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Obras: Henoch

sexta-feira 2 de fevereiro de 2024

  

Otro punto que no es menos interesante es éste: en la Tradición islámica, Seyidna Idris es identificado a la vez a Hermes y a Henoch; esta doble asimilación parece indicar una continuidad de Tradición que se remontaría más allá del sacerdocio egipcio, habiendo debido éste solamente recoger la herencia de lo que represente Henoch, que se refiere manifiestamente a una época anterior (¿Sería menester concluir de esta asimilación que el Libro de Henoch, o al menos lo que es conocido bajo este título, debe ser considerado como formando parte integrante del conjunto de los «libros herméticos»?.- Por otra parte, algunos dicen además que el profeta Idris es el mismo que Buddha; lo que ha sido indicado más atrás muestra suficientemente en qué sentido debe entenderse esta aserción, que se refiere en realidad a Budha, el equivalente hindú de Hermes. No podría en efecto tratarse del Buddha histórico, cuya muerte es un hecho conocido, mientras que de Idris es dicho expresamente haber sido transportado vivo al cielo, lo que responde bien al Henoch bíblico.). Al mismo tiempo, las ciencias atribuidas a Seyidna Idris colocadas bajo su influencia especial no son las ciencias puramente espirituales, que son atribuidas a Seyidna Aissa, es decir, a Cristo; son las ciencias que pueden calificarse de «intermediarias», entre las cuales figuran en el primer rango la alquimia   y la astrología; y son éstas, en efecto, las ciencias que pueden decirse propiamente «herméticas». Pero aquí se coloca otra consideración que podría considerarse, a primera vista al menos, como una bastante extraña interversión en relación a las correspondencias habituales: Entre los principales profetas, uno hay, como lo veremos en un próximo estudio, que preside a cada uno de los siete cielos planetarios, el cielo del cual es el «Polo» (El-Qutb); ahora bien, no es Seyidna Idris quien preside así en el cielo de Mercurio, sino Seyidna Aissa, y es en el cielo del Sol donde preside Seyidna Idris; y, naturalmente, esto entraña la misma transposición en las correspondencias astrológicas de las ciencias que les son respectivamente atribuidas. Esto levanta una cuestión muy completa, que no podríamos tener la pretensión de tratar enteramente aquí; puede que tengamos la ocasión de volver a ella, pero por el momento, nos limitaremos a algunas precisiones que permitirán quizás entrever la solución de la misma, y que, en todo caso, mostrarán al menos que hay ahí muy otra cosa que una simple confusión, y que lo que se arriesgaría a pasar por tal a los ojos de un observador superficial y «exterior» reposa antes al contrario sobre razones muy profundas en realidad. 2583 Formas Tradicionales y Ciclos Cósmicos HERMES

Por otro lado, hay casi siempre una estrecha conexión establecido entre Henoch (Seyidna Idris) y Elías (Seyidna Dhûl-Kifl), elevados uno y otro al cielo sin haber pasado por la muerte corporal (Se dice que deben manifestarse de nuevo sobre la tierra al fin del ciclo: Son los dos «testigos» de los que se habla en el capítulo XI del Apocalipsis. ), y la Tradición islámica los sitúa a ambos en las esfera solar. Del mismo modo, según la Tradición rosicruciana, Elías Artista, que preside en la «Gran Obra» hermética (Encarna en cierto modo la naturaleza del «fuego filosófico», y se sabe que, según el relato bíblico, el profeta Elías fue elevado al cielo sobre un «carro de fuego»; esto se refiere al vehículo ígneo (taijasa en la doctrina hindú) que, en el ser humano, corresponde al estado sutil (Ver El Hombre y su devenir según el Vêdânta, cap. XIV).), reside en la «Ciudadela solar», que es por lo demás propiamente la morada de los «inmortales» (en el sentido de los Chirajîvîs de la Tradición hindú, es decir, de los seres «dotados de longevidad», o cuya vida se perpetúa a través de toda la duración del ciclo) (Ver El Hombre y su devenir según el Vêdânta, cap. I.- Recordaremos también, bajo el punto de vista alquímico, la correspondencia del Sol con el oro, designado por la Tradición hindú como la «luz mineral»; el «oro potable» de los hermetistas es por lo demás la misma cosa que el «brebaje de inmortalidad», que también se llama «licor de oro» en el Taoísmo.), y que representa uno de los aspectos del «Centro del Mundo». Todo esto es seguramente muy digno de reflexión, y, si se le agregan también las Tradiciones que, un poco por todas partes, asimilan simbólicamente el Sol mismo al fruto del «Árbol de la Vida» (Ver El Simbolismo de la Cruz  , cap. IX. ), se comprenderá quizás la relación especial que tiene la influencia solar con el hermetismo, en tanto que éste, como los «misterios menores» de la antigüedad, tiene por meta esencial la restauración del «estado primordial» humano: ¿No es la «Ciudadela solar» de los Rosa-Cruz la que debe «descender del cielo a la tierra», al fin del ciclo, bajo la forma de la «Jerusalém celeste», realizando la «cuadratura del círculo» según la medida perfecta de la «caña de oro»? 2585 Formas Tradicionales y Ciclos Cósmicos HERMES

