIII.4.7, donde se dice que el cruce de los vados (tîrtha) de las grandes alturas es por medio de las Obras sacrificiales del meritorio. Todo esto es consistente con el Viaje Angélico del iluminado en la barca de la Comprehensión y con el Viaje Patriarcal de aquellos cuya barca son las Obras. 891 METAFÍSICA: El Diluvio en la Tradición Hindú

La concepción del mar de la vida como un océano y la de su «superficie» como una pendiente explica también mucha de la terminología de los viajes póstumos, y del de un Manu. Por ejemplo, el alcance del nivel de un estado del ser, un puerto de escala en el viaje, se considera como un amarre en puerto: de aquí que en Atharva Veda Samhitâ XIX.39.7, donde hay una alusión incidental al Viaje Angélico, el bajel que viaja por el cielo está provisto de un amarre de oro (bandhana), y se encuentran nociones correspondientes en Shatapatha Brâhmana I.8.1.6 en el mandato a Manu, vrkshe nâvam pratibandhîshvatam, «ata la barca a un árbol»; en Mahâbhârata III.187.48, «ata la barca a la cima del Himâlaya»; y III.187-50, nâu-bandhana, «amarre de barca», que denota la cima del Himâlaya, donde la barca de Manu se posó en tierra cuando descendió la inundación. De la misma manera, la concepción de una pendiente o una «subida» en contraste con una «bajada» explica el uso constante del prefijo verbal ava-, «abajo», siempre que se considera un descenso sobre el mar de la vida, como en Atharva Veda Samhitâ XIX.39.8, donde se dice que para aquellos (viajeros en el devayâna) que «ven la inmortalidad» no hay «ningún deslizamiento abajo», na’avaprabhramsana, y Shatapatha Brâhmana I.8.1.6, donde al descenso del arca de Manu se le llama avasarpana, con el mismo sentido de «deslizamiento hacia abajo». 892 METAFÍSICA: El Diluvio en la Tradición Hindú