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HDV: amrita

quinta-feira 1º de fevereiro de 2024

  

«Esta retirada o este abandono de la forma corporal (tal como se ha descrito hasta aquí) es por lo demás común al pueblo ignorante (avidwân) y al Sabio contemplativo (vidwân), hasta el punto donde comienzan para uno y para el otro sus vías respectivas (y en adelante diferentes); y la inmortalidad (amrita, no obstante sin que se obtenga desde entonces la Unión inmediata con el Supremo Brahma) es el fruto de la simple meditación (upâsanâ, cumplida durante la vida sin haber sido acompañada por una realización efectiva de los estados superiores del ser), mientras las trabas individuales, que resultan de la ignorancia (avidyâ), todavía no pueden ser completamente destruidas»1. HDV XVIII]

Hay lugar a hacer una precisión importante sobre el sentido en el que debe entenderse la «inmortalidad» de que se trata aquí: en efecto, hemos dicho en otra parte que la palabra sánscrita amrita se aplica exclusivamente a un estado que es superior a todo cambio, mientras que, por la palabra correspondiente, los occidentales entienden simplemente una extensión de las posibilidades del orden humano, que consiste en una prolongación indefinida de la vida (lo que la tradición extremo oriental llama «longevidad»), en condiciones transpuestas de una cierta manera, pero que permanecen siempre más o menos comparables a las de la existencia terrestre puesto que conciernen igualmente a la individualidad humana. Ahora bien, en el caso presente, se trata de un estado que es todavía individual, y sin embargo se dice que la inmortalidad puede ser obtenida en este estado; eso puede parecer contradictorio con lo que acabamos de recordar, ya que se podría creer que no se trata más que de la inmortalidad relativa, entendida en el sentido occidental; pero no hay nada de eso en realidad. Es verdad que la inmortalidad, en el sentido metafísico y oriental, para ser plenamente efectiva, no puede alcanzarse sino más allá de todos los estados condicionados, individuales o no, de tal suerte que, dado que es absolutamente independiente de todo modo de sucesión posible, se identifica a la Eternidad misma; así pues, sería completamente abusivo dar el mismo nombre a la «perpetuidad» temporal o a la indefinidad de una duración cualquiera; pero no es así como es menester entenderlo. Se debe considerar que la idea de «muerte» es esencialmente sinónima de cambio de estado, lo que, como ya lo hemos explicado, es su acepción más extendida; y, cuando se dice que el ser ha alcanzado virtualmente la inmortalidad, eso se comprende en el sentido de que ya no tendrá que pasar a otros estados condicionados, diferentes del estado humano, o recorrer otros ciclos de manifestación. No es todavía la «Liberación» actualmente realizada, y por la que se haría efectiva la inmortalidad, puesto que las «trabas individuales», es decir, las condiciones limitativas a las que el ser está sometido, no están enteramente destruidas; pero es la posibilidad de obtener esta «Liberación» a partir del estado humano, en el prolongamiento en el que el ser se encuentra mantenido por toda la duración del ciclo al que pertenece este estado (lo que constituye propiamente la «perpetuidad»)1, de tal suerte que pueda estar comprendido en la «transformación» final que se cumplirá cuando este ciclo esté acabado, y que hará retornar todo lo que se encuentre entonces implicado en él al estado principial de no manifestación2. Por eso es por lo que se da a esta posibilidad el nombre de «Liberación diferida» o de «Liberación por grados» (krama mukti), porque no será obtenida así sino por medio de etapas intermediarias (estados póstumos condicionados), y no de una manera directa e inmediata como en los otros casos de los que se hablará más adelante1. [HDV XVIII]