En efecto, se dice por algunos que la Gran Pirámide sería la tumba de Seyidna Idris, de otro modo dicho el Profeta Henoch, mientras que la segunda Pirámide sería la de otro personaje que habría sido el Maestro de éste, y sobre el cual habremos de volver; pero, presentada de esta manera y tomada en el sentido literal, la cosa encerraría una obscuridad manifiesta dado que Henoch no murió, sino que fue elevado vivo al Cielo; ¿Cómo podría pues tener una tumba? Sería menester empero no apresurarse demasiado a hablar aquí, al modo occidental, de «leyendas» desprovistas de fundamento, pues he aquí la explicación que de esto se da; no es el cuerpo de Idris lo que fue enterrado en la Pirámide, sino su ciencia; y, por ahí, algunos comprender que se trata de sus libros; pero, ¿qué verosimilitud hay en que unos libros hayan sido enterrados así pura y simplemente, y qué interés habría podido presentar eso bajo un punto de vista cualquiera? (Apenas hay necesidad de hacer observar que el caso de libros depositados ritualmente en una verdadera tumba es del todo diferente de éste. ). Sería mucho más plausible, seguramente, que el contenido de esos libros haya sido gravado en caracteres jeroglíficos en el interior del monumento; pero, desafortunadamente para una tal suposición, no se encuentra en la Gran Pirámide ni inscripciones ni figuraciones simbólicas de ninguna especie (Sobre todo eso todavía, uno encuentra a veces aserciones singulares y más o menos completamente fantásticas; así, en el Occult Magazine, órgano de la H. B. of L., hemos relevado una alusión a las «78 láminas del Libro de Hermes, que yace enterrado en una de las Pirámides» (número de diciembre de 1885, p. 57); se trata manifiestamente aquí del Tarot  , pero éste jamás ha representado un Libro de Hermes, de Thoth o de Henoch más que en algunas concepciones muy recientes, y no es «egipcio» si ello no es de la misma manera que los son los Bohemios a quienes también se les ha dado este nombre. Sobre la H. B. of L., ver nuestro libro sobre El Teosofismo. ). Entonces, no queda más que una sola hipótesis aceptable: Es la de que la ciencia de Idris está en efecto verdaderamente oculta en la Pirámide, pero porque se encuentra inclusa en su estructura misma, en su disposición exterior e interior y en sus proporciones; y todo lo que puede haber de válido en los «descubrimientos» que los modernos han hecho o creído hacer a este respecto no representan en suma más que algunos fragmentos ínfimos de esta antigua ciencia Tradicional. 2591 Formas Tradicionales y Ciclos Cósmicos LA TUMBA DE HERMES

Esta interpretación concuerda por otra parte bastante bien, en el fondo, con otra versión árabe del origen   de las Pirámides, que atribuye la construcción de las mismas al rey antediluviano Surid: Éste, habiendo sido advertido por un sueño de la inminencia del Diluvio, las hizo edificar según el plano de los sabios, y ordenó a los sacerdotes depositar en ellas los secretos de sus ciencias y los preceptos de su sabiduría. Ahora bien, se sabe que Henoch o Idris, antediluviano él también, se identifica a Hermes o Thoth, que representa la fuente de la cual el sacerdocio egipcio tenía sus conocimientos, y después, por extensión, a ese sacerdocio en sí mismo en tanto que continuador de la misma función de enseñanza Tradicional; es pues siempre la misma ciencia sagrada la que, de esta manera todavía, habría sido depositada en las Pirámides (Otra versión todavía, no ya árabe, sino copta, atribuye el origen de las Pirámides a Shedîd et Sheddâd, hijo de Ad; no sabemos demasiado sobre las consecuencias que podrían extraerse de ello, y no parece que haya lugar a vincular a la misma una gran importancia, pues, aparte del hecho de que se trata aquí de «gigantes», uno no ve que intención simbólica podría recubrir en efecto la versión en cuestión. ). 2592 Formas Tradicionales y Ciclos Cósmicos LA TUMBA DE HERMES

Por otro lado, este monumento destinado a asegurar la conservación de los conocimientos Tradicionales, en previsión del cataclismo, recuerda también otra historia bastante conocida, la de las dos columnas elevadas, según algunos precisamente por Henoch, según otros por Seth, y sobre las cuales habría sido escrito lo esencial de todas las ciencias; y la mención que se hace aquí de Seth nos recuerda al personaje del cual se dice que la segunda Pirámide fue la tumba. En efecto, si éste fue el Maestro de Seyidna Idris, no puede ser otro que Seyidna Shîth, es decir, Seth, hijo de Adam; verdad es que antiguos autores árabes le designaban por los nombres, extraños de apariencia, de Aghatîmun y de Adhîmûn; pero esos nombres no son visiblemente más que deformaciones del griego Agathodaimôn, que, refiriéndose al simbolismo de la serpiente considerado bajo su aspecto benéfico, se aplica perfectamente a Seth, así como lo hemos explicado en otra ocasión (Ver nuestro estudio sobre Sheth, capítulo XX de Símbolos fundamentales de la Ciencia sagrada. El Agathodaimôn de los griegos es frecuentemente identificado también a Kueph, representado igualmente por la serpiente, y en conexión con el «Huevo del Mundo», lo que se refiere siempre al mismo simbolismo; en cuanto al Kakodaimôn, aspecto maléfico de la serpiente, es evidentemente idéntico al Set-Typhon de los egipcios.). La conexión particular que se establece así entre Seth y Henoch es todavía muy destacable, tanto más cuanto que el uno y el otro están también puestos en relación, por otra parte, con ciertas Tradiciones concernientes a un retorno al Paraíso terrestre, es decir, al «estado primordial», y por consecuencia con un simbolismo «polar» que no deja de tener algún lazo con la orientación de las Pirámides; pero esto es todavía otra cuestión, y anotaremos solamente de pasado que este hecho, que implica bastante claramente una referencia a los «centros espirituales», tendería a confirmar la hipótesis que hace de las Pirámides un lugar de iniciación, lo que, por lo demás, no habría sido en suma más que el medio normal de mantener «vivos» los conocimientos que en la mismas habían sido inclusos, y ello, por tanto tiempo al menos como subsistiera esta iniciación. 2593 Formas Tradicionales y Ciclos Cósmicos LA TUMBA DE HERMES

Añadiremos todavía otra precisión: se dice que Idris o Henoch escribió numerosos libros inspirados, según lo que Adam mismo y Seth ya habían escrito en otros (Los números indicados para estos libros varían, y, en muchos casos, pueden ser únicamente números simbólicos; este punto por lo demás no tiene más que una importancia bastante secundaria. ); esos libros fueron los prototipos de los libros sagrados de los egipcios, y los «Libros herméticos» más recientes no representan en cierto modo más que una «readaptación», del mismo modo también que los diversos «Libros de Henoch» que han llegado bajo este nombre hasta nosotros. Por otra parte, los Libros de Adam, de Seth y de Henoch debían naturalmente expresar respectivamente aspectos diferentes del conocimiento Tradicional, implicando una relación más especial con tales o cuales ciencias sagradas, así como la cosa es siempre para la enseñanza transmitida por los diversos Profetas. Podría ser interesante pues, en estas condiciones, preguntarse si no habría algo que corresponda de una cierta manera a estas diferencias, en lo que concierne a Henoch y a Seth, en la estructura de las dos Pirámides de las cuales hemos hablado, e incluso también quizás, si la tercera Pirámide no podría entonces tener del mismo modo alguna relación con Adam, dado que, aunque no hayamos encontrado en ninguna parte ninguna alusión explícita a esto, sería, en suma, bastante lógico suponer que la misma deba completar el ternario de los grandes Profetas antediluvianos (Va de suyo que esto no quiere decir en punto ninguno que la construcción de las Pirámides deba serles literalmente atribuida, sino solo que la misma ha podido constituir una «fijación» de las ciencias Tradicionales que les son atribuidas respectivamente. ). Entiéndase bien que no pensamos de ningún modo que estas cuestiones sean susceptibles de ser resueltas actualmente; por lo demás, todos los «buscadores» modernos, por así decir, se han «hipnotizado» casi exclusivamente sobre la Gran Pirámide, aunque, después de todo, la misma no sea de tal modo mayor que las otras dos, en realidad, y aunque la diferencia entre ellas no sea muy notable; y, cuando aseguran, para justificar la importancia excepcional que ellos la atribuyen, que es la única que está exactamente orientada, quizás cometen la sinrazón de no reflexionar en que algunas variaciones en la orientación podrían en efecto no ser debidas a ninguna negligencia de los constructores, sino reflejar precisamente algo que se refiere a diferentes «épocas» Tradicionales; pero, ¿cómo podría esperarse que haya occidentales modernos que tengan, para dirigirles en sus búsquedas, nociones al menos un poco justas y precisas sobre las cosas de este género? (La idea de que la Gran Pirámide difiere esencialmente de las otras dos parece ser muy reciente; se dice que el Khalifa El-Mamûn, queriendo darse cuenta de lo que contenían las Pirámides, decidió abrir una de ellas; se encontró que ésta fue la Gran Pirámide, pero no parece que haya pensado que la misma debía tener un carácter absolutamente especial. ). 2594 Formas Tradicionales y Ciclos Cósmicos LA TUMBA DE HERMES

"Pero el que ha obtenido ( antes de la muerte, entendida siempre como la separación del cuerpo ) el verdadero Conocimiento de Brahma ( que implica, por la realización metafísica sin la que no habría más que un conocimiento imperfecto y completamente simbólico, la posesión efectiva de todos los estados de su ser ) no pasa ( en modo sucesivo ) por todos los mismos grados de retirada ( o de reabsorción de su individualidad, desde el estado de manifestación grosera al estado de manifestación sutil, con las diversas modalidades que ello conlleva, y después al estado no manifestado, donde las condiciones individuales son finalmente enteramente suprimidas ). Procede directamente ( a este último estado, e incluso más allá de éste si se considera solo como principio de la manifestación ) a la Unión ( ya realizada al menos virtualmente durante su vida corporal ) ( Si la "Unión" o la "Identidad Suprema" no ha sido realizada más que virtualmente, la "Liberación" tiene lugar inmediatamente en el momento mismo de la muerte; pero esta "Liberación" puede tener lugar también durante la vida misma, si la "Unión" está desde entonces realizada plena y efectivamente; la distinción de estos dos casos se expondrá más completamente a continuación. ) con el Supremo Brahma, al que se identifica ( de una manera inmediata ), como un río ( que representa aquí la corriente de la existencia a través de todos los estados y de todas las manifestaciones ), en su desembocadura ( que es la conclusión o el término final de esa corriente ), se identifica ( por penetración íntima ) con las olas del mar ( samudra, donde la unión de las aguas simboliza la totalización de las posibilidades en el Principio Supremo ). Sus facultades vitales y los elementos de los que estaba constituido su cuerpo ( considerados todos en principio y en su esencia suprasensible ) ( Puede ocurrir incluso, en algunos casos excepcionales, que la transposición de estos elementos se efectúe del tal manera que la forma corporal misma desaparezca sin dejar ningún rastro sensible, y que, en lugar de ser abandonada por el ser como ocurre de ordinario, pase así toda entera, ya sea al estado sutil, ya sea al estado no manifestado, de suerte que ahí no hay muerte hablando propiamente; a propósito de esto, hemos recordado en otra parte los ejemplos bíblicos de Henoch, de Moisés y de Elías. ), las dieciséis partes ( shodasha-kalâh ) componentes de la forma humana ( es decir, los cinco tanmâtras, el manas y las diez facultades de sensación y de acción ), pasan completamente al estado no manifestado ( avyakta, donde, por transposición, se reencuentran todos en modo permanente, en tanto que posibilidades inmutables ), y, por lo demás, este paso no implica para el ser mismo ningún cambio ( tal como lo implican los estadios intermediarios, que, al pertenecer todavía al "devenir", conllevan necesariamente una multiplicidad de modificaciones ). El nombre y la forma ( nâma-rûpa, es decir, la determinación de la manifestación individual en cuanto a su esencia y en cuanto a su substancia, como lo hemos explicado precedentemente ) cesan igualmente ( en tanto que condiciones limitativas del ser ); y, siendo "no dividido", y por consiguiente sin las partes o los miembros que componían su forma terrestre ( en el estado manifestado, y en tanto que esta forma estaba sometida a la cantidad bajo diversos modos ) ( NA: Los modos principales de la cantidad se designan expresamente en esta fórmula bíblica: "Tú has dispuesto todas las cosas en peso, número y medida" ( Sabiduría, XI, 21 ), a la cual responde término a término ( salvo la intervención de los dos primeros ) el Mane, Theqel, Fares, ( contado, pesado, dividido ) de la visión de Baltasar ( Daniel, V, 25 a 28 ). ), está liberado de las condiciones de la existencia individual ( así como de todas las demás condiciones referentes a un estado especial y determinado de existencia cualquiera que sea, incluso supraindividual, puesto que el ser está en adelante en el estado principial, absolutamente incondicionado )" ( Prashna Upanishad  , 6 Prashna, shruti 5; Mundaka Upanishad  , 3er Mundaka, 2 Khanda, shruti 8. — Brahma-Sûtras  , 4 Adhyâya, 2 Pâda, sûtras 8 a 16. ). 3384 HDV XIX

La pérdida del Grial, o de alguno de sus equivalentes simbólicos, es en suma la pérdida de la tradición con todo lo que ésta conlleva; por lo demás, a decir verdad, esta tradición es más bien ocultada que perdida, o al menos no puede estar perdida más que para algunos centros secundarios, cuando éstos cesan de estar en relación directa con el centro supremo. En cuanto a este último, guarda siempre intacto el depósito de la tradición, y no es afectado por los cambios que sobrevienen en el mundo exterior; tanto es así que, según diversos Padres de la Iglesia, y concretamente San Agustín, el diluvio no ha podido alcanzar el Paraíso terrestre, que es «La habitación de Henoch y la Tierra de los Santos» («Y Henoch marchó con Dios, y ya no apareció más (en el mundo visible o exterior), porque se lo llevo Dios» (Génesis, V, 24). Habría sido transportado entonces al Paraíso terrestre; eso es lo que piensan también algunos teólogos como Tostat y Cajetan. — Sobre la «Tierra de los Santos» o «Tierra de los Vivos», ver lo que se dirá más adelante.), y cuya cima «toca la esfera lunar», es decir, se encuentra más allá del dominio del cambio (identificado al «mundo sublunar»), en el punto de comunicación de la Tierra y de los Cielos (Esto es conforme al simbolismo empleado por Dante  , que sitúa el Paraíso terrestre en la cima de la montaña del Purgatorio, que se identifica en él a la «montaña polar» de todas las tradiciones.). Pero, del mismo modo que el Paraíso terrestre ha devenido inaccesible, el centro supremo, que es en el fondo la misma cosa, puede, en el curso de un cierto periodo, no estar manifestado exteriormente, y entonces se puede decir que la tradición está perdida para el conjunto de la humanidad, ya que no es conservada más que en algunos centros rigurosamente cerrados, y la masa de los hombres no participa ya en ella de una manera consciente y efectiva, contrariamente a lo que había tenido lugar en el estado original (La tradición hindú enseña que no había en el origen más que una sola casta, que era denominada Hamsa; eso significa que todos los hombres poseían entonces normal y espontáneamente el grado espiritual que es designado por este nombre, y que queda más allá de la distinción de las cuatro castas actuales.); tal es precisamente la condición de la época actual, cuyo comienzo, por lo demás, se remonta mucho más allá de lo que es accesible a la historia ordinaria y «profana». Así pues, la pérdida de la tradición, según los casos, puede ser entendida en este sentido general, o bien puede referirse al oscurecimiento del centro espiritual que regía más o menos invisiblemente los destinos de un pueblo particular o de una civilización determinada; es menester pues, cada vez que se encuentra un simbolismo que se refiere a su pérdida, examinar si debe ser interpretado en uno u otro sentido. 5859 EL REY DEL MUNDO CAPÍTULO